viernes, 30 de noviembre de 2007

DISCURSOS, MEMORIAS


En Cuba, quizás sólo en Cuba, hay una tendencia a olvidar el origen de la celebración del Día del Narrador, o más bien sustituirlo por una fecha más “universal”. Detrás se esconde la reacción antigarzoniana, que puede tener bases justas o no, pero que ignora el protagonismo cubano en la historia de la oralidad escénica y narrativa contemporánea, lugar de privilegio y fundación.
Quiero aclarar que no hay en mi ánimos chovinistas, cada país tiene su historia y difícilmente se pueden enlazar los orígenes colombianos, argentinos, brasileros, entre otros, con los cubanos; pero que en la idea de conformación de un movimiento escénico hay aporte cubano, vía Francisco Garzón claro está, y esto puede ser suficientemente documentado.
Publico estos discursos como testimonio.

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. JESÚS LOZADA GUEVARA POR EL 19 DE MARZO EN LA HABANA// 19 DE MARZO Y 2003


Queridos hermanos y hermanas,

Me han pedido que cuente un cuento. Y eso me honra y me emociona. Después de veintitrés años en compañía de las palabras no he perdido aún el susto y la alegría de la primera vez. Este cuento que quieren escuchar es el cuento de mi propia vida, o más bien uno de los cuentos del libro de mi existencia. Los cuentos son cosas serias, sagradas, son cosas de camino.

Para empezar quiero pedir perdón por no haber amado lo suficiente a mis amigos y enemigos, es por eso que no soy el primero de los cuenteros de este país; si hubiera amado mucho, mucha también sería mi gracia al contar.

Cuando, de adolescente, alucinaba, veía que mis palabras resonaban en las paredes del rectángulo de San Juan de Dios, en mi amadísima y soñolienta ciudad de Camagüey. Un día quise fundar en ella La Peña del Farol, pero allí no sólo habían, y hay, pastores y sombreros, sino que también especimenes menos felices: un señor adusto y solemnísimo dijo que contar cuentos no era conveniente en esa plaza, pues en ella había estado el cadáver del bayardo Agramonte, y nos recomendó nos fuéramos al patio de la Casa Natal del Mayor Ignacio Agramonte. Nunca he sido más feliz que en aquellos días de génesis y avivamiento. La necrofilia del burócrata nos obligó a celebrar la vida, la de aquel diamante con alma de beso, al decir de Martí, y la nuestra, joven, impetuosa, inexperta, hecha sólo de Amor y de entrega sincera. El 14 de Marzo de 1987, es decir, a finales del siglo pasado, acompañados de una canción de Ali Primera y del Credo de Aquiles Nazoa, puesto en mi lengua, nacía La Peña del Brocal.

Francisco Garzón, mi maestro y el de muchos en esta sala, había insistido. Ya ustedes saben que él tiene una disciplina cuasi religiosa para esos asuntos de fundar lo que hay que fundar, en el tiempo que debe ser fundado. Y como nosotros, él, y Luis de la Cruz, Mariela Pérez Castro y María Magdalena González, habíamos trabajado y hecho lo que nos tocó en suerte, entonces decidimos celebrarlo. Al año siguiente me estrené un espectáculo, Los Cuentos del Cazador, que junto a uno de María Eugenia Llamas, La Tusita, se recuerdan hoy en los anales de la narración oral escénica como los dos primeros unipersonales iberoamericanos que usaron un director de escena – Garzón, por supuesto era el director-. Fue un éxito, no sé si porque yo estuve bien, dicen que en aquellos tiempos yo era bueno en el oficio, o porque era una novedad, la cosa es que Anamari García Pérez, promotora excepcional y entonces Presidenta de la Asociación Hermanos Saíz, nos propuso a Garzón Céspedes y a mi hacer un Festival Nacional de NOE. Y lo hicimos, y se inauguró el 19 de Marzo de 1989, como homenaje al segundo aniversario de La Peña del Brocal y se entregó por primera vez el Premio Cuentería, que es nuestro humilde y hermoso Premio Nacional de NOE. Según dicen es el primer Festival Nacional que el Movimiento de Narración Oral Escénica hizo.

Demasiadas veces he pronunciado el adjetivo “primer”. Nosotros no lo sabíamos, o fingíamos no saberlo, pero en aquellos tiempos casi todo se hacía por primera vez.

