tag:blogger.com,1999:blog-71643103716401589252024-03-13T08:52:35.104-07:00Archipiélago de la PalabraUn espacio de Jesús Lozada Guevara para celebrar las Artes de la Palabra. Narración Oral y Poesía, Tradición Oral y Cultura Popular, Rito, Mito y Conversación.Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.comBlogger117125tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-20980755880650103112013-01-25T15:02:00.000-08:002013-01-25T15:06:19.850-08:00El compadre Pitas Pajas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-b4i1Is15s6k/UQMOb9DELcI/AAAAAAAAAdY/1YHJwWxTE-Y/s1600/Antonio%2BGonz%25C3%25A1lez%2BBeltr%25C3%25A1n.jpg" imageanchor="1" style="clear:left; float:left;margin-right:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="320" width="197" src="http://1.bp.blogspot.com/-b4i1Is15s6k/UQMOb9DELcI/AAAAAAAAAdY/1YHJwWxTE-Y/s400/Antonio%2BGonz%25C3%25A1lez%2BBeltr%25C3%25A1n.jpg" /></a></div>
Los personajes de cuentos son esquivos, caprichosos. Nunca se debería esperar nada de ellos. En ocasiones uno se convierte en su perseguidor, sin lograr otra cosa que no sea agotamiento y malos humores. Les pedimos que se nos rindan, que tengan piedad y misericordia de nosotros, pobres diablos, y que acaben de tomarnos. Le prometemos casa ordenada, bolsa henchida, rica pitanza y abundante vino. Más ellos prefieren los tugurios y los seres de mala reputación, o, sencillamente, por su destino andariego, rechazan la braza de los hogares, las camas de paja suave y los almohadones de pluma de ganso. ¿Serán tontos? A mi me duelen. No se me dan. Sin embargo, tengo un amigo que no los procura, que no hace ningún esfuerzo por congraciárseles, y a él si se le entregan.
Tirante el Blanco, y su caterva de seres que nunca llegan a dar en la diana, o los pobres e infelices personajillos del teatro de mala muerte, de la representación callejera, juglares, comedieros, bululúes, arlequines, colombinas, frailes, mozas del partido, pícaros, estudiantes, embaucadores, descocados, malolientes, chocarreros y los Pitas Pajas. A él si se le entregó el Pitas. Como una lapa, como sanguijuela de charco.
De seguro el personaje se ajuntó con un barbero -dentista y sangrador- para tomar por asalto la abundante y plácida economía de mi amigo. Eso, eso mismo. El condenado Pajas usó malas artes. Brujerías, ensalmos, encantamientos, pócimas. Abracadabra. Pitas Pajas abordó a Antonio González Beltrán. Y el Antoñico, muy galante, muy gatico de María Ramos, parecía no molestarle. Se paseaba orondo con su compaña infiel. Verde de envidia los miraba. Tomabanse las manitas –como cuando Bragueta y él se quisieron ligar a idéntica doncella- y se balanceaban sobre la tela de una araña. Dos elefantes, ¿o eran tres?
Al González Beltrán lo conocí en las alturas de México, el 13 de septiembre de 1989. Poco después tuve noticias del Pajas. Vivíamos en el Hotel Monte Real, en la calle Revillagigedo, muy cerca de la Alameda. Venía junto a su tropa, con un miembro de más, de polizón, que por ahora me reservo. No vaya a ser que le echen por la borda. Cristina Macía, José Manuel Garzón y Maite, con sus miedos y aquel terror en valenciano, hicieron entrada en el largo y estrecho salón del establecimiento, que, como corresponde a un sitio frecuentado por artistas y poetas, terminaba en barra bien surtida.
Nadie nos presentó. El promotor de aquellos jolgorios era un pobre ser, retorcido y hambriento, al que no se le daba la fidelidad y la permanencia, sino la intriga y el atentado. Como siempre sucede en estas historias, los malacabeza, los revoltosos, se buscan como moscas a la miel.
Pronto estábamos en la conversada. Después del acto de instalación de la Muestra Internacional de Narración Oral Escénica en el Teatro Legaria terminamos en uno de esos antros que le son propicios a los de baja estofa. Llegados al hotel descubrimos que estaba cerrado el restaurante. Así que, menos Teresita Fernández y yo, los contadores de historias se fueron a un negocio que estaba enfrente. Cuando nos retirábamos, pues los cubanos sabemos ser pobres con discreción, un matrimonio canario sonrió. No fueron necesarias las ingratas palabras. Ellos iban a pagar, estaba claro. Adelante, que apetito había.
Teresita Fernández, la hija del asturiano y la valenciana, hizo tantas de las suyas, que terminó encantando al grupo; y como yo era el ayudante del hada madrina, de rebote, me llegaron los beneficios. Aún no era mi hora. Pero pronto el destino se me tornaría propicio.
Estábamos tan llenos de inocencia y de ganas de descubrir el mundo de los cuentos que podíamos soportar larguísimas jornadas donde había de todo como en botica. Señoras del bolso, maestros de escuela, caza fortunas, litigantes, menopáusicos, trotamundos. Aquello más parecía una corte de los milagros. Artistas, seres tocados por la gracia, también encontramos.
Sobre el escenario del Legaria vi a Antonio González y a La Carátula relatar el Misteri d´Elx. Fue la primera vez, no la última, en la que alguien me hizo llorar con una historia. ¡Viva la Madre de Dios! fue la fuente de donde manaron mis aguas. Había tanta fuerza de gozo en la voz de aquel hombre que era capaz de desatar los diques, de romper brocales.
Presentimos lo que vendría. Ellos fueron teloneros de sí mismos. Pero hay que tener paciencia, al igual que con la revelación del nombre del pasajero innombrado.
Por aquellos días vivían bajo el mismo techo cuenteros de medio mundo o de un mundo y medio. Tanta era la cháchara y la algarabía. No parábamos. En el fondo éramos concientes de que estaba naciendo algo que nos iba a trascender, pero también que las edades de oro duran poco. El inspirador de aquellos vientos se convertiría en huracán. Es curioso, nunca puedo dejar de imaginar que se golpea, con sus zapatos de pura piel de cerdo, las asentaderas.
Por aquellos días conocí de Fiestas de San Antonio, de garrotes tocuyanos, sobre pueblos de la Venezuela profunda, pintadas caraqueñas, de las múltiples maneras de amansar el café y de que al plátano fruta se le podía llamar cambur, que es una palabreja sonoro. Todo en la voz de los de la Unión de Narradores orales de Venezuela (UNOES), Las Cuentacuentos de los Caobos (que antes fueron Los…) y La Vaca Azul. Escuché de judíos y de Puerto Limón a un enorme polaco-tico-chilango. Me deleité con las historias de las Damas de la Caricia que merodean por Tenochtitlan. Encantado gocé la ternura que se escondía detrás de un dramaturgo que, sin embargo, insistimos en colocar entre los escritores de la violencia colombiana. Fascinado sentí el cosquilleo de brujas urbanas. Voces, susurros, lamentos, gritos y desgarros de gente común, que tiene historia y palabras para contar.
Podría ser que aquel estado de gracia nos marcara, distorsionando la verdad. Puede ser que yo esté fabulando. Pero esos son mis recuerdos. Bruma, puro velo del templo de la memoria que me defiende. Tengan piedad.
El encuentro con los carátulos y su director pareció no tener frontera. Cuando creíamos haber presenciado la difícil combinación de fe y sentido de la verdad, maestría en el arte de contar y sabor popular, cuando estábamos seguros de que a nada más deberíamos aspirar; nos sorprendió un ingrediente que terminaría transformando nuestro arte y la visión que teníamos de él. Aquel grupo ilicitano parecía entrar en el reino de las posibilidades infinitas al colocar a la Narración oral contemporánea en una dimensión de espectacularidad total que le permitiría responder al nuevo contexto, a las nuevas situaciones de comunicación con las que nos retaban los públicos, partiendo de las herramientas de la fiesta y del teatro popular, de la juglaría ibérica. La Narración Oral Escénica (NOE), sintagma vacío, que si bien tiene el valor de ser la causa primera, el impulso inicial, pronto se nos mostró superada, cuando apareció Pavana de Amor y Muerte.
Los presupuestos estéticos y la teoría al uso no servían para explicar este acontecimiento, era como intentar estudiar lo infinitamente pequeño echando mano a Isaac Newton o a Albert Einstein. La obra de Antonio González y su grupo fueron la puerta y el nuevo camino que nos obligó a pensar en los odres que necesitaba el vino de la Escritoralidad. Pronto fue evidente que la NOE era vasija inadecuada para cosa nueva alguna y de que iban a aparecer, de inmediato, sus agujeros y costurones.
Durante mucho tiempo hemos discutido sobre las causas económicas o psiquiátricas, sobre los problemas epistemológicos o humanos, que hicieron que el flamante Movimiento Iberoamericano de NOE se fragmentara y desapareciera, justo en el momento de su irrupción en el panorama cultural de nuestra lengua en los años 90 del pasado siglo, perdiendo así la posibilidad de influir, sanamente, en los derroteros de la Cultura Popular; y es que no atendimos a las señales que, desde nuestro interior, se estaban dando. Pavana… fue una clarinada. Músicos en vivo, vestuario que marcaba el carácter juglaresco, luces escénicas, sentido danzario de los desplazamientos y de la composición; todo dentro del marco de la tradición ibérica, refuncionalizada, puesta al alcance y a la sensibilidad de los receptores, influidos por el Teatro, el Cine, la Literatura y el orden de cosas o los imaginarios que nos forman y deforman.
Antonio González Beltrán y La Carátula abrieron las puertas a una auténtica transformación creadora del acto de contar, pues al introducir o cambiar códigos, respetaron los diseños de la palabra dicha de viva voz. Todavía le debemos un análisis más pormenorizado de su impronta.
Otros de sus montajes presenciamos. Tirante el Blanco, unipersonal de Antonio, y un espectáculo, que no recuerdo su título, pero si su factura, protagonizado por él y por José Manuel Garzón, estrenado durante la Bienal de Oralidad de Santiago de Cuba en 1997. En ambos se mantenía la estética de la agrupación, pionera del teatro independiente por más de cuarenta años y depósito del ideario republicano y antifranquista durante la dictadura e incluso después de la “transición”. Y no podía ser de otra manera. La Carátula es, ante todo, una empresa familiar, que tiene su origen en cómicos de la legua que mantuvieron en Argelia un arte y una cultura popular que el Caudillo, y sus secuaces, pretendieron prostituir. Desde el Magreb colocaron la cimiente de lo que luego sería una de las lecturas a la Oralidad y la Cultura Popular más sobresalientes de los últimos años.
González Beltrán y los suyos, junto a la UNOES de Venezuela, fueron los primeros en desligarse de la ortodoxia y los frenos de la NOE, creando un sistema de festivales que encontró vida independiente y ecos. A partir de ellos, los Narradores orales dejaron de verse fuera de los reinos del arte popular y aprendimos a justipreciar las tradiciones africanas, nuestro americanas y arabo musulmanas, que muestran una vitalidad sorprendente, o los valores que le son propios al actor y el performer. Por otro lado, asumimos maneras distintas y distantes de entender y facturar la Oralidad, como fueron los espectáculos de Arnau Vilardebó, Jean Michel Hernández y Luciano Federico, por citar alguna referencia conocida, cuya cercanía al arte del cuentero va más por el camino de lo que Ruth Finnegan conceptualiza como oralidad de la representación. Viendo y viviendo las experiencias de estos eventos pudimos reconstruir la historia de la Narración oral en Cuba, al encontrar las herramientas que nos permitieron entender, y valorar, la obra de Luis Mariano Carbonell, que hace parte de esa misma corriente.
Antonio y Segundo Ceballo, junto a la UNOES, supieron intuir, no solo lo que se avecinaba, sino lo que éramos. Por eso sus eventos fueron de Oralidad y no de Narración oral únicamente, lo que constituye una ganancia teórica y practica de primer orden. Si no entendemos a ese sistema simbólico de expresión, de creación del lenguaje, como un todo, corremos el riesgo de mutilarlo. La Oralidad ficcional es cuento oral, poesía oral, saber paremiológico; relacionado con las otras “oralidades”. No podemos analizar las operaciones retóricas lejos de la conversación; o esta separada de las representaciones y fiestas populares; las normas de cortesía en las antípodas de los rituales cotidianos; y estos en oposición a los ritos y las liturgias; o ellas alejadas de lo oral que se ejecuta en el desfile, las procesiones, el proselitismo y los actos masivos de la política. Cada parte es esencial al todo de la Oralidad; si cortamos uno de los hilos, de los vasos comunicantes, corremos el riesgo de no entender y, lo que es más peligroso, de desnaturalizar una realidad simbólica, una matriz, que está en el centro de lo humano. Entender la parte como si esta fuera el todo, desgajarla, distorsiona la realidad, y no permite que el reflejo sea fiel.
Si no fuera suficiente con el trabajo práctico y gerencial en el Teatro y Oralidad, Antonio González, abrió puertas para el ejercicio de la investigación escénica y filológica, para la crítica, dedicándose durante años a la docencia universitaria y a la formación de actores y narradores de cuentos, así como a la edición de libros que van desde la dramaturgia de Francisco Nieva en la editorial Cátedra, pasando por los testimonios y la historia de su grupo, hasta la preciosa y cuidada traducción de Cuentos y Leyendas populares de Marruecos de Francoise Lêgey (Siruela, 2009). Esta última, quizás, la obra más personal pues le permitió el regreso a África, su tierra natal. Nació en Sidi Bel Abbes, Argelia. Pero, y he aquí un dato importante, su magisterio se ejercía más desde la conversación que desde la academia pura. Largas estaciones frente a una garrafa de vino, sazonado con quesos y embutidos, fueron extendiendo sus saberes a través del intercambio y la discusión, en la escucha fraterna.
Quizás eso ocurrió en los primeros tiempos de manera generalizada pero luego, algún sector, cansado de los temas recurrentes o por la docta ignorancia de algunos, hicieron que se llegara hasta el extremo de declarar pavoso, es decir, portador de mala suerte, el intentar encontrar fundamentos y argumentos para las artes de la Palabra. Solo un pequeño sector, entre ellos el argelino-ilicitano, mantuvo el interés por los estudios y propiciaron la búsqueda de bases sólidas para el ejercicio de una práctica artística milenaria, que debería asumir ya el reto de conocerse a sí misma.
Los círculos de amor fueron el vínculo, la argamasa que nos unió. Otra cosa es la teoría. Aunque, por momentos, apunte, señale, describa, más que una especulación o estudio, este es mi testimonio de un tiempo pasado, que fue el de la renovación, actualización y concreción de procesos culturales liberadores, que comenzó en el Siglo XIX, y que, sin embargo, se extiende hasta hoy como obra colectiva. La Narración oral contemporánea es una respuesta civilizatoria multicultural, y no creación de uno o varios iluminados. Por otro lado, la Oralidad es vínculo y compactador de imaginarios, medio para sostener y fortalecer lo colectivo en el contexto de una “cultura dominante” empeñada en quebrarlos, y que también se construye desde actos primarios, mínimos, que entrañan amistad y cara a cara.
