viernes, 15 de abril de 2011

Retrato de familia: A propósito del Festival Primavera de Cuentos 2011

Una familia tiene su historia, su contexto, su texto, sus claroscuros, su luminosidad. Su foto deberá ser entonces una aproximación a la verdad, a la que se encierra en el signo y el símbolo que es, un acercamiento a su cuerpo. Al menos debería intentar parecérsele lo más posible. Esta representación del Festival Primavera de Cuento 2011, tendrá elementos que harán de ella una fotografía a medio camino entre el daguerrotipo y la imagen digital. Este abordaje tiene además, no lo niego, el poder y el color de mi propia mirada, que es parcial, comprometida y tendenciosa. Este evento también es mío, por derecho y por elección.

La foto debería comenzar, si se respeta, con un sonoro Había una vez… porque existió una anterior y dos, y han sucedido muchísimas cosas durante los últimos veinte años. Primavera de Cuentos es en realidad el más antiguo, definido y coherente de nuestros eventos de Narración oral. Hay que reconocer que adquiere su nombre y su perfil actual hace sólo seis años, en el afán de hacer notar que es un evento distinto de los que hasta ese momento organizaran Mayra Navarro y Francisco Garzón dentro de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica, pero no se podrá negar que es la continuación natural de estos, que fueron organizados, como bien se sabe, directamente por la Navarro, pues su Director General no reside en este país desde hace muchísimos años; y hay que estar aquí, vivir aquí, construir aquí, para poder coordinar, conveniar, convencer, congeniar, compartir desde adentro, que es el único modo efectivo que se tiene por estos lugares para hacer una obra que exige tanto la participación gubernamental como de la comunidad artística, y que debería ser, y es, la confluencia de saberes y poderes, de dones y atributos.

La Navarro es la hacedora del largo camino que nos lleva hasta Primavera de Cuentos, que no es sólo un historial de eventos sino la creación de un sistema pedagógico único en su tipo en Cuba, que asume el legado de La Hora del Cuento – del contar para niños en escuelas y bibliotecas- y las formas de la Narración Oral Contemporánea. De sus talleres de iniciación, de sus espacios -mantenidos contra viento y marea-, de sus talleres de crítica de repertorio, ha nacido el movimiento profesional de narradores orales; sin ella, sin su trabajo, sin sus eventos, no se podrían explicar ni los proyectos de Narración Oral del Consejo Nacional de las Artes Escénicas ni ninguno de los eventos que hoy forman el entramado de este arte en Cuba. No podría explicarse tampoco la existencia de la Sección de Narradores Orales de la UNEAC, nacida hace ya casi quince años, que es uno de las estaciones más importantes que marcan el reconocimiento público de la Narración Oral como arte independiente y de los narradores como artistas.

Mayra Navarro, a quien en el año próximo le celebraremos sus 50 años como Narradora Oral, está en el origen de casi todo lo que se ha hecho en Cuba en materia de Narración Oral. La adolescente que acompañó, a partir de 1962, a Eliseo Diego, María Teresa Freyre de Andrade y María del Carmen Garcini, en la fundación de los espacios de La Hora del Cuento, se ha convertido en la Maestra, por lo tanto su Primavera de Cuentos es una especie de confluencia de todas las aguas, punto de encuentro y espacio de comunión que permite a mi ojo clínico diagnosticar, clarificar, entender y retratar a las más importantes tendencias que se dan hoy en este arte en Cuba, así como intentar estudiar sus carencias, distorsiones y problemáticas.

Una foto de familia sólo sería válido intentarla si están todos sus miembros. La vocación ecuménica, es decir, de casa común, de este evento, me permitirán intentar fabricarla en las mejores condiciones. Ustedes seguramente se están preguntando ¿de qué puede servir esa postal?, ¿qué hacer con la virtud, con lo bello y con lo útil si es una imagen congelada? Comenzaré, una vez colocado el evento en su lugar, por decir que lo primero que nos aporta la dichosa fotografía es el testimonio de nuestro lugar en el mundo, en un momento, en un espacio y en un tiempo concretos, y que este no deberá aspirar a ser más que un rasguño en la piedra, una marca, una resistencia, y que tales elementos sólo nos serán válidos si aprendemos que lo importante, como sugiere el taoísmo, no será aposentarse en el blanco sino el vuelo de la flecha, el recorrido que esta hace para llegar hasta él. Esta imagen deberá ser entonces tomada en su justa dimensión: no es otra cosa que un apunte que nos permite leer el pasado, contemplar una realidad concreta e intentar aprender de ese instante, de modo que con unos pocos elementos nos sea dado construir la siguiente estación, el próximo rostro que nos queramos dar.

