lunes, 6 de abril de 2009

El machete de madera



Leyendo a Rafael Almanza Alonso/ Texto en construcción


1.
El No-ser, el No-estar del poeta, arman el verdadero centro. Omphalos. Más que leer o pensar habría que aspirar, dejarse explorar, por un texto cuyo asidero está más en la irradiación, en lo inmanente, que en la presencia, que en lo habitable. Ruakh sobre las aguas. Se sienten los efectos y las insinuaciones en el momento en que se logra definir como un estado, una tensión, que no deja evidencias pero que transforma la sustancia. Para este instante las preguntas deberán adquirir la serena majestad de las respuestas y habrán mostrado su inutilidad, su carácter aparencial, porque nunca las esencias pueden ser mostradas sino presentidas. Cuando una insinuación puede ser evocada o apenas pronunciada como interrogación o certeza ha perdido su sentido, su carácter, su ánima.

2.
El absurdo de la pobreza no alcanza plenitud - tan cara al trascendentalismo lezamiano- sino a través del sacrificio. Aquí lo irradiante no es la pobreza o el pobre, sino su grito, no es el desasimiento sino su emanación. Las armas veladas son una mezcla de lo de arriba con lo de abajo, de la frondosidad con la endebles, de lo permanente con lo transitivo, en las que la alusión a la madera prefigura al madero y no a la inversa.
Todo orden está invertido y se disfraza de una majestuosidad compositiva, de una complejidad simbólica, de una multiplicidad de sentidos, que hacen que parezca ser habitado por la sobreabundancia cuando en realidad el harapo, la hilacha, el fragmento, están por debajo de todo el bosque tropológico. La tierra habitada esconde a la tierra arrasada. El machete es ara. No propiedad, no arma, ni siquiera estandarte, aún cuando en la infancia fuera llevado por las calles, aparentemente levantado, por el niño-poeta. Lo que se enarbolaba era una profecía, la elección del sacrificio que había escogido a un infante y no este a él. ¿Quién sostiene a quién? Bien puede decirse entonces que lo que caminaba era el dolor mostrándole a la urbe y al orbe su elegido.
Un machete de madera proponía su consumación en la carne intocada, la misma que en la penumbra encuentra sentido e iluminación, muchos años después, durante los cuatro días de un octubre absurdo en el que se le mostró al poeta la verdadera dimensión de su nombre y por lo tanto de sus armas: salud y hombre ( fuerza) de Dios.

3.
Un. Dos. Tres. En fila india pasean la madre y las tías del poeta por la calle del Rosario. Cuentas. Bien podrían ser sesenta. Mandala ascensional. Ellas aparentaban la línea recta, de una casa a la otra. El cuerpo se les balanceaba. Hoy descubro el sentido de esa marcha. Ellas son la Rosa de los Vientos. Las escogidas. Una poesía viril, como pocas, sin el lagrimeo del imposible o la queja tan prostituta, se deja ensartar por el ánima. Sin ella, ellas, el cordón no hubiera tenido ilación, sentido. Cada cuenta deberá ser atravesada más no poseída. Renunciar a la posesión como dominio. Renunciar a todo, perderlo, más para perder que para ganar. Poética de la perdida. Abandono. Nada hay que ganar, por eso los poemas reposan bajo la imagen de Nuestra Señora. Caritas. Bajo una barca. Bajo el número tres. Bajo la luna invertida.


4.
Pues el hombre ha de estar muy adentrado en la edad de la razón para aceptar el vacío y el silencio en torno suyo.
María Zambrano

Coloquio más no coloquialismos, que es parloteo, cháchara, alarde de ingeniosidad. Los nuevos juegos florales no entrarán al jardín. El Amor Universal como construcción conversa, dialoga. Se extiende, se abren los puentes. Las matemáticas, las sumas, las arquitecturas, la compleja elaboración simbólica del conjunto arman una nueva Tetraktys, que sin renunciar a su esencia pitagórica descubre la verdadera fuente, la raíz, en el Kirios, no sin cierta dosis de ascesis y sacrificio. Los coloquios siguen su ruta, se hacen más complejos y a la vez más simples, más esenciales, la palestra va cambiando, se trasforma. Cuando en un inicio, es decir en los reinos de Jóveno, se habla desde el kourus, se entabla ciertamente un coloquio trágico (apolíneo en la cáscara, dionisiaco en la almendra) que a medida que avanza va perdiendo, o mejor sería decir que va renunciando a la multitud de participantes, para finalmente abordar el dialogo con el Solo. Gallo de Basalto. La nueva construcción, la que vendrá, tendrá que ser entonces el árbol invertido, que partiendo del nombre, es decir de El Amor Universal, siga la ruta de la ascensión, que no será más conversación desde las palabras sino en la Palabra, o presumiblemente en el Silencio. Se habrá dado cumplimiento a la Edad de la Razón y comenzará la Edad de la Gracia.