Para la juntamenta y el intercambio, se deberían hacer los eventos artísticos y populares. Nuestra historia a partir de 1989 estuvo entrelazada. Tejimos. Cristina Macía, entonces compañera de Antonio González, era la guardiana del polizón. En su vientre viajaba una niña que, por obra del cuento y de los encantos de la autora del Gatico Vinagrito, se llamó Marina Teresa. La guitarra de la trovadora fue bautizada Isabel, como la abuela de la niña. Mi hijo Ernesto tuvo un tío “español bueno”, mi mamá venezolana es la hermana de Antoñico, entonces él es mi tío y a la vez hermano. José Manuel es Garzoncillo, y su vasca mi pandilla. La Virtu y su comparsa bailan al son de la conga de Cuba, y yo aprendo sobre Granada y Federico cual mi sangre. Venezuela es matria antes de que lo reconociera, por obra de los Ceballos y del Caimán de Sanare, que me abrieron los ojos y los oídos. Pacho Centeno me llevó a Colombia y fue esta la primera vez que sentí que podíamos hacer llegar lejos la voz, y supe del poder sanador y salvador de la belleza. Mi viaje a esa raíz sudamericana se fraguó por el Camino de la Alcachofa, junto al Mediterráneo. Cuando quisimos romper las cadenas y los lastres, cuando intentamos mostrar nuevos aires a la Narración oral que se hacia en Cuba, nos fuimos a Santiago de Cuba, a fundar la Bienal Internacional de Oralidad, con los dineros y los cariños de aquellos que se hicieron hermanos. Cuando estuve solo y acorralado, fueron llave y sostén.
Antonio González Beltrán se ha ido a un reino donde le acompañaré mañana. El pobre personaje de los cuentos populares ibéricos no pudo seguirlo. En otra época le hubiera pedido que viniera, que encontraría cobija, pero ahora no. No tengo fuerzas. Quisiera poder encontrarle morada pronto. La bonhomía de mi amigo merece el homenaje de que él regrese, de que encuentre una lengua y un alma generosa como la suya.
Cuando, un día, en cualquier encrucijada crea ver el rostro barbado y los ojos chispeantes de un cuentero invocando el nombre de Pitas Pajas, sabré que, por obra del milagro de las palabras, mi hermano habrá regresado para encantarnos. Mientras, nos hemos quedado tan solos, que damos grima. En harapos.
Un cuentero se ha muerto, y es como si todos hubiéramos partido. Como si se hubiera roto la Palabra. Qué Sidi Bel Abbes, transformado en pájaro, lleve su alma hasta el lugar de los justos.
¡Resuciten, levántense!, así grita el Antoñico mientras hace su largo viaje hacia la luz. Es hora de obedecer. Santa Palabra.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-1201136904307402462013-01-25T14:53:00.001-08:002013-01-25T14:53:37.196-08:00Repentismo: el ojo en un retrato<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-eWnuCHwH3i0/UQMMgWfl2gI/AAAAAAAAAdA/ZIVAeX1Ik8E/s1600/Fabelo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="336" width="400" src="http://4.bp.blogspot.com/-eWnuCHwH3i0/UQMMgWfl2gI/AAAAAAAAAdA/ZIVAeX1Ik8E/s400/Fabelo.jpg" /></a></div>
Recorro la ciudad. Visito el Centro Iberoamericano de la Décima y el verso improvisado, además el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC). Busco información. Un dato que, por su carácter e implicaciones colectivas, esta destinado a ser de dominio público. Finalmente, por teléfono, hace más de una semana, la funcionaria encargada del Patrimonio Inmaterial en el CNPC prometió enviarme, vía correo electrónico, el decreto que aclararía mis dudas y daría por terminada la pesquisa. No cumplió su palabra o el archivo se extravió en la red. Nunca se sabe. La electrónica y lo digital, en ocasiones, pueden ser tan falibles como los seres humanos. Sin embargo ella aportó precisiones. Del lobo un pelo.
Martha Esquenazi lleva razón. El documento a consultar es la declaratoria del Repentismo como Patrimonio Inmaterial de la Nación. Lo hallado no se corresponde con lo que debió ser, según la lógica que invocamos. En el texto anterior decía que reconocer una parte, y solo una, del Complejo de la Poesía Oral de raíz campesina era algo así como “pretender destacar el ojo dibujado en un retrato ignorando que él forma parte de la totalidad del personaje”. Finalmente los gestores se detuvieron en la contemplación del detalle, desgajándolo de la totalidad de la obra.
El Repentismo, en tanto poesía oral improvisada, contempla no solo una composición-enunciación, en el aquí y ahora, de décimas, es decir, de diez versos octosílabos rimados, sino que entraña una forma particular de representación, un tipo de texto y de discurso, afincado en la Cultura Popular, formando parte de ella, que solo puede ser explicado desde la lógica de la Oralidad ficcional, que entre otras géneros incluye a la Poesía oral, pudiendo esta ser improvisada o no, cantada o no, y que adopta otros formatos o rompe las fronteras de los géneros literarios, como seria en el romance, la poesía épica, los poemas humorísticos, pornográficos o de doble sentido - marcadamente narrativos-, las estructuras cercanas a los saberes paremiológicos (refranes, sentencias, dichos), etc.
No por ajustarse a normas u hormas internacionales, sino por fidelidad a los diseños de la Oralidad, hay que atender a los elementos que comprometen el ciclo oral, por lo que, además de la performancia, habría que destacar el proceso de recepción y a los receptores, al tipo particular de intercambios que se dan entre los dueños de la palabra, maestros del verso improvisado o no, y los públicos, que, como hemos insistido, ya no se circunscriben a los ambientes campesinos sino que alcanzan los centros urbanos e, incluso, inciden en el imaginario de los sectores letrados, que en Cuba, abarcan a la casi totalidad de los ciudadanos. En estos, y en los portadores, descansa el completamiento de las operaciones orales, porque en ellos está, de manera compartida, la capacidad de ejercer la memoria y el olvido, indistintamente, permitiendo, o no, la reproducción y la permanencia de una producto oral dado. La comunidad, de la que forman parte especialitas y públicos, se integra, de tal modo que, no solo construye versos sino que se construye a si misma.
Romper, mirar parcialmente, de manera caprichosa y selectiva una matriz simbólica, es dañar o destruir un modo de vivir y ser, de pensar y sentir, es fracturar una comunidad. Celebramos a los maestros del verso improvisado y a su poesía de enormes resonancias, pero ellos y su arte no deberían, no merecen, ser desgajados del conjunto de la Poesía oral. Cuba, isla rodeaba de agua, frontera en el cruce de vientos y corrientes, siguió el rumbo de la mundialización del capitalismo, y con ello, en los años cincuenta, comenzó un proceso que llamaremos de desruralizacion progresiva, o mas bien, de urbanización forzosa, que llevó a la imposición del modelo de vida citadino como aspiración suprema. El campo era una barbarie que había que sustituir por la civilización. Al dejar de existir las situaciones de comunicación, las circunstancias que engendraban y gestaban la Poesía oral campesina, pareciera que esta fuera a morir, sin embargo, en las periferias urbanas primero, luego en toda el cuerpo de la nación, se dio el fenómeno insólito de la generalización y permanencia de un conjunto de formas culturales que eran originalmente ajenas a los modos urbanos. La poesía guajira asumió los temas y los símbolos, el imaginario citadino, y entró al alma colectiva haciéndose verso de todos.
Nuevos tiempos engendran poesía nueva. Angelito Valiente y Jesús Orta Ruiz, y su controversia del siglo, quizás sean el ejemplo más significativo de esos “ajustes”. Convocatoria masiva, permanencia en el imaginario por más de medio siglo, lo garantizaron no solo la maestría de los cultores, la universalidad de los temas, sino que la respuesta de los receptores. En mi familia camagüeyana - alejada del occidente, espacio de aquel acto- guardaba memoria de ella, incluso, en casa se repetían algunos de los versos improvisados, especialmente los de Angelito, tan de nuestro gusto.
Reconocemos a la voluntad del sistema de instituciones de la cultura cubana de distinguir el lugar y merito del Repentismo, así como la necesidad de preservarlo, pero sería conveniente extender el decreto a todo el complejo de la Poesía Oral de raíz campesina. En la canturía, en el guateque, en la fiesta campesina o urbana, en la que suena el tiple y el guiro, no solo se improvisan y cantan décimas, se da la controversia o la respuesta al pie forzado y se gozan las tonadas. Ustedes bien lo saben, allí siempre hay quien dice o improvisa poesía, mas no la canta, o se repiten versos que una vez fueron lanzados al aire en medio del arrebato de la inspiración pero que después viajaron en la memoria, en los papeles, en los libros, supuestamente tan alejados de lo oral. El Repentismo se hace acompañar de otras formas orales, poéticas o no, en medio de un contexto irrepetible que, en tanto expresión popular, no limita su alcance y resonancia.
Cierta prensa ha repetido, sin mucho eco, que el gobierno cubano “se vio obligado a retirar” la candidatura del Repentismo para que la UNESCO lo reconociera como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los que conocen de esos procederes, y les acompaña la recta intención, enseguida se dan cuenta de la trampa. La organización cultural de Naciones Unidas, que abrió en La Habana su primera oficina fuera de Paris, tiene una metodología para esas gestiones que se basa en acuerdos marco, como la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003, que establece un protocolo y unos procedimientos. Uno de ellos establece los modos en que el postulador, es decir, los estados miembros, sus gobiernos, harán la solicitud, además de la existencia de expertos que analizan este documento y hacen, o no, recomendaciones, que pueden ser atendidas o desechadas. Después el país determina cómo continúa la ruta. Cuba, su gobierno, presentó la propuesta, la comisión hizo recomendaciones, y se optó, sabiamente, por retirar el documento, analizar, corregir y aumentar, y después, presentar, en mejores condiciones, un texto que permita el destaque de una de las manifestaciones más ricas y valiosas de la Cultura cubana, indudable aporte a los saberes colectivos.
Esta podría ser la posibilidad para un acto de justicia pleno, abarcador e inclusivo: ¿por qué no presentar como propuesta para la declaratoria por la UNESCO de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a todo el Complejo de la Poesía oral de raíz campesina, sus cultores y sus públicos, sus saberes, sus instrumentos y artefactos, sus sitios y modos de ejecución, y no solo al Repentismo?
Lo escrito, escrito está. Este es el tercero de una serie de artículos que vengo publicando. En el primero dije que era un pie forzado. Insisto. Si no hay canturía, sino hay controversia, si al menos no entonamos unas tonadas, salpicadas de versos y textos, improvisados o no, cantados o no, escritos o no, mejor lo dejamos ahí. Pero quiero lanzar mí dardo. Una propuesta, como flecha, cuya razón de ser es el vuelo, y no en el lugar que alcance en la diana.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-32409409616327533692013-01-12T16:13:00.005-08:002013-01-15T04:41:57.108-08:00Lo que deber ser y lo que es<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-tm6HMByjaQw/UPH788pRP_I/AAAAAAAAAco/twMTK3-L0Xc/s1600/paisajes_lester-campa.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="284" width="400" src="http://4.bp.blogspot.com/-tm6HMByjaQw/UPH788pRP_I/AAAAAAAAAco/twMTK3-L0Xc/s400/paisajes_lester-campa.jpg" /></a></div>
Ha comenzado la canturía, más no la controversia. Desde varios sitios llegan ecos y comentarios acerca de mi texto Un pie forzado, solo uno. Entre ellos llamó mi atención, y disparó las alarmas, el mensaje enviado por Martha Esquenazi, investigadora de la Cultura popular cubana. Dice: “…solo premiaron el repentismo y no el punto guajiro en general que también incluye las tonadas y los diferentes estilos de interpretación y creo que debieron hacerlo general, es el único género musical tradicional cubano que está vigente en la mayoría del país con excepción de cuatro o cinco municipios solamente…”
Las páginas Web del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y del Centro Iberoamericano de la Décima y el verso improvisado, ambos con sede en La Habana, no reflejan, como era de esperarse, la resolución que reconoce a la Poesía Oral Improvisada como Patrimonio Cultural de la Nación, solo nos enteramos del asunto por notas de prensa aparecidas en medios cubanos y extranjeros, que, como sabemos, no siempre son redactadas por especialistas o conocedores, y que corren el riesgo de ser inexactas o quienes las escriben a veces optan por ignorar lo que pareciera ser un dato superfluo, poco noticioso, pero que, sin embargo, es esencial para comprender la dimensión y trascendencia del hecho publicitado. Por otro lado, algunos de ellos han señalado, que el reconocimiento incluye la décima cantada y sus expresiones de tonadas, punto cubano, controversia y pie forzado.
Si fuera cierto que solo se consideró a la décima improvisada cantada y al punto guajiro, en sus diferentes variantes, estaríamos abordando nada más que una parte del fenómeno. Cosa que sería algo así como pretender destacar el ojo dibujado en un retrato ignorando que él forma parte de la totalidad del personaje. El daño cultural sería incalculable.
Mientras espero por la consulta del texto legal, no debería apurar conclusiones. Si se confirma la interpretación de la Esquenazi, valdría la pena llamar la atención de los encargados de redactar la solicitud y a los que participaron en su evaluación y posterior dictamen, pues la Poesía oral improvisada o no forma parte del complejo de la Poesía oral, y ella de la Oralidad en su conjunto, que, como siempre sucede en la Cultura Popular, sabemos las dificultades que entraña su clasificación y delimitación, mucho más si se trata de colocarle fronteras y límites férreos que se originan en la Escritura. La décima, va pegada a redondillas, cuartetas y otras formas estróficas orales, y hay que verla junto a los romances, las seguidillas, el chiste en verso de variadas formas estróficas, las tonadas, las crónicas y noticias cantadas, e incluso – y espero que nadie se sonroje- junto a la poesía pornográfica o de “relajo”, de presencia socarrona y escurridiza en los guateques y tertulias campesinas. Se estaría ignorando, de paso, la décima improvisada no cantada, de larga tradición desde los tiempos de Juan Miguel Castro Palomino, Juan Francisco Manzano, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) hasta Jesús Orta Ruiz, entre otros poetas; o sacaríamos fuera la poesía religiosa cantada o no, improvisada o no, que se ejecuta durante los Altares de Cruz en la zona oriental del país, o la que se utiliza en la liturgia del espiritismo cordonero y en los velorios donde, acompañada del cuento, cumple la función sagrada de celebrar la Vida en el momento de la Muerte o, la nada desdeñable, de mantener en vigilia a dolientes y acompañantes, especialmente durante los extensos funerales rurales.