Lo interesante para mi no será describir individualidades, aunque de paso ellas irán apareciendo, sino la impresión que me causa el conjunto; así pues nadie espere lo que no he prometido ni ofreceré. Hablaré de muchos “milagros” y de escasísimos “santos” porque la almendra estará en esas emanaciones, en esas iluminaciones que brotan de la interacción de cada una de las partes, del modo en que ellas se acomodan, se relacionan, se repelen o se atraen.

Hasta hace muy poco la diversidad o la multitud de estilos, e incluso la pluralidad de concepciones y de poéticas en la Narración Oral, eran una rareza. Una “ortodoxia dominante” se repetía y colocaba como única alternativa posible. La presencia de los fundadores, convertidos en referentes y gerentes, hacían que primara entre los cuenteros contemporáneos la mimesis y que la preocupación por la experimentación o por el logro de una marca individual no estuviera en el centro. Viendo a los mejores cultores de este arte ya se habían visto a todos. Aún se usaban el socorrido papel carbón y los mimeógrafos. Pero hay que entender que, al menos en su forma más actual, más cercana al espectáculo y la escena, la Narración Oral en Cuba apenas alcanza unos treinta y cinco años de vigencia e influencia. No es hasta 1997, con la Bienal Internacional de Oralidad de Santiago de Cuba, que empieza a abrirse un espectro mayor de posibilidades, a los que se adicionan con posterioridad el Festival y Proyecto ContArte, la Cátedra Cubana de Narración Oral María del Carmen Garcini, Primavera de Cuentos y una amplia gama de festivales que cubren todo el territorio insular de Oriente hasta Occidente. En estos espacios se forjó la diversidad y se trabajó por extender los linderos de la cuentería actual, que es lo que ha permitido que lleguemos a un Primavera 2011 donde se mostraron desde las maneras “clásicas” del contar hasta expresiones centradas en la espectacularidad de la composición, la estructura dramatúrgica compleja o los recursos de la danza, la música, el canto y la ritualidad. Todos los rostros, todos.

Sería entonces necesario empezar a recomponer la foto de familia. Ya que hay espacio para todos en ella, los más justo es que comencemos, de manera natural, sin imposiciones ni claques, a recomponerla. No se trata de excluir, sino que volver a colocar, de encontrar simetrías y ángulos, profundidades y perspectivas, de empezar justamente a atender el asunto crucial de la composición del cuadro. Hasta hoy confluyen en los eventos profesionales y aficionados, expertos y principiantes, y esa diversidad sería solamente positiva y loable si el festival, y todo el sistema de eventos, lograra deslindar los espacios, los territorios, y potenciar la presentación de aquellos narradores orales de obra más sólida y estéticamente lograda en sitios de legitimación, que no existen y que hay que crearlos, diferenciándolos de otros más cercanos a la peña, la tertulia, el compartir, que es siempre un lugar de fogueo, que perdona el temblor, muy natural por cierto, o la impericia de los balbuceos. Sería bueno ir pensando en privilegiar la sede del evento y caracterizarla como un espacio para espectáculos unipersonales o grupales completos, y pasar a los espacios alternativos o colaterales a los artistas principiantes. La democracia verdadera en arte está en la existencia de las posibilidades infinitas, entre las que se encuentra la de que los artistas más destacados tengan espacios y tiempos de presentación acordes a su rango.

Si queremos en Cuba lograr un movimiento capaz de compartir en igualdad de condiciones con otras experiencias internacionales, si queremos darle a nuestra gente el rostro más vivo y eficaz de la Narración Oral, si queremos comunicarnos con los habitantes de la “aldea global” cada vez más audiovisual, más digital, es hora ya que creemos las condiciones y los mercados para un circuito de espectáculos, para el mantenimiento de repertorios y carteleras. Aunque yo siga creyendo en la pertenencia al mundo de la Oralidad de la Narración Oral, no estoy tan ciego como para no darme cuenta de que estamos jugando con las reglas de las Artes Escénicas, y que entre ellas también están las que tienen que ver con la permanencia en cartel, con el repertorio, que entraña además disponer de espectáculos de primer nivel capaces de formar parte de las programaciones habituales del CNAE y no sólo de aquellas caracterizadas como de este arte en particular. Hay que hacerse trompo para bailar en su casa.