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El Amor Universal

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Libro de Jóveno (1975-1984) El gran camino de la vida (1985-1990)

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El octavo día (cuentos 1990-1996) Nada existe (noveleta, 2001) Fíbulas u peróvulas (cuentos, 2002-2003)

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Visiones (1991-1992) Iconos (1993-1999) Sonetos al amor divino (2002 ) Elíseo SiEgo:el juEgo de DiEs? (ensayo, 1994-1997)



5.
Silencio. El silencioso.

6.
Ruinas Ruinas Ruinas Muros Non natos La iglesia yerta ¿Será el agua o es que los muertos vienen a esta ciudad y no aprendimos aún a recibirlos? Agua de los huéspedes Los muertos beben Puertas El templo son las puertas misterio que será
Camino hasta el parque de 15 y 16, en el Vedado. Frente a la iglesia me detengo. Versos se agolpan. Cuando vivía en Camagüey, al cruzar el puente sobre el Tínima, ellos solían acompañarme. Llegué hasta la puerta. ¿Acaso somos los que están esperando? Paso. Rafael Gabriel entregará a José Julián. A la izquierda del ara están. Sólo es verdad el ara.
Patria Piedra Polvo de Dios
Agustín quedó absorto mientras veía a Ambrosio leer sin mover los labios, algo parecido me sucedió la tarde en la que escuché Los hechos del Apóstol. En la capilla de Nuestra Señora del Rosario José Martí asumía, para mí, sólo para mí, el esplendor del intercesor, del que media; estaba revistiéndoseme de una luz nueva y para eso había tenido que ascender hasta el sitio de la Calavera que le habíamos construido por años, despojárseme de falsas vestiduras, anonadarse, descender, entrar a su caverna y regresar. Martí venía acompañado de los cubanos dignos, que por suerte no nos han faltado jamás en la República. Para el centenario del nacimiento otros tuvieron Insularidad de José Martí, para el de su sacrificio tuve Los hechos…
Ara Verbo mudo Piedra del octavo día.

7.
La República, espacio donde se acrisola la Ciudad. Ciudad País. Ciudad Sol. Ciudad Dios. La Ceiba como anticipación de los cielos nuevos, de la nueva tierra, de la arrebatada. La Ceiba entrevista, la vislumbrada.
El trazado de cada verso es la materia de los otros renglones, de los no dichos, de los no grabados, de los que vendrán. El libro como conformador del verdadero territorio. La Geografía vuelta sobre si misma, concentrada, purificada. La escritura como alquimia. No búsqueda de la Piedra Filosofal sino de la Ciudad que podrá nacer - ¿o renacer?- del Rectángulo de San Juan de Dios, que en su imperfección nos remite al espacio sagrado y al ícono de la Trinidad que es el que le confiere verdadera definición. No es la ínsula o su destello lo que logra realeza, es el trazado, la insinuación, el imposible del Amor Universal lo que da sentido a cada estación, a cada paso, que aquí se llama libro, texto, conjunto, poemario. Lo que parece consecuencia de un diseño es accidente. El accidente que se ha fabricado a si mismo y que hace a su escribano. Mapa, trazo y mano como obra de piedad.

8.
La caligrafía que se hace trazo nunca alcanza la plenitud del dibujo, se sitúa más en lo especular que por los lados de la recta emanación. Sentido inverso es real sentido. La máscara colocada revela la persona. No se rompen los velos, se fundan los ropajes. Cuando los semitas, desierto por medio, colocan el maná y las tablas dentro del arca y pretenden dedicar el espacio santísimo lo cubren de una multitud de pieles y de velos que tendrán su consumación, a la vez que su rotura, en la hora tercia, cuando los filtros ya no fueron necesarios pues todo el Universo alcanzó verdadera rotundidad en el camino de la sangre.
El trazo del poeta no es pared o celosía sino piel del resucitado. Verdadera hombradía, que ya sabemos por Ignacio, el obispo mártir del siglo II, que será alcanzada después de la muerte. El trazo, la palabra-ráfaga es visión del paraíso recobrado, del pasto en el que lo hacen reposar desde ya. Lo que deslumbra no es lo aparente sino el fondo de hierba, de cañada y de cayado. Las letras perfuman el texto, o mejor, son su aroma.

Dibujo de Jorge L. Porrata

1 comentario:

Aguaya dijo...

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