sábado, 30 de enero de 2010

En el cumpleaños de Thomas Merton


El 31 de enero, es decir, mañana, se celebraría el cumpleaños 95 de Thomas Merton, Fray María Luís, el poeta y monje trapense que tanto amamos. Él nació en Prades, Francia, en 1915. Ese día tuvo lugar una procesión de antorchas. En 1940, hace setenta años, él vino a Cuba, en abril, buscando a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, pues ambos tenían cosas que decirse. En Matanzas predicó en la calle, en Camagüey encontró la Soledad, en Santiago de Cuba la Poesía y en La Habana se le mostró el misterio de la fe en medio del tormento y el bullicio de la urbe, por debajo del vocear de un vendedor de billetes de lotería que proclamaba el número cuatro y sus múltiplos. Su viaje a Cuba fue absolutamente definitorio.
En los sesenta, vía el P. Ernesto Cardenal, tomó conocimiento de los poetas de Orígenes y se carteó con Cintio Vitier. Ellos lo tradujeron. Esa amistad irradia a la cultura de la isla hasta hoy.
En 1996, en medio de una crisis espiritual y social, le pedí a Cintio Vitier Bolaños que publicara las cartas que Merton le escribió, y lo hizo. Después muchas cosas sucedieron: Rafael Alamanza tradujo un poema y el Mensaje a los poetas, Carlos Manresa publicó las traducciones de los Origenistas y he hizo la suya, Jesús D. Curbelo tradujo dos poemas – supuestamente perdida hoy esa versión-, y yo leí a todo Merton e hice una versión de su Canción a la Virgen de la Caridad.
Debajo de este texto encontrarán mucho del material que menciono. No es mi costumbre incluir en la bitácora material ajeno pero Thomas Merton y ustedes merecen la excepción.
Sirva este gesto como acción de gracias al Eterno Padre por la vida y la obra de Fray María Luís.
Lean, que no hay de otras.

He aquí a Dios que juega con Sus hijos


(versiones cubanas de poemas de Thomas Merton)

La Leyenda Primitiva--- Seis Fragmentos ---

Junio de 1963.

IV
Rápidamente puse en libertad a los jóvenes. Él se sentó, y fumo. Las flores se deleitaban. Y entonces aparecieron personas sobre la arena, y las naves se acercaban surcando el mar: pues en ese instante, mi país descansaba sobre el océano.

¡Cómo sonreían ellos! Hemos hallado, hemos hallado los sitios donde la lluvia es honda y silenciosa. ¡Hemos hallado las fuentes de la primavera, de donde Dios emerge remozado cada mañana! ¡Él puso Su mano sobre nuestros hombros, y nuestro corazón, como un pájaro habló!

¡Sus palabras eran reyezuelos silvestres, y millares de mundos retumbaban en sus gargantas: pues Él, que cantaba en sus cuerpos, era el centro de los planetas!

Sus pensamientos eran codornices en las paredes del palacio de Knossos.
Codornices de las montañas que están detrás de Phaesios
Codornices que aún hoy lo conocen, pues los pájaros no cambian.

Hemos encontrado los lugares donde el Señor de las Canciones
Donde el innominado se acuesta en los bosquecillos
Haciendo demasiado tímida su luz. El Valle florece con Él. Él duerme en la pradera sagrada.
Él despierta la lluvia en la colina secular.
Hemos descubierto que él no es ni lo uno ni lo otro,
Ni sagrado ni secular.

Las codornices que silban en la pradera
Son las mismas que aquellas de las paredes del palacio.
La codorniz pintada es sagrada.
La codorniz viva no es sagrada ni secular.

Hemos hallado los lugares donde el Señor de las canciones
Visita a sus amados. Encrucijadas. Cumbres de las colinas. Pueblos de mercaderes. Canchas de pelota. Bahías. Encrucijadas. Lugares de entrevistas. Puentes. Lugares donde el Señor de las canciones se refresca. Encrucijadas.
Es cuando se encuentra al Extraño, cuando se le conoce
En el encuentro imprevisto
Que el Innominado se vuelve un Nombre.

El llanto silente. La campana en la mañana.
El sitio donde se parte el pan.
Donde el anfitrión observa al visitante.

Y el Hombre adquiere un Nombre.
El señor de las Canciones es siempre la persona conocida.
Ni secular ni sagrada.

Vienen de la colina, los de Creta, los de Minos, los Incas, y los Mayas.
A ver pasar al dios de la piedra polvorienta.

Un dulce humillo. Grillos en el campo. Vinieron de la ciudad de la colina.

El olor del pan. El olor del maíz. El Señor de las Canciones
Buscaba a sus amados en el maíz.
(La piedra polvorienta es sagrada
El maíz vivo no es sagrado ni secular.)
Todas las razas silenciosas descienden de las colinas
A los caminos que se cruzan.

Me acerqué a ellos, abracé a mis hermanos, a los que ahora veía por primera vez, Colocaron sobre mis hombros sus manos inermes, y nos miramos unos a otros en los ojos.

El llano donde nos encontramos era elevado, rodeado de montañas: y se celebraba un juego de pelota - parte de un ritual-, tal como el que jugábamos hace diez mil años en nuestra montaña (¡pues sí, ésta era nuestra montaña!)

Era un juego con cuatro "goals", uno a cada lado del terreno, y se daba por descontado que la pelota era el mundo, y el nombre del juego era: ¡He aquí Dios que juega con Sus hijos!

Versión de Roberto Friol. Tomado de la hoja literaria Silencio Nuestro, Año II, Número 3. Mayo-Agosto de 1996. Edición de Carlos Manresa.

Canción para nadie

Una amarilla flor
(Luz y espíritu)
A solas canta
Para nadie.

Un áureo espíritu
(Luz y vacío espacio)
A solas canta
Sin palabras.

Nadie toque este sol delicado
En cuyo ojo oscuro
Alguien está despierto.

(Ni luz, ni oro, ni nombre, ni color
Ni pensamiento:
¡Oh, bien despierto!)

Un áureo cielo
Canta en soledad
Una canción para nadie.


Versión de Octavio Smith. Tomado de la correspondencia de Cintio Vitier. Publicada por primera vez en la hoja literaria Silencio Nuestro. Número 2. Enero-abril de 1996. El poema aparece en el libro Emblems of a Season of Fury (1963).


Ama al invierno cuando la planta no dice

¡Oh bosques pequeños, humildemente
Tocad la nieve con las ramas bajas!
¡Oh piedras encubiertas
Esconded el lugar del crecimiento!

Secretas
Palabras vegetales,
Agua iletrada,
Cero diario.

Ruega impasible,
Árbol crespo
En acero esculpido
¡Cenit sepultado!

Fuego, vuélvete adentro
Hacia tu fuerte débil,
A la fornida tacha infantil,
Casa de nada.

Oh paz, bendice este lugar demente:
Silencio, ama este frío crecimiento.

Oh silencio, cero dorado
Sol sin poniente,
Ama al invierno cuando la planta no dice nada.

Versión de Eliseo Diego. Publicado por primera vez en la hoja literaria Silencio Nuestro. Año II. Número 2. Enero-abril 1996.

82

Una lluvia fría y oscura cayó el día de Santa Teresa del Corazón
Porque aún nadie sabía que festejaba sus quince años.
Llovió como en invierno en honor de su sagrado corazón
Porque los señores habían construido una muralla de piedra negra alrededor de su corazón
Y los prelados, alcaldes y confesores preferían las puertas cerradas.
La lengua de su corazón, dijeron, podía insultar a la visión.
Así que construyeron cuatro murallas de lluvia fría alrededor de la visión.
Y la lluvia reprimió a la visión en honor de su amor.
En la celda teológica, donde había sido encerrada a solas con la visión, su corazón fue traspasado por miles de agujas de fuego.
Entonces los alcaldes, prelados y confesores lloraron todos juntos en honor de su amor.
Todos a la vez fueron a las murallas de la ciudad lluviosa y fortalecieron sus mentes envolviéndolas en los pliegues de la tormenta negra.
Tras ellos, en el pueblo invisible, las cárceles y los conventos se incendiaron.
En su pequeña ventana, Santa Teresa, olvidada por estos bromistas extasiados, convirtió su corazón en una paloma.
La lluvia cesó en ese momento.
La paloma había volado al centro ardiente de la visión.

