jueves, 21 de febrero de 2008

Kaidara existe


Aproximación a Briznas de la Memoria ( Letras Cubanas, 2004) y Eshu ( Oriki a mi mismo) y otras descargas ( Letras Cubanas, 2007), de Rogelio Martínez Furé

I


En la era de las tecnologías y los artefactos aún se yerguen la Palabra, la Memoria y el Olvido, sobreviven frente a la velocidad y el afán consumista y depredador. Los humanos que en otras edades tenían “hambre y sed de justicia” eran llamados bienaventurados; hoy sólo tenemos deseos, prisa y gula. Consumimos “alimentos espirituales” de digestión rápida, recientes y servidos en mesa variopinta, y tiene eso la apariencia de ser bueno, sólo la apariencia. Al preguntamos si realmente lo es o no, si es lícito escoger y mezclar, si vale la pena, la sabiduría de los negros viejos nos responde con sorna: “lo que se sabe no se pregunta”. ¿Y qué es lo que sabemos si no sabemos nada? Aparecen de súbito los gurú de la postmodernidad, los profetas apocalípticos, los maestros de la ceguera como solución para tuertos, por aquello de que es mejor la invidencia que la visión a medias.

Las identidades y las culturas son el resultado de las mezclas –transculturaciones- más eso es un proceso colectivo, invisible, lentísimo, irreversible, independientemente de nuestros deseos, intenciones y necesidades, que se da en lo profundo de los pueblos y que no es nunca el resultado de la voluntad individual de escogencia de aquello que es fácil o rentable o de apropiación ligera. El crisol de las culturas es arduo, doloroso, desgarrador y hasta puede ser un sitio sangriento. La sociedad postmoderna quiere escapar del dolor y de la responsabilidad. El ensañamiento terapéutico, la eutanasia, el culto a la “belleza por la belleza”, el desprecio de lo feo, lo viejo o lo enfermo, la cultura de la muerte, la tolerancia más que el disfrute de lo diverso, el libertinaje, la economía como espacio humano desprovisto de ética y de responsabilidades sociales, la política entendida como trueque o negociación y no como intercambio, la mentira sostenida como verdad y la verdad como valor relativo y cambiante, sujeto a las reglas de la conveniencia, la magnificación del carácter instrumental de la Cultura, en fin, propuestas engañosas que se esconden tras conceptos que pueden ser tan válidos como calidad de vida, igualdad y libertad. Fíjense que nunca asimilamos de la tercera proposición de la modernidad: fraternidad. Y es que ella entraña una concepción colectiva de la vida. La fraternidad es la deuda pendiente de la civilización.

II

Los “ensayos-performance que utilizan los códigos de la oralidad”, descargas los llama Rogelio Martínez Furé, nacieron para ser “oídos y no para ser leídos”, sin embargo han terminada habitando, a saber, dos libros: Briznas de la Memoria ( Letras Cubanas, 2004) y Eshu ( Oriki a mi mismo) y otras descargas ( Letras Cubanas, 2007). Entran ellas en el reino de la Escritura, mayestática, infalible, cuasi divina.

El autor cree reconocer “en la mayoría de los coloquios, congresos o talleres… una singular paradoja: la ausencia de los modos y medios expresivos de la oralidad, que queda sepultada bajo incontables ponencias escritas”, y es que todos los que investigamos o cultivamos alguna de las Artes de la Palabra hablada, dígase narradores orales y cuenteros populares, poetas repentistas, conversadores, oradores sagrados o tribunos políticos, conferencistas, maestros, profesores, periodistas, comunicadores o propagandistas, vivimos hoy en sociedades que han llegado a ver la escritura como fetiche, como bien estudia y enuncia Martin Lienhard, aunque ella sólo sea un instrumento más, útil y necesario, como cualquier herramienta o tecnología. Más no podemos prescindir de ella tanto para la Memoria como para el Olvido.

Permítaseme una disgreción. Toda descarga es caótica por naturaleza, en tanto expresión oral, más su caos “tiene sentido, entendimiento y razón” lo que mismo que el cantar para el polo margariteño. La egolatría de algunos intelectuales letrados -más el hecho de que la palabra escrita sea un objeto palpable, tenga cuerpo, estructura física- convierte a la escritura en reservorio exclusivo de todas las garantías de la permanencia, en objeto eterno, cuando no en un “sujeto” que al salir de las máquinas posee definitivamente las marcas genéticas que le permitirán sobrevivir a su autor o ser independiente de él, representación de un determinado orden. Es decir, para algunos el libro, el periódico, la publicación permite que el texto se independice de su autor pero a la vez, como en un trueque, dote a este de una cierta cuota de inmortalidad proveniente del hecho de haber pasado la prueba del salto del manuscrito (perecedero y virtual) a la letra impresa (eterna y real), que posee en si misma toda esa dotación de atemporalidad. Vano y perverso espejismo. Las miriadas de productos editoriales que se elaboran hoy en el mundo hacen que la mayoría de ellos sucumba bajo el peso de la cantidad, toneladas de papel cuyo único destino serán las recicladoras o los vertederos de las grandes ciudades terminan corrompiendo la eternidad del texto.