La poesía oral, improvisada o no, es un fenómeno marcado por la inmediatez, que se da en el aquí y ahora, en una situación comunicacional dada, con receptores específicos, y en medio de una representación libre y espontánea, abierta en sus procesos, pero regida por leyes no escritas. Aún si todo el complejo fuera reconocido y se dejara fuera, es decir, no se mencionara siquiera, a estás características performáticas o a los instrumentos musicales que le son propios – tres, bandurria o laúd, guitarra, clave, etc.-, o a los espacios – incluidas las Casas de la Décima o La Finca El Cornito, sede de las Jornadas Cucalambeanas- o los artefactos y vestuarios que se usan durante sus eventos, o a los modos de reproducción de los saberes que le son típicos, no estaríamos teniendo en cuenta lo pactado durante la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, 2003, de la que Cuba es signataria, que se reconoce como el protocolo vigente que rige los asuntos del Patrimonio Cultural Inmaterial.
La tradición campesina, que se extendió primero a las periferias de las ciudades y pueblos, y que luego terminó abarcando los centros urbanos, a través primero de la radio y luego de la televisión, es una de las matrices simbólicas más definidas y vigentes de la Cultura cubana contemporánea. Lo que antes fue distintivo de un sector de la población, hoy integra la cubanía y la cubanidad, entendidas con Eduardo Torres Cuevas, como expresiones de un país sentido y pensado.
La verdad de Perogrullo que enuncio en el título es, en primer lugar, un aviso para mí mismo. No debería adelantar conclusiones sobre lo que es, si nada más me atengo a los argumentos de lo que creo debería ser. En otro texto regresaré al tema, esperando que el reconocimiento haya incluido a todas las formas poéticas que integran el complejo de la Poesía oral de raíz campesina. De no ser así habría que convocar a una mesa de dialogo y concertación que proponga una redacción más abarcadora y compleja, capaz de reflejar a plenitud el fenómeno destacado, pues de lo que se trata es de reconocer en su totalidad, fieles a su verdad y lógica interna, una de las maneras en que la patria se expresa y se ve a sí misma, y no de un asunto que solo compete a eruditos, leguleyos y gerentes.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-65396787947439138792013-01-02T05:01:00.000-08:002013-01-02T05:01:01.580-08:00Un pie forzado, solo uno
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<a href="http://1.bp.blogspot.com/-2L-xPVlUNto/UOQvU8vjQXI/AAAAAAAAAcQ/qaf1hZTs2dY/s1600/wri2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="269" src="http://1.bp.blogspot.com/-2L-xPVlUNto/UOQvU8vjQXI/AAAAAAAAAcQ/qaf1hZTs2dY/s400/wri2.jpg" /></a></div>
El que acaba de atravesar el puente sin retorno podría recordarse como el año de los rumberos, los poetas repentistas y los lectores de tabaquería. Las instituciones, siempre cautelosas pero retardadas frente a los saberes populares, han terminado reconociendo lo que cada cubano, de a pie o de a caballo, sabía, sentía y preservaba en lo profundo de su ser: el Complejo de la Rumba, la Poesía Oral Improvisada y la Lectura de Tabaquería son Patrimonio de la Nación. Según la clasificación de la UNESCO habría que añadirle el adjetivo de intangible, de inmaterial; cosa que funciona dentro de una taxonomía no centrada en lo antropológico, pues si pensamos, con detenimiento, de seguro llegaríamos a la conclusión de que no hay nada de inmaterial en el hombre, o mejor, que no hay nada que escape a su materialidad, ya que ella es recipiente y poder, encarnación, fuente de donde mana el espíritu, por lo que en él todo le pertenece, como materia iluminada. Basta con reconocer la condición de obra, de contructo cultural, para tengamos que asumir también su tangibilidad.
Después de saltar de la valoración y preservación de lo edificado al terreno de los invisibles visibles, de lo que suena y raspa, después de valorar la piedra habiendo celebrado los susurros y las marcas, la humanidad ha dado un gran paso hacia el tiempo presente como el único disponible y vivible. Reconocer que algo sea patrimonio común es identificar y legitimar su vigencia y presencia, luego entonces, lo que se está celebrando es su materialidad en el aquí y ahora.
Hemos llegado hasta los decretos y valoraciones recientes gracias a los portadores, tanto activos como pasivos, que no son tan anónimos como suponemos, sino que funcionan en los ámbitos de la Cultura Popular, para la que autoría, originalidad y propiedad individual no son valores ni categorías rescatables ni destacables; y, por otro lado, el jolgorio es posible gracias a la intervención conciente de investigadores, promotores y gerentes de la cultura, o, fundamentalmente, por la permanencia de los receptores de esos saberes que continúan asumiéndolos y consumiéndolos. El olvido y la memoria son motores de acción simultánea, imprescindibles, que obligan a las artes populares a entrar en procesos de permanente resignificación y refuncionalización.
Si la rumba, la lectura en voz alta o el repentismo, se hubieran congelado dentro de una tradición hubieran muerto. Los poetas orales ya asumen más temas urbanos o librescos que bucólicos; los rumberos tiene tanto de hip hop o de reguetón como de yambú, columbia o güagüancó, y los lectores de tabaquería saltan de la noticia al panfleto, del informe a la arenga, de la poesía a la novela, de la obra clásica a la contemporánea; y es que sus cultores y consumidores no viven en una campana de cristal o en la torre de marfil del pasado, por mucho que este pueda parecerse a una edad de oro.
Celebramos, como país, las declaraciones y legitimaciones sucesivas, que son necesarias, en tanto focalizan la atención y obligan a que los que deciden vayan más allá de su propia subjetividad, escala de valores o salten por encima de prioridades, vaivenes y circunstancias. Que una manifestación o género de la Cultura Popular esté en la lista de lo hay que conservar y estimular garantiza su preservación desde la igualdad y la identidad en el reconocimiento y la jerarquía. Por lo tanto habría que seguir ampliando el rango de lo conservable.
La poesía cantada e improvisada, en la rumba y el repentismo, así como la lectura en voz alta, por su cualidad performática, son manifestaciones de la Oralidad, que como se sabe es un sistema simbólico de expresión, de creación de lenguaje, que no se circunscribe únicamente a los tres géneros o productos culturales destacados. Habría que avanzar y terminar por reconocer como Patrimonio de la Nación a la Oratoria cubana, al Relato oral –chistes, cuentos, leyendas y mitos, saberes paremiológicos, y otras formas narrativas-, a la Narración oral – “tradicional” y contemporánea- y los Narradores orales, hasta las manifestaciones orales-representacionales como fiestas, desfiles, procesiones, fórmulas de cortesía, ceremoniales sociales públicos y privados, etc.
Como denuncia el título este es un pie forzado, solo uno, luego entonces, la décima y la canturía la deberían poner otros. Esperemos, con paciencia carmelitana, que las instituciones de la cultura reaccionen y apuren el paso de modo que puedan identificar las huellas de aquellos que ya han ascendido hasta la cumbre de los “poderes creadores del pueblo” pero que aún esperan que los decretos y legajos hablen.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-50331937999262539492012-12-29T05:51:00.000-08:002012-12-29T05:51:22.684-08:00En la noche de Navidad mi hermana está llegando
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-cjPXrtwUGE8/UN70e49j7rI/AAAAAAAAAb4/ZDobpzDqkhw/s1600/tonyhdezmena3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="251" src="http://3.bp.blogspot.com/-cjPXrtwUGE8/UN70e49j7rI/AAAAAAAAAb4/ZDobpzDqkhw/s400/tonyhdezmena3.jpg" /></a></div>
En la noche de Navidad
mi hermana está llegando
Apura el paso
y el esplendor de la ruta
no logra detenerla
La ven pasar el león y el cabrito
Ellos comentan
- Va de prisa
Y dicen bien
Mi hermana
no se detiene a contemplar
las volutas y las torres
el perfecto diseño
la armonía y la majestad
de los palacios
Mi hermana no se detiene
Avanza
Sabe
que puede no encontrar posada
Lo dijeron los pastores
Más lleva
todo lo necesario
No se detiene
Durante cuarenta y cuatro años
guardó
- junto un muchacho
elegante e ingenuo como ella-
un oro tan puro como el de Ofir
que de haberlo conocido Salomón
lo hubiera colocado
en el templo que construyó
cuando soñaba con atrapar
al Dios que arde
Ella atesoró
además
el bálsamo de sus hijos
idéntico al áloe
que crece en las laderas del Monte Moria
y cultivó mirra
con ese arte tan suyo
que lo mismo servía
para atar el nudo de los pañuelos
que para envolver el pan
Tiene prisa
La han visto pasar
En la noche de Navidad
mi hermana está llegando
al Paraíso
Nadie la detiene
En la noche de Navidad
Dios está a la puerta
pues sabe va entrar
una muchacha alta y fuerte
como cedro del Líbano
Él siente el olor a acacia
de sus vestidos
La está esperando
Pero yo
me he quedado en mitad de la noche
y grito
y me duele hasta el alma
sin que nadie escuche
¡Dios mío Dios mío
mi hermana es solo una muchacha…
y tiene miedo!
¡Ábranse las antiguas compuertas!
Mi hermana
en la noche de Navidad
entra
y Tú la esperas.
La estás esperando.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-21226717145991531572012-12-18T15:59:00.000-08:002012-12-18T15:59:30.999-08:00Grecia me hiere. Breve antología de poesía neohelénica<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-GHv4vVNUv8M/UNEC_-kO67I/AAAAAAAAAbg/tGAXUFV0o-A/s1600/servando02.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="148" width="350" src="http://1.bp.blogspot.com/-GHv4vVNUv8M/UNEC_-kO67I/AAAAAAAAAbg/tGAXUFV0o-A/s400/servando02.jpg" /></a></div>
El poeta Roberto Manzano, encargado de escribir la nota de presentación a mis “versiones” de algunos poemas de Constantino Cavafis, publicadas por la revista Amnios, en su segundo número, me despertó una mañana interrogándome sobre la naturaleza de las mismas. Lo primero que atiné a contestar fue que estaban construidas a partir de traducciones. Pero eso es apenas una media verdad o una verdad a medias.
Cuando comencé a leer los neohelénicos, allá por los años ochenta, me veía tentado a hacer correcciones, reescribirlos, versionarlos, hacerlos entrar en la norma del español que hablo. Como no escribo, no leo, no sé nada de griego, ni del clásico ni del moderno, mis versiones son hechas a partir de las traducciones al español (de Miguel Castillo, Ramón Irigoyen, Gaetano Cantú, Luis Cernuda, Nina Anghelidis y Carlos Spinedi), al inglés y el francés, y de textos dedicados al estudio de esta poesía - fundamentalmente del poeta alejandrino- donde aparecen traducciones literales y varias de estas.
Es decir, comparando las traducciones, cotejándolas, intuyendo el sentido último de los versos, construí lo que él y ustedes tienen delante. No es obra de la filología sino del Juego, que es cosa seria, como deberíamos saber…
Estos son los primeros párrafos del prólogo a mi antología de poesía Grecia me hiere. La encontrarán en formato pdf, edición de autor. Sabiendo por donde van “mis tiros” los invito a conocer la lista de poetas versionados y el link donde la pueden encontrarla y bajarla de inmediato:
- Pórtico con precisiones pág. 3
- Vasilis Mijailidis pág. 5
- Kostis Palamás pág. 7
- Ányelos Sikelianós pág. 9
- Kostas Karyotakis pág. 11
- Constantino P. Cavafis pág. 13
- Yorgos Seferis pág. 19
- Andrea Embirikos pág. 22
- Zoí Karelli pág. 23
- María Poliduri pág. 24
- Rita Bumí-Papá pág. 25
- Ionna Tsatsou pág. 26
- Yannis Ritzos pág. 27
- Nikos Engonópulos pág. 29
- Odysseas Elytis pág. 30
- Athos Dimulás pág. 34
- Eleni Vakaló pág. 35
- Manolis Anagnostakis pág. 36
- Nikos Focás pág, 37
- Nikos Karuzos pág. 39
- Kikí Dimulás pág. 40
- Tasos Denegris pág. 42
- Katerina Anguelaki-Rooke pág. 43
- Yannis Kontós pág. 45
- Nasos Vagenas pág. 46
- Athiná Papadaki pág. 47
- María Lainá pág. 48
- Dimitris Kalokýris pág. 49
- Yenny Mastoraky pág. 50
- Adonis Fostiéris pág. 51
http://www.scribd.com/doc/116803088/Grecia-me-hiere
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-78464149472519065392012-11-25T04:14:00.001-08:002012-11-25T04:14:38.575-08:00En su centenario, llamémosle Virgilio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-H2B4n46gi_g/ULIKMu2xG-I/AAAAAAAAAbE/y5KPQKsim_0/s1600/COLLAGE%2BDE%2BVIRGILIO%2BEN%2BSEPIA.%2BJPG.JPG" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="400" src="http://4.bp.blogspot.com/-H2B4n46gi_g/ULIKMu2xG-I/AAAAAAAAAbE/y5KPQKsim_0/s400/COLLAGE%2BDE%2BVIRGILIO%2BEN%2BSEPIA.%2BJPG.JPG" /></a></div>
Loma, aunque los registros oficiales camagüeyanos insistan en llamarla Tula Aguilera, fue una calle corta y ancha, que desembocaba en la nada, si es que así se lo podía llamar al campito de San Zenón, colindante con la Escuela Normal para Maestros, donde terminó estudiando mi madre, a pesar de que quiso ser “hogarista”, que no “normalista”, pero, por azar violento y revuelto, no le quedó más remedio que aceptar su cruz y convertirse en una “maestra de escuela”; eso sí, recordada como la elegante y dulce muchacha que le cambió el destino a sus alumnos.
En esa calle, y en otras, vivió en Camagüey, durante veinticinco años, Virgilio Piñera, el autor de cuentos y aires fríos, congelados absurdos, y de rabiosas ironías escénicas o narrativas. Había nacido en Cárdenas y murió en El Vedado habanero. Él, espíritu burlón y trashumante, más “por malparada economía”, como la de las cojas de su relato, que por vocación viajera, fue llevado a una multitud de casas pobres en diversas ciudades cubanas o en Buenos Aires.
También vivió en esa calle de La Zambrana, según cuenta la lengua de trapo y la vox populi, Severo Sarduy, escritor barroco y posmoderno, delirante, tan de la ciudad, a pesar de París, tatuado por la cubanía y, muy especialmente, por esa condición humana, que yo defino como la camagüeyanidad, en sus dos variantes: principeño civilista y polis endemoniada. Pero dejemos esos zarandeos para otros lugares.