De Cables para el As.(1968)


Versión de Carlos Manresa. En el libro Collected Poems of Thomas Merton publicado por New Direction Books el poema aparece con el número 82 en la sección del libro Cables para el As. En otras publicaciones este poema aparece por separado como Rain and Vision (Lluvia y visión).


Canción para Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

Niñas blancas
Árboles que levantan sus cabezas
Niñas negras
Flamencos reflejándose en las calles

Niñas blancas
Cantan como el agua las agudas notas
Niñas negras
Conversan en silencio como tierra mojada

Niñas blancas
Abren los brazos como nubes
Niñas negras
Cierran sus ojos como alas

Ángeles reverentes cual campanas
Ángeles que se levantan absortos cual juguetes
Porque las estrellas
En el cielo de la noche
Hacen la ronda
Y del mosaico, que es la tierra,
Se levantan
Volando
Todos sus fragmentos
Como pájaros en estampida.

Versión de Jesús Lozada. Poema escrito en el Hotel Casagranda de Santiago de Cuba en 1940 e incluido en “La Montaña de los Siete Círculos” (1948).



La comparsa en Oriente
(Una conga)


Despiertan los tambores de la tardecita
La montaña plena de mineral, y el cañaveral,
Arriba en el Cobre los altos tambores llaman
Uno que suena gangarrias con un clavo,
Otro con plumas por mangas,
Otro cuyos brazos son pájaros,
Otro con llamaradas en la boca
Y luces en lugar de palabras.

Uno con un sombrero de hojas de tabaco
Suena su tambor como una campana,
Y con las claves baja los santos del cielo
Desde la cima de la colina constelada;
Un ángel negro golpea una mandíbula de burro
Y (tic, tic) uno blanco, las claves
Con la complicidad de la Virgen bendita
Que sigue detrás, cargada de flores.

Cinco ángeles que golpean los bongós,
Siete santos que están sonando sus campanas,
Visten sus trajes hechos de papel dinero
Y zapatos de cáscara.
Y escandalizan como una alcancía,
Cargando torres encendidas:
Y las hacen girar con una solemnidad de sabios,
En el aire, templos de papel.

Tras las cañas las luces vuelan como pájaros
Y luego suspenden sus vuelos en los güiros,
Cuando la comparsa sale hacia los campos
Con fuego en la boca, pero no palabras:
Pues los diez ángeles suenan gangarrias
Cuando la comparsa se va,
Con los de la loma y los peregrinos
Danzando rumbo a Camagüey.

Ruega pues por nosotros, Madre de Jesús,
Caridad, Merced,
Reina del Cobre, también desde las tres torres
Que velan sobre Camagüey:
Los diez ángeles están tocando gangarrias
Y la comparsa se va.


Traducción de Rafael Almanza,
Para la Novena de la Virgen, MMII.

Por alguna extraña vía…


Cuatro cartas de Thomas Merton sobre América Latina

Por alguna extraña vía, Latinoamérica tiene mucho que ver con mi vocación…
Merton



Carta a Pablo Antonio Cuadra

13 de junio de 1959

Estamos ambos muy aliviados de escuchar que se encuentra a salvo en Costa Rica. Las noticias sobre la revolución han llegado hasta nosotros, pero la información que obtuve no era favorable: se trata mayormente de un anuncio propagandístico del Gobierno de Somoza, sobre que las guerrillas habían sido erradicadas a gran escala. Espero que no sea cierto. También espero que Estados Unidos no intervenga en apoyo de la tiranía de Somoza. ¿Hay algo que yo pueda hacer? ¿Puedo escribirle a la OEA?
Por cierto, el hermano Lawrence y yo estaremos orando vehementemente, y ya encomendé las intensiones de la revolución al grupo de los novicios. Todos rezamos con vehemencia por usted. Me alegra que no lo hayan arrestado.
Escuché las primeras noticias de la guerra de liberación cuando fui visitado por J. Laughlin, el editor de New Directions. Sucedió que estábamos fuera del monasterio y lo vi en el periódico. Naturalmente, hablamos sobre su trabajo. Él todavía planea el anuario de New Directions para este año e intenta incluir algunos de sus poemas. El libro de poemas no aparecerá hasta el año que viene, pues todavía no completó su plan para la nueva serie de la cual formará parte. De modo que con todo esto, usted deberá tener paciencia. New Directions trabaja con gran lentitud, ya que casi todo es hecho por el propio Laughlin, y él está ocupado con muchas otras cosas además de su propia empresa. Sus poemas le gustan mucho y espera que le mande una copia del libro. Le mostré la que me envió y coincide en que es muy atractiva. Le atrajo el efecto de los dibujos que se utilizaron, y creo que se animará a usar alguno de ellos para su edición.
Y ahora, Pablo Antonio, hay mucho para rezar. Las tiranías y las compulsiones bajo las cuales vivimos en estos días son una afrenta moral para el hombre, la imagen de Dios. Y se está volviendo cada vez más claro que nuestra obligación moral fundamental es resistir la complicidad y la sumisión a cualquier poder abusivo, ya sea físico, moral o espiritual. Y esto es complicado y peligroso a la vez. Se cometerán errores, y la violencia resulta difícil de refrenar. A la vez resulta necesario enfrentar la fuerza con la fuerza, y entonces sólo cabe esperar que la violencia resultante no traspase los límites razonables. En los grandes problemas internacionales del mundo, esta esperanza ya no existe con claridad. En situaciones locales tales cosas son todavía posibles. Que la libertad y la justicia lleguen a Nicaragua, y a todos los estados latinoamericanos. Y que exista una mayor comprensión en todos los ángulos de nuestro continente. Lamento que Estados Unidos asuma una visión de todo con tanta miopía e intereses materiales. Vivimos en tiempos muy malos, y nuestra vocación para redimirlos es algo que casi está fuera de alcance. Nada podemos hacer sin el poder oculto de Dios, y en nuestra época más que en cualquier otra, Dios parece ausente. En esta aparente “ausencia” de Dios debemos seguir adelante con fe, en el peligroso ejercicio de nuestra libertad.
Ahora debo finalizar con celeridad. El Hermano Lawrence le escribirá de inmediato. Rece por mí. Tengo que tomar decisiones muy difíciles. Dios lo bendiga. Por favor envíenos noticias pronto. Espero que sean buenas noticias. Mándenos lo que pueda.

P.D. ¿Podría mandarme información sobre las Islas Com, pertenecientes a Nicaragua?


Carta a Clayton Eshelman
Junio de 1963

Lleva tiempo escribir una carta como la tuya, entre las otras cartas de escritores, y de locos, los lastimados, los ricos con propuestas, y los fanáticos con acusaciones.
Traduje sólo media docena de poemas de (Cesar) Vallejo (creo que todos eran de Poemas humanos) y cuatro estarán en mi nuevo libro (Emblemas de una estación de furia) este otoño, de modo que no estoy exactamente hurgando y haciendo algo. Me alegra saber que tú si. Pienso que todos los poetas de Estados Unidos podrían traducir a Vallejo y no comenzar a captarlo siquiera.
…Esto se debe, creo yo, a que es el más universal, católico en tal sentido (el único sentido real), poeta de estos tiempos, el único poeta desde (¿quién?, ¿Dante?) que se asemeja a Dante. Quizás Leopardi, de quien no leí mucho, y por su puesto Quasimodo tiene algo de eso también.
Lo que quiero decir es que Vallejo es totalmente humano, opuesto a nuestros poetas zombis y a nuestras muchachitas poetas y nuestros incontinentes. Nunca pensé realmente en todo lo que se debe comenzar a decir sobre Vallejo, pero él es formidable y extraordinario, un fenómenos enorme, mucho más magnífico (en el sentido clásico) que Neruda, precisamente porque él es en todo más pobre. No importa lo que hagas con Vallejo, nunca podrán incorporarlo a la estructura de nadie (Neruda se ajustó fácilmente sin causar el más leve problema).
Por lo tanto, pienso que una traducción de Vallejo no es sólo un lindo e interesante albur sino un proyecto de grande y urgente importancia para la raza humana.
Sin embargo, me gustaría ver tus traducciones de Neruda.
En términos de volumen, no he leído todo o siquiera la mayoría de la refinada poesía latinoamericana. Hay demasiado. No creo que ninguno de los que conozco se aproxime a la estatura de Vallejo, pero son admirables en sentidos menos profundos. Nadie podría ser tan directo, e ir tan fondo a corazón de ello, y nunca parar de hacerlo. Pero los latinoamericanos son mejores, como un todo, que los norteamericanos. A Cid Corman no lo conozco. Muchos de los otros, incluso los más sinceros, dan incluso la impresión de estar posando, especialmente en su sinceridad. Ellos simplemente no tienen nada que decir y cuando están indignados uno siente su indignación (en un buen sentido por supuesto) no consiste en más que una justa indignación con ellos mismos y con el hecho de que no son apreciados por todos, todavía.
Vallejo es un gran poeta escatológico, con un profundo sentido del final (y de los nuevos comienzos a los cuales no se refiere). Todos los demás están corriendo alrededor, detonando petardos y proclamando que se trata de un feriado nacional, de una emergencia o alguna cosa. Apenas se arrellanan en una tina de palabras tontas.
A (Hoffman Reynolds) Hays no lo conozco, tampoco vi N(ew) D(irections) 15 con el ensayo “ La pasión de César Vallejo”, y no estoy siguiendo lo que se publica, no estoy bien informado, tú me entiendes.
En cuanto a mi, no voy a traducir algún libro entero de V. pero puede ser que algún día haga una antología de poetas L. americanos que más me gustan, y eso significaría mucho de él. Pero no creo que se superpongan las varias traducciones de un hombre así, especialmente de los Poemas humanos. Podría trabajar más sobre Los heraldos negros porque allí me gusta la manifiesta cualidad inca.
Envíame algo tuyo: no te conozco, aunque tu nombre me es familiar. Raras veces leo revistas, incluso cuando las recibo. Probablemente estuve en algo contigo sin saberlo.

