lunes, 6 de abril de 2009

Tejer con las palabras



Diario del Festival Primavera de Cuentos 2009

Adagio

Podría tener cualquier nombre. Haber nacido hace cientos de años, quizás hasta miles, en una isla rodeada de horizontes, o en un horizonte, sólo uno, rodeado de ínsulas diminutas. Podría tener un nombre, más los poseo todos. Y es incómodo, créanme.
Así, como cuando una madre llama a sus hijos, hembras y machos, bajitos y altos, sambos y rectos, no importa; yo siento que me llaman, yo respondo.
Y eso es incómodo, créanme que mucho.
Esta mañana el sol se levantó temprano, el gallo cantó seis veces, y el ajetreo en los patios interiores es infernal. Hay que poner el vino en los odres, y ya sabe que no cualquiera pude contener el vino nuevo y pesado de estos lugares. Mi padre siempre decía - porque yo tengo o tuve uno, no sé, un padre- “vengo de algún sitio, que es este y que a un mismo tiempo no lo es, puede ser otro…” Él, no el sitio sino mi padre, siempre decía que lo más delicado es poner las cosas en el lugar correcto; y el vino no es cualquier cosa. Es el alma de la fiesta, el espíritu.
Desde hace días fregaron los pisos, colocaron los asientos, dispusieron los espacios.
Yo, en secreto claro está, sigo tejiendo y destejiendo. Hice traer hilos de lugares lejanos. Ellos vinieron solos. Por eso no debo seguir diciendo hice traer… Mis amigas me lo recuerdan: “Tú tienes que decir que ellos llegan, llegan y se van; llegan al tapiz y después se van. Los hilos siempre están de un lado para otro”.
Y tienen razón. Esas muchachas saben demasiado para su edad.
Ellos están afuera. Los pretendientes. No he mandado abrir las puertas y ya están. Desde antes del alba. Sería mejor decir que desde antes de los amaneceres. Ellos traen sus armas. Ellos esperan que yo les muestre la tela y que escoja a uno. Pero creo que no podrá ser. Ya escogí. Desde mucho antes, yo escogí…

De golpe se abrieron las puertas de la Sala Ernesto Lecuona. Yo había subido las enormes escaleras que dan a los salones del Gran Teatro de La Habana demasiado temprano y tuve tiempo para imaginar lo que sucedía antes de que ellas se abrieran para acogernos, una vez más, en el Festival Primavera de Cuentos 2009. No podía ser de otra. Cuento llama cuento; historia a historia; palabra a Palabra; y ella llama a la boca, y la boca al cuerpo, y el cuerpo al oído, y el oído a otro cuerpo, y el cuerpo a la boca, y ella al oído, y él a la palabra y ella al cuento, a la historia. ¡Cuidado que me enredo! ¡A su sitio compañeros! Sin saber estaba yo contando, narrando, y toda mi vida se convertía en hilos, en hebras de muchos colores, algunas pobres y raídas; otras gentiles y esplendorosas; otras graciosas y regordetas. Hebras de un tapiz. Cada una es un cuento, pero cada cuento es un nombre, un contador de historias, que vino y se colocó, y se desnudó, y se mostró; cada uno de ellos es una vida, concreta. Este festival, esta edición, fue la de la rapsodia, la del tejido de las palabras de vida.
Por razones que sólo la sinrazón de la pobreza ordena, por la generosidad y tino que tenemos los pobres, irradiantes pero sin plata, sin cobre, sin magüa, sin parné, sin lochas, sin lana, como queráis llamarle a las sonoras monedas, Mayra Navarro, pobre irradiante, tan intuitiva y justa, capaz de olfatear un buen cuentero en cualquier lugar donde este se meta o se esconda, programa “ a ciegas” el evento, y ya se sabe que la programación vertebra o desteje cualquier acto de cultura. A ella esas cosas le van muy bien. Y resulta que sin habérselo propuesto, por los azares de su olfato, salió un festival que en cada noche tuvo grandes momentos de la verdad, historias de vida, personales desnudamientos y desgarramientos.