Cada vez se tienen menores garantías de que un libro podrá ser realmente leído, atendido, no digo ya aprehendido. Este es un proceso más abrumador y palpable que el que ocurre en las manifestaciones orales, pero que sin embargo guarda una estrecha relación con los mecanismos de selección, conservación, memoria y olvido de la oralidad, porque ciertamente una de las cualidades más destacables de ella es su capacidad de selección. Los pueblos ágrafos o preferiblemente orales también tienen esos mecanismos, algunos con la sutileza que entraña cambiar apenas un nombre, un paisaje, eliminar un ancestro, o torcer el rumbo de una historia para favorecer a los intereses comunitarios, en el mejor de los casos, porque hasta se pueden hacer desaparecer tramos enteros de las genealogías o de los memoriales con tal de legitimar el orden vigente o al más fuerte. En la escritura lo que hace en peso de la cantidad por decantar la memoria, en la oralidad lo hace la necesidad y la utilidad, el bien común.


En las fronteras entre la Oralidad y la Escritura está tomando forma definitiva otro sistema simbólico de expresión, un nuevo modo de producción del lenguaje, la escritoralidad, que habría que estudiarlo en relación directa con la historia de las tecnologías del lenguaje que van desde la aparición del alfabeto, pasando por la revolución gutembertiana, hasta llegar a la actual globalización digital, y que se da hoy de manera más evidente en el campo de la Narración Oral, en el de la Literatura, y en el audiovisual pero que, seguramente antes, y sin que nos diéramos suficiente cuenta, ya se había manifestado en el habla cotidiana, generado por la alfabetización cada vez más extendida y el enfrentamiento diario de la mayoría de las gentes con los medios de comunicación masiva en los que se da una suerte de “ficción oral” u “oralidad secundaria” como la llama Walter Ong, que es un juego de apariencias, en el que un discurso escrito es emitido a viva voz, conjugando lenguajes verbales y extraverbales, además de ritmo y cadencia, que son típicos de lo oral, pero que en este caso la relación emisor-texto-receptor y la no presencia física de las partes no corresponde con la que se da en la Oralidad sino con la que se da en la Escritura, y también interviene aquí el contacto con el universo audiovisual que soporta a la música, la publicidad, la gráfica y las nuevas tecnologías digitales de la información que las conjugan.

“ El discurso retórico ideal de nuestra época posee ingredientes que proceden de la oralidad secundaria (es comunitario, participativo, orientado a lo psicológico-social, sencillo en su sintaxis) y rasgos que dependen de la naturaleza misma de los medios electrónicos de difusión (es breve, sincrético y multimediático)” ( López Eire, 2001) Ese discurso es la Escritoralidad, un sistema sincrético, hipertextual, generado por la profunda contaminación urbana a la que han ido a parar también, como en un enorme y poderoso mercado, los productos de la oralidad primaria, o lo que va quedando del mundo ágrafo, además de la escritura, los nuevos sistemas audiovisuales y las tecnologías de la información, mixturados en la pólis moderna.

Dice Lopez Eire que “Ni la tribu ni la nación son ya conceptos lo suficientemente amplios para encajar en este nuevo tipo de comunicación, ni la distinción entre mensaje oral, mensaje escrito, ni entre mensajes verbales y no verbales sirven ya para la nueva retórica del discurso sobre soporte electrónico, un discurso que admite lo verbal y lo no verbal, lo oral y lo escrito y se difunde a través de varios y diferentes medios de comunicación, o sea, es multimediático. Estamos ante un nuevo tipo de discurso que aparece como mensaje comunicativo transmitido por poderosas máquinas de comunicación impensables hace un siglo”. Este teórico no tiene en cuenta, o más bien no es su motivo de estudio, que esas máquinas son manejadas por seres humanos y que al final los mensajes van a parar a otro ser humano que termina siendo transformado por ellos pero que también los reelabora y los emite.