(Traducción de José Coronel Urtecho)


Carta a Stefan Baciu, profesor de literatura en la Universidad de Hawai.
21 de mayo de 1965

Trataré de responder a su carta antes de que el asunto deje de estar en mi mente. Si lo dejo pasar, probablemente nunca consiga retomarlo. Entretanto, trataré de encontrar material y cuando lo tenga a mano se lo enviaré, con la esperanza de que llegue a Hawai antes de su partida.
Ante todo me gustaría decirle lo que ya dije a otros: que hoy me siento más en sintonía con los poetas latinoamericanos que con los de Norteamérica. Siento que aunque escribo en inglés, mi idioma (idioma poético al fin) es mucho más el de Latinoamérica que el de estados Unidos. Para comenzar, siento que los poetas académicos de EE.UU. están simplemente atrapados por un impasse muy estéril donde nada hacen salvo gastar bromas esotéricas con el lenguaje. Por supuesto que admiro a Robert Lowell como un poeta genuino, pero es una excepción, y muy notable. En cuanto a los beat estadounidenses, siento más simpatía hacia ellos pero no les respondo plenamente. En cambio, me parece que los poetas latinoamericanos son más vitales, tienen algo honesto para expresar, están más sinceramente preocupados por la vida y la humanidad. En ellos queda una esperanza genuina, y cuando son amargos su amargura posee una madurez y un contenido que la hace respetable, y en todo caso es algo que tiendo a compartir de alguna manera.
Mis antecedentes son en gran medida europeos, esto tiene probablemente algo que ver con ello. Todavía leo muchísimo en francés, aunque no una gran cantidad de poesía francesa contemporánea. También, durante mis años de formación, estuve bajo el influjo de F. García Lorca y nunca me recobré. Perdura como uno de mis poetas favoritos y es alguien a quien respondo completamente.
Nicaragua: después de que Ernesto (Cardenal) pasó dos años aquí en Getsemaní, entré en una íntima vinculación con los poetas nicaragüenses, en especial (aparte de Cardenal), Pablo Antonio Cuadra, José Coronel Urtecho, y en menor medida Ernesto Mejía Sánchez. Por su puesto, tengo una gran admiración por Alfonso Cortés, alguno de cuyos poemas traduje.
Ecuador: admiración por Jorge Carrera Andrade, a quien traduje (algunos poemas) y con quien mantengo correspondencia. Hay en él una cualidad franciscana y una simplicidad luminosa que me atraen mucho.
Chile: traduje algunos poemas de Nicanor Parra. Admiro su ironía y simpatizo plenamente con la protesta que ella implica. Por supuesto, me gusta mucho el Neruda de los comienzos.
Perú: Traduje algunos poemas del gran (César) Vallejo a quien considero la voz más importante de la poesía americana del siglo XX, de hecho probablemente el más importante poeta del siglo en cualquier idioma.
Argentina: He tendido algún contacto con Victoria Ocampo, por su supuesto en relación con artículos míos publicados en Sur. Escribí una nota como aporte para el libro Testimonios sobre Victoria Ocampo. Fue reproducido en mi libro Semillas de destrucción. (¿Lo tiene?) También he estado en contacto con un grupo de jóvenes poetas de allí, principalmente con Miguel Grinberg, para quien escribí Mensaje a los poetas, que fue leído durante un encuentro de poetas latinoamericanas realizado en México, febrero de 1964.
México: Gran admiración por Octavio Paz, naturalmente. Publiqué poemas y dibujos en El Corno Emplumado.
Uruguay: en un contexto diferente, establecí una calida amistad con Esther de Cáceres, amiga íntima de Gabriela Mistral, y a través de ella descubrí a una poeta muy hermosa, poco conocida, profundamente espiritual, Susana Soca. Quise traducir algunas cosas suyas pero no he tenido tiempo.
Brasil: Conocí y establecí gran amistad con Alceu Amoroso Lima, una carta a él fue reproducida en Semillas de destrucción. Quise traducir algo de Jorge de Lima, pero todavía no tuve tiempo. Traduje un par de poemas de Carlos Drummond de Andrade. De los portugueses, hace poco traduje algunos poemas de Fernando Pessoa.
Tras fuentes en las que me refería a América Latina y a la poesía latinoamericana, la “Carta a Pablo Antonio Cuadra sobre gigantes” (¿la tiene?, está en Emblemas para una estación de furia) y hace poco un artículo para Sewanee Review (lo enviaré).
El prefacio de mis Obras Completas en Buenos Aires tiene también referencias a América latina.
Podría finalizar diciendo que me hizo muy feliz la edición de mis poemas en México, traducidos por Ernesto Cardenal e ilustrados por Armando Morales, una colaboración muy gratificante.
Espero no haber olvidado aquí nada importante. Trataré de juntar el material todavía disponible para enviárselo.
¿Le conté que estuve leyendo a Ventila Horia? Un escritor excelente.
Le deseo éxito en su gira de conferencias y espero recibir sus noticias. Pero en verdad me estoy retirando gradualmente a una forma de vida más oscura y esto significará una reducción de mi obra escrita y de contacto, aunque por su puesto no los esenciales.

Carta a Ernesto Cardenal
11 de Marzo de 1967

Ya pasó algún tiempo desde que recibí tu carta. Tuve que ir al hospital, otra vez, en esta oportunidad para una cirugía menor, pero al regresar no consigo encontrar tu carta para responderla en detalle. Pero recuerdo su contenido y estoy perturbado. La noticia que envías no es buena; pero las noticias hoy son malas en todas partes cuando las cosas están en crisis en todos lados, la violencia amenaza por doquier.
Básicamente, hoy nuestro primer deber es hacía la verdad humana en su realidad existencial, y tarde o temprano esto nos pone en confrontación con el sistema y el poder que procuran avasallar la verdad en beneficio de intereses particulares, tal vez racionalizados como ideales. Tarde o temprano este deber humano se presenta en la forma de una crisis que no puede evadirse. En tiempos así resulta muy bueno, casi esencial, tener al lado de uno con determinación similar, y uno puede entonces ser guiado por la inspiración común y una comunión en la verdad. Aquí puede encontrarse una verdadera fortaleza. Un testimonio completamente aislado es mucho más difícil y peligroso. A la larga eso también podría volverse necesario. Pero, en todo caso, sabemos que nuestra única fortaleza está en él Señor y en su Espíritu, y que la fe debe hacernos depender enteramente de su voluntad y providencia. Uno debe estar auténticamente desapegado y libre a fin de no ser refrenado e impedido por cualquier cosa secundaria o irrelevante. Lo cual es otra manera de decir que la pobreza además es nuestra fortaleza.
El café llegó y es muy apreciado. Desafortunadamente la carta que lo acompañaba se perdió. Me gustaría tener la dirección de la firma y de la gente que lo envió, así puedo agradecerles personalmente.
Todo anda bastante bien aquí, aunque tengo muchas dificultades menores en todos los flancos. Pero eso no importa. Puede ser que resulte imposible enviar textos mimeografiados dado que prácticamente no logro obtener un secretario que me ayude aquí. Traduje un poema de (Rafael) Alberti sobre Roma [Nocturno romano] (enviaré una copia) y el pequeño monje pío que me lo mecanografió dijo que era inmoral, y demostró gran renuencia a ayudarme en otras tareas. Todo esto es entretenido. Tal vez escriba un libro sobre Camus, y apreciaría oraciones de ayuda para este emprendimiento. Espero que hayas recibido los artículos sobre él que envié.
Estemos unidos en la oración y la confianza. Veo cada vez más que no hay esperanza sino en Dios. Todo lo demás falla completamente.

