domingo, 14 de octubre de 2012

Bajo un árbol de taparas V

Han pasado los días, ya más de un mes, y aún me dura la alegría de haber regresado a Caracas, a Venezuela. También se extiende el gozo de saber que tengo dos Patrias. Durante mi segunda semana en Caracas, pasados los aires renovadores del Barrio 23 de Enero, entré en una dimensión otra, que me proporcionó una mirada distinta, diversa, de la ciudad y sus gentes, esa que viene de un ámbito más colonial, más antiguo, que recuerda el paso del tiempo por la urbe. La modernidad constructiva de Parque Central, el recorrido subterráneo en el Metro, y descender por la zona de las Torres del Silencio, también intervenida, me hace ver una ciudad de múltiples olores, colores y sabores. Edificaciones de muy diversos estilos se mezclan en una disparidad que signa el entramado urbano y hasta la espiritualidad de sus gentes. Esta es una ciudad al mismo tiempo del siglo XIX que de los anteriores. La restauración de las cercanías de la Plaza Bolívar – muy colonial- y de las zonas peatonales del Silencio – de inspiración brutalista- hace que uno presienta sucesivas capaz de saberes, sueños, y obras. Debía seguir mis talleres en la zona de La Pastora, en el Museo Arturo Michelena. Mis acompañantes me sugerían ir en taxi o en ómnibus, pero al preguntar la distancia a recorrer decidí que mejor nos íbamos andando. En tren hasta Metrocenter y de allí por la Avenida Baralt hasta las cercanías del sitio, una esquina popular donde debería desviarme hasta encontrar el lugar donde fue atropellado y murió José Gregorio Hernández, médico venerado como santo a pesar de la no oficialización de su canonización por la Iglesia Católica, para unos metros después desembocar en el Museo. Para llegar hasta allí debía pasar primero por debajo del Puente Llaguno, que se hizo muy conocido durante el golpe de estado del 2002, por haber sido un centro de resistencia popular, además de foco de atención de la prensa internacional que convirtió a un grupo de defensores de la democracia en asesinos, al manipular abiertamente la edición de las tomas. Cuando usted ve las imágenes de la “gran prensa” se encuentra a un grupo de chavistas que disparan a una indefensa marcha opositora; cuando lo que en realidad ocurrió fue que los defensores del puente eran atacados por francotiradores y la Policía Metropolitana - la del Alcalde Peña- y delante de ellos había sólo carros policiales y una avenida vacía, pues la dirigencia opositora desvió la marcha hacia el Palacio de Miraflores, aún cuando sabían que los simpatizantes del presidente Chavéz estaban ahí y no se podía garantizar la ausencia de brotes de violencia entre ambos grupos. Tuvimos que ver el desmontaje que se hizo de la filmación en el documental La Revolución no será trasmitida para poder descubrir el juego macabro que convirtió en victimarios a las victimas, dando continuidad a la estrategia de criminalizar la lucha popular donde quiera que esta se manifieste. Durante cinco días rememoré la historia resiente de Venezuela. Estuve en lugares y me encontré con sus verdaderos protagonistas: los caraqueños de a pie. Esos ciudadanos que hacen la ciudad mientras ella, a su vez, los moldea. El Museo Michelena es una institución dividida en dos edificios, nosotros nos encontramos en la parte dedicada a la extensión cultural. Como siempre sucede, susto y alegría me acompañaron en este comienzo, aunque tuve la suerte de que algunos amigos del Barrio 23 de Enero decidieron pasar nuevamente el Taller de Oralidad, ahora en condiciones más formales, con proyectores, computadoras, aire acondicionado, etc. Ellos me arroparon, y desde el comienzo en La Pastora se hizo la fiesta. Cada encuentro tuvo su signo. El árbol de taparas, de güira, sin embargo, lo fue conformando todo. La semana próxima les contaré detalles. Nuevas sorpresas y descubrimientos, está vez en la parte vieja de una ciudad que está en el futuro.

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