Variación


Veamos por día. Aunque debo aclarar, desde ya, que este diario no incluye todas las funciones sino a aquellas que se disponen alrededor de la relatoría de la vida privada o pública, personal o colectiva. Otros quedarán afuera, y es justo decir que entre ellos también se encuentran momentos de verdad o de alta elaboración artística, pero para esta noticia he preferido ceñirme a lo que considero fue el signo de distinción de sus jornadas.

Jueves 19
Las mieles secretas. Aldo Méndez. Cuba o sería mejor decir Meneses, Sancti Spiritus.
Al narrador lo conocemos hace años, mucho antes de que se fuera a vivir y a trabajar a España, en medio de la meseta de Castilla- La Mancha, de cuyo nombre me acuerdo, bien que lo hago. Una comida al borde del camino, judías con perdices, o unas tapas en Chinchilla, la de la triste cárcel ya difunta. Lo conozco, claro está que al artista, mucho antes de que adquiriera ese acento entreverado en el que el decir cubano se viste de ces, eses y zeta y las cosas adquieren nombres peninsulares. Ya era entonces un gran narrador, hábil en el arte de mover los cuerpos y de hacer danzar a los rígidos adultos cual niños; diestro en su palabra poética, con una gran dosis de humor y desparpajo, de ingenio. Ya lo era, antes de la castañuela y los toros.
Contó la historia de su pueblo, de su familia, la de sus orígenes. Y ya se sabe que esto es difícil. Podría haber apelado al choteo o la solemnidad, al melodrama o al culebrón lacrimoso, o incluso hasta a la pública o velada sátira política, tan de moda cuando se trata de asuntos insulares y tan efectiva en ciertos sectores europeos. Los cubanos podemos ir del folletín al panfleto, como del “azafrán al lirio”. Con nosotros pocas veces se sabe. Pero otra fue la opción. El narrador se sujetó a las mañas del realismo mágico, más garciamarquiano que carpenteriano, difícil de sostener en un discurso oral, sazonado con cierta dosis de humor negro, de ingenio, de ingrediente cáustico y absurdo, que le permitieron borrar a tiempo las costuras y las deudas, y presentarse desde la verdad, su verdad de hoy, que esta entre el viento seco de Castilla y el huracán antillano. Eso explica por qué no molestó su acento castellano en una historia cubana, por qué la hibrides y el pastiche fueron recibidos como una generosa muestra de autencidad y fidelidad a la vida que es hoy.
Fue un espectáculo postmoderno, quizás sin proponérselo. Efectivo en sus recursos, mesurado incluso hasta en el desgarrador final. Sencillamente alto y luminoso, verdadero.

Viernes 20
Los muertos, ah los muertos con sus caras largas y sus sonrisas grises. Los muertos vienen llegando. Llegan. Toman posesión del lugar.
- ¡Abran paso que llegó la Muerte! – grita uno, pasadito de tragos.
- Señora, con cuidado, que su culo grande y trepado. como el de las negras, puede llevarnos sabe Dios a dónde.
Dice otro amargado, pero sin alcohol.
El fambeco de la Muerte dice que me equivoqué, que erramos. Esto es guachafa. Anuncian velorio y gritería, pero en su lugar vienen cuentos. Es que los habaneros no saben de buenos velorios. Ellos hace mucho tiempo se van a las funerarias y dan pésames y lloran.
Rubén Bustamante parece llegado de un pueblo del interior, de uno detenido en el tiempo. Pero no. El mulato no es cubano. Viene de por los lados de Guayaquil. Claro, por eso el sombrero de topilla. Y cuenta los cuentos de velorio de su pueblo. Mezcla el teatro, los personajes, la danza, el costumbrismo, pero no deja de narrar, de estar en los linderos del cuento oral, tradicional. Lo salva su apego a la cuentería popular, y hasta su oficio teatral. ¿Por qué no? Es alumno de Dirección teatral del cubano Nelson Dorr.
Simpático y auténtico. Centrado y efectivo, guiado por una dramaturgia que resulta beber del rito y la representación social que es aún en los pueblos de América el suceso de los funerales y los enterramientos.