Mensaje a los poetas/un texto de Thomas Merton


MENSAJE A LOS POETAS

Hermanos, os hablo desde la distancia como uno que debía estar allá con ustedes. Mi ausencia no es sólo el resultado de mis certezas, sino también de mis incertidumbres.
Nosotros los poetas sabemos que la razón de un poema no es descubierta hasta que el poema en cuestión existe. La razón de un acto vital no se realiza sino en el acto mismo.
No llegamos juntos a la solidaridad por razones que hayamos previsto de antemano. La razón de nuestra solidaridad aparecerá cuando hayamos avanzado en medio de las contradicciones y las posibilidades.
Nosotros los poetas no nos forjamos a nosotros mismos límites o certidumbres con nuestras propias mentes. El Espíritu de Vida que nos ha convocado, en el espacio o en el acuerdo al menos, hará de nuestro encuentro una epifanía de certidumbres que no pudiéramos conocer en el aislamiento.
La solidaridad de los poetas no está planeada ni soldada con convicciones políticas, en cuanto éstas son materia del prejuicio, la malicia y la proyección. A pesar de sus debilidades, el poeta no es un hombre malicioso. Su arte depende de una inveterada inocencia que perdería en los negocios, en la política o en las formas igualmente organizadas de la vida académica. Nos congregamos para defender nuestra inocencia.
Toda inocencia es materia de fe. No hablo ahora de un asentimiento organizado, sino de las convicciones interiores personales "en el espíritu". Estas convicciones son tan fuertes e incontestables como la vida misma. La solidaridad de los poetas es un acto tan elemental como la luz del sol, como las estaciones, como la lluvia. No es cosa que pueda ser organizada, puede sólo ocurrir. Sólo puede ser "recibida". Es un don al que tenemos que permanecer abiertos. Ningún hombre puede planear la salida del sol o el aguacero. El mar sigue estando húmedo a pesar de todas las abstracciones. La solidaridad no es colectividad. Los organizadores de la vida colectiva dudarán de la seriedad o la realidad de nuestra esperanza. Si nos infectan con sus dudas perderemos nuestra inocencia y con ella nuestra solidaridad. La vida colectiva está frecuentemente organizada sobre la base de la malicia, la duda y la culpa. La verdadera solidaridad es destruida por el arte político de incitar a pelear a un hombre contra otro, y por el arte comercial de estimar a todo hombre por un precio. Con estos ilusorios cálculos el hombre construye un mundo de valores arbitrarios sin vida ni sentido, lleno de estéril agitación. Lanzar a un hombre contra otro, una vida contra otra, una obra contra otra obra, y expresar el cálculo en términos de costo o de privilegio económico y honor moral, equivale a infectar a todo el mundo con la más profunda duda metafísica. Divididos unos contra otros por los propósitos del cálculo, los hombres adquieren inmediatamente la mentalidad de objetos a vender en un mercado de esclavos.
En una situación tal no hay alegría, sólo rabia. Cada hombre siente que la raíz más profunda de su ser ha sido envenenada por la sospecha y el descreimiento. Cada hombre experimenta su misma existencia como culpa y traición, y como una posibilidad de muerte: nada más.
Nosotros nos ponemos de pie juntos para denunciar la vergüenza y la falsedad de todas las mentiras colectivas.
Si vamos a permanecer unidos contra estas perfidias, contra todo poder que envenene al hombre y lo someta a las mixtificaciones de la burocracia, el comercio y la política, tenemos que rehusar ser reducidos a una medida. Tenemos que rehuir una identificación precisa. Tenemos que rechazar las seducciones de la publicidad. No debemos permitirnos ser lanzados unos contra otros. Tenemos que no aceptar devorarnos y desmembrarnos unos a otros para la diversión de la muchedumbre. No debemos permitirnos ser tragados por ella para aliviar su propia insaciable duda. No tenemos que estar meramente con algo y contra algo, incluso si estamos con "nosotros" y contra "ellos". ¿Quiénes son "ellos"? No nos permitamos ayudarlos mediante una "oposición".
Permitámonos permanecer fuera de "sus" categorías. Es en este sentido que todos nosotros somos monjes: porque permanecemos inocentes e invisibles para los publicistas y los burócratas. Ellos no pueden imaginar lo que estamos haciendo. Nunca serán capaces a menos que nos traicionemos a nosotros mismos ante ellos, y ni siquiera entonces serían capaces.
Ellos no entienden nada excepto lo que ellos mismos han decretado. Son unos tipos listos que tejen palabras sobre la vida y luego hacen la vida conforme con lo que ellos mismos han pronunciado. ¿Quién puede confiar en alguien cuando los que hacen la vida dicen mentiras? Es el negociante, el político, no el poeta, quienes devotamente creen en "la magia de las palabras".
Para el poeta, precisamente, no hay magia. Sólo la vida en toda su impredictibilidad y su libertad. Toda esa magia no es sino una cruel aventura previsible, un círculo vicioso, una profecía que se cumple a sí misma. La poesía es inocente ante la predicción porque ella misma es el cumplimiento de las predicciones ocultas en la vida cotidiana.
No seamos como aquellos que quieren que el árbol muestre primero sus frutos y luego, como mera publicidad, las flores. Estamos contentos con que las flores vengan primero y luego los frutos, a su debido tiempo. Como el espíritu poético.
Obedezcamos a la vida, y al Espíritu de Vida que nos llama a ser poetas, y cosecharemos los frutos de que está hambriento el mundo. Con esos frutos calmaremos los resentimientos y la rabia de los hombres.
Estemos orgullosos de no ser hechiceros, sólo gente común.
Estemos orgullosos de no ser expertos en ninguna cosa.
Estemos orgullosos de las palabras que nos son dadas para nada, no para enseñar a nadie, ni para refutar a nadie, ni para probar ningún absurdo, sino para apuntar más allá de los objetos hacia el silencio donde nada puede ser dicho.
No somos persuasores. Somos los niños del Indecible. Somos los ministros del silencio, necesarios para curar a todas las víctimas que mienten muriendo de falsa alegría. Reconozcámonos como lo que somos: dervishes locos de un secreto amor terapéutico, que no puede ser comprado ni vendido, y que los políticos temen más que a una violenta revolución.
Somos más fuertes que la Bomba.
Digámosle sí a nuestra propia nobleza, abrazando la inseguridad y la abyección que una existencia de derviche nos impone.
En la República de Platón no había ya lugar para los poetas y los músicos, menos aún para los derviches y los monjes. Como Platones incompetentes que creen poseer el mundo en el que viven, creen que pueden seducirnos con banalidades y abstracciones. Pero nosotros podemos eludirlos, simplemente entrando al río heracliteano que nunca es cruzado dos veces.
Cuando el poeta pone su pie en ese río eternamente móvil, la poesía se engendra a sí misma del agua centelleante. En ese instante único, la verdad se manifesta para todo aquel que es capaz de recibirla.
Nadie puede acercarse al río sino por sus propios pies. No puede ser llevado en automóvil.
Nadie puede entrar al río vistiendo los ropajes de las ideas públicas y colectivas. Tiene que sentir el agua en la piel desnuda. Tiene que saber que la inmediatez es sólo para las mentes desnudas, y para el inocente.
Venid, derviches: he aquí el agua de vida. En ella danzad.