Las descargas de Rogelio Martínez Furé encarnan y prefiguran formas concretas de escritoralidad que hoy se dan en los márgenes de la cultura occidental, pero que pronto alcanzarán la centralidad que merecen.

Encontrar sitio a la Palabra de este poeta nos permitirá develar el verdadero sentido que tienen sus libros. Si usted los mira, como productos únicamente derivados de la escritura, no se podrá resistir al asombro e incluso cuestionarlos: ¿Por qué se mezclan los géneros y hasta los sistemas simbólicos de expresión? ¿Por qué cantos, instrumentos, ritos, groserías, erotismos, música, orishas, brujos, personas, paisajes diversos, pueden y tienen que convivir en el o los libros? ¿Por qué esa fijación con su condición de negro, de matancero y de cubano, de caribeño? ¿Por qué el abuelo “francés de Francia”, por qué Mamá Encarnación Hernández -con altivez mandinga, negra de holán de hilo y punta catalana, olorosa a ilang-ilang y pachulí-, por qué la abuela Veneranda, la que anunció que esa noche se moría y se murió, y San Rafael 824, y la madre, el padre, los amigos? ¿Por qué cantarse a si mismo, como si no bastara Walt Whitman? ¿Por qué a Aimé Césaire le llama padre? ¿Por qué insiste en Obba y le dedica poemas en los dos libros? ¿Por qué Oyá, Oshún y Yemayá, las Madres Ancestrales o la Gran Madre Ancestral? ¿La muerte, la muerte ronda, Ikú, que es macho, ronda? ¿Acaso es lógico en “libros orales” o en conjuntos poéticos incluir glosarios, bibliografías, entrevistas, notas a pie de página, como si fueran textos académicos? -¡Esto es relajo, mofa, puro choteo! gritaría el puritano tirando de sus cabellos, y llenándose el cuerpo con abundante polvo y ceniza. Todo eso son, y mucho más o mucho menos, los dos libros que nos ocupan.

Son descargas. Son los discursos de un poeta esencialmente oral, descendiente de los grandes djelis mandigas, de los poeta anónimos africanos, de los apwones cubanos, de Juan Francisco Manzano ( el poeta esclavo), de Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido, el peinetero), de Nicolás Guillén, pariente cercano de Eloy Machado (El Ambia), quizás el poeta contemporáneo de nuestro autor que más se le acerca, especialmente en Camán Lloró, el libro dedicado a Jacinta la Sufrida, Felicia la Cojina, Angelita la Baronesa, y una larga lista de celebrados, y que incluye una selección de textos sobre la familia, el país, las religiones, todo con sentido ritual, como quien canta y celebra la vida. Aunque habría que señalar que frente a la esbeltez y la tersura de la expresión de nuestro autor, tan popular pero también tan pegada a la sintaxis y la norma cubana del hablar poético, la poesía del Ambia, escoge un modo desmañado y caótico, que genera un discurso de calidades variables, y en el que se asoma cierta ingenuidad que los distancia. Su cercanía entonces está más en la escogencia de los temas que lo factual.

Encontramos también un cierto parentesco espiritual, más que escritural, con la poesía del mencionado Césaire, con los poetas sufíes ( especialmente Kabir Das y Rumi) y veterotestamentarios, y con la de Léopold Sédar Senghor, poeta que preciosamente ha traducido junto a otros muchos africanos de expresión francesa, inglesa o portuguesa:

¡Yoal!
Me acuerdo.

Me acuerdo de las siñares a la verde sombra
de las verandas…

Pero esa es harina de otro costal…


Todo el peso de la tradición, de la cultura, de la Poesía, yuxtaponiéndose en el Babá Martínez Furé, que es hijo de sus ancestros y de si mismo. Tenso, contradictorio, misterioso, profundamente ritual y sinceramente místico, si se entiende por eso toda relación trascendente, horizontal, en la que el ser humano entra en contacto con el Ser, y que no es propiedad de una religión específica sino del humano.


III

AUTORRETRATO

A El-Hadji Abbás Sall,
poeta senegalés.

En mi rostro
-noche africana-
El Magnánimo plantó
su creciente luminoso.
Cuando sonrío,
¡mueren de envidia
los soles sorprendidos
de mis ojos!


IV

Bendita, sagrada palabra que puede albergar en su lengua toda raza y nación, todo tiempo. Celebraremos en los años venideros al poeta que hoy se nos estrena ante nuestros ojos, pero que pensó y soñó esencialmente para nuestros oídos.