Un tiempo después, en 1993, en las Islas Canarias, tierra de mis ancestros, se estaba celebrando un Festival Iberoamericano de NOE, y en unas de aquellas reuniones maratónicas, apasionadas, conflictivas y memorables, Germán Argueta, antropólogo y cuentero mexicano, propuso que escogiéramos el 19 de marzo, día de la inauguración de aquel humilde Festival primero, para celebrar el Día de la Narración Oral Escénica.

Eso es lo que estamos celebrando hoy, aún cuando algunos no sepan y otros hayan olvidado el por qué del jolgorio. Lo importante, lo realmente importante, es que estamos aquí, salvados del tiempo y muchas veces a pesar de nosotros mismos, que no hemos sido capaces de la generosidad y la cortesía.
Por último quiero celebrar a los protagonistas verdaderos de aquel 19 de marzo de 1989: A Francisco Garzón Céspedes, iniciador, a Anamari García, a la ciudad amada de Camagüey y a mis coterráneos, a Haydeé Arteaga, Señora de los Cuentos y de tantas otras cosas señora, Mayra Navarro, historia viva y cuento excepcional, a Miriam Broderman y Menchy Núñez, a Manolito Martínez, a Magdalena González, y a mi mismo, permítaseme la alegría de celebrarme y cantarme por lo único artísticamente hermoso que he hecho: responder cuando el llamado de los cuentos no encontraba casi ningún eco.

Para el final, lo más importante, nada de lo que hicimos fue posible sin Historia, sin la desprestigiada y desvirtuada historia, sin esa Historia única y verdadera, que no depende del cuento que quieran contar sino del cuento que es. Gratitud eterna a Eliseo Diego, María del Carmen Garcini, María Teresa Freire de Andrade, Haydeé Arteaga, Luis Carbonell, Luis Gómez, Rómulo Loredo, Onelio Jorge Cardoso, el Gordo Hinojosa, Fernando Ortiz, Lidia Cabrera, Rómulo Lachateñere, Samuel Feijoó, Rogelio Martínez Furé y todos los folkloristas y etnólogos de este amado país tan nuestro. Luz eterna a los hombres y mujeres que contaron para nosotros y para los que aún cuentan e investigan.

Para ustedes sea la gloria, para mí la oscura memoria, el rincón. Hice lo que tenía que hacer, en el momento en que esperaban que lo hiciera, ahora haré lo mejor que puedo hacer: ¡ callarme!.

Muchas gracias.

DISCURSO POR EL DIA IBEROAMERICANO DEL NARRADOR ORAL (19 de Marzo de 2006)

Queridos Narradores Orales
Distinguidos Invitados
Amigos:

Palabra cubana, mixtura y contundencia, gozo y “hondos dolores”, afirmación y reto, ¡bendita seas! Elogio y larga vida a ti, sagrado instrumento.

Benditas sean también las lenguas que te sostienen, las maledicientes lenguas cubanas, las chismosas lenguas, las procaces, las poéticas, bendita la lenguaraz cubanía, choteo, desparpajo; bendita la lengua del panfleto y la solemnidad, la del orador sagrado, la del catedrático, la del político, la del aguafiestas, la del borracho, la del loco, elogios y gloria a la lengua de la trompetilla, la burla o la ira santa, pero, sobre todo, bendita sea la lengua de los contadores de cuentos de relajo y de chistes políticos, es decir, benditos seamos todos los cubanos que vivimos del cuento, por el cuento y para el cuento, nosotros, que para todo tenemos una historia, hemos sido salvados de la desesperanza, librados del miedo y rescatados de la barbarie por obra del cuento, seamos benditos ¡ sea por siempre bendito el cuento!

Hace diecisiete años cuando el 19 de Marzo de 1989, junto a Francisco Garzón Céspedes y Ana María García Pérez, inaugurábamos el Primer Festival Nacional de Narración Oral Escénica en Camaguey, celebrando los primeros dos años de La Peña del Brocal, no tenía idea de la puerta que estábamos abriendo. A veces he pensado que lo que abríamos fue una caja. Pero eso es otra historia, la de las mejores familias, claro está. Decía que no tenía idea del porvenir pero si del pasado, de ese que sostenía mis plantas, que es “lo único que necesitamos para caminar”, como decía Chuag-tse, el poeta. Venían a mi los muertos y los vivos, la lengua del país, que tiene nombre algunas veces - Luis Mariano Carbonell, Haydeé Artega, Luis Gómez, El gordo Hinojosa, el Ciego Hermógenes, Chago Mantequilla, Mariano Mercerón, Pomares y los relacioneros, el inmenso Eliseo Diego, Mayra Navarro, las bibliotecarias, las liceístas - pero otras veces la lengua del país no tiene nombre, esos también valen y estaban con nosotros. Muchas de las historias de mi vida son historias de las que me apropié y que se las oí contar a “intocables”, o más bien, a esa lengua de Cuba que no tiene nombre, que funciona como la bola y la radio bemba, viva y eficientemente.