Thomas Merton.

Nota: este texto fue escrito para un congreso de poetas celebrado en México en 1964, al que Merton no pudo asistir. Poseo el mecanuscrito de Merton, que él le enviara a Cintio Vitier y que este regalara a Carlos Manresa.

Traducción de Rafael Almanza, en el 60 aniversario de la visita de Merton a Cuba.
Pascua de Resurrección del Jubileo 2000.

Cartas de Thomas Merton/ Un texto de Cintio Vitier


I
Respondo con estas líneas y traducciones al pedido que me hizo el joven poeta camagüeyano Jesús Lozada Guevara, quien en su nombre y en el de Rafael Almanza y Carlos Manresa, que recientemente habían descubierto a Father Louis (nombre adoptado por Thomas Merton en la Abadía trapense de Gethsemani, Kentucky), me escribía:

Me siento invitado a pedirle que publique las cartas que el Padre Merton le escribiese. Hágalo y será un hermoso servicio a Cuba y a los Estados Unidos. La torpeza y ferocidad de ese gobierno no puede cegar a nuestro pueblo, allí también la santidad es posible. La gente de los Estados Unidos debe saber que el fuego también arde en esta Isla y que aquí también Dios es posible. El trapense, los ayunantes de San Diego, Martín y todos nosotros se lo estamos rogando. (La Habana, 11 de marzo de 1996)

Ya me había referido a las cartas de Merton en las páginas leídas el 25 de enero de 1985 en Managua, con motivo de los sesenta años de Ernesto Cardenal, que fue quien me puso en relación con Merton desde nuestro primer encuentro en México, en agosto de 1961. Estábamos todos aún bajo el reciente impacto de Playa Girón y aproximándonos, sin saberlo, a la crisis de octubre, sobre la cual Merton escribiría su condenatoria “Glosa al pecado de Ixión”. Ambas fechas, y sus tremendas resonancias espirituales en nosotros (quiero decir ahora Fina García Marruz, Eliseo Diego, Octavio Smith, Roberto Friol y yo, que entonces trabajábamos, juntos en la Biblioteca nacional), fueron el telón de fondo de aquella relación epistolar que se extendió hasta finales de 1966.
En la primera carta que recibí de Thomas Merton (7 de diciembre de 1962), él me decía: “es raro. Pero tengo muchos amigos latinoamericanos, porque sólo así puede uno ser “americano” de veras: es decir renunciando a ser únicamente “estadounidense”, lo que sería un destino miserable. Pues de eso vienen tantos problemas: del hecho de que tanta gente aquí sea provincial e ignorante, y no pueda entender lo que pasa allá”. Esta voluntad suya de ser americano integral era para nosotros su rasgo decisivo como cristiano y como poeta. En la misma carta ya me hablaba de Vallejo y de sus amigos de Nicaragua, añadiendo con su gracioso español que oscilaba entre la sorprendente precisión y la frase pintoresca: “estoy casi parte de un movimiento de allá, aunque me quede siempre aquí”. (Sobre el español, que como lector paladeó desde Santa Teresa hasta Vallejo, escribió muy buenas observaciones en las páginas de La montaña de los siete círculos dedicadas a su estancia en Cuba, de la que hablaremos después.)
En cuanto al “movimiento de allá” del que se sentía casi participe, tratábase desde luego del vigoroso movimiento poético orientado en la patria de Darío por José Coronel Urtecho y Pablo Arando Cuadra, recogido inicialmente por Ernesto Cardenal en su Nueva poesía nicaragüense (1949). De Cuadra y cardenal hizo Merton esmeradas traducciones en Emblems of a season of fury(1961), así como del misterioso Alfonso Cortés. El eje de estas relaciones fue cardenal, que en 1957 entró como novicio a la Abadía donde Merton era monje desde el 41. Como traductor de los apuntes que allí escribió Cardenal, Merton lo comparó con los maestros chinos de la dinastía Tang. También tradujo algunos de sus Epigramas, que reflejan la lucha contra Somoza el viejo y constituyen ejemplo de la mejor poesía política de nuestro Continente. Así el poeta revolucionario de La Hora 0, el novicio de Gethsemani, el fundador de Nuestra Señora de Solentiname en las soledades del Lago de Nicaragua, fue para Merton un precioso vaso comunicante.
Supongo que también Cardenal lo inició en Vallejo, sobre el cual escribió una carta memorable dirigida a Clayton Eshleman en junio de 1963, en la que dice que “es el poeta más universal, católico en este sentido (el único real), de este tiempo, el más católico y universal de todos los poetas modernos, el único poeta desde (¿quién, dante?) que es en todo como Dante”, y también es “un fenómenos grandioso, muchísimo más magnífico (en el sentido clásico) que Neruda, precisamente a causa de que es más pobre en todos los sentidos”. Y que “la traducción de Vallejo es no sólo una empresa interesante y preciosa, sino un proyecto de importancia verdaderamente grande y urgente para la especie humana”. Y, finalmente, que “Vallejo es un gran poeta escatológico, con un sentido profundo del fin y, además, de los nuevos comienzos (acerca de lo que no se expresa).” Esta última intuición me hizo pensar en los estudios de Juan Larrea, a quien envié copia de dicha carta. Larrea la publicó en Aula Vallejo y Merton me escribió (26 de mayo de 1964) a propósito de ese contacto y de unas páginas mías de deslumbramiento cuando a mi vez descubrí al poeta de los Poemas humanos.
La clave vallejiana sin duda permitió a Merton profundizar en su comprensión entrañable de Hispanoamérica. Así en su “Carta a pablo Armando Cuadra sobre gigantes” (1961), uno de los textos más lúcidos e iluminadores, después de analizar los fatídicos sueños de la era nuclear y las apocalípticas relaciones de Gog (el poder) y Magog (el dinero), después de imaginar una combustión atómica de la que sólo podrían sobrevivir zonas del planeta pertenecientes a América Latina, Sudáfrica, India (en otras palabras, zonas del Tercer Mundo), observa:
Si esto ocurriera, sería un suceso de una extraordinaria significación espiritual. Significaría que las culturas más cerebrales y mecanicista, aquellas que han querido vivir más por abstracciones y aislarse cada vez más del mundo natural mediante la racionalización, serán sucedidas por las secciones de la raza humana que ellas oprimieron y explotaron sin la menor consideración ni comprensión para su realidad humana.
Y añade:
Característica de estas razas es una perspectiva de la vida totalmente diferente, una perspectiva espiritual que no es abstracta sino concreta, no pragmática sino hierática, intuitiva y afectiva más bien que racionalista y agresiva. Las más profundas fuentes de vitalidad en estas razas fueron selladas por el Conquistador y el colonizador, donde no han sido actualmente envenenadas por él. Pero si esta piedra es removida de la fuente, quizás sus aguas se purificarán a sí mismas con nueva vida y recobrarán su creativo y fecundo poder. Ni Gog ni Magog pueden hacer esto por ellas.
Remontándose a las raíces históricas y espirituales del conflicto que en nuestros tiempos hace crisis, continúa Merton:
Una de las grandes tragedias del Occidente Cristiano es el hecho de que a pesar de la buena voluntad de los misioneros y colonizadores, no pudieron reconocer que las razas que conquistaban eran esencialmente iguales a ellos y en algunos aspectos superiores. Era ciertamente justo que la Europa cristiana trajera Cristo a los indios de México y los Andes, así como a los hindúes y a los chinos; pero donde fallaron fue en su inhabilidad para encontrar a Cristo ya potencialmente presente en los indios, los hindúes, y los chinos.
Lo que falló –glosamos- fue el instinto de los valores precristianos que tuvieron Clemente de Alejandría, Justino y orígenes, para los cuales Heráclito y Sócrates fueron precursores de Cristo. El secreto de mutua incorporación espiritual e la Edad Apostólica se perdió ya desde fines de la Edad media. En consecuencia:
Los predicadores del Evangelio para los Continentes recién descubiertos se volvieron predicadores de la cultura y el poder europeos… Omitieron oír la voz de Cristo en los poco familiares acentos de los indios, como Clemente la oyó en los presocráticos. Y ahora, hoy, tenemos una cristiandad de Magog. Es una cristiandad del dinero, de la acción, de muchedumbres pasivas, una cristiandad electrónica de altoparlantes y desfiles.
Esa incapacidad para entender y amar al extranjero, al extraño, ese desprecio por la voz del otro, vino a parar en una civilización de explotadores y turistas. Refiriéndose a sus propios compatriotas, dice Merton:
Nunca han despertado al hecho de que Latinoamérica es, con mucho, culturalmente superior a los Estados Unidos, no sólo en el nivel de la minoría rica que ha absorbido más de la sofisticación europea, sino también entre las culturas indígenas, desesperadamente pobres, algunas de las cuales están enraizadas en un pasado que nunca ha sido superado en este continente.
Sentimos que sus conocimientos antropológicos se ligan a su vivencia de Vallejo, cuando, a propósito del turista emblemático de la civilización norteamericana, pregunta: “ ¿Cómo comprendería que el indio que camina calle abajo con media casa en la cabeza y un agujero en los pantalones, es Cristo?” Palabras de la mayor trascendencia religiosa, humanística, política, y que alcanzan, creo, el más alto novel del cristianismo en nuestro tiempo.
Pero el conocimiento que tuve Merton de Nuestra América no comenzó con vallejo ni con los poetas nicaragüenses de la generación de Cardenal, sino con su visita a Cuba en 1940. De esa visita recuerdo ahora dos testimonios: las páginas que le dedicara en La montaña de los siete círculos (1950), donde se incluyen sus versos a la caridad del Cobre, y la traducción que nos hizo Roberto Friol de las hojas de su Diario correspondientes al 29 de abril del 40.
Versión contemporánea del género que en el siglo V iniciara San Agustín con sus Confesiones, la mencionada autobiografía abarca treinta años de la vida de Thomas Merton, desde su nacimiento el 31 de enero de 1915 en Prades, Rancias, hasta el día de 1945 en que el Padre Abad de los cistercienses de pronto le dijo; “Quiero que usted siga escribiendo poemas”. El relato propiamente dicho, sin embargo, más bien termina con la noticia de la muerte de su hermano John Paul como aviador en la Segunda Guerra Mundial, el 17 de abril de 1943, y con el inefable poema que entonces le dedicara. Una vida, pues, situada entre las dos guerras cruciales del siglo XX, y que terminaría abruptamente como cumplimiento mde las palabras finales del “Epilogo” de La Montaña de los siete círculos: “ Para que seas el hermano de Dios y aprendas a conocer al Cristo de los hombres abrasados”. Porque, en efecto, de regreso de su viaje al Tibet, donde se entrevistó largamente con el dalai lama y los monjes tibetanos, el 10n de diciembre de 1968, el mismo día en que disertó para la televisión italiana sobre “Marxismo y perspectiva monástica”, interpretando estas como rechazo del mundo y deseo de cambio que establecía un inesperado puente entre el monje y el marxista, fue hallado en su habitación, en Bangkok, abrasado por la corriente de un ventilador todavía encendido.
Dentro del proceso espiritual que es el tema de este libro apasionante, insólito viaje de la modernidad hacia la santidad, ya en la Cuaresma del 40 Merton había tomado dos decisiones también insólitamente relacionadas: hacerse sacerdote e ir a un país hispanoamericano, México o Cuba; y esto último, antes. Interrumpido el proyecto por una operación de apendicitis que le permitió entregarse a la lectura de Paradiso de Dante, al fin en la semana de Pascua Florida, pudo viajar a La Habana, donde disfrutó de un verdadero hartazgo de catolicismo latino y popular, sin que las mil tentaciones y estrépitos que lo robeaban lograran perturbarlo. “Yo vivía”, dice, “como un príncipe en esa isla, como un millonario espiritual.” Es aquí donde hace un alto elogio de la lengua española, de las oraciones que lo saciaban, de las callles con franjas de luces y sombras, de los “enormes vasos de jugos de frutas helados en los pequeños bares, hasta que regresaba a leer a Maritain o Santa Teresa…” Como su propósito era hacer una especie de peregrinación solitaria a Nuestra señora de la caridad del Cobre, fue deteniéndose en Matanzas y en Camagüey hasta llegar a Santiago, “montado en un bárbaro ómnibus”.
Los veinticinco años que entonces tenía se pusieron especialmente de manifiesto una noche en el Parque de la Libertad de Matanzas (presidido por la estatua de Martí, a quien hubiera amado tanto y de quien parece que nunca llegó a tener noticia), donde acabó “haciendo un largo discurso en español mal pronunciado, rodeado de hombres y muchachos, en una multitud abigarrada que incluía a los rojos de la población y a sus intelectuales, a los graduados de la escuela de las padres Maristas y a algunos estudiantes de derecho de la Universidad de La Habana.” La buena impresión causada por su improvisado discurso sobre la fe y la moral le hizo tan feliz que no podía dormir en aquella habitación de mosquitero y estrellas en la que reconozco el Hotel Louvre de mis propios veinticinco años. En Camagüey disfrutó, leyendo a Santa teresa, de “las palmeras grandes y magnificadse un jardín enorme que tenía enteramente para mí” (el llamado casino campestre), y de la penumbrosa iglesia de Nuestra Señora de la Soledad. (“¡La Soledad!”, exclama, “Una de mis mayores devociones”).la vista al Santuario del Cobre, donde pidió a “la virgencita alegre y negra” que le alcanzara el sacerdocio a cambio de su corazón y su primera misa, no pudo tener la intimidad que él quería y se fue de la Basílica con la sensación de una conversación interrumpida. Regresó a Santiago. Pero almorzando en la terraza del hotel, añade: “la Caridad del Cobre tuvo una palabra que decirme.” Esa palabra ( a la vez “lo que tenía que decirme y lo que yo tenía que decirle”) era un poema, su primer poema verdadero “o, de cualquier manera, el que me gustó más”. Ese poema se titula “ canción a Nuestra Señora del Cobre”. Ernesto Cardenal lo traduce así:
Las niñas blancas levantan las cabezas como árboles,
Las niñas negras van
Reflejándose como flamencos en la calle.
Las niñas bancas cantan con voces altas como el agua,
Las niñas negras hablan con voces hondas como el barro.
Las niñas blancas abren sus brazos como nubes,
Las niñas negras cierran sus ojos como alas;
Los ángeles hacen reverencias como campanas,
Los ángeles alzan los ojos como juguetes,
Porque las estrellas del cielo
Hacen una ronda:
Y todas las piezas del mosaico del mundo
Se levantan y salen volando como pájaros.