* verso de RMF. Kaidara es conocimiento profundo, sabiduría trascendente.

domingo, 17 de febrero de 2008

Carta a los Narradores orales, Teóricos de la Oralidad, Antropólogos, Estudiosos de la cultura, Ensayistas, Artistas…


Amigas, amigos,

Les escribo para contarles de un proyecto editorial que estamos impulsando en Cuba y quisiera poder contar con ustedes. Ahí va el "cuento":

A la editorial Tablas-Alarcos, cubana especializada en artes escénicas, le hemos propuesto, y han aceptado considerarlos una vez terminados, dos proyectos: Pensar la Oralidad y Pensar al Narrador oral. El primero de ellos es de Teoría de la Oralidad ( Oralidad y Escritura, Historia oral, Comunicación y Semiótica aplicadas, Antropología, Folklore, etc.), y se está invitando a teóricos de diferentes disciplinas que han trabajado el tema; la segunda es para Narradores orales, en ella se pretenden reunir textos en los que, desde muy diversas posiciones y géneros, destacados narradores orales piensen sobre su oficio, lugar entre las Artes de la Palabra, teoricen sobre él, su historia y presente, perspectivas de futuro, definición, o desnuden sus técnicas o testimonien las estructuras de sus espectáculos, sus modelos pedagógicos, sus hallazgos, dirección de escena en NO, trasvase de la oralidad a la escritura y de la escritura a la oralidad, etc. . No será una antología en una sola dirección como ya se ve.

Cada cual sostendrá los criterios que quiera. Sencillamente será una vitrina donde los interesados puedan leer, juzgar, pensar, informarse, a partir de propuestas muy diversas.

El objetivo de ambas será dotar a los Narradores orales y a otros artistas de la Palabra, así como a teóricos de distintas disciplinas, de un instrumento de consulta lo suficientemente amplio, plural y representativo que les permita explicar el fenómeno de la oralidad en el mundo contemporáneo así como entender los distintos métodos, procederes y estructuras teóricas sobre los que se sostiene este arte.

En dependencia de la respuesta a esta convocatoria determinaremos la estructura de las antologías, seguramente divididas en capítulos temáticos.

Esperamos poder contar ustedes y con aquellos que ustedes nos propongan. Envíennos la dirección o contacten directamente dando la nuestra a todos aquellos que quieran participar. Es una antología, habrá selección. También queremos hacer saber que no podemos pagar derechos de autor, pero que convenientemente haremos llegar ejemplares, que la antología es sin fines de lucro y que inicialmente circulará en Cuba y entre Narradores orales y teóricos de diversos países, que no es un proyecto comercial. Esperamos la comprensión y solidaridad de todos.

Pueden ser textos inéditos o no, escritos o no especialmente para la antología, sólo deberán liberar los derechos convenientemente. Se recibirán las propuestas hasta la segunda quincena de junio. La extensión de los mismos queda a discreción de los autores.

También pueden sugerirnos textos ya publicados que ustedes conozcan, haciéndolos llegar con una pequeña ficha del autor o los autores y de ser posible el modo de contactar con ellos.

Todos pueden enviar propuestas para los dos proyectos.

Un abrazo grande a cada uno, agradeciendo de antemano la segura presencia y colaboración. De ustedes.

Dr. Jesús Lozada Guevara


p.d. pueden reenviar esta carta a todas las personas de su lista de correos de modo que llegue la información a la mayor cantidad de narradores orales, teóricos, gente del Arte. Nos harán un gran servicio. Nuestro correo es lomestre@cubarte.cult.cu Gracias.

miércoles, 13 de febrero de 2008

La secreta escala


Por la secreta escala, disfrazada
San Juan de la Cruz



La escala, secreta por invisible, por escondida, espiral vuelta sobre si misma, pero que sin embargo se yergue, asciende, manifiesta su cualidad aérea sin perder contacto con la tierra firme, podría elegirse como vía unitiva para entender los poemas - ¿por qué no la poesía?- de Esenios (Ediciones Abril, 2004), libro de Leonardo Sarría Muzio, que en 2003 obtuviera el Premio Calendario.

Sorpresa de encontrar, en los tiempos que corren, un libro de poemas a medio camino entre la poesía mística y la poesía religiosa, de una rara catolicidad, eso si, heterodoxa y liberadora, cubanísima; a la que Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), Julián del Casal, José Lezama Lima, Eliseo Diego y Raúl Hernández Novás terminan insertándose.

La huella carmelitana, tan cerca de Agustín y de la tradición cenobítica, logra ponerse en contacto con Tomás de Aquino, cima de la dogmática, y en esta suerte de cenáculo, de aposento alto, es de donde brota el discurso, pero este, para un oído no atento, puede ser lugar de confusión.

