domingo, 13 de mayo de 2012

Las tres historias

Hassane Kassi Kouyaté, el djeli burquinabés que estuvo en Cuba recientemente, nació en 1963, mide 182 centímetros de estatura, y cuenta historias, claro está. Yo, salvando distancias, coincido con él, al menos, en esos tres accidentes. Basándome en ellos, podría afirmar que pertenecemos a una misma estirpe y cualidad; podría, pero soy un hombre de neuronas funcionantes y sentido común, y no me permitiré tal disparate. El africano es un Maestro, yo, un aprendiz. Y he ahí una diferencia sustancial, Kouyaté tiene canas; es ciego, pues no tiene ojos para la vanidad, y hace milagros con su palabra; cualidades que deben tener los sabios, según aprendimos en su cuento El Maestro de música. Es de esa sabiduría ancestral y cósmica de la que me valdré para desarrollar el tema que me ocupa y perturba en estos instantes. Aclaro, que no me hace perder el sueño, aunque debiera. Se trata sobre la “verdad histórica” o sobre las verdades, las tres verdades o las tres historias y la Historia. Denme tiempo y les será develado el misterio de este juego de palabras. Si algunos sectores de la Narración oral en Cuba insisten en “contar su relato” confundiéndolo con la Historia, si manejamos los hechos, las fechas, los contenidos y las razones, a conveniencia, con absoluta irresponsabilidad, más que legar un conjunto de saberes y valores - rectos, bellos, útiles-, estaremos deformando el contenido de la Palabra, que es la sustancia del arte del cuentero. Terminaremos, entonces, lanzando un boomerang que en cualquier momento, podría regresar para desfigurarnos el rostro, es decir, para desdibujar el oficio del cuentero dentro del imaginario social. Desde fuera, y desde dentro, algunos, sin razones aparentes, pero con necesidades espurias, no apegados a verdades documentables, vienen deformando, la trayectoria, los idearios, las concepciones y las prácticas de una obra colectiva que ha colocado a los Narradores orales en los espacios de legitimación de la cultura nacional, aún cuando falten muchas cosas por hacer y ganar. Hay que reconocer, con humildad y generosidad, a los ancestros, que por ser Cuba una nación joven, están tan cerca como para que no se justifique la desmemoria. La palabra cubana – en sus expresiones de cubanía y cubanidad- viene de una raíz multicultural, deudora de fuentes variopintas, que por lo tanto tiene múltiples portadores pasivos y activos, que se conserva, y llega hasta nosotros, por el camino del pensamiento nacionalista e independentista del siglo XIX, o por el de los estudios folclóricos del XX, la Etnología, la Antropología, la Sociología, la Filología, o gracias al verbo del hombre común. En el caso de la Narración oral, que es únicamente un rostro entre los posibles, hay que comenzar por atender y estudiar a sus fuentes vivas, a sus recolectores, hasta llegar a los artistas orales como Eusebia Cosme o Luis Carbonell, que llevó hasta cotos de altísima nivel y elaboración el arte de decir y de narrar, pasando por los introductores de la tecnología de La Hora del Cuento, primera en la historia de occidente en el arte de contar, o la labor fundacional de los protagonistas del renacimiento del cuento narrado de viva voz, que privilegiaban los fines artísticos, que están entre Haydee Arteaga y Francisco Garzón y sus discípulos, aunque muchos de ellos hayamos optado por la más sana y fructífera de las maneras de seguir a un precursor, que es tomar un camino propio. Mención especialísima merece Mayra Navarro, cuyos cincuenta años junto al relato oral estamos celebrando, y que es un puente entre María Teresa Freyre de Andrade, Eliseo Diego, María del Carmen Garcini, la Narración Oral Escénica y las practicas contemporáneas del arte de narrar. Ella ha desarrollado una ingente labor pedagógica y artística, a través de talleres, foros y festivales, que comenzaron adscriptos a la Cátedra Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE), allá por los años 90, en el Gran Teatro de La Habana, y que desembocaron en el Festival Primavera de Cuentos, a partir de 2006. La Peña de los Juglares fundada por Teresita Fernández en 1975, que alcanza su “definición mejor” con Garzón Céspedes, es la madre de todas las peñas de cuentos, entre ellas La Peña del Brocal, fundada en marzo de 1987. El Premio Brocal, entregado por primera vez en 1988 inauguró los reconocimientos a los narradores orales cuando aún no existían los Premios Cuentería, Chamán, Juglar o Contarte. La Bienal Internacional de Oralidad, nacida a partir de 1987, y vigente hasta hoy, es el parte aguas que encabeza en este país los proyectos independientes de la CIINOE e introduce nuevos espacios alejados de lo oral escénico y su creador. Después vinieron Contarte y este a su vez estimuló la apertura de otros en varias provincias, así como la fundación de la Sección de Narración oral de la UNEAC, en 2001, que inicia el camino a la profesionalización de los artistas orales y su reconocimiento… Sólo he colocado algunos hechos y acciones; la lista podría ser más prolija y no pretendo escribir, de una sentada, la historia de la Narración oral contemporánea en Cuba, porque nada más me anima avisar que el fantasma de la manipulación, la tergiversación y la mentira rondan sus predios; y recomendar a los cuenteros que hay que ser cuidosos y veraces, y saber que, como dice Hassane Kouyaté, hay tres verdades: la de uno, la del otro y la Verdad – con mayúscula-, y que entre ellas no deberían existir contradicciones ni encontronazos, si realmente fueran rectas y justas. Tengamos cuidado, mucho, pues cuando la palabra sale de nuestra boca o cuando la escribimos y publicamos, esta nunca más regresa. Donde dije digo, no es Diego. ¡Santa Palabra!…es decir, libre y responsable.

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