Sábado 21
Murdering Cinderella. Matando a Cenicienta. Espectáculo en inglés, en yiddish, en español. Historia de una familia judía, húngara, que emigra primero a causa de la ocupación y el nazi-fascismo y que después de 1956, se va de Hungría a Canadá. Historia de cuatro mujeres: la abuela, la madre, la hija (que es quien narra) y la nieta. Las tres últimas son hijas únicas, que tuvieron hijas únicas, que después de las cesáreas tienen barrigas como melocotones arrugados. Bueno, a decir verdad, la jovencita aún no se ha sometido a la operación, pero seguramente lo será. No es coincidencia que durante tres generaciones estas judías centraran sus vidas alrededor de una cicatriz. La abuela cuenta versiones sangrientas de los cuentos populares europeos, que son las auténticas, porque aunque lo hayamos olvidado, quien manda a matar a Blancanieves no es la madrastra sino su propia madre, celosa por la belleza de la muchacha; los regueros de sangre de la Caperucita Roja ahogan al más pinto de la paloma y los padres de Hansel y Grettel son los que botan a los muchachos en el bosque por falta de comida, etc. La madre frustrada y metiche, la hija liberada y la muchacha por liberarse, están signadas por una mezcla de historias que están entre la versión de Cenicienta de la abuela, donde las hermanastras se cortan los dedos de los pies para que les sirvan las zapatillas, y la meliflua de Walt Disney. El sueño del emigrante se mezcla con el rosa del consumismo.
Historias de mujeres que levantan sus vidas, como pueden, como las dejan, alrededor de la cicatriz de sus memorias y las su pueblo. Grabriella Klein, cuenta desde su verdad, con economía de recursos, centrada y centrante, conmovedora y efectiva. Todos los sueños se deshacen, se desarman y se vuelven a armar delante del público. Beatriz Quintana traduce, sobria en su lugar, pero dando el acento, abriendo la posibilidad a la comunicación inmediata. Ya se sabe, nada en el contar puede ser gratuito, banal o enrevesado. La comunicación necesita inmediatez. Ella, ellas, comunicaron.

Domingo 22
Dos en el octavo día. A quien no quiere caldo, dos tazas. Como resucitados, como vueltos a la vida, salvados a fuerza de palabras. Ambos por el camino de los viajes. Uno hacia fuera y otra hacia adentro. Para descubrir y descubrirse, al vuelo, a la caminata, al viajar inmóvil.
Oswaldo Cárdenas. De Bucaramanga, Colombia, a Iquitos, Perú. Entre limpiabotas y pescadores, entre marineros y el fuco, conoce a Mardoqueo, quien vende billetes de lotería, pero sueña en grande, y quiere mandar desde el puente a su tripulación perdida; volver a encontrarse con la ballena que en el lomo lleva una isla; sentir el temblor de la tormenta e increpar a la muerte y al viento. Sueña. En el muelle raído Oswaldo lo conoció. Hablaban en la plaza. Pero se le acabó el dinero y el cuentero regresó a Colombia, haciendo el camino inverso. Un tiempo después, junta plata y retorna. Pero Mardoqueo no está. Un viejo a quien todos llaman Fidel y que viste de verde olivo y que habla siempre del otro Fidel y de su isla, le dice que su amigo se ganó el premio gordo y que se fue a recorrer mundos. Después el dueño del bar, poniendo cervezas a cuenta de la casa, le dice la verdad. El capitán de barcos era marinero en tierra, un huérfano que nunca había salido de Iquitos y todas las historias que contaba se las había robado a los fuereños que llegaban al puerto. Mardoqueo está muerto. Lo enterraron en el cementerio de los pobres. Historia conmovedora, narrada con elementos sencillos, quizás con el más sencillo de todos y a la vez el más difícil: la verdad. Al final el contador, revela un último secreto. Lo guardó bajo la manga hasta ese momento. Ya casi se va por una esquina de la escena cuando regresa. No se puede quedar con lo tiene rondándole la garganta. Y habla. Mardoqueo no existe, él nunca ha ido a Iquitos, Perú, nada es cierto, sólo contó sus sueños.
La gente aplaude la mentirosa verdad de las palabras.
Después, desde Argentina, llega Inés Bombara. Diríase que tiene sed. Tras el aforo esconde agua embotellada. Ella sabe que va a necesitarla. Llegado su momento la muestra, con recato, hasta que se desata y cuenta sucesos esenciales, con recursos esenciales. Buenas historias, buenos personajes, excelentes palabras.
El colombiano y la argentina se apoyan en el arte de narrar sin artificios, desde la piel y el alma. No se atreven siquiera a esconder el aroma del miedo, y uno se los agradece; aunque quizás deberían cuidarse de ciertos movimientos erráticos y reiterativos, de cierta morosidad en el desarrollo de la fábula, que, a fuer de ser sinceros, aportaría la cuota de acabado, tan necesaria en la escena, y a hasta podría decirse que indispensable para la obra, para la comunicación.