Pero para hacer espectáculos, tener repertorios estables, apelar a las reposiciones, debemos resolver uno de los problemas más graves que se hacen visibles en la dichosa estampita: la deficiente construcción del texto oral y la pobreza o endebles del texto espectacular, que hacen que nuestro discurso pueda tambalearse hasta, ocasionalmente, con bamboleos frenéticos, que son muy peligrosos.

Ya se sabe que el cuento avanza sobre el caballo de los sucesos y que el orden y concierto de ellos en la Oralidad está sujeto a leyes, así que habría que partir del conocimiento de sus particularidades para poder avanzar. El texto oral está, funciona y vive, es, dentro del ciclo oral (producción-enunciación, recepción, almacenaje, conservación y reinterpretación) y este hay que respetarlo. Nada hacemos con preparar supuestas o reales versiones orales si estas terminan petrificadas de ante mano y cuando estamos delante del espectador-receptor establecemos una cuarta pared que nos impide mirar, mirarnos, jugar, y estar concientes de que el espacio-tiempo fabular es inclusivo y centrífugo, y que, justo en el momento en que este texto es producido y pronunciado su “onda expansiva” crea una burbuja en la que las cosas ya no son más lo que eran y ni siquiera nosotros somos ya lo que somos, pues deberíamos dejarnos poseer y cambiar, transformar, sin aspirar a la tontería de que nuestra corporeidad desaparezca detrás del cuento sino pretender que ella se haga cuerpo fabular.

Habría que apelar a la memoria genética del espectador, a los saberes ocultos, a la capacidad de imaginar e intuir, a las potencias subconscientes que se desatan en el espacio escénico, que deberíamos compartir todos, aún cuando entre nosotros y el lunetario mediara la escena, pues muchos narradores no las valoran suficientemente. Diciéndolo de manera simple, hay cosas que sabemos aunque no creamos que las conocemos, hay saberes que son de la comunidad y que viven en nosotros por debajo, y en ocasiones hasta por encima de nuestra conciencia; y eso son elementos sustanciales que hay que tener en cuenta. Un pequeño detalle puede romper el delgado tapiz de la historia. En la foto de familia salta el relato decimonónico en el que aparece el gazapo de una máquina de escribir, o el cuento que se hace inentendible cuando un personaje y los sucesos que se mueven alrededor de él son eliminados y uno no llega a entender nunca el final de la historia, desgarrador en el cuento original, pero que en la boca del cuentero parece una tangana sin sentido. Los implicados en ambos ejemplos son personas de mucha solvencia, pero por esta vez no tuvieron en cuenta elementos importantes a la hora de construir el texto. Muchas veces he contado por ahí la historia de la narradora mexicana que contó como un relato oral la novela El Perfume de Patric Subkin y fue un verdadero desastre escucharla, a pesar de su buen tino a la hora de escoger los sucesos en la versión oral, pero cometió un “leve error” que destruyó su estructura narrativa y comunicativa: al cambiarle el nombre al protagonista saca de la historia el elemento simbólico fundamental que se asienta en el hecho de que él respira y huele como los batracios, porque es de sangre fría, y que de algún modo, misterioso por cierto, es el “punto de máximo trabajo”, es decir, en ese nombre y apellido, que significa rana, el autor concentra todas las fuerzas que dan solidez a la estructura de la historia. Aquella mujer hizo algo así como derrumbar una pared de carga de una habitación con tal de hacerla más luminosa… pero que terminó con ella hecha escombros.

Otro elemento que se ve, por un costado eso si, en la foto, es que algunos dan por sentando que todo saben lo mismo que ellos, y esto no siempre es así. En Narración Oral hay que dar pocos elementos, pero eso si, esenciales. No podemos olvidar hacer un rito en escena sin que los espectadores tengan los elementos para identificarlo y aparezca entonces como distanciamiento o cuarta pared algo que no lo es, pero que entrañaba ojos distintos y sensibilidades distintas de los espectadores, para poder apreciar en su justa dimensión el suceso espectacular. El rito en cuestión fue una de las composiciones escénicas más hermosas que observamos, pero a algunos les pareció frialdad y distancia lo que en realidad era un chisporroteo ritual. No tuvimos los instrumentos para ver y escuchar, entonces no se nos puede pedir que tengamos visiones e intuiciones bien temperadas.