En Loma # 13 viví desde los once años hasta los veintitrés. Estaba, entonces y ahora, muy orgulloso de residir en la periferia, al margen, aunque lo suficientemente cerca del centro como para conservar orbita propia, sin necesidad de dejarme imponer una, gobernada por las fuerzas centrífugas de aquella ciudad provinciana y polvorienta que presume de su prosapia. De este modo mantuve distancia crítica e independencia frente a sus designios, por lo que pude ser y estar lejos de la “tradición” y del rol y las maneras que se supone deban asumir los intelectuales allí. Según Carlos Manresa, en Camaguey, crece como la verdolaga, cierto “formalismo cubano”, tendente a reafirmar la pureza del idioma, la sujeción a las formas clásicas en poesía. Si usted me escucha y me lee se dará cuenta que esa tendencia en mi se da más por el camino de la fragmentación en la forma, y que, no obstante, en lo esencial, repito, con insistencia, los temas camagüeyanos más sostenidos: el silencio, la insularidad, la religiosidad y la ciudad entendida como construcción poética-mítica que se encarna más allá de sus ladrillos, argamasas y sangres de toro.
Mi interés por los ilustres vecinos se acrecentó con la juntamenta que me proporcioné. Muy jovencito frecuentaba los círculos de José Rodríguez Lastre – alias Nikitín- y de Carlos Victoria – que trabajó en un almacén de la Empresa Forestal Integral donde mi padre era vicedirector-, o escuchaba con fruición las historias de Carlín Galán Sariol, amigo de Virgilio, de Nicolás Guillén, de Severo, de Emilio Ballagas, de Rolando T. Escardó, de Rita Montaner, de Luis Carbonell, y de otros muchos personajes que hoy habitan en el panteón de los héroes de la Cultura Nacional y que entraron, por derecho propio, muchas veces a empellones, dentro de la mitología insular, tan rica en chismes y leyendas, tan intervenida o ignorada por los aficionados a las reglas, los cánones y los dogmas. Los literatos que están en el cielo de las titanes patrios y en los pensum académicos, sin embargo, sufren del Mal de la Gloria, que consiste en que recibir el premio de la aureola y el misterio, a la vez que son condenados al polvo de las bibliotecas, o a ser minimizados mediante citas elegantes, anécdotas simpáticas, exergos de poemas; más nadie los lee con pasión. Es decir, aquellos personajes y personas que odiaron el cartón, el mármol y el bronce, terminan siendo letras muertas y, créanme, que esa es la peor condena a la que pudieron ser sometidos pues amaron las palabras vivas y sonoras.
En este jubileo piñeriano, motivado por el centenario de su nacimiento, se reeditaron sus obras, se volvieron a ver en el escenario las piezas teatrales que escribió, se hicieron coloquios y se celebraron saraos, que ojala tuvieran cócteles decentes, y no aquellos, famosos y citados, que se ofrecían por la Academia Cubana de Lengua, radicada en casa de Dulce María Loynaz, y que tanto criticó nuestro personaje, motivo por el cual la poetiza lo condenó al ostracismo, solo que, como no podía expulsarlo de la ciudad, se tuvo que conformar con retirarle la invitación a la academia y a la casona de la calle 19.
A él lo lanzaron, por unanimidad, para su gloria, que era callejera y revoltosa.
Tanto los amigos de Virgilio, como sus enemigos, lo pintan pendenciero, gustoso del tira y jala, pero cobarde. Suerte de gatica de María Ramos. Pero ya no deberían importarnos ninguno de esos detalles, que están tan en el fondo de sus escritos, como para que no tengan importancia a estas alturas.
Yo prefiero recordar a Piñera en la voz de Carlín Galán, quien escondió una enorme cantidad de poemas inéditos, justo en el momento, en el que su autor había “caído en desgracia”. Aquellos textos los conservó celosamente, hasta el día en que se los entregó al periodista Manuel Villabella, que también los mantuvo a buen recaudo, en espera de tiempos propicios, que no llegarían hasta mucho después de la muerte del poeta.
En los años ochenta, Pablo Armando Fernández, amigo de los hermanos Galán - Carlín y Natalio, este último compositor y musicólogo no muy mencionado, pero importante- le pidió al primero que le entregara los poemas que él sabía guardaba, pues Antón Arrufat, albacea literario de nuestro autor, estaba por editar una suerte de poesía completa. Miguel Barnet, en casa de Candita Batista, un domingo por la tarde, recibió el sobre manila con los poemas, y los llevó desde el Camagüey hasta La Habana. Sabemos que llegaron a su destino, pues aparecieron en el libro La Isla en peso, ya con varias ediciones, aunque el compilador nunca menciona a quienes guardaron estos tesoros, creando la duda de si los textos los tenía él, si estaban en el archivo del autor, si fue un trabajo de reconstrucción o un hallazgo fortuito en almacenes y bibliotecas. Ahora sabemos que no hubo tales rastreos, sino una alta dosis de fidelidad a la amistad, por un lado, y por otro , una profunda honradez intelectual y amor patrio, porque tanto Carlín Galán como Manuel Villabella, pudieron vender los originales a cualquier institución norteamericana, europea o a algún coleccionista privado que les hubiera proporcionado un respiro económico tan necesario. Esas ausencias de oxígeno han llevado a que parte del patrimonio de muchos países no esté en su territorio y sea difícil de consultar, tanto como para llegar a hacerlo prácticamente imposible. Sirva de ejemplo las colección de originales de Juan Francisco Manzano, que distan mucho de lo que conocemos como “su obra”, pues esos textos fueron manipulados, intervenidos y podría decirse que hasta mutilados, por el círculo delmontino, que intentó meter en cintura la obra del poeta esclavo, que componía más con las técnicas y los recursos de un poeta oral que con los de un escritor letrado. Hoy tenemos noticia de ellos gracias al profesor cubano-americano William Luis quien encontró esos documentos en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Carlín Galán y Manuel Villabella nos libraron de un largo viaje hacia la ausencia. A ellos gratitud y honor.
Como ven, por razones geográficas, accidentales y hasta por sin razones de la voluntad y la escogencia, Virgilio Piñera, me acompaña. Lo leí cuando era un adolescente en aquellos libros de las Ediciones R, que muchas veces estaban en “cuartos especiales” y oscuros, cuando no en cajas fuertes, de las bibliotecas públicas; pero que uno era feliz leyéndolos aunque para hacerlo tuviera que saltar bardas y necesitar de cómplice.
En 1994 hice Un fogonazo, espectáculo donde contaba varios cuentos de Piñera cuyo tema central era el hambre. Todo esto ocurría en un país que atravesaba un periodo virulento, que en muchos sentidos aún está. De un lado se vivía la implosión económica como consecuencia de la crisis estructural que sobrevino a la caída y destrucción de imperios, bloques y muros y, por otro, en lo personal, había sido expulsado del circulo garzoniano, tan fuerte y central en el Movimiento de Narración Oral Escénica de aquellos tiempos, pero hoy descoyuntado e inoperante, aunque patalee, cual balanceante ahorcado. Por suerte, la Narración oral contemporánea en Cuba es un arte de tendencias y matices plurales, en el que no hay una fuerza abiertamente dominadora y prepotente sino una variedad de expresiones y posibilidades infinitas, aunque en lo artístico se sepa “de dónde son los cantantes”.
En España, cuando presentaba aquel espectáculo, no me regalaban flores, sino suculentos bocatas, con abundante jamón, sobreasada, chorizo y otras delicadezas de la cocina peninsular.
Pasó el tiempo, y en 2009, Mayra Navarro me invitó a participar en la inauguración de la exposición Las furias de Virgilio en la Galería Raúl Oliva, con las escenografías y utilerías usadas en algunas puestas en escena de las obras de nuestro autor; ahí se nos unió Ricardo Martínez, y su recordada versión de Tadeo. A aquella aventura, su directora la bautizó como Un fogonazo para Virgilio. Conté La Carne sentado en el sillón donde se balanceara el escritor en su apartamento habanero. Entre los asistentes estaba Manuel Villabella. No lo dije, pero conté para él, sólo para él.
Después, durante el Festival Internacional de Teatro 2009, el espectáculo se amplió y cambió su concepción escénica; entraron Lavinia Azcue, Beatriz Quintana, Octavio Pino y Benny Seijo, pero, por razones dolorosas y urgentes, Mayra Navarro no estuvo. Freddy Artiles, su compañero e importante intelectual cubano, estaba para morir, aunque no lo sospecháramos.
Del primer fuego quedamos, entonces, Ricardo Martínez y yo. En la Sala Ernesto Lecuona del Gran Teatro de La Habana (GTH), sede habitual del Foro de Narración oral, usando algunos elementos prestados por Raúl Martín y Teatro de la Luna, protagonizamos tres funciones aquel Festival, que fueron reseñadas por mí.
Como en aquella ocasión, les advierto, que todo lo que diré será a título de juez y parte.
La crítica de espectáculos y los periodistas culturales de nuestros medios prefieren ignorar a un arte y un movimiento que está en el centro del panorama iberoamericano de la Cuentería, dejando pasar así elementos esenciales que marcan nuestro devenir, pues, ya lo he dicho, en las fronteras del tiempo y de la Cultura se está generando un nuevo sistema simbólico de producción de lenguaje, la Escritoralidad, que se hace evidente en la Oralidad ficcional, y que incluye, no solo a la Narración oral, sino que también a la Poesía oral improvisada, al Chiste, la Poesía narrativa cantada, y otras formas de generación de los relatos.
Sin saltar las barreras de la ética, me urge testimoniar lo que se está creando, produciendo en materia de Narración oral en la Isla. Como indica el Dante, a este tiempo llamarán antiguo, y es necesario guardar memoria de él, usando todos los recursos. La palabra pronunciada de viva voz mantendrá el recuerdo de estos sucesos mientras ellos sean útiles, o nos permitan entender cuánto de salto, de aporte, de reiteración y retroceso estamos generando. Este proceso de memoria-olvido hay que custodiarlo y propiciarlo también desde la Escritura.
Por eso he comentado los fogonazos, y para eso estoy aquí, escribiendo sobre el de noviembre 16 al 18 de 2012.
Cerrados por obras los Salones del GTH, Teatro El Arca, de la Oficina del Historiador de La Habana, nos acogió. Fueron generosos pues tuvieron que reacondicionar su pequeño espacio. No se usó el escenario, sino la platea, donde se colocaron sillas, en sustitución de sus pesados bancos, que permitían a los asistentes cambiar de posición para así poder recorrer los distintos espacios narrativos, situados en circulos de irregulares contornos pero siguiendo una lógica representacional que favorecía su participación.
Uno de los problemas más frecuentes en los espectáculos actuales de este arte radica en la ignorancia o el descuido de sus hacedores de las reglas de la Oralidad, y una de ellas es la necesaria e imprescindible fidelidad a los diseños del discurso oral, visible a través del Ciclo Oral, que no es otra cosa que la representación esquemática de los procesos, internos y externos, que tienen lugar durante el acto de narrar oralmente. Partiendo de Paul Zumthor y de las operaciones retóricas clásicas, diseñamos este modelo teórico, pensando a sus elementos también como operaciones, como actos. Este proceso o ciclo está integrado por producción, enunciación, recepción, almacenamiento y conservación; de lo que se desprende que la historia se genera a través de un texto narrativo propiamente dicho, de un texto espectacular o de la representación y de un texto de la recepción. Este último es clave y distintivo de los procesos orales, ya que la fábula que arma la historia – que es tiempo y espacio fabular, sucesos y personajes-, habrá de componerse en el aquí y ahora, en presencia del otro, y sabiendo que no solo implica al que emite las palabras sino al que las acoge. El público entonces es un elemento activo y creador que si, por impericia o ignorancia, separamos del proceso y lo convertimos en receptor pasivo, estaremos creando o vivenciando quizás algo bello y útil, sin embargo no nos colocaremos dentro de la orbita de la Oralidad.
Esta voluntad de escogencia, de distribución del espacio, del tercer fogonazo, reitera la vocación de reproducir, en la contemporaneidad, los recursos del cuentero original. Se toma un texto literario, se coloca en un espacio y un tiempo dados, se abre el proceso al espectador, se repiten los diseños de la palabra hablada, y se invoca y convoca al espectador para que participe, creando su propio relato, porque éste, a pesar de ser colectivo e integrado por varios cuentos, resulta una historia única, que intenta retratar la vida del ser humano, puesto en situaciones límites, que, sin embargo, no se deja vencer y grita, patea, muerde, sueña.
Estas son historias duras, de peso completo, que sin embargo alcanzan cierta ligereza, cierta capacidad de elevación, que viene más de la técnica oral empleada que de la reproducción del texto escrito como partitura, al que hay que ajustarse y conservar a toda costa. No se trata de interpretar a Mozart haciendo sonar con exactitud las notas, una detrás de otras, sino de improvisar como en el jazz. Permítaseme el ejemplo musical, como recurso para remarcar, además, el sentido “metafórico” del espectáculo.
Pudiera hablar de las gracias y aciertos, de las desgracias e imprecisiones, de los verbos irregulares que no se dejaron domar o de la diferencia en las calidades de las tres funciones, pero eso en nada ilustraría lo sucedido. Si en algo es importante este espectáculo, es porque viene a proponer un discurso espectacular distinto en el panorama de la Narración oral contemporánea cubana. Un fogonazo para Virgilio es para Cuba lo que fue para la Iberoamérica de 1990 Pavana de Amor y Muerte, aquel mítico espectáculo de Antonio González y La Carátula, puesto durante el II Festival Iberoamericano de Narración Oral Escénica (1990), en México, y que introdujo formas de representación, nunca vistas hasta entonces. Aquella puesta, centrada en el acto de narrar, aprovechando los recursos de la juglaría y del arte popular español, no dejaba de introducir elementos contemporáneos que garantizaban esa necesaria sintonía con un espectador altamente influenciado por los medios y los mensajes de la era audiovisual globalizada.
Un fogonazo para Virgilio, deja a la palabra y a la imagen desnuda, no apela al canto por el canto, a la danza por danzar, a los elementos inútiles o únicamente decorativos, o mete mano a un supuesto o real alarde de tecnicismos, o se apoya en la provocación a partir de instrumentar un relato cuestionador directo o abusa de textos lacrimosos y banalizadores, sino que va a la parábola y a la elipsis, a la sugerencia, a la participación de cada uno, dejando que el público interrogue y no solo sea cuestionado. Como un todo dejamos que la gente mirara y se mirara, escuchara y se oyera, le dejamos espacio para construir y pensar. Intentamos no manipular; por lo que las reacciones fueron de muy variado pelaje, pero coincidentes en una reacción común: se sintieron removidos, conmovidos, cuestionados; llamados a moverse, pero desde lo interno, acción que comienza en el momento en que nos reconocemos y reconocemos los paisajes íntimos reflejados en relatos, que, al principio, nos parecían ajenos e improbables.