De este modo, así como en matanzas tuvo el signo incipiente de la predicación y en Camagüey del retiramiento, en Santiago recibió el bautismo de la poesía, siempre en esa cuerda cariñosa que Cuba guardaba para él. Pero fue de regreso a La Habana cuando conoció la más intensa revelación mientras asistía al oficio sacramental, prácticamente en medio del estruendo callejero y los gritos incesantes de un vendedor de billetes, en la Iglesia de San Francisco. La magnitud y al mismo tiempo la simplicidad de esta experiencia nos prohíben tocarla con otras palabras que las que del propio Merton en su Diario del 29 de abril de 1940 y en su autobiografía. Baste afirmar que se trata de un suceso espiritual único en nuestra historia. Y decimos “en nuestra historia” porque, aunque ese evidente que tal experiencia (el conocimiento inmediato, iluminación por amor y jubilo) trasciende a toda historia, de algún modo Merton relaciona su posibilidad real en el tiempo con las características más espontáneas y sencillas de nuestro pueblo. No en vano fue la proclamación del Credo que “salía de todos aquellos niños cubanos” la que propició el suceso.
Consecuentemente, una octava más abajo, es decir, más a nuestro alcance, Merton siempre diría que “se ajustaba más naturalmente a la cultura latinoamericana que a la de Norteamérica” y que “el futro pertenece a Suramérica”; y que: “Por alguna extraña vía, Latinoamérica tiene mucho que ver con mi vocación: no que yo tenga nada que decir a Latinoamérica, sino que tengo mucho que aprender de ella, y nuestra vocación es aprender del otro.”
Sirvan estas líneas de prólogo o ambientación de las cartas que siguen. Como algunas me las envió traducidas a su español defectuoso, he preferido utilizar los textos originales aparecidos en The letters of Thomas Merton to writers. Selected and edited by Chistine M. Bochen. Farrar, Strauss, Giroux, New Cork, 1993, pp. 235-241. Faltan aquí, sin embargo, sus despedidas, que en las últimas cartas, las de 1966, terminaban con lo que más me conmovía: su pequeño nombre manuscrito, desnudo, familiar, fraterno:”Tom”.