Por el hecho de estar arriba podría pensarse que desde el inicio se ha alcanzado el fin de la subida, pero no es así; lo que el poeta parece insinuar desde el pórtico es que ella, como en los poemas juaninos, se consuma por el camino de la ascesis, que es renuncia, invitación al silencio, creación de un espacio vacío de deseos y propósitos de modo que lo divino encuentre donde instalarse, donde morar:

El silencio naciendo
en medio de la torre desolada,
mientras los ojos viendo
la llama ensimismada
se hundieron en la página sagrada.


Verso añejo, castellano más que español, denotando la antigua y tersa cualidad del silencio, la severa tradición del poeta destinado a la mudez, al ser en el Ser disuelto, que abre una minúscula puerta, la puerta de la torre, pero que ella está desolada de antemano, es decir, el poeta comienza advirtiendo que todo entusiasmo en este libro es vano, que todo emocionalidad es ilusoria, que si algo logra ensimismarse, no será en los ojos sino en la llama, en el torrente divino; que la plenitud no estará en la anécdota, en la fabula o en los recuerdos, sino que a partir de allí todo será resuelto por la ruta de Jacob: los que bajarán y subirán por la escondida escala del sueño serán los ángeles; al hombre, al poeta, le quedará sólo el silencio, el duro y terso silencio de la piedra, el combate sin palabras con Dios que de antemano sabe perdido, y no sólo por la condición omnipotente del adversario sino por el deseo expreso del humano de ser vencido.

Todo poema es el testimonio de que el poeta quiere ser vencido, de que él es el hombre de las derrotas. Si su objetivo fuera la niké usaría el mármol, el bronce, o los aceites, sin embargo, el poeta elige una sustancia indócil y engañosa, destinada a fracasar: el lenguaje.


COPISTA EN EL FUEGO

No debió hacer de la capitular un perfil de muchacha. Tan
diestro para los cornos del Juicio, para las bestias
y los ángeles, ¿por qué mezclaría el óleo pardo al rosa,
la grave fuente al resplandor de la joven desnuda? Ellos
lo han sorprendido en la ventana, cuando bajan bromeando
por la colina las labriegas. Dicen que arderá fuerte, solemne
y alegórico. Mas, mientras llegan los interrogadores, voy
aprendiendo el arte de mezclar el óleo pardo al rosa.


El juicio humano, la desnudez, que a fin de cuentas podría ser “un perfil de muchacha” en el que se mezclan el óleo pardo con el rosa, la propia humanidad, se ofrecen.

Lo platónico, en tanto separación del cuerpo y el alma, no tienen lugar aquí; más bien se regresa a las fuentes primigenias, para las que cuerpo-alma-espíritu, forman una trinidad indisoluble y eterna, que poco favor se harán los “interrogadores” en tratar de separar por el camino del fuego, porque este adquiere la cualidad alquímica de la transmutación o mejor aún, el fuego es también el fermento sacro de los ortodoxos griegos, esa porción de cuerpo de Cristo que se suma al pan nuevo de modo que impulse, empuje, propicie la conversión ( transustanciación), es la victima la que abre las puertas al cuerpo glorioso, resurrecto. Hace falta pues el fuego, que la sustancia arda.

Los tres primeros peldaños de la escala parecen indicarnos que de allí en lo adelante los temas – el silencio (vacío primordial), la imposibilidad de viaje (thánatos) y la resurrección (eros)- se replicarán, de una forma u otra, a través de los restantes catorce textos; de lo que se desprende, que más que una escala simple, monda y lironda, atravesaremos una espiral, torcida, doble hélice, vuelta sobre si misma.

Ya leyeron el primero de los tres poemas pórtico, les propongo los otros dos:

SIMEÓN DESDE EL FARO

¿Cuándo, Señor,
cesarán de agobiarme
las naves que se alejan?
He envejecido así
inmóvil aunque suenen
en el océano las tibias flautas.

Tonto siervo de Dios
que aguarda todavía
y alumbra desde el faro
los tablones deshechos.

Flotas minúsculas
para ahuyentar la aciaga
vacuidad de las calles,
remos buscándote entre efigies
y bustos derribados.

Una mesa tranquila, te suplico,
un pan sin levadura, y los muchachos
aún ingenuos y próximos.
Una mesa tranquila...
Sólo entonces
permíteme morir.