Esta vez, en su centenario, gritamos el nombre de Virgilio, como quien dispara un revolver, teniendo la certeza de que algunos nombres pudieran ser nada más que fuegos de artificio, breves explosiones sin resonancia, pero que el suyo, sigue siendo un arma potente, que propicia, que resiste, que implica al arte del cuentero, a la manera en que lo concebimos hoy, que es una suerte de puerta al camino, de resquicio por donde la Cultura Popular y el Juego se filtran, rompiendo la solemnidad de las peroratas de la mentira.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-46672814264373258962012-10-27T19:41:00.000-07:002012-10-27T19:41:06.323-07:00Bajo un árbol de taparas X (final)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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Estoy cerrando un ciclo venezolano bajo el signo y la protección del Árbol de Taparas que crece en el barrio 23 de Enero de Caracas, y no de otro, que pudiera nacer y crecer en aquella tierra de basto señorío.
Ese arbusto, el verde y el oro de sus hojas, su voluntad de estar y de ser, la fidelidad a la sombra y al fruto por venir, marcó mi descubrimiento de un territorio en toda su intensidad y dimensión maternal.
Uno usa palabras y en ocasiones ignora que cada una de ellas tiene peso, historia, resonancia, y que cuando decimos, por ejemplo, “patria” seguramente estamos indicando la condición masculina y potente, cuando lo queremos es hablar del útero, la caverna, el seno, las aguas primigenias, que son esencialmente femeninas. Queremos, entonces, hablar de la matria.
Aquel árbol, ese, en medio de un barrio bravo y pobre, fue la puerta de entrada al misterio genitivo de un país al que creí conocer, más ignoraba. Su condición femenina me enamoró y pude verlo con ojos resucitados, gloriosos.
Más que llanero, más que güaro, más que cubano-venezolano, que fueron mis razones iniciales, ahora me siento ínsula engendrada en la raíz, en el extremo pivotante, de un arbusto que parece infértil, pues no hay huellas de sus frutos, ni nadie los menciona, pero que todos saben fue trasplantado desde el Paraíso hasta aquella tierra, fundada no del barro y la costilla sino por la sangre, el sudor y los sueños.
Razones, sin razones, conectan a esa planta con el rectángulo de San Juan de Dios, en Puerto Príncipe, Camagüey; y de allí arranca mí avatar entre las aguas del Tínima y del Hatibonico, hasta ser arrancado, de entre las malanguetas orilleras, para luego consagrarme, en pobreza, ante la imagen de una Virgen sola que contempla el grito de su hijo en otro árbol, invertido.
Soy el fruto, el vástago del árbol del 23 de enero.
Este es mi homenaje a su maternidad. Esta mi gratitud por su ofrecimiento. Esta mi brevedad y silencio ante una Venezuela matria, árbol y destino.
Así sea.
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Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-78989107473634056292012-10-27T11:14:00.000-07:002012-10-27T11:14:15.322-07:00Bajo un árbol de taparas IX
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Maracaibo está refrigerada. Ni los aires del Lago de Venezuela logran poner coto al bochorno ni límite a la estrella que está al centro de nuestro sistema, esa misma que acompaña sus apelativos, pues para sus habitantes la suya es “la ciudad del Sol amada”. ¡Hay amores que matan!, diríamos por aquí, acostumbrados a humores más temperados, más cálidos, gracias a la Corriente del Golfo, a las aguas del Atlántico, a la situación más al norte o a la protección del arco de las Antillas Menores, que hacen de Cuba un país de temperaturas amables; aunque por estos días necesitemos artefactos eléctricos que se desplacen con “bamboleo frenético”, como los que abundan por allá.
Supondrán que estoy al final de mi estancia venezolana. Llegamos hasta el Zulia, Emilio Jorge Rodríguez – especialista en literatura caribeña de reconocimiento internacional-, Daniel García – editor de engrosado palmarés- y yo.
Si sumamos al calor, podría decirse que constituíamos una suerte de tres mosqueteros, que como saben eran cuatro. Las aventuras en los días en que participamos en la Feria Internacional de Libro (sede Maracaibo), en julio de 2012, no llegan ni siquiera a la de la joya real que había que devolver a París, cruzando el Estrecho de la Mancha y burlando a los espías del Cardenal Richelieu, pero si a alguna de las pedestres diversiones de los personajes creados por Alexandre Dumas.
En el Centro Cultural Lía Bermúdez, sede de privilegio, todo estaba listo. Aquel es un lugar funcional, bien dispuesto, con una engañosa fachada neoclásica que esconde una estructura metálica, diseñada con buen gusto. Maracaibo, a diferencia de Caracas, es una urbe armoniosa, menos brutal en sus construcciones, equitativamente dispuesta, y con tanta solvencia y prosapia como la capital del país, pero quizás diseñada con mejor gusto; pero esa es harina de otro costal, peliaguda y discutible, que no me atreveré a demostrar aquí pues provocaré a los caraqueños, que ya sabemos son gente extensa e intensa en sus pasiones.
El Gobierno Bolivariano apuesta fuerte por la Cultura. No sólo en las Librerías del Sur o en los puestos de venta de entidades estatales uno pudo encontrar en la FIL libros que van desde un precio muy por debajo de su costo de producción hasta los importados según la tasa de cambio oficial del dólar, que hace que su valor de venta sea asequible o muy por debajo de lo que costarían en otros sitios. Textos académicos o de entretenimiento de factura europea o latinoamericana podían ser adquiridos, y de hecho se vendían. Una multitud deambulaba por los amplios pasillos buscando lo más cercano a su afición, posibilidades o necesidad.
Área lúdica y de actividades para niños, programación artística local y programa académico completaban la estrategia de promoción a la lectura de la feria. Pues este evento no es una trampa para atrapar compradores de libros o lectores ingenuos sino un instrumento para el disfrute y el crecimiento popular.
Quizás para buscar estrategias de promoción continental, dentro de MERCOSUR o del ALBA, se podría pensar en convertir la FIL, en todas sus sedes, también como un espacio de negociación de derechos de autor, de coedición, de distribución, de intercambio. De lo contrario, ¿cómo un cubano, un chileno, un ecuatoriano, un costarricense o cualquier persona del mundo que lea en castellano podrá disfrutar, por ejemplo, de Sin decí una garra´e mentira (cuentos orales) donde se goza parte de la sabiduría de José Humberto Castillo, El Caimán de Sanare, quien fuera uno de los Dueños de la Palabra de Nuestra América? Hay que pensar en un mercado solidario y común del libro, en un sistema de compensación intelectual y de la estructuración de una industria cultural complementaria de alcance tercermundista, y Venezuela puede ser la puerta y el motor. Tiene potencial, vocación y tradición. Cuando uno revisa las colecciones de la Editorial Monte Ávila - es sólo un ejemplo- se puede encontrar de lo mejor y más avanzado del pensamiento internacional, o cuando se estudia la Fundación Biblioteca Ayacucho, fundamentalmente histórica; usted presiente que si esas aguas son derramadas e inundan “otro gallo va a cantar” en el espacio de la construcción de un nuevo modelo civilizatorio. Sólo hay que abrir las compuertas.
Pongamos un ejemplo, la Editorial Tablas-Alarcos de Cuba inauguró hace cuatro años la Colección Oralia, dedicada a Teoría de la Oralidad y la Narración oral contemporánea, y cuenta ya con cuatro libros en fase de artes finales y otros tantos en preparación, pues sus autores cedieron sus derechos a favor de un proyecto educativo, sin fines de lucro, pero no encuentra presupuesto para la impresión o hay problemas con la existencia de papel o capacidades en las imprentas cubanas. Solo un único texto puede ser hojeado, saboreado: Celebración del Lenguaje de Adolfo Colombres, un verdadero clásico, dicho sea de paso y con justicia.
¿Qué tal si Tablas pasa los libros al CENAL y este los imprime en alguna de las editoriales de su sistema, y luego los distribuye por el mundo mediante la venta o el trueque de libros por otros libros?, ¿qué tal si contribuimos a crear conciencia sobre las artes de la palabra viva, como patrimonio de nuestros pueblos, a través de textos que contribuyan a completar el proceso de alfabetización con un sistema de oralización? No nos cansamos de repetir que no basta con enseñar a leer y a escribir sino aprendemos a valorar y construir nuestros propios relatos orales.
Decimos por estos lados que “una mano lava la otra y las dos lavan la cara”; entonces ¿por qué no imprimir libros como si fuéramos parte de una cooperativa, sólo que está de carácter latinoamericano y caribeño? De paso estaríamos haciendo un aporte teórico-practico al cooperativismo como forma de socialización del capital y como estructura liberadora. Nos saldríamos de los mecanismos deshumanizadores del mercado y los sustituiríamos por la instauración de un sistema de intercambios según la capacidad y la necesidad de cada cual, que tenga en cuenta las asimetrías y desigualdades, las fortalezas y las debilidades colectivas.
Soñar no cuesta, en ejercer este poder y cambiar nos va la vida.
Parece justo establecer sistemas para intercambiar bienes materiales y servicios, pero es hora ya de hacer lo mismo con los patrimonios intangibles, con los imaginarios, con lo simbólico, con lo que no se ve pero que está ahí y nos hizo humanos, al igual que el andar bípedo, la ingestión de proteínas animales, el uso de herramientas, la agricultura, y las tecnologías.
Volviendo a la FIL, quizás el programa teórico se vio afectado, en su mayoría, por una asistencia discreta o nula. Y esto se debió, en primer lugar, a una estrategia equivocada de promoción, pero fundamentalmente por el ninguneo de las autoridades locales al evento, cosa que impidió que la información llegara de manera efectiva y oportuna hasta colegios, institutos, universidades, casas de cultura, proyectos comunitarios que allí tienen su sede y prestigio.
Una gobernación opositora debería de administrar y colegiar con todos, y para todos, y no sólo poner énfasis en trabar o frenar lo positivo que viene del otro extremo del espectro solo porque la iniciativa no la tomaron primero ellos. Hay ejemplos en ese país de convivencia civilizada; este mismo año, la presidenta del CENAL y de la Fundación Librerías del Sur, Cristian Valle, fue hasta la instalación y visitó la Feria del Libro del Municipio Baruta, en el Estado Miranda, bastión de Primero Justicia, partido en las antípodas del chavismo o hay cooperación entre ese organismo y el Banco del Libro, que es una institución de carácter privado pero que trabaja a favor de la lectura y de la infancia.
Nunca vimos al gobernador zuliano sino en los pendones donde hace propaganda electoral, ni a nadie de su tren ejecutivo; incluso, el área pública, el boulevard que se encuentra al fondo del centro ferial, tuvo que ser adecentado por los trabajadores de Centro Nacional del Libro, venidos de Caracas y algunos de ellos con altos cargos ejecutivos, en compañía de agentes locales cercanos al proyecto bolivariano, con tal de no celebrar el acto de instalación entre la mugre. ¿Era tan difícil convertir a la Cultura en un espacio de concertación, dialogo y crecimiento? ¿Era imposible compartir proyectos de beneficio común?
La oposición venezolana enfoca su meta y su propuesta en la caída, por cualquier vía, del presidente Hugo Chávez como paso previo a la restauración del antiguo régimen. El 7 de Octubre del 2012, y otras tantas ocasiones anteriores, deberían servir para que no siga tropezando con la misma piedra, que no es solo es roja, ni única, sino que se expresa fundamentalmente en su incapacidad selectiva de “leer y pensar” el nuevo país que se ha levantado y está, imbatible e incontestable, frente a su nariz. Y esas son rocas de todos los tamaños: la clase media resucitó y está actuando, la anarquía y la apatía política se transformó en conciencia política participativa y organizada; aumentaron los espacios comunitarios y solidarios; el chovinismo, que disfrazaba cierto complejo de inferioridad, fue sustituido por una venezolanismo insertado en un proyecto de carácter global; el país comenzó a ser un referente en el plano de las ideas y en el diseño táctico-estratégico tendente a crear un nuevo modelo de relación entre estados y pueblos, dejando atrás su condición de país-petróleo perteneciente al traspatio norteamericano, etc. Si hoy algo orbita en Venezuela son sus satélites, tecnología diseñada en común con los chinos, y que quiebra uno de los ejes centrales del poder imperial basado en la concentración de las fuentes de la información y del conocimiento.
Francisco Áreas Cárdenas, compañero del presidente, y uno de los firmantes del juramente del Samán de Güere, hoy candidato por el PSUV a gobernador zuliano, estuvo presente en la Feria del Libro, acompañó a Carmen Bohórquez, a Theotonio Dos Santos, a los participantes, y seguramente saludaría a Luis Brito García, el escritor venezolano, al que dedicaban el capítulo marabino de la feria.
El candidato chavista marcaba la diferencia y daba una clara señal de que, de ser electo, la autonomía estadual iba a ejercerse en estrecha coordinación y colaboración con el poder central, sinergia que beneficiará, en primer lugar, a los zulianos de a pie; pues al ser centralizada y estatal la industria petrolera, la gobernación actual, por muy a la derecha que se encuentre, no puede meter mano directamente a la renta petrolera sino que debe esperar por el “situado presidencial”.
Desde siempre había deseado ir hasta Maracaibo, entre otras cosas por mi cercanía con la Chinita. Nuestra Señora de Chiquinquirá, la patrona, celebra su fiesta el día 18 de noviembre, y justo ese día, pero en 1963, a las seis y treinta de la mañana, fue extraído, que no parido, a través de una operación cesárea en los salones de la antigua Clínica Agramonte, centro mutualista de prestigio en Camagüey, que se convirtiera luego en hospital militar, donde estudié mis años más felices junto al Dr. Antonio Soto Vázquez, hombre sabio y bueno como pocos, al que sus alumnos, en secreto, le decíamos Ñico, pues así lo llamaba su familia, y nos sentíamos sus hijos, putativos pero hijos a fin de cuentas.
Cristian Valle, Betty Tovar, Carlos Duque y todo el equipo del CENAL atendió cada detalle, y lo que vimos y gozamos fue una fiesta, y de eso se trató, de celebrar, de disfrutar, no de sufrir al libro, ese objeto bello y palpable que se irá transformando, pero que no dejará de existir.
Los apocalípticos y los agoreros que anuncian la muerte del libro deberían saber que hasta nosotros, sus devotos más fieles, los que llegamos al extremo de olerlo, acariciarlo, de dormir con él, estamos disfrutando ya de la lectura en soporte electrónico, cuyas ventajas no se reducen a la posibilidad de cargar en un bolsillo el equivalente a la Biblioteca de Alejandría.
Los organizadores de la FIL, en sus diferentes sedes, deberían ir trazando estrategias para estimular el consumo de libros electrónicos y su oferta en los eventos de promoción de la lectura, fundamentalmente contribuyendo a la circulación de libros libres, de modo que se pueda establecer para adolescentes, jóvenes y toda la población un sistema similar al empleado con las laptop Canaimita, que hoy solamente cubren a los alumnos de la educación elemental y sus familias.