7 de abril de 1996
Domingo de Resurrección

II
Cartas

7 de diciembre de 1962

Desde hace tiempo deseaba agradecerle el haberme hecho llegar sus libros con sus dedicatorias. Me honra haberlos recibido, y también las palabras que los dedican. Supongo que temía no poder mandar cartas a través de la trágica hostilidad que divide a nuestros países y que me causa tanto dolor. Aun así le escribo, con la esperanza de que hagamos contacto. Hágame saber pronto si recibió esta carta.
Le pedí a un editor que le enviara un nuevo libro mío titulado A Merton Reader, que contiene muestras de todo cuanto he pensado y escrito. No sé si lo habrá enviado. En cualquier caso, mañana le mandaré por correo un librito y otros poemas para ver si le llegan en forma. Si resulta, le enviaré muchos más.
Dígame si puede leer en inglés. Supongo que sí. A veces no tengo tiempo de escribir en español, lo que requiere más tiempo y esfuerzo, puesto que no es mi idioma natural, aunque me gusta como si lo fuera.
Dígame también si yo pudiera traducir algunos de sus poemas. Creo que es necesario darlos a conocer aquí. Yo ya he traducido muchos poemas del español, sobre todo de Vallejo y de Carrera Andrade. Tengo muchos amigos poetas en Nicaragua; casi formo parte del movimiento de allá, aunque nunca he salido de aquí. Es extraño. Pero tengo muchos amigos latinoamericanos porque únicamente así puede uno ser de veras “americano”: en otras palabras, ser sólo estadounidense sería un destino miserable. De ahí vienen tantos problemas: del hecho de que tanta gente aquí sea provinciana e ignorante, y no pueda comprender lo que ocurre allá.
Me gusta mucho su Canto llano, pero también sus pequeños libros de prosa, que continúo leyendo con mucho placer. Siga escribiendo, y escríbame…


1 de agosto de 1963


Hoy recibí su carta del 14 de julio y me pongo a contestarla de inmediato, porque no quiero que se inquiete pensando si me habrá llegado. También recibí a principios de año, dos o tres sobres con poemas suyos y de otros, junto con una carta suya. Lamento mucho no haberle contestado entonces: el problema fue que había tantos poemas buenos; yo quería leerlos, y pensar en ellos, para poder dar una respuesta apropiada, y al final estuve tan ocupado que me fue imposible hacerlo. Son muchos los manuscritos y los libros recién publicados que recibo para comentar. Y no es fácil llevar adelante todo. Por ejemplo hoy, en la misma valija que su carta, recibí una antología de poesía polaca que parece muy interesante: pero ¿seré capaz de escribir inteligentemente acerca de ella? También tengo aquí los manuscritos de tres o cuatro libros de poesía que debo comentar. Ya puede ver que ha sido la falta de tiempo la causa principal de mi silencio. Pero lo lamento mucho, pues lo que más deseo es mantenerme en contacto con usted.
Primero que todo, dígale por favor a Roberto Friol que me llegaron sus poemas el año pasado y me gustaron mucho: que lamento lo de su accidente y me alegro que se haya recuperado. Le mandé a usted un libro mío pero no lo recibió. Voy a intentarlo de nuevo con varios libros pequeños y poemas, nada se pierde con intentarlo. ¿Todavía está en contacto con Ernesto Cardenal? Me imagino que sí. Si duda de poder hacerme llegar algo por los canales ordinarios, quizás podría hacérmelo llegar a través de él. Él aún está en el Santuario de Cristo Sacerdote, en La Ceja, Antioquia, Colombia.
No tengo aquí el número 7 de la revista mexicana El Corno Emplumado, pero lo vi a usted en él. Algunos de los poemas cubanos eran impresionantes. Creo que José Lezama Lima estaba también, si no me equivoco. Esta revista y todos los poemas que me envió no los tengo aquí, sino en una ermita en el bosque. Cuando esté allá podré revisarlo todo y encontraré tiempo para decirle lo que pienso. Me felicito de que usted haya querido traducir el poema de Ixión [“Glosa sobre el pecado de Ixión”], el cual fue en verdad una experiencia tan común para ustedes y nosotros que por poco acaba con todos nosotros. Cualesquiera sean las limitaciones y faltas de los distintos gobiernos, lo esencial es que haya algún entendimiento y comunicación entre ellos, y yo considero que Estados Unidos ha fracasado lamentablemente en su comprensión de la revolución cubana y en su comunicación con quienes la dirigen. Las ambigüedades y confusiones derivadas de esto han resultado muy trágicas.
La Habana será siempre una ciudad muy querida para mí, como lo es todo lo de Cuba. Ciertamente, en La Habana, me fue dado entender con claridad la realidad del misterio cristiano, por la gracia de Dios, y no puedo evitar creer en las profundas potencialidades cristianas de Cuba y de toda Latinoamérica. Nuca podré olvidar las Iglesias de La Habana, o el Santuario de El Cobre.
No sienta que las dificultades en medio de las cuales laboran hacen menos significativas sus vidas. Al contrario, los cristianos vivimos en todas partes en una especie de exilio, y es necesario que todos comprendamos esto. El peligro mayor proviene de identificar la Iglesia con un sistema económico y cultural próspero y sólido, como si Cristo y el mundo hubiesen finalmente acordado ser amigos. La Iglesia necesita cristianos de pensamiento libre y original, con nuevas soluciones, y dispuestos a correr riesgos. Es triste que en Latinoamérica el cristianismo tienda a identificarse con la política del Departamento de Estado en Washington. El hecho de que el Presidente de este país sea, en estos momentos, católico, no tiene mayores consecuencias dentro de la política misma del país: esta no la determina la religión, sino el interés de los negocios. La Iglesia está siendo purificada de tales conexiones, pero la purificación apenas comienza. Ustedes no tienen por qué sentir confusión o duda, sino abrir sus corazones al Espíritu Santo, y regocijarse de Su libertad que nadie puede arrebatarles. Ningún poder en la tierra puede impedirles amar a Dios y unirse a Él. Ni tampoco dependen de la devoción tradicional, puesto que el Señor está junto a ustedes, y vive en ustedes. Su Evangelio no está viejo, ni olvidado; es nuevo, y está ahí para que lo mediten. Por su gracia pueden recibir los sacramentos de la Iglesia y alegrarse de estar en el Cuerpo de Cristo. Y tienen a sus hermanos cristianos y a toda Cuba para amar.
…Siga, por favor, escribiéndome, y envíeme poemas, preferiblemente en paquetes postales pequeños, a través de Cardenal. Le envío hoy unos libros, y si no le llegan trataré de mandar algunos por México o Colombia.
Dios los bendiga a todos. Alégrense en la verdad y no teman nada. Recen por mí. Estoy unido a ustedes en la caridad de Cristo y en su espíritu. Todavía quiero traducir algunos poemas suyos y de sus amigos, pero no he tenido tiempo. Quizás más adelante pueda hacerlo, para alguna revista que esté interesada. No vacilen en mandar cosas. Tengo sus magníficos libros…