SÁBADO DE GLORIA

La catedral está llena porque algo debe suceder después
de tanto.
Mi madre se retoca las pestañas, se ajusta la medalla y sale
despaciosa, porque después de tanto sólo hay una compasiva
imagen de madera donde depositar el peso de lo mucho.
.Es por los malos tiempos .afirma el gran intérprete., luego
renegarán de esas simplezas agotadas.. Pero en la catedral
el órgano enamora y los fieles se juntan para permanecer
en paz hasta la niebla.


No me aventuraré a tratar de desentrañar la estructura total de la escala. Es un complejo texto, que yo vería como un solo poema, en el que una vez presentados los tres temas, se desarrollan variaciones, agrupadas en cuatro unidades, cada una de ellas reproduciendo la forma sonata de la música clásica (adagio-variación-coda), en las que los dos textos referidos a San Juan Bautista, el precursor, son como el trompetazo en medio de la noche, que irrumpe, haciendo que el discurso alcance iluminaciones recias, pacientes, donde se va desde la fijeza de los ojos muertos del profeta, pero que sin embargo no dejan de ver “cómo cambian las cosas/en Jerusalén.”, hasta los del poeta, presumiblemente el mismo autor de los versos, que encarna y asume la misión de anunciar la corrosión y la ausencia, la fragilidad y la desmemoria, que acaso son la raíz última del bautismo por agua, baño de conversión, y que encuentran plenitud en el baño del espíritu, que es como acceder a las honduras del mar y la consolación.

Leamos esos dos textos, que tanto podrán indicarnos la ruta:

ESENIO

Fantasías de los maestros de la ley:
la cabeza tronchada sobre el plato
no podrá despertar.
Es ese el fin:
unas pupilas rígidas mirando
cómo cambian las cosas
en Jerusalén.
Ah!, cuán preciosos temblores
los del vientre en la danza.
A fin de cuentas no era
más que un agitador
en las orillas del Jordán,
y el agua es siempre una sospecha,
una advertencia
contra los velos de palacio.
Bajo los lentos abanicos
Herodes sueña con el húmedo vientre
mientras se van hundiendo las columnas
y los ancianos que creyeron
oír palabras eternas.
Calla, hijo mío.
Es ese el fin:
unas pupilas rígidas mirando
cómo cambian las cosas
en Jerusalén.


IN FLUCTIBUS MARIS AMBULAVIT

Las aguas han chocado
también contra mi alma.
Lo más terrible del salitre es el gusto
a corrosión y ausencia.
No pongas los cubiertos, no tendrás
sino una frágil cena
que la marea cubrirá para arrancarte
de tu inútil memoria.
Esenio entre las barcas
o los profetas que disputan
si Jericó será rendida,
esenio ante la virgen del santuario
donde los pescadores solían pedir
la mar en calma
y la consolación.

jueves, 7 de febrero de 2008

Paul Valéry entre el ser y el no ser


(A propósito de El Cementerio Marino)

La sombra del poeta derramada sobre la página vacía y la confusión de sus garabatos entre la fiebre y los retortijones, la idea del caminar sin fin enfrentándose a lo diabólico -encrucijada, multiplicidad de rutas, experiencia del ocio, suspensión del movimiento- hacen que la poesía, aún en los siglos de la técnica y los prodigios astrofísicos, siga siendo un misterio.

¿Misterio del germen o artesanía del imposible? ¿Acaso no será la irrupción de lo femenino que se apodera de la potencia y la maltrata y la malgasta en juegos rítmicos y economías que no conducen a un resultado palpable sino a fuegos fatuos en los que el tiempo chisporrotea pero que nunca llega a concretarse en yesca? ¿La poesía es acaso el resultado natural de la respiración o es chorro inútil de Onán?

Preguntas que conducen a otras preguntas y que nunca serán respondidas de modo tal que puedan satisfacer a todos, en todos los momentos y en todas las circunstancias. Paradojas. De alguna manera la poesía es el derramamiento de preguntas sin respuesta, de paradojas, que se encarnan en otro enigma: el poeta y sus mañas.

Lo encarnado quizás sea lo único posible de asir. Por lo tanto para enfrentarnos al misterio lo propio, lo correcto, lo ideal, no será mirarle a la cara, ni siquiera confrontarlo, sino bordearlo por las rutas de sus depositarios, que contrariamente a lo que muchos imaginan no son sólo las mañas sino que el poeta también, pues el poema – maña hecha cuerpo- no es nunca el estado puro de la Poesía, no es el tuétano, la sustancia sin mancha, la totalidad, sino que es una emanación de la Poesía que al pasar por el poeta arrastra su vida, su apetencia de corporeidad eterna, pero que nunca llegará a concretarse en lo definitivo, aún cuando medie la escritura y sus fingimientos. De alguna manera el poema (las mañas) es un ente impuro. Por eso, más que responder –en este asunto toda respuesta es inútil-, de lo que se trata es de proponer poetas concretos y poemas específicos de estos poetas, mañas puntuales, que nos permitan encontrar ciertas regularidades como destellos de respuesta.