Disfruté la FIL, la estancia y las comidas con Emilio Jorge y Daniel García, los patacones y la conversada con Ariel Silva, de la Fundación Mario Benedetti, invitados por Cristian Valle, junto aquel lago que parece mar, y que pudiera ser un hermoso símbolo de lo porvenir, si sabemos y entendemos, de una vez y por todas, que los libros, tanto como el corazón y la cabeza humana, aunque parezcan no tener límites, lo tienen, y que es responsabilidad de cada uno y de todos los hombres y gobiernos horadar sus orillas para hacerlos más extensos, más intensos, más profundos.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-44193254654978670282012-10-14T16:48:00.000-07:002012-10-14T16:48:11.829-07:00Bajo un árbol de taparas VIII<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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Cuando llegué a Venezuela en 1991, en los otros viajes, o cuando vine formando parte del contingente de médicos cubanos que abrieron la Misión Barrio Adentro, no sabía que estaría alguna vez en los llanos. Por aquellos años el país se me redujo a los estados Lara, Mérida y al Distrito Capital.
En el 2003 regresé entre el miedo y la sorpresa. Sabía cuál era el territorio, más no dónde estaría mi casa. Y eso asusta. Mucho.
En el aeropuerto de Maiquetía no me esperaban, como en los otros viajes, ni en los sucesivos, cosas conocidas. No desembarcamos en un local lleno de pasajeros corriendo como hormigas, ni estaban las Señoritas de Rojo, diligentes muchachas cuya principal misión era guiar a los extraviados por pasillos, enormes e impersonales, hasta depositarlos en una nueva ventanilla, puerta de embarque o taxi. Llegamos a un sitio lleno de materiales de construcción, a través de los cuales nos abrimos camino. Solo estábamos los Guardias Nacionales y nosotros. Aquello más parecía un hangar en obras.
Atravesamos la pista, a pie enjuto, y llegamos hasta una mesa con televisor que hacia las veces de cabina de emigración, ocupada por un funcionario que nunca me miró a los ojos pues estaba más atento a un partido de béisbol entre el Magallanes y los Leones de Caracas que de su trabajo. Después entendí que el individuo hacía lo que debía, pues nadie debe perderse, por ninguna razón, un clásico, como sería en Cuba no disfrutar de un encuentro entre Industriales y Santiago, o ver jugar en su terreno a los Yanquis de Nueva York contra cualquier club de las Grandes Ligas. Los encuentros entre ambos equipos venezolanos son cosa de argolla y garabato, como diríamos por aquí.
En los parqueos del aeródromo me llegó el susto colosal, o más bien el terror. Ahí escuché, por vez primera, el nombre de la ciudad en la que viviría por dos años, y créanme que el nombrecito, a secas, no permitía otra emoción: Calabozo. Cárcel, mazmorra, potro de torturas, esbirros, soledades, rechinar de dientes. Cuántas cosas encerradas en una palabra. Calabozo.
Si alguien hubiera tenido más sentido común o piedad filial que prisa, hubiera pronunciado el nombre completo de aquel sitio: Villa de Todos los Santos de Calabozo. Sede archiepiscopal, asentamiento de la represa más grande de América Latina, zona arrocera colindante con el parque natural Aguaro-Guariquito, situada a un costado del río Apure, distante dos horas de San Juan de los Morros -capital estadal-, ciudad tranquila y polvorienta, provinciana como pocas y amable a su manera.
Otro puede ser el cantar, si se entona el verso completo. Pero las cosas son como son, y no como deberían ser.
No estuvimos en Caracas más que minutos, pronto salimos para nuestro destino. Los llanos de noche, vistos en una autopista, desde una buseta que avanza por caminos tortuosos, no son nada del otro jueves. Hay que verlos de día o en la oscuridad de la sabana, montado sobre una bestia, y sintiendo el agua bajo los pies. Otro gallo canta.
Recuerdo nada más que el paso por la Encrucijada – olor a arepa, cachapa y empanada- y una indicación de carretera que señalaba la distancia hasta un municipio llamado Girardot. Nada más.
En otros lugares he contado de mi estancia en Calabozo, de las personas que conocí y del amor que me nació. Pero debo renunciar a lo que no mueva los molinos del presente.
Permítaseme una digresión para hablar del cielo que está sobre esos lugares. Eduardo Saborit no sabía lo que decía cuando en su famosa canción, devenida himno, Cuba, que linda es Cuba, afirma, con otras palabras, que el azul del cielo de la isla no tiene competencia. Él no vio el cielo venezolano, en los llanos, cuando cae la tarde o al alba. No hay azul, ni oro, ni rojo, como aquellos. No hay cielo como el de mi segunda patria. No lo hay. Créanme.
Volvamos a lo nuestro.
María Romero, la más salía que un balcón, nació en Maracay, así que cuando siete años después de mi primer encuentro llanero, llegué a esa ciudad, de algún modo la conocía. Sentía la proximidad del Barrio de Santa Rosa, la enormidad de la Plaza Bolívar, o las malas pulgas de su beata, la Madre María de San José, que se conserva incorrupta, en una urna de cristal, cosa que, según Leonor Basalo - importante fotógrafa-, la convierte en la Bella Durmiente de los Llanos.
Nada conocía de la ciudad a la que entraba, así que todo transitó de la sorpresa a los gozos.
Una joven – Patricia- había escuchado sobre mi taller y quiso compartirlo con los suyos. Me dijeron que iría hasta el Municipio Girardot. Pero yo no recordaba ese sitio, o más bien en mi memoria era un anuncio en la carretera, partiendo de aquella encrucijada tan llena de olores y sabores. Mis amigos conocían la ciudad colombiana de Girardot y porfiaban que hubiera alguna de igual nombre en su país. Ellos deberían saber lo que afirmaban. No fue hasta que llegué que descubrí la identidad del sitio. El Municipio de marras es una entidad político-administrativa, un territorio, no una urbe; sólo que dentro de ese espacio está la ciudad de Maracay, capital del Estado Aragua.
Allí viviría los cuatro días que cambiaron mi mundo.
Antes de entrar al Museo de Antropología e Historia, donde sesionaría mi taller en las mañanas, dimos vueltas en el auto, guiados por un portugués amable, hasta que reconocimos el lugar. Vueltas al laberinto, encuentro de minotauros.
Nos esperaba un edificio necesitado de reparaciones urgentes, que sin embargo mostraba una belleza singular. Sólida arquitectura, desprovista de adornos superfluos, pero hecha para resistir el sol y los excesos de los llanos, sin perder armonía y elegancia. Soportales inmensos, amplios salones con patio central, bañados por la poderosa luz de estos lugares, albergando una valiosa colección de muestras de la cultura material precolombina, necesitada de rediseño en su museografía, de modo que pueda ser más atractiva y eficaz en su propuesta. El tiempo ordenador y las buenas manos de los responsables seguro harán su trabajo.
Todo estaba dispuesto, así que, casi sin sacudirme el polvo o saciar la sed, arranqué a hablar sobre Teoría de la Oralidad para un publico atento, joven, que me miraba como intentando descubrir por dónde iban mis fuegos. Me sentía observado por los ojos de una mosca. Ese órgano facetado, que encantaba a nuestro Lezama Lima, y que permite componer una imagen desde los ángulos más insólitos. Unidad en la diversidad.
Normalmente, cuando habla, uno es el que observa, mira el silencio del auditorio, y compone una fotografía, a la que le va añadiendo elementos visuales y táctiles que nos permitirán medir el grado de empatía o de penetración que alcanzamos. Pero esta vez toda estrategia fallaba, yo era la imagen.
Más que incomodidad sentía curiosidad, estímulo.
Hasta el final no pude saber de qué se trataba. Cuando estábamos tomando un refrigerio se me presentaron los muchachos, y fue ese el momento en el que se armó el rompecabezas. Resulta que la mayoría del público estaba integrado por los artistas del Colectivo Fotográfico del Estado Aragua d76, que fundara y dirige la maestra Leonor Basalo.
Había ido a bailar en la casa de los trompos.
Todo sucedió a paso veloz, como si supiéramos que debíamos aprovechar el tiempo presente, que era nuestro único tiempo posible. Me llevaron a ver una exposición con imágenes tomadas por ellos durante una de las fiestas populares más importantes del calendario celebratorio venezolano: Los Diablos Danzantes de Cata. Imágenes de una potencia extraordinaria, que conjugan precisión compositiva y destreza formal, cosa poco frecuentada y menos alcanzada en los predios del arte contemporáneo.
Generalmente estamos acostumbrados a cierto estilo, cierta maña a la hora de fotografiar, digamos que revisteril o turística, que comulga con la mirada y el ego del conquistador, del que invade los espacios de la Cultura Popular y la degrada convirtiéndola en folklore y no en reproducción y testimonio asombrado de una vida profunda, de un universo simbólico; pero d76 se va al otro extremo y logra, más que atrapar la ceremonia, vivirla. Estas fotos son una prolongación de lo que ocurre en el espacio físico y lúdico de los danzantes.
Interrogándolos, punzándolos, intentando descubrir el misterio de las imágenes de esta familia, llegué hasta el lugar donde se cocinaba la hermosura. Es que estos fotógrafos tienen alma y olfato, tienen oído atento, y para ellos lo más importante no es apretar el obturador, disparar, sino contemplar.
Muchos le temen a esa palabra porque entraña, cierta dosis de quietud, de inacción. Pero en este caso, como en todos los esenciales, la contemplación no es más que el camino para dejar que el otro ocupe el vacío que hemos abierto en nuestro interior, lo habite, lo complete, y entonces se produzca esa suerte de sobreabundancia, capaz de hacer brotar lo bello y lo útil, que necesariamente se derrama en actos concretos, en acciones con vida.
Fui hasta Aragua a encontrarme con la ciudad y sus ojos iluminados, y eso es suficiente como para que la vida se tuerza, se enrumbe hacia nuevos pastos, urbes, hacia otros cielos y otras tierras por venir.
Fui con ellos a un mercado, cuyo techo estaba tejido con mano maestra; descubrí el espíritu de algunas cervezas que me eran extrañas; y conversamos, sencillamente hablamos de quiénes éramos y de cómo mirábamos.
Ahora quiero volver, pero para escuchar los silencios de los danzantes de Cata, llevado por los ojos de d76, guiado por ellos, que resultaron ser más intensos y extensos que los de Virgilio, aunque yo no sea más que el reflejo de un tiempo al que llamarán antiguo y no el Dante.
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Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-49129621217348262062012-10-14T16:43:00.000-07:002012-10-14T16:43:22.270-07:00Bajo un árbol de taparas VII<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-WCZu2c_LFEY/UHtN7_g0ZwI/AAAAAAAAAZY/Qxny6hKsx4Y/s1600/Casa%2Bde%2BCampo%2BGB.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="268" width="400" src="http://1.bp.blogspot.com/-WCZu2c_LFEY/UHtN7_g0ZwI/AAAAAAAAAZY/Qxny6hKsx4Y/s400/Casa%2Bde%2BCampo%2BGB.jpg" /></a></div>
Hicimos un alto en el camino. Nos detuvo la visión de una posta inesperada: Cuentos del arañero, que contiene historias diversas, contadas por Hugo Chávez durante las más de trescientas emisiones de su programa radiotelevisivo Aló, presidente, que convocaba a tirios y troyanos en aquel país, los domingos, a la hora de la sobremesa del almuerzo, y que bien podía extenderse hasta la cena. Alguna que otra vez llegó hasta bien entrada la noche. Sustancia había para el relato.
Aquel fue un espacio de privilegio, que ojala regresara junto con la fortaleza plena de su protagonista, pues era un importante medio para sostener y profundizar el intercambio que el mandatario mantiene y que está en la raíz de su proyecto político y cultural.
Pasadas las elecciones del 7 de octubre, y consultadas las cifras preliminares, sabemos que el 54,42% de los venezolanos votaron por la continuidad del proceso bolivariano, a pesar de la guerra mediática, la zapa oligárquica y los errores cometidos desde su propia tolda. Para haber logrado tal exito es fundamental la obra, lo palpable, es decir, lo que se pueda comer, tocar, disfrutar, pero también se asienta y sostiene en la comunión de los relatos de vida del ser humano que es Hugo Chávez, hombre bisagra, que logra articular la historia personal, las historias colectivas y la Historia.
No olvidemos que la batalla está y estará siempre en multitud de frentes, y que no se debería abandonar la frontera de los imaginarios, de lo simbólico, o dejarla a la buena ventura.
Pero lo prometido es deuda, y hoy, aún cuando quisiera seguir escribiendo la crónica de una victoria anunciada, tengo que regresar a la narración de mi resiente viaje a Venezuela.
Esta semana llegaremos a la casa de campo de un militar y político caraqueño, de un dictador del tipo de los tiranos hacedores de megaproyectos: Antonio Guzmán Blanco. No nos detendremos en su figura pues lo sabroso del relato no descansa en él, sino en lo que ha terminado siendo su morada. El difunto se debe remover en la tumba, quizás azufrada y ardiente, vaya usted a saber, pues lo que fuera un bucólico refugio familiar es hoy un espacio para la cultura y el desarrollo de amplios sectores populares.
Seguramente, para el gusto de aquel personaje, demasiados “patas en el suelo” caminan sobre el tablado de sus pisos, se asoman a sus portales, o disfrutan de la frescura que dan a la mansión los puntales altos y las tejas rojas. Esta casa es hoy albergue de talleres, de proyectos, de sueños compartidos, por los habitantes de la parroquia de Antímano, de sus cerros profundos, en los que, al decir de un amigo, aún está pendiente “la entrada definitiva de la revolución”, pues esta es una zona en la que se acumulan deudas sociales tan antiguas y profundas que no podrían ser resueltas en los trece años de gobierno popular, por mucho que se hubiera apostado en ese empeño. Tiempo al tiempo, y trabajo.
El hecho de que la propiedad de un dictador sea Casa de Cultura popular, que allí vaya la gente a crecer y a soñar, es ya un gran paso. Quizás el primero de ellos, pero ya sabemos que sin este no existirían los otros.
A mi, fuereño, por mucho que sienta en mi piel a la Venezuela, seguramente se me escapan matices o destellos esenciales a la hora de ver y describir la realidad de aquel país, sin embargo, al convivir entre ellos, al escucharlos, al intercambiar puedo descubrir y sentir algunos elementos que a otros viajeros seguramente se le escapan.
En taller de la casa de campo, convergieron jóvenes ansiosos de saber, personas que venían por herramientas que les permitieran ser más eficientes y atentos en sus trabajos, maestros interesados en perfeccionar estrategias pedagógicas, trabajadores que pretenden interactuar en los predios de la Cultura popular, y lideres políticos comunitarios. Estos últimos de muy diverso tipo, pues me encontré algunos de tendencia radical, empeñados en aplicar recetas y manuales; otros que pretendían ignorar la experiencia extranjera, con cierta vanidad; hasta los más orientados y sabios, que estaban abiertos a nuevos conocimientos, pero siempre intentando escoger, elegir, lo que más se acercara al alma venezolana, a la historia y la experiencia, a la practica y al sentir de sus compatriotas. Seguramente con estos últimos me sentí no sólo más cómodo, sino que más identificado. Confiemos en que el chovinismo o ese espíritu de “aldeano vanidoso” sea vencido por la racionalidad y por los relatos populares.