4 de octubre de 1963

Sí, me llegó su carta y he estado meditando mucho sobre ella, como también acerca de su poema de Cristo y los Ladrones . He estado pensando en silencio sobre estas cosas, muy lejos del ruido de las respuestas y declamaciones oficiales.
Estoy solo con las colinas de bronce y un vasto cielo, y las sombras de los pinos. A veces las sombras cobran vida con mariposas doradas. En todas partes está la inescrutable, gentil y muy silenciosa faz de la verdad. Nada se dice. En este silencio, y en esta presencia, he estado leyendo sus poemas, y los de Fina, y Eliseo y Octavio. Y no he podido encontrar los de Roberto [Friol]. Que me envíe él algunos más, y todos ustedes, por favor, envíenme nuevos poemas. Puede que en medio de este silencio demore un poco en recibirlos, pero llegarán. Ha llegado una época en que la publicación de poemas es como esas semillas pálidas que muy leves vuelan en el aire del bosque entre las sombras azules, y van a caer sobre la yerba donde Dios quiere. Estoy convencido de que en nuestra época la palabra impresa no es leída, pero la hoja de papel que pasa de mano en mano es leída ávidamente. Una época de cartas pequeñas, vacilantes, pero serias y personales, y fuera de la insensata dimensión de lo enorme, lo monstruoso y lo cruel.
Me gustó mucho el poema de Fina sobre la Transfiguración , posee una grandeza digna y solemne. Me gustaron también los breves poemas de Eliseo, sobre todo, “La casa del Pan” , que intentaré traducir en cuanto tenga tiempo (aunque no es mi fuerte cumplir este tipo de promesas: todavía no he traducido ninguno de los suyos, pero lo haré). Y aquel sobre las cacatúas entre la sombra: muy penetrante . “Ánima viva” de Fina es más difícil y debo leerlo más. De Octavio prefiero “Ambas” , hasta ahora. Lo siento, no puedo encontrar los de Roberto aquí.
De Ernesto escuché y me gustó mucho su elegía por Marylin Monroe (el triste absurdo y la vacuidad de todo este mundo de acá)
Realmente la, lectura de vuestros poemas en este silencio ha sida muy significativa y seria: mucho más que la publicación de nuevas revistas con manifiestos poéticos. He escrito algo para Miguel Grindberg en Argentina sobre “el poeta y la libertad”, pero a veces me pregunto si tales declaraciones tendrán algún sentido. Me entristecen las diversas afirmaciones programáticas de los poetas, y el alboroto en torno a la libertad por parte de poetas que no tienen ni idea de los que esta es, que piensan absurdamente que consiste en la libertad de atiborrarse de drogas o algo por el estilo. Algo enfermizo. Qué desperdicio de oportunidades: su libertad es pura ausencia de objetivos, y al final se hunde en la peor clase de anti-libertad y arbitrariedad.
Mi libro de poemas (Emblemas de una estación de furias) va a salir en otoño y quiero enviarle un ejemplar. Espero que pueda ¿Suelen llegarle libros?
Espero que esté bien y lo guardo en mis oraciones. Qué Dios esté con usted siempre y Su verdad nunca lo abandone. Y queden vuestros corazones en Su alegría y Su luz. Daré una misa por todos ustedes en cuanto pueda, tal vez el Día de Todos los Santos. ¿Qué día es la Fiesta de la Caridad de El Cobre? Creo que nunca lo supe. Hoy, por supuesto, es San Francisco.
La luz en la que somos uno, no cambia.

24 de mayo de 1964


Hace ya tiempo desde la última vez que le escribí. ¿Recibió el “Mensaje a los poetas” que envié en el invierno pasado? Espero que sí. Mientras tanto he intentado con ahínco y he logrado contactar con la gente de la Universidad de Córdoba [Argentina]. Ellos me han mandado publicaciones muy interesantes sobre Vallejo, entre ellas el primer número de Aula [Vallejo] en el que está su ensayo sobre él como poeta religioso . Realmente es uno de los mejores ensayos, uno de los más fundamentales, que he leído sobre esa cuestión. De veras es un estudio aclarador y con muchas intuiciones realmente básicas sobre la naturaleza de la poesía y la religión. ¿Ha desarrollado más ese tema? Es un espléndido enfoque existencial, y creo que dice lo que cualquiera necesita para empezar a entender la grandeza de Vallejo. Y creo que el entendimiento y amor a Vallejo, este Inca y Profeta, es la clave para comprender profundamente los problemas y categorías de las dos Américas hoy. En primer lugar, porque toda la poesía de Latinoamérica, la cual tiende a ser más personal y profética que la de EE UU., siendo al mismo tiempo capaz de hablar más “por el pueblo”, que el subjetivismo individualista y a veces hermético de los poetas de EE UU., se agrupa alrededor de Vallejo como en torno a su más profundo centro y a una suerte de fuente de vida.
¿Cómo andas tú? Yo he estado ocupado, pero no tan ocupado que no guarde en mí una profunda y constante repulsión contra el activismo y contra los falsos y soberbios optimismos que siempre están disfrutando, como de un triunfo bajo, con algún titular, algún editorial sin sentido, o la sombra de un programa. No necesito buscar fuera del monasterio, donde tenemos a toda hora nuestra cuota de programas.
Me gustan tus citas de Clemente de Alejandría en tu ensayo sobre Vallejo. ¿Te envié alguna vez un librito que escribí sobre Clemente? Ese pasaje está traducido allí también.
Pienso en ti y en todos mis amigos cubanos. Dios los bendiga y los guarde. Hay también una profunda elocuencia en el silencio y la paciencia. Los recuerdo a ustedes en la presencia de Dios y en Su Espíritu.

5 de diciembre de 1965


Gracias por tu excelente carta y por todas las traducciones. Te mando por correo un nuevo libro de poemas [El Camino de Chuang Zu]. Espero que llegue seguro. Me conmovió mucho la respuesta comunal de todos ustedes [Fina García Marruz, Eliseo Diego, Roberto Friol, Octavio Smith y Cintio Vitier], y las traducciones son espléndidas.
Los conozco ahora mejor por la selección que hicieron de los poemas para traducir y por el modo en que los tradujeron.
Pronto escribiré más. Todas mis bendiciones para todos ustedes.

(Traducción de José Adrián Vitier)




III

Glosa del pecado de Ixión
Thomas Merton

Él la vio: esto es, trabajaba.
Amó el deleitable negocio (Juno era el éxito)
Puso los ojos por siempre en el dulce grueso
Enérgico comercio, y el afán
Hizo husmear u mundo.

Nuestro mundo también debe humear y flamear.
Nuestro mundo debe girar. El esfuerzo reventará
Un banco. El trabajo hará correr
(Ruedas dentro de la ruedas)
Los Monopolios.
Él la agarrará. Agárrala firme
En una rauda nube
De erróneas palabras
O vertiginosas comidas!
“ Agarra firme, Ixión! Hazte famoso, fuerte!
Actúa! Embriágate!
Ve a abrazar a la querida madre ganancia en lo oscuro. Posee la tierra,
Posee dinero!”
Sin embargo erró,
Depilfarró.

Gigantes se alzan
Macizos hermanos de amasijo y pelea,
Humeantes buldózer!
Rodantes ciudades, arden!
Monstruos de cristal desgarran
Caras, encendidas con alto dinero,
Fiebre en la prensa.

Gigantescos muchacho mecánico:
Sus sucios ojos giran
Olfatean la historia trabajando
Y vigilan la excesiva matanza.

Pesados parásitos de guerra
Ruedas políticas y generales de cobre
Tragan humo nuclear
Y pierden hombría.
Desvergonzados, ininteligentes,
Pero lo bastante astutos
Para despilfarrar la potencia del sol,
Echar a rodar los planetas,
Profanar al hombre sagrado!

Ahora viene subiendo
De lo adentros de la tierra y el infierno
La guerra gigante de Ixión
Rodando y peleando en la roja rueda.

(Traducción de Cintio Vitier)

TOMADO DE LA REVISTA CONTRACORRIENTE. NO. 2, 1996

sábado, 16 de enero de 2010

Un llamado a los lectores, un respetuoso llamado

Este es un espacio puesto al servicio de los otros, pero por razones obvias me veo en la necesidad de lanzar un llamado a los lectores pidiéndoles ayuda. Estoy trabajando en un libro sobre Narración oral contemporánea y Oralidad y hay un grupo de libros que sólo se pueden conseguir en inglés, presumiblemente en bibliotecas universitarias o instituciones especializadas. Si alguien me pudiera enviar copias de los libros, versiones electrónicas o libros de papel nuevos o de uso, lo agradecería. También los hay en Amazon, pero desde aquí no se puede acceder a Librerías Virtuales. Bloqueos obvios.
También podemos intercambiar libros en español, preferiblemente de literatura cubana, que deseen o necesiten.
Agradecido desde ahora.
Los textos son:
1. The Making of Homeric Verse: The Collected Papers de Milman Parry de Milman y Adam Parry
2. The Singer of Tales de Albert B. Lord, Stephen Mitchell, y Gregory Nagy
3.Oral Traditions and the Verbal Arts: A Guide to Research Practices (The ASA Research Methods) de Ruth H. Finnegan
4.Tales of the City: A Study of Narrative and Urban Life de Ruth H. Finnegan
5.Literacy and Orality: Studies in the Technology of Communication de Ruth H. Finnegan