La respuesta sobre el misterio de la Poesía no se hallará tampoco en los poemas y los poetas sino en las regularidades, en los vínculos, en las mañas, que atan a un poeta, un poema y la totalidad de sus escritos por una parte y por otra a ese poeta, sus poemas, y a la totalidad de los poemas, la multitud de mañas y los poetas de todas las lenguas, épocas y culturas.

Si no fuera porque enunciaríamos un absoluto, y la poesía aunque alude al Absoluto nunca lo contiene, nunca lo habita en plenitud, estaría tentado a proclamar que Poesía son las mañas, los recursos, y que encontradas las mañas comunes, los lugares comunes, la habríamos encontrado a ella. Pero eso es un disparate. Las “respuestas al misterio” parecerían reducirse a unas pocas preguntas repetidas o, más bien, a un grupo de recursos interrogadores y reincidentes.

Entender a Paul Valéry (un poeta francés de los siglos XIX y XX), a El Cementerio Marino (quizás su poema más leído, el despliegue de sus mañas), conectarlo con su texto A propósito de El Cementerio Marino (resumen mañoso), con las traducciones de Jorge Guillén y de Alfonso Gutiérrez Hermosillo, además de con el ensayo Sobre Paul Valéry de José Lezama Lima y con la obra de los cubanos Piñera, Prats y Almanza, podría ser un ejercicio, ciertamente lúdico e incompleto, pero que nos permitirá ensayar alguna respuesta o mejor aún, apuntar, arañar, la respuesta, que desde ahora se nos ofrece como una empresa imposible, pero divertida. Las neuronas comenzarán su danza frenética y de seguro algún sortilegio, alguna insinuación, alguna nueva pregunta aventuraremos.

Analizaremos a El Cementerio Marino en la traducción de Jorge Guillén.

¿Por qué esta y no la de Gómez Hermosillo o la Delfín Prats o la de Virgilio Piñera? La dos últimas no las encuentro, es más, algo se me confunde en la cabeza y no sé si es mi imaginación o Piñera tradujo alguna vez este poema o es sólo obra de mi deseo. La de Prats estaba en una revista Diéresis que saltando de un lado a otro cruzó al infinito lugar de los olvidos y no la tendré disponible. La de Guillén, el español, me parece seca, árida. Quizás sea esa la razón más verdadera y por lo tanto más válida por lo que escogí la de Guillén, que es seca, árida, contenida, no dada a los derramamientos inútiles ni a las ritualidades evidentes, sino que es derrochadora de potencia y fuerza en la contención, pero esta desplegada por los caminos más largos, por las mañas más tortuosas y difíciles. Me gusta esa versión. La de Gómez es muy evidente, desasida de piel. Nada más.

Para entender- manera razonable del disfrute- a El Cementerio marino, debemos renunciar a descifrar que fue lo que quiso decir el poeta y más bien adentrarnos en el que ha “querido hacer” el poeta, sabiendo “que la intención de “hacer” fue la que “ha querido” lo que ha “dicho”…” como nos propone el propio Valéry. Es decir, la maña nos llevara al gesto y el gesto será lo único atrapable, un gesto preñado de sentido pero, no confundirse, será siempre un ademán impronunciable y voluble, uno más cercano a la bruma que a la enunciación; un gesto en la oscuridad, apenas entrevisto.

La idea de composición construye el discurso, dice lo que tiene que decir y que, en el caso de los poetas y la Poesía, arma un limitadísimo arsenal de temas: eros y thanatos.

Para elaborar ese arsenal, término exacto por su cercanía a lo explosivo-implosivo de la poesía, el ojo facetado, que Lezama descubre en los poetas alejandrino-apocalípticos, viene a conjugar o mixturar el anhelo, el sentido y la posibilidad. Este ojo de mosca, insecto diabólico que el cubano renuncia a mencionar, abre las posibilidades sobre el asunto enfocado, que no será más un asunto Uno sino un asunto múltiple o mejor de la multiplicidad del Uno; lo vendría a explicar la insistencia de Valéry en “elaborar largamente los poemas, tenerlos entre el ser y el no ser, suspensos ante el deseo durante años; cultivar la duda, el escrúpulo, el arrepentirse – tal como una obra siempre emprendida y refundida que toma poco a poco la importancia secreta de una empresa de reforma propia”.