Insisto en los relatos, en las historias contadas y vividas, porque existe la tendencia a dejarlos a la buena de Dios. No basta con aprender a leer y a escribir, hace falta aprender a contar, a narrar nuestros propios cuentos, a escuchar. De la misma forma en que “el arañero”, “Tribilín”, aprende y cuenta su historia, y la hace desembocar en la Historia, para construir y levantar, para solidificar y componer el cuerpo social de un país, hace falta que los actores populares recuperen su palabra, la Palabra.
Cuando narraba en los talleres, en la casona dictatorial y en los otros espacios, las antiguas versiones de los cuentos populares, los talleristas descubrían los mecanismos de manipulación a la que estos fueron sometidos. Primero los infantilizaron, luego los ruralizaron, para finalmente convertirlos en relatos neutros, inofensivos, incapaces de dar cohesión al cuerpo social. Los cuentos populares, si seguimos la ruta de Disney, terminan siendo el verdadero opio de los pueblos.
La semana próxima cambiaremos de aire y de ciudad, nos adentraremos en los llanos, en busca de la imagen de los relatos.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-51035903590603987342012-10-14T16:36:00.000-07:002012-10-14T16:38:20.054-07:00Bajo un árbol de taparas VI<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-9e0OOdxBc-g/UHtMZ0owWWI/AAAAAAAAAZA/WaStQMN1sGE/s1600/Venezuela%2B002.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="300" width="400" src="http://1.bp.blogspot.com/-9e0OOdxBc-g/UHtMZ0owWWI/AAAAAAAAAZA/WaStQMN1sGE/s400/Venezuela%2B002.jpg" /></a></div>
Hablamos en varias ocasiones de la irónica y trágica muerte del Venerable José Gregorio Hernández (Trujillo, 1864-Caracas, 1919), cuyos restos están hoy en la Iglesia de la Candelaria, después de descansar en el Cementerio General del Sur, y que es tenido como santo por el pueblo de venezolano. El eminente médico murió el 29 de junio a la salida de una farmacia situada en la esquina de Amadores, en La Pastora, donde había ido a comprar un remedio para uno de sus pacientes pobres. Fue atropellado por el único automóvil que circulaba por las calles de la Caracas de entonces y falleció al golpearse la cabeza contra el contén de la acera.
Algunos dicen que este accidente o la presencia de su imagen en cultos sincréticos afrovenezolanos ha detenido o demorado su proceso de beatificación y luego de canonización; más esas son especulaciones sin asidero pues se conoce que solo excepcionalmente la Iglesia Católica abandona su reserva alrededor de santidades, apariciones y milagros. Como extraordinaria se tiene la canonización de San Francisco de Asís, dos años después de su muerte, o la casi inmediata beatificación de Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, pues lo más frecuente es que pasen hasta siglos antes de que la jerarquía católica apruebe estos procesos, que están en manos de la Congregación para la Causa de los Santos, conocida desde siempre por su lentitud, cautela y paciencia. Ante la eternidad no hay apuros, parecen gritarnos desde Roma.
A unos metros de esa esquina, en la que hay una tarja de mármol en memoria del venerable, se encuentra el Museo Arturo Michelena, sitio memorial dedicado al eminente pintor del siglo XIX. Allí desarrollamos la segunda fase de nuestro ciclo de talleres de Teoría de la Oralidad. Como he aprendido a disfrutar cada sitio y cada segundo sin mirar atrás o adelante, estaba abierto a la sorpresa y realmente fui encantado y atrapado por muchas razones. La caminata, la conversación amable y la simpatía de mis compañeros de aventura hubieran sido suficientes para continuar con mi euforia caraqueña, pero ya al final me colmaron en espacios que no esperaba.
Entre los asistentes al taller estaba un atento y juvenil anciano llamado Alejandro Moreno. Fuerte y vital, discreto, esperó al último día para regalarme el libro Historias del Polvorín y la cuarta calle, Premio Aquiles Nazoa de Literatura oral, 2011. Resulta que él, junto a Justo Barreto, era uno de los informantes de aquella obra y Livia Montes, la autora. Precioso libro que ilustra la vida en una de las quebradas más combativas de la ciudad capital. Texto útil que recoge la memoria y la voz populares.
Su autora había sido mi alumna del Barrio 23 de Enero, más allí no me dijo nada de su trabajo ya premiado, impreso y bautizado. Discreta y buena, atenta a cada gesto y palabra, Livia Montes había preferido el anonimato, pues en el fondo, ella siente que esa no es solo su obra sino que es del colectivo. Y tiene razón, pero también deberíamos dejar atrás la idea romántica del “genio popular”, reconociendo y sabiendo que el “pueblo”, en tanto colectivo protagónico no es capaz de relatar o de escribir su historia sino de hacerla. Es necesario que existan dueños de la palabra, de la palabra popular, constructores y organizadores del saber colectivo, y eso es ella, para que estos relatos sean hechos tanto escritos como de viva voz.
Livia Montes es uno de esos dueños de la palabra. Todavía estoy en deuda con ella pues no le dije en persona estás cosas ni respondí a la invitación que me hizo para que fuéramos a conversar y tomar cocuí, bebida espirituosa de fabricación nacional, que cada día recibe más la aprobación de los contemporáneos, sorprendidos por el descubrimiento tardío de una bebida ancestral.
Como vieron La Pastora, con su aliento colonial y pausado, es una especie de remanso en el que también la Venezuela vibra y vive. La semana próxima estaremos en la quinta de un dictador a ver como van las cosas por esos lugares.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-41293642998138621282012-10-14T16:33:00.000-07:002012-10-14T16:33:05.601-07:00Bajo un árbol de taparas V<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-nmL175vpfMU/UHtLlsv6bJI/AAAAAAAAAY0/Ih4fwbvXv_g/s1600/200px-Pintura_Dr_Jos%2525C3%2525A9_Gregorio_Hern%2525C3%2525A1ndez2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="300" width="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-nmL175vpfMU/UHtLlsv6bJI/AAAAAAAAAY0/Ih4fwbvXv_g/s400/200px-Pintura_Dr_Jos%2525C3%2525A9_Gregorio_Hern%2525C3%2525A1ndez2.jpg" /></a></div>
Han pasado los días, ya más de un mes, y aún me dura la alegría de haber regresado a Caracas, a Venezuela. También se extiende el gozo de saber que tengo dos Patrias.
Durante mi segunda semana en Caracas, pasados los aires renovadores del Barrio 23 de Enero, entré en una dimensión otra, que me proporcionó una mirada distinta, diversa, de la ciudad y sus gentes, esa que viene de un ámbito más colonial, más antiguo, que recuerda el paso del tiempo por la urbe. La modernidad constructiva de Parque Central, el recorrido subterráneo en el Metro, y descender por la zona de las Torres del Silencio, también intervenida, me hace ver una ciudad de múltiples olores, colores y sabores. Edificaciones de muy diversos estilos se mezclan en una disparidad que signa el entramado urbano y hasta la espiritualidad de sus gentes. Esta es una ciudad al mismo tiempo del siglo XIX que de los anteriores. La restauración de las cercanías de la Plaza Bolívar – muy colonial- y de las zonas peatonales del Silencio – de inspiración brutalista- hace que uno presienta sucesivas capaz de saberes, sueños, y obras.
Debía seguir mis talleres en la zona de La Pastora, en el Museo Arturo Michelena. Mis acompañantes me sugerían ir en taxi o en ómnibus, pero al preguntar la distancia a recorrer decidí que mejor nos íbamos andando. En tren hasta Metrocenter y de allí por la Avenida Baralt hasta las cercanías del sitio, una esquina popular donde debería desviarme hasta encontrar el lugar donde fue atropellado y murió José Gregorio Hernández, médico venerado como santo a pesar de la no oficialización de su canonización por la Iglesia Católica, para unos metros después desembocar en el Museo.
Para llegar hasta allí debía pasar primero por debajo del Puente Llaguno, que se hizo muy conocido durante el golpe de estado del 2002, por haber sido un centro de resistencia popular, además de foco de atención de la prensa internacional que convirtió a un grupo de defensores de la democracia en asesinos, al manipular abiertamente la edición de las tomas. Cuando usted ve las imágenes de la “gran prensa” se encuentra a un grupo de chavistas que disparan a una indefensa marcha opositora; cuando lo que en realidad ocurrió fue que los defensores del puente eran atacados por francotiradores y la Policía Metropolitana - la del Alcalde Peña- y delante de ellos había sólo carros policiales y una avenida vacía, pues la dirigencia opositora desvió la marcha hacia el Palacio de Miraflores, aún cuando sabían que los simpatizantes del presidente Chavéz estaban ahí y no se podía garantizar la ausencia de brotes de violencia entre ambos grupos. Tuvimos que ver el desmontaje que se hizo de la filmación en el documental La Revolución no será trasmitida para poder descubrir el juego macabro que convirtió en victimarios a las victimas, dando continuidad a la estrategia de criminalizar la lucha popular donde quiera que esta se manifieste.
Durante cinco días rememoré la historia resiente de Venezuela. Estuve en lugares y me encontré con sus verdaderos protagonistas: los caraqueños de a pie. Esos ciudadanos que hacen la ciudad mientras ella, a su vez, los moldea.
El Museo Michelena es una institución dividida en dos edificios, nosotros nos encontramos en la parte dedicada a la extensión cultural.
Como siempre sucede, susto y alegría me acompañaron en este comienzo, aunque tuve la suerte de que algunos amigos del Barrio 23 de Enero decidieron pasar nuevamente el Taller de Oralidad, ahora en condiciones más formales, con proyectores, computadoras, aire acondicionado, etc. Ellos me arroparon, y desde el comienzo en La Pastora se hizo la fiesta.
Cada encuentro tuvo su signo. El árbol de taparas, de güira, sin embargo, lo fue conformando todo. La semana próxima les contaré detalles. Nuevas sorpresas y descubrimientos, está vez en la parte vieja de una ciudad que está en el futuro.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-92084502975742214252012-10-14T16:28:00.000-07:002012-10-14T16:28:47.113-07:00Bajo un árbol de taparas IV<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-3OZ8z8mNoBM/UHtKJcYpO8I/AAAAAAAAAYo/zFJo-lXNEHY/s1600/Venezuela%2B004.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="300" src="http://4.bp.blogspot.com/-3OZ8z8mNoBM/UHtKJcYpO8I/AAAAAAAAAYo/zFJo-lXNEHY/s400/Venezuela%2B004.jpg" /></a></div>
El 23 de Enero es un barrio que tiene al norte la Vida. Uno de las pruebas más evidentes de lo que afirmo es la difusión de abundante “material simbólico”, leyendas urbanas que enriquecen el imaginario de esa comunidad peleadora, que no ha dejado de darse siempre momentos de alto vuelo poético.
Todas las tardes, después de almorzar, tomaba el metro y luego ascendía por tres larguísimos y empinados tramos de escalera. El primero de ellos me llevaba hasta el fondo de unos edificios, que nuevamente cuentan con ascensores y largas tuberías para el manejo de los residuales domésticos; después entraba en una zona, pegada a una carretera, con edificios y comercios, algunos manejados por la Fundación Alexis Vive, y, por último, subía hasta una iglesia de Franciscanos Menores que me llevaba hasta una plaza donde estaban un teatro, la biblioteca y nuestro árbol de taparas. Allí me esperaron puntualmente mis amigos del barrio durante cinco días, atentos a cada palabra, a cada gesto y siempre correspondiendo, mediante preguntas y atinados comentarios.
Entre nosotros hubo un pacto de intercambio solidario. Sin palabras, pero bien cumplido, pues así son los acuerdos de la gente de bien. Puro trueque pueblerino. Yo contaba mis historias, mis “teorías” y ellos me apuntaban las suyas.
Como hablaba constantemente de José Humberto Castillo, El Caimán de Sanare, uno de ellos me trajo de regalo Sin decí una garra`e mentira (cuentos orales), libro editado por la Fundación Editorial el perro y la rana, que comentaré en otro momento por el valor excepcional del texto, y me contaron las historias del Árbol de los Peluches y del Camión de las Muñecas.
Un matrimonio que paseaba con su hijo en carro, por el barrio, y chocó contra un árbol. Los padres salieron ilesos, pero el niño no. Ya en el hospital la madre fue hasta aquel mismo árbol y le pidió que le mandara al niño su fuerza, su sabia, su aliento de vida; que si el niño vivía ella colgaría en una de sus ramas su peluche preferido. El niño vivió y la madre cumplió la promesa. Desde entonces cuando alguien tiene un enfermo grave, una mujer que no sale preñada, una que quiere parir bien, va hasta ese árbol y le prometen peluches. Por eso ahora está lleno de enormidad de muñecos.
Actos de fe sencillos, de esperanza, de creencia en el poder de la Vida sólo pueden germinar en buena tierra, y el 23 de Enero lo es. Allí además, entre otras muchas, se cuenta la historia del Camión de las Muñecas. Su dueño se enamoró, tarde pero bien, y tuvo una hija. Era un hombre feliz hasta que en un accidente murieron su mujer y la niña. Él manejaba el camión, y allí murieron las dos personas que más amaba. Quizás por sentimiento de culpa, o por impotencia, o por buscar consuelo -quien puede saber o juzgar, como a la mujer le gustaban las muñecas, él primero colgó en el camión las suyas, pero luego fue colocando otras; unas se las regalaban, a otras las encontraba, no importaba si eran “toas choretas” o mutiladas, solo importaba que fueran muñecas para que él las amarrará a su carro. Desde entonces se puede ver por esos lugares un camión del que cuelgan cientos de muchachas de plástico.
Tendría que volver al barrio, estar con ellos más tiempo, escucharlos más. Me faltó tiempo, aunque no disposición de espíritu. Ojala pueda regresar a que me cuenten, quizás hasta podríamos escribir un libro juntos. Volvería a ser feliz, como lo fui con ellos. No solo escuchando sus historias, sino comiendo sus deliciosas golosinas, o sencillamente viéndolos sonreír.
¿Cómo alguien se atreve a dudar de que Caracas es una ciudad otra, nueva? Suba las escaleras del 23 de Enero y esté atento, escuche. Póngale corazón a Caracas.
