lunes, 11 de octubre de 2010

Grecia me hiere I: Una aproximación a la Poesía Neohelénica



Vasilis Mijailidis (1849-1917)

VERSOS

Cuando tus dos soles me iluminan,

niña,

veo la creación inundada de luz,

cuando sucede

tú me regalas el universo.

Cuando me iluminas,

cuando ríes con dulzura,

el mundo y lo creado

se tornan paraíso.

Cuando vienes a mis brazos,

cuando me besas dulcemente,

tú me ciñes la corona

y yo gobierno

el Paraíso.


MIRA

Mira, ves a ese limonero,

nadie lo ha podado,

tampoco nadie lo atendió nunca,

ahora está sin agua,

hubo veces que lo inundaron,

pero ahora tiene sed.

¿Lo estás viendo?

Mira como se marchita.

Mañana terminará de secarse,

seguramente alguien

le reafirmará la muerte con el filo del hacha,

luego lo arrancarán de raíz

y arderá.

Humo y ceniza,

desaparecerá.

Como el limonero

yo también lloro por mi mala suerte,

por la mala suerte que me ronda.

Nadie me besa,

nadie tampoco me acaricia.

Mira,

siento como crece en mi el dolor,

es hondo,

mira

como por ti se hace más grande.

Tú me usas

y te apoyas en mi

al borde de la tumba,

y esperas a que yo descienda,

hermosa amada mía,

y entonces

me arrojas

el primer puñado de tierra.


Kostis Palamás (1859-1943)

EL OLIVO

De los hijos del Sol

nadie es más acariciado que yo.

Eterno me ha hecho mi Padre

en este mundo.

Cuando me derriban

mis ojos lo buscan.

Soy el olivo,

el más honrado.

Donde quiere que estoy

frutos abundantes me acompañan.

En la vejez aún trabajo sin vergüenza.

El Señor me colma de bendiciones,

la Sabiduría es conmigo.

Soy el olivo,

el más honrado.

Jesús descansó aquí,

bajo mi sobra

Poco antes de la Cruz oí su voz,

como rocío santo

sus lágrimas

conocieron mi raíz

para siempre.

Soy el olivo,

el más honrado.


ARODAFNUSA

La manzana de oro en tu mano

y el vestido de perlas

tuyos son Arodafnusa,

soplo de Afrodita.

La esposa del rey,

perra en celo,

te lanzó a la hornacina,

las llamas devoraban tu cuerpo

más él refulgía.

¡Vano intento!

Arodafnusa,

tu amor vence a la muerte

cuando nueva

brotas de las llamas.

Fuerza vengadora había en tus ojos,

abismos que ocultan al mar,

olas acres,

el mar que vive en tus ojos

eso había.


Ányelos Sikelianós (1884-1951)

LA MADRE DE DANTE

En su sueño,

al alba,

Florencia pareció

una ciudad vacía.

Sola, lejos de sus amigas,

vagaba ella por las calles.

Se puso el vestido de seda,

el de la boda,

se colocó los velos de lis.

Mientras erraba por las encrucijadas

estrenó cada calle en sus sueños.

En los cerros,

coronados por el resplandor de la primavera,

enjambres en lontananza,

despaciosos y hondos, agonizantes,

doblaban los campanas de las ermitas.

Pero de pronto,

como si entrara a un jardín,

en lo blanco del aire,

a un jardín lleno de naranjos y manzanos,

arrastrada por las fragancias,

le pareció acercarse a un laurel alto

en el que, pasito a paso,

un pavo subía hasta la cima.

El ave alargaba el cuello atrapando las ramas,

rebosantes de bayas,

se comía una y la otra la lanzaba

desde la rama al suelo.

En la sombra,

poseída,

ella alzó el delantal bordado

y sintió que su peso era enorme,

como si estuviera llena de bayas.

Al alba

el esfuerzo

la hizo reposar en un nube.

Mientras , sus amigas,

alrededor de la cama,

aprovechan,

y se preparan para recibir

al niño.


SUICIDIO DE ATZESIVANO, EL BUDISTA

Con firmeza sostuvo el puñal

Atzesivano,

en ese instante

su alma era una paloma

blanquísima.

Como desde los cielos más altos

cae una estrella

en medio de la noche

o como la flor del manzano

apenas tocada por una brisa mansa

desciende hasta la tierra

se desprendió su aliento.

Una muerte así no es inútil.

Sólo quienes aman la vida

en su misterio más recóndito

pueden

con sus propias manos segar

la gran espiga de la vida

que se dobla

con divina indiferencia.


Kostas Karyotakis (1896-1928)

CANTO PARA LOS POETAS DE TODOS LOS SIGLOS

QUE NO CONOCIERON LA GLORIA

Los dioses y los hombres

les abandonan,

como si fueran

amargos y ruinosos aristócratas.

Los Verlaine envejecen,

más de ellos queda la luz

hecha poema.

Los Hugos,

con sus Castigos,

adormecen la venganza de los dioses.

Pero yo sólo canto para los poetas

que no conocieron la gloria.

Los Poe fueron desgraciados,

y los Baudelaire, cadáveres en vida,

sin embargo ahora son inmortales.

Pero a ellos,

a los que rimaron torpemente,

nadie los recuerda,

están cubiertos por una densa obscuridad.

Pero yo sólo canto esta sagrada estrofa

para los poetas que no conocieron la gloria.

Despreciados por el mundo,

agobiados,

pasan erguidos, mustios,

entregados a esa trágica esperanza

de que alguna vez les llegará la Gloria,

vestida para la boda,

plena de alegría.

Más al tener la certeza

de que serán olvidados

yo sólo entono,

melancólico,

este canto para los poetas

que no conocieron la gloria.

Yo quisiera

que en el porvenir

preguntasen:

¿quién es ese poeta menor

que escribió este canto

pobrísimo

para los poetas

que no conocieron la gloria?

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