Coda

Vuelvo sobre lo mismo. Perdón. Soy un animal de costumbres.
Azar y oficio, intuición de artista, fueron armando la programación de Primavera de Cuentos 2009.
Muchos consideran que diagramar un evento es poner en fila india las acciones de forma más o menos coherente, más o menos equilibrada, alternando lo brillante con los compromisos e imponderables y colocando en los finales los espectáculos de puntería, basándose en el principio “infalible” de que la gente recuerda el final y no los intermedios. Quienes piensan así nunca lo han hecho, y lo que es peor, olvidan que se llega a Roma pasito a paso. Luego entonces, cada estación es importante, cada acción es definitiva. Una fiesta no es, no puede ser, una sumatoria de excelencias, sino el arte de combinar y de alcanzar la justa perspectiva, el equilibrio y la armonía entre todos sus componentes.
Estos días tuvieron el peso de lo logrado, y la levedad del disfrute.
Reitero que el festival no sólo fue de jueves a domingo, y que todo no está reseñado aquí. Tuvo lugar entre el lunes 16 y el domingo 22 de marzo. Contadas para niños, un sustancioso evento teórico, y hasta la celebración del décimo aniversario de la Peña Te cuento, dirigida por Octavio Pino, que fue el espacio propicio para que la Cátedra de Narración oral María del C. Garcini, del Consejo Nacional de Casas de Cultura, a través de actual presidenta Nicia Agüero y de la presidenta fundadora Haydee Arteaga, rindieran homenaje público a Luis M. Carbonell, reconociendo en él a un antecedente de los cuentos en la escena cubana, del cuento como posibilidad de espectáculo.
Mayra Navarro nunca ha dejado de nombrar, de convocar, y hasta de mencionar por sus nombres a las personas o instituciones que le antecedieron y que están en la raíz de su palabra. En estos tiempos de olvidos la gente de los cuentos no puede permitirse el devaneo y la deshonra, confundir el juego con lo esencial; es por eso que el había una vez… todavía convoca en Cuba y lo seguirá haciendo. Es que hemos sido fieles en la memoria y el olvido.
Esperemos que para el año próximo las instituciones, y las personas, continúen apoyando, y descubran que un evento de esta magnitud va necesitando de finanzas estables, mayor divulgación internacional e inserción en el sistema de eventos y hasta, ¿ por qué no?, medios para sumarse a los esfuerzos educacionales y culturales que se impulsan desde las estructuras de integración en el continente, porque la crisis actual, ya se sabe, es también una crisis de la cultura burguesa a la que hay que anteponer los modelos de la cultura popular.
La antigua palabra retorna, otra está naciendo, una nueva historia para ser contada por los dueños de las palabras.

Yo, en secreto claro está, sigo tejiendo y destejiendo. Hice traer hilos de lugares lejanos. Ellos vinieron solos. Por eso no debo seguir diciendo hice traer… Mis amigas me lo recuerdan: “Tú tienes que decir que ellos llegan, llegan y se van; llegan al tapiz y después se van. Los hilos siempre están de un lado para otro”.
Y tienen razón. Esas muchachas saben demasiado para su edad.
Ellos están afuera. Los pretendientes. No he mandado abrir las puertas y ya están. Desde antes del alba. Sería mejor decir que desde antes de los amaneceres. Ellos traen sus armas. Ellos esperan que yo les muestre la tela y que escoja a uno. Pero creo que no podrá ser. Ya escogí. Desde mucho antes, yo escogí…

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