Hermoso que el mundo celebre hoy a los Narradores Orales con el Solsticio de Primavera, lo creo justo, poético, así nuestra lengua puede reverdecer; un año es mucho tiempo cuando de menear la sin huesos se trata y necesitamos de esa resurrección. Eso está bien, es azar, concurrente y lezamiano, está bien, coincidimos, pero al cubano no debe bastarle. Nosotros celebramos otro verde, que es historia nuestra. No importa que del tapiz formemos parte apenas, no importa que algún aprendiz de parca trate de deshilacharlo, no importa que nuestra fotografía no aparezca, ni que nuestro nombre fuera borrado con saña y desmemoria, lo importante, lo realmente importante, es que la tela existe, y que uno de hilos le fue añadido un día como hoy. No olviden el día, el hecho, pueden olvidarnos a nosotros que fuimos sólo accidentes del lenguaje. Hoy es el día del Narrador Oral en Iberoamérica, y tiene un origen que hay que recordar.

No olviden, escarben en la memoria. El que borre será borrado. No olviden incluso a quienes los olvidan, los ningunean, los ignoran. Complázcanse en hacer lo deben, en el momento presente y nada más. La tela flota al viento aunque el buitre piense que un paño no tiene alas, luego entonces nunca podrá volar. Ustedes lo saben, de sobra, los paños siempre vuelan.

Muchas Gracias

sábado, 24 de noviembre de 2007

Pangur Bán, el monje y el cuentero


¡Salve Palabra de Fuego! Conversación gozosa a la que acuden vivos y muertos. Sorprendentemente no pelean. Es que Pangur Bán está rondando, pule las uñas, lame la piel y espera. Un gato espanta la discordia. El monje y el cuentero se asoman a la ventana, sonríen burlones. Se mofan.

Los muertos están quietos, silenciosos, ellos han reconocido el estado primordial de la palabra, que es la voz y en lo profundo de la voz han descubierto el Silencio. Los vivos no podemos desprendernos del ocio y el chachareo, a trancos avanzamos, pero nos detenemos en largas parrafadas. Entonces convertimos a la Nombradora en una ramera, paciente y animosa, que teje a croché mientras aguarda al próximo cliente, sudoroso y parco, empeñado en hacer muy rentables sus dos únicas pesetas. Por otro lado, los vivos son más tenaces que los muertos, es que ya ellos se las saben todas, entonces la tenacidad no es virtud. Virtuosos los que vencen la maldición y se concentran en las cosas reales, extrayendo de ellas el summun, es decir, la suma de todas las esencias.

El que cuenta cuentos es el más vivo de los vivos, sólo que se va muriendo detrás de cada hallazgo. Tiene necesidad de dejarse penetrar por el Silencio, de ser él voz de silencio. Así como Ignacio de Antioquia, en el siglo II d.n.e., tenía la certeza de que sería hombre total después de la muerte; el cuentero sabe que de ese morir depende todo su arte. Su oficio verdadero es ser Silencio, es traducir el Silencio. Es por eso que algunos piensan que ellos son literatos también, sólo que en vez de marcar tablillas marcan el aire, casa de misterios.

Hablemos de traducciones y traiciones. Traduttore-traditore. Comentemos un poema anónimo, escrito por un monje celta de Kells.

Saltamos por la ventana al scriptorium del monasterio. Las abejas han labrado cera perfecta. Huele pegajoso. El monje se asusta, el cuentero protesta y Pangur Bán se echa en un rincón, no está para sobresaltos el felino, lo más simple sería cazar. Él no entiende porque los hombres dan saltos inútiles. – Bah, pobrecitos los hombres. Son tan raros. Podría decir sino pesara sobre él la maldición de la mudez.


Yo y Pangur Bán, mi gato
nos aplicamos juntos en nuestra tarea,
él se deleita cazando ratones
y yo paso la noche cazando palabras.


Pangur Bán, el monje y el cuentero se aplican y cazan. Se entrenan largamente y aceptan lo que natura les dio. “Salamanca non presta” o presta en usura. Lo sabemos de cierto. Entonces ¿para que se entrenan el monje y el cuentero? Para cumplir su destino: desnudar la Palabra, quitar de ella la patina de Tiempo. “Traducirla” en sangre. Por eso en algunos lugares de África al que cuenta se le llama diali.