El Cementerio Marino es para su autor una obra abandonada más que terminada, “resultado de la sección de un trabajo interior”, que debe su abandono a la insistencia de Jacques Riviere. Así que el rostro de esta obra es un accidente más que hechura de la voluntad. Uno que sin embargo no deja de mostrarnos las intenciones, los recursos, las mañas, el probable estado espiritual del autor y una ubicación exacta en la historia de la literatura y de la conciencia.

Recuerdo a Heriberto Hernández, poeta del centro, hablar con fruición de esta tendencia a elaborar discursos interminables por las mismas razones que las del autor de nuestro poema. Hernández gozaba en repetir los motivos y en elaborar largamente los versículos en espera de un accidente, obra del azar más que de la causalidad, es decir esperaba un motivo para el abandono, pues terminar significaba la muerte de los sentidos, de las orientaciones verdaderamente poéticas. Valéry decía que en Francia no estaba “de moda elaborar largamente los poemas”, sin embargo en Cuba hay una sólida y fundamentada tradición de contención y estoicismo poéticos. La manía de estar a solas con los textos, de estar a solas con su propio yo, es verdaderamente sostenible en la poesía cubana. Desde Zequeira hasta Martí, pasando por Casal, y terminando por Brull, Ballagas, Piñera, los Hermanos Loynaz y Fina García Marrúz ( entre otros) hasta Delfín Prats, Lina de Feria, Hernández Novás, Roberto Manzano, Jesús David Curbelo y Rafael Almanza ( también entre otros).

Piñera, Prats y Almanza ( selección aleatoria y voluntariosa) independientemente del accidente de sus vidas, en los que se puede entrever cierta no deseada convivencia con el texto -o los textos- por larguísimos periodos, encontramos los ejemplos más fieles, aunque no únicos, de la poética del abandono en la Cuba del siglo XX. Piñera publicó únicamente unos pocos poemas hasta que finalmente armó su propio canon en La Vida entera, poesía escrita entre 1941 y 1968, de la que excluye o hace desaparecer lo escrito entre 1935 y 1940 y en la que no deja de asegurar y reafirmar su condición de “poeta ocasional”. Esta virtualidad piñeriana, autoreconocimiento, es más que expresión de duda, manifestación de un intenso trabajo en el espíritu y “especie de Ética de la forma”, presente en Valéry, y que se hace más evidente en Delfín Prats y Rafael Almanza. Prats ha publicado los libros: Lenguaje de Mudos, Para celebrar el ascenso de Ícaro y Abrirse las contelaciones: tres que son uno, además de El esplendor y el caos y Lírica amatoria. El primero es realmente un libro fantasma, lo tienen unos pocos afortunados, yo conozco sólo el ejemplar de Bladimir Zamora y el de la Biblioteca Nacional José Martí, y existen otros ejemplares muy bien custodiados por algunas bibliotecas y que podemos leer en una nueva elaboración en el segundo, que incluye estos y otros textos; y en el tercero de los libros aparecen textos del primero y el segundo reelaborados más algunos nuevos entre ellos el fundamental e imprescindible Aguas. Delfín elabora, reelabora, convive y abandona, en él hay cierto dolor, cierta angustia en ese acto, parece que asistimos a un hondo dolor, en el que el poeta muestra una actitud pudorosa al mostrarlo y que es inevitable hacerlo pero si pudiera renunciar de seguro lo haría.

Rafael Almanza ha publicado dos libros de poesía El libro de Jóveno y El gran camino de la Vida más permanecen inéditos a saber los Hymnos I y II y Sonetos al Amor divino. Los que conocemos su obra, los que la estudiamos y atesoramos, sabemos que ha estado sometida a una larga elaboración que dura ya más de treinta años y que no termina. Quizás sea Almanza el más persistente poeta del abandono en Cuba, el más consecuente de nuestros poetas alejandrino-apocalípticos. A los pies de la Patrona de Cuba descansa su obra, es decir bajo la custodia de algo de lo más sagrado de la patria, y que constantemente se inmola en el ara de lo más alto, bajo la “estrella que ilumina y mata”.

Paul Valéry, El Cementerio Marino, los poetas cubanos que responden a la poética del abandono, todo ellos, nos sirven para tejer y destejer, para entender y amar, esta suerte de rapsodia sin fin, que es la convivencia y la vivencia del hombre y la Poesía. El ojo facetado, el ojo de la mosca, coronado por “la multiplicación de sus córneas y cristalinos” ( Lezama, 1966) regresan a nosotros como “el mar, el mar que siempre está empezando…”