Otro gallo y otro cantar es el del texto espectacular, rara vez dimensionado y valorado justamente. Se hace énfasis en lo dicho, en las palabras, y se olvida que decimos y en ocasiones hasta más, también con nuestra sola presencia, con los lenguajes de nuestra mirada y la posición del cuerpo, con la música de nuestra vocalidad y hasta con el silencio, que como se sabe, y aprendí de Atahualpa Yupanqui, en ocasiones tiene palabras más claras. Fundamentalmente en los actores, devenidos narradores, se nota un cierto cuidado y detenimiento en esos aspectos. Ellos saben qué hacer con las manos, qué hacer con todo su cuerpo, puesto en situación espectacular, hiperexpresivos. Deberíamos aprender de ellos y comenzar a tener conciencia corporal, espacial, lúdica. Componer un espectáculo no es sólo poner en orden las historias y los elementos, poner cuidado de nuestra presencia e indumentaria, es en primer lugar, tener una visión holística de nosotros mismos y de los públicos, que como ya dije, armamos una comunidad de creadores, pero esa colectividad necesita de reglas composicionales, que en el caso de las artes escénicas y de la oralidad se expresan a través de una dramaturgia, es decir de un orden y de un concierto en la representación. Todavía la extrañamos en nuestros espacios, aunque poco a poco se vaya abriendo paso.

No se ve en la foto a los comentaristas y teóricos. Ellos son necesarios, no porque sean “la conciencia crítica de un movimiento artístico o de la sociedad”, que no lo son, sino porque deberían ser conciencias potentes, bien armadas, que ejercieran el oficio de ver y de escuchar, de modo que pudiesen describir y revelar, que en arte significa adicionar nuevos velos, nuevas visiones, nuevas capas de sentido a la obra colectiva. Más que desnudar el teórico debería arropar. Ojala que aparezcan los colegas, se les extraña o mejor, en vez de lamentarme, lo que debería hacer es trabajar para que otros se animen. Es una de mis metas, sin la pluralidad de voces no hay coro ni orquesta, aunque pudieran existir hermosísimos solos. Más yo extraño, en materia de Narración Oral, las grandes agrupaciones, las multitudinarias convocatorias.

En la imagen familiar también falta público. Muchas veces no está. Es hora de idear estrategias colectivas para conquistar espacios y conciencias, y no sólo conformarnos con el que asiste a Primavera de Cuentos y otros festivales. Hasta hoy hemos direccionado todas nuestras energías en organizar y organizarnos, cosa inteligente por demás, pero no suficiente, debemos empezar a convocar y convocarlos. Unos párrafos más arriba lo decía, sin los receptores, es decir sin los públicos, no hay, no existirá nunca, relato oral; de lo que se desprende que la perfección y la anhelada maestría de los narradores orales cubanos llegará el día en que frente a ellos, con ellos, en ellos, estén los maestros receptores, luminosos y solventes, múltiples y multitudinarios, que harán correr las historias hasta que estas puedan llegar, tomar posesión de un alma y una lengua nuevas, que repetirá la maravilla, el sortilegio del Había una vez…

Por hoy es bastante. Seamos felices. Tenemos, al menos, una foto de familia, tomada en Primavera de Cuentos 2001, una imagen que exhibir, donde nos vemos sonrientes y hasta contagiosamente plenos. Pero nadie se llame a engaño, apenas estamos comenzando.

2 comentarios:

Aldo Méndez dijo...

Gracias, Jesús, por tu camagüeyana retórica que saboreo desde la nostalgia de una Semana Santa, en la que renuncio a los tambores y a la gente.
Me hubiese gustado estar como un tocito más de esa familia que dediende las palabras y censura al olvido.
Nos vemos pronto
Mañana te escribo
Ahora te abrazo

Aldo Méndez dijo...

nada que quise decir "trocito" y "defiende", pero a las 2.30 de la madrugada la mecanografía se descubre asignatura pendiente.
Más abrazos