Contar es traducir entonces, pero ¿ qué traduce el que cuenta? Aparentemente trasmuta palabras habladas en palabras vividas, palabras escritas en palabras dichas, palabras vacías en palabras llenas de sentido. Dije aparente. Todo eso trasfondo. En lo recóndito traduce la vida, que se expresa en Silencio. Entonces la sangre no es el cuentero: es el Silencio.




Mucho mejor que las alabanzas de los hombres
es el sentarse con un libro y una pluma.
Pangur no tiene nada en contra mía
y él también se aplica a su sencilla habilidad.
Alegra ver lo contentos que estamos con nuestras tareas.
y cómo sentados en casa
encontramos ocupación para nuestra mente.


El que cuenta, canta y está sentado en su “sencilla habilidad”. La del cuentero consiste en hacer sonar, con el mismo son, Silencio, Palabra y Voz. Rara avis. Alegra ver las pocas veces que el cuentero alcanza la sinergia, la conjugación perfecta. La Piedra Filosofal, el mercurio, el agua quemada, el fermento sacro, el grial del cuentero se alcanza en la renuncia. Herrero en el fuego. Arde el Silencio.


A veces un ratón se cruza
en el camino del héroe Pangur;
a veces mi agudo pensamiento
pesca un sentido en su red.
Fija en la pared su mirada
penetrante y fiera, aguda y astuta;
Yo, contra la pared del conocimiento
pruebo mi corta sabiduría.
Cuando un ratón sale disparado de su escondrijo
¡qué contento se pone Pangur!

El gato caza, el monje pesca, ¿y el cuentero, que hace el cuentero? Ni una cosa ni la otra: el cuentero espera convertirse en Palabra. La palabra sale de su lugar y cruza: ¡qué triste se pone el cuentero! Él presiente al Silencio. Polvo. ¿Enamorado?


¡Y qué satisfacción experimento yo
cuando resuelvo las dudas que me interesan!
Así nos aplicamos pacíficamente a nuestras tareas
Pangur Bán, mí gato, y yo;
en nuestras artes encontramos nuestra dicha,
yo tengo la mía y él la suya.
La práctica diaria
ha hecho a Pangur perfecto en su oficio;
Yo adquiero sabiduría día y noche
al convertir las tinieblas en luz.


La perfección del gato, la sabiduría del cenobita, la dicha y la constancia de ambos, la transformación de la oscuridad en llama podrían resumirse en la vida del cuentero, y no. Él es perfecto, sabio, dichoso, constante y luminoso…para perderlo todo en un segundo. Comienza a morir detrás del Había una vez… Él se vacía para llenar a otros que también serán vaciados. La memoria no importa en el arte de contar, lo que importa es la sangre.


Pangur Bán salta al tejado, el monje escucha las campanas que le llaman a descansar, el hermano que guarda el fuego comienza su ronda, y el cuentero se va. A lo lejos, en el pueblo, la gente parlotea. El cuentero llega al bar, único y sucio, la gente se calla, él hace un gesto, abre la boca, todos saben que contará una historia, ven como pasa por el fondo de sus ojos, que de pronto se cierran. La venta se abre de golpe. El cuentero ha desaparecido. Un viejo dice…







* Poema original: I and Pangur Bán, my cat,/‘Tis a like task we are at;/Hunting mice is his delight,/Hunting words I sit all night./Better far than praise of men/‘Tis to sit with book and pen;/ Pangur bears me no ill will,/He tooplies his simple skill./‘Tis a merry thing to see/At our tasks how glad are we,/When at home we sit and find/Entertainment to our mind./Oftentimes a mouse will stray/In the hero Pangur’s way;/Oftentimes my kee thought set/Takes a meaning in its net./‘Gainst the wall he sets his eye/Full and fierce and sharp and sly;/‘Gainst the wall of knowledge I/All my little wisdorn try./When a mouse darts from its den,/O how glad is Pangur then!/O what gladness do I prove/When I solve the doubts I love!/So in peace our tasks we ply,/Pangur Bán, my cat, and I;/In our arts we find our bliss,/I have mine and he has his./Practice every day has made/Pangur perfect in bis trade;/I get wisdom day and night/Turnuig darknes into light.[1]

[1]George Otto Simms, Exploring the Book of Kells, Dublín 1988, The O’Brien Press Ltd, 20 Victoria Road, Dublin 6, Irlanda. Traducción de Francisco R. de Pascual, ocso, Abab de Viaceli.