No ha terminado mi homenaje a la ciudad. Seguiremos en las próximas semanas, pasito a paso, sin vestido de raso, acabado de coser, porque… Hay mucho calor en La Habana… y en Caracas.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-479674570477279932012-10-02T17:52:00.001-07:002012-10-02T17:55:21.712-07:00Chávez: la raíz y el hombre<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-kF9ZLZupRjQ/UGuLaEQ-jgI/AAAAAAAAAYU/QiSxKeJqbvw/s1600/cuentos-del-aranero.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="300" width="300" src="http://4.bp.blogspot.com/-kF9ZLZupRjQ/UGuLaEQ-jgI/AAAAAAAAAYU/QiSxKeJqbvw/s400/cuentos-del-aranero.jpg" /></a></div>
Amo a Venezuela y su gente, por eso la pienso y convierto en visiones y tanteos, en palabras. Advierto que no soy sociólogo o historiador, tampoco pretendo hacerme pasar por tales - dar gato por liebre- aunque, por momentos, interprete sucesos y personas, puestos en situación histórica. Aún en esas circunstancias, no dejaré de ser nada más que uno que mira y da testimonio. Contemplo y hablo.
Soy un escritor, un hombre que piensa, una conciencia que critica y no “la conciencia crítica”. Todo cuanto diga será nada más que recuerdos, apreciaciones, que pueden o no coincidir con las de los especialistas o con la de algunos compatriotas, pero pretenden ser coherentes y fieles.
Me responsabilizo. Se que la libertad exige tal precio.
Soy uno que ama, aunque hay amores que matan, según dice el refrán común. Intentaré amar sin matar.
Este es el país que yo conocí. Llegué a Caracas, por vez primera, en septiembre de 1991, a más de un año del Caracazo, que ya sabemos fue una respuesta desorganizada y sin liderazgo visible de una clase popular explotada hasta el hartazgo, pero que hizo visible su despertar, anticipándose a la indignación, tan de hoy día, únicamente que mediante un revuelva que fue la expresión más clara de la actualización y refundación de su bicentenaria vocación de lucha.
Viví en el país, y lo he visitado en innumerables ocasiones durante más de veinte años. He escrito acerca de los palpables signos de desorden, descomposición social y caos en la Venezuela de la IV República.
La burguesía media-alta, antes de 1998, añoraba a otro Marcos Pérez Jiménez, o a cualquier dictador que pudiera devolverles la gloria perdida. Comenzaba a descubrir que, como clase, estaba desapareciendo, que perdía cada vez mayores porciones de la torta y que necesitaba hacer algo sino quería entrar en la categoría de los extintos.
Ese hacer, ese actuar, parecían trasferirlo a los “pata en el suelo”, con la secreta intensión de que, una vez obtenidos los cambios, poderlos manipular a su antojo y usurparles los resultados, o, en última instancia, darle a los militares la misión de hacer lo que no podían o querían, con la esperanza de que, una vez tomaran el poder, se retiraran a los cuarteles o implementaran un régimen al estilo de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet en el Chile de 1973.
La burguesía media, en general, sin guáramo, reconocía que había perdido potencia, empuje, estaba llena de complejos, pues sabía que no tenía fuerza transformadora acumulada ni capital social fresco que ofrecer. Todo lo había perdido en su estéril combate con la oligarquía – dueña y señora del poder-, tratando de rellenar la brecha entre ambas, vertiendo en ella, no su capacidad y potencia revolucionaria o conocimientos y habilidades, sino un conjunto de cachivaches programados para morir, comprados con tarjetas de crédito, por lo que se conformó con la adopción de una cultura sifrina, es decir, la de la Sifrinita de Caurimare, aquel popular personaje de telenovela que tan bien los retrata como grupo: ridículos, ostentosos, vulgares, amigos del plástico y la chatarra, lectores de best seller y no consumidores de Cultura; títeres por vocación cuando pretendían ser actores; en fin, se conformaron con la condición de nuevos ricos, solo que ahora dependientes y venidos a menos, pues su nivel adquisitivo cada vez se hacia más precario.
La clase media venezolana me recordaba a la nobleza española del Siglo de Oro, claro está, que a los de cuna y no de fortuna, los Grandes de España que no tenían ni una perra en el canuto, pero preferían aliarse a los pícaros o ser victima de ellos, antes que poner las manos en cualquier obra.
Ya sabemos que a la burguesía le cuesta trabajo hacer cosas con las manos, ella se siente llamada a dirigir, controlar y reproducir su capital, más deja al sudor ajeno la obtención de la plusvalía, que es su fuente, su manadero. Esta versión venezolana de la clase media no es uniforme, como en todo lo humano. Hay también, ¿por qué negarlo?, un sector de la burguesía media profesional y del empresariado que se empeñó en avanzar contra corriente, apostando por el trabajo y la reproducción del capital, aunque pronto se convirtieran en victimas de un sistema de depredador que rechaza la existencia de productores y productos reales.
Por aquellos años yo sentía, percibía, y claro que esto es muy subjetivo, una tendencia mayoritaria a crecer dependiendo de la economía de servicio y del petróleo, con la consabida estimulación a la importación y el consumismo, antes que dirigida hacia la exportación diversificada y la racionalidad, que equilibrara la balanza comercial y solidificara la macroeconomía, haciendo posible políticas más humanas y justas de distribución de la riqueza.
Por otro lado, esta misma clase, o sus sectores más sanos y patriotas, estimulaban a la reafirmación de la venezolanidad. En esta posición le acompañaba la mayoría. Solo que recuerdo que la campaña mediática por la reafirmación nacionalista se centraba en la promoción del hábito de consumir arepas, jugar dominó, bolas criollas, arpa, cuatro, maracas y concursos de belleza, estos últimos introducidos y controlados por cubanos emigrados a partir de 1959, muy relacionados con los sectores más conservadores del llamado “exilio tradicional” de Miami.
En algunos lugares, como en Barquisimeto, Estado Lara, vi la recuperación de auténticos valores como la tradición del garrote tocuyano –arte marcial criolla-, la música venezolana de concierto o la promoción de los relatos orales nacidos del pueblo y sus portadores activos, como José Humberto Castillo, El Caimán de Sanare; o en la capital del país la obra del Maestro José A. Abreu en el sistema de orquestas sinfónicas y la narración patriótica desde Rajatabla; o los teatros experimentales y juveniles extendidos por todo el país.
Yo intuía que la burguesía media quería cambios, que los necesitaba para sobrevivir a la avalancha neoliberal, pero sabía que, como clase, temían que la “medicina” podría salírseles de control e incorporar el “daño colateral” de la transformación de una reforma en revolución. Tal cosa tenían que evitarla. Por eso, algunos sectores, celebraron el alzamiento cívico-militar del 4 de febrero de 1992. Hugo Rafael Chávez Frías podía ser el nuevo Marcos Pérez Jiménez en su imaginario. Escogieron mirar a sus sueños y necesidades, renunciando a la realidad. El militar amotinado les dio un aviso que ellos decidieron ignorar: ¡Por ahora!
Ese fue un movimiento breve, de raíces profundas. Chávez le advirtió al pueblo que era nada más que el comienzo, un gesto de anticipación, mostró que no se trataba de una escaramuza de militares descontentos o ambiciosos y que su proyecto no se conformaba con la toma del poder sino que haría temblar al país hasta “la oscura raíz del grito”.
Los sectores populares tuvieron oídos para oír, y ojos para ver. La burguesía vanidosa prefirió narcotizarse e intentar alianzas y compra-ventas. Recuerdo a un ilustrado ancianito que pretendió confundir al comandante, tratando que este, ya en el poder, reafirmara en sus sueños a los sectores de poder económico y se convirtiera en un presidente más, que tratara a su pueblo como carneros o como papagayos de feria. El resultado ya se sabe, el pobre señor optó por mover los hilos en las sombras, discretamente, pues el militar, ahora civil y primer mandatario, sacó su fibra bolivariana y lo mandó a paseo.
Nunca entendí, ni aún hoy, como es posible confundirse de manera tan radical. Hugo Rafael Chávez Frías tiene la virtud de la transparencia. Frente a él, ni siquiera hay que esforzarse en la interpretación de entrelineas, pues no las tiene. Todo en Chávez es claro, hasta en sus excesos y errores, desmesuras y destemplanzas. El presidente es, y lo demás, puras palabras. Es raíz y hombre. Es.
La derecha ve como flaquezas sus puntos invulnerables, la izquierda se desconcierta, pues no está totalmente preparada para entender la cultura popular y el “alma llanera”. El comandante es un salto histórico y una singularidad en las fuerzas progresistas y revolucionarias. Es la anticipación de lo que vendrá.
En estos días Vadell Hermanos Editores ha publicado uno de los documentos más significativos e importantes para entender el “fenómeno Chávez”, uno de esos libros-pórtico, que no debían interesarnos únicamente por lo rara de su propuesta sino porque contiene las claves para entender una realidad y un universo que le supera, que salta de sus páginas y penetra todos los terrenos posibles hasta proporcionarnos una visión de un país, un líder, un pueblo y una realidad concreta.
Si leemos Cuentos del arañero, compilado por los periodistas Orlando Oramas León y Jorge Legañoa Alonso, como una biografía novelada, un libro de memorias o una antología de relatos orales, puede que nos resulte conmovedor y simpático, hasta que sea una experiencia estética imborrable, pero estaremos renunciando a saborear otras porciones tan sustanciosas como estás.
La derecha política, que puede balancearse entre la chabacanería ignorante, el discurso académico inentendible o el reduccionismo, y la izquierda, tan amiga de la retórica clásica o el discurso de barricada, se desconciertan ante el presidente Chávez, que sin dejar de ser un estratega, un pensador, un organizador y un líder, exhibe una obra múltiple en sus recursos y resulta estar en consonancia con el alma de su patria.
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela no esconde su humanidad, sino que hace evidente sus raíces, sus horcones fundacionales: la Familia, el Ejército (cuerpo y escuela de lealtades y sacrificios), y la Cultura Popular (tanto material como espiritual, la venezolanidad); todo imbricado de tal manera que entendemos la sustancia de su actuar y sus proyecciones de futuro, sin distorsiones, es decir, directamente, a través de su discurso, de su manera de ser y de estar, de su conducta no verbal, pudiéndose entender de inmediato el ligamen entre el líder y sus bases, entre el proyecto que se gesta en las alturas del poder y el que se viene forjando entre la gente común.
Este proceso de unidad e intercambio ha pasado por diferentes etapas, e incluso ha superado la prueba de fuego de la guerra mediática, paros empresariales, golpe de estado, saboteo parlamentario, desconocimiento de resultados electorales o derrota en las urnas, “güarimba”, abstención, ineficiencias, corrupción, deserciones, conspiraciones, traiciones, asesinatos, importación de paramilitares, la mentira y el doble rasero, así como el intento de sembrar la imagen de un presidente vulgar, autocrático y egocéntrico.
A partir de las más de trescientas emisiones de Aló, Presidente, programa radiotelevisivo en el que Hugo Chávez se comunicaba con la población, estos dos periodistas cubanos fueron descubriendo y entresacando pasajes, fragmentos, en los que el mandatario se refería a su vida personal, y, sorprendentemente, en ellos uno puede descubrir que su trayectoria es la de un ciudadano común, solo que este participa como protagonista en episodios excepcionales de la historia del país, entre otras razones, por su condición y origen de clase, pero evidentemente porque está dotado de una sensibilidad excepcional para leer y vivenciar su historia y la Historia.
En Cuentos del arañero uno puede entender a la Venezuela de los últimos cincuenta años, nada más que siguiendo la vida de este ser humano, nacido en los llanos barinenses, que aprendió a hurgar en sus raíces y encontró modos para que esos lazos se extendieran más allá de su pequeño espacio-tiempo y se imbricaran en la historia bolivariana, que es el relato más fiel de la independencia y la conformación del espíritu de aquella nación.
Este libro, que también se puede encontrar en su versión electrónica en el sitio Cubadebate, constituye un tratado de sabiduría y gracia popular, un resumen de las raíces y la personalidad del llanero y del venezolano, un testimonio, de primera mano, de un hombre que se supo construirse a sí mismo, sabiendo que ese era el modo primero de hacer patria.
Dice Jesús de Nazaret, tan admirado y querido por el presidente, que “de la grandeza del corazón habla la lengua”, y como lo que hoy se lee, en su momento fue dicho y escuchado, podríamos afirmar, sin exageraciones ni extravagancias, que por Hugo Chávez y su grandeza hablan estas palabras. En ellas encontramos además el carácter constructor y revolucionario de la fe cristiana encarnada en las personas y los pueblos, hacemos un paseo por sus “poderes creadores”, o descubrimos una escuela otra para formar hombres de bien que no renuncia a exagerar sobre el tamaño de los caimanes y las culebras, que tiene la manía de rellenar las historias, o vemos a un hombre que se conduele del dolor donde quiera que este brote, o que es capaz de ir formando y forjando almas en medio de un cuerpo castrense a punto de morir, recuperándolo en su verdadera dimensión y papel dentro del concierto nacional, o lo palpamos devolviendo a la paternidad su papel forjador y su capacidad de dar y recibir amor, desde la ternura y la varonía.
Largo sería el comentario si seguimos cada una de los derroteros que nos anuncia y propone Cuentos del arañero. Sirva esta aproximación, mínima, para incitar a su lectura y reafirmar la validez de los saberes populares cuando estos se encarnan en un proyecto de vida encaminado, por elección y vocación, al bien común.
El presidente Hugo Rafael Chávez Frías no necesita de la enfermedad y la muerte para levantar devociones y seguimiento, él fue educado por su pueblo y le regresa su sabiduría y su sabor multiplicados; por eso no nos descubre la empanada, ni la cachapa, ni la arepa, ni el agua de papelón, ni la araña o el dulce de lechoza, no nos pone en la mesa una ayaca de mentiras o hace sonar el joropo para atraer ingenuos y adormecer a los borrachitos en tiempos de elecciones, o se dispone a batir el barro con fines espurios, pues él ya conoce su medida.
Chávez cree en los mismos poderes en los que creía Aquiles Nazoa, que habitan en las casitas de cartón de Alí Primera, o cree en los que entonan cantos de ordeño en la sabana, cuyo cielo exagera el azul, el rojo y el dorado hasta humillar al verde, escondiendo a los misteriosos babos y a los juguetones chigüires, y que acaricia la panza de las bestias y la polaina de los centauros. Él sabe de la paciencia con la que se preña un país hasta verlo convertido en patria bonita.
¡Salud arañero! Bienvenido a la fiesta de la Palabra.
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-48066992953374091842012-08-31T14:36:00.000-07:002012-08-31T14:36:59.820-07:00Bajo el Árbol de Taparas III<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-GZQycY-aqBM/UEEt7yMh8AI/AAAAAAAAAXc/dT1sSDsXMMM/s1600/Venezuela+002.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-GZQycY-aqBM/UEEt7yMh8AI/AAAAAAAAAXc/dT1sSDsXMMM/s320/Venezuela+002.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llueve, afuera llueve, y recuerdo
una tarde caraqueña, junto a Emilio <st1:personname productid="Jorge Rodr■guez" w:st="on">Jorge Rodríguez</st1:personname> y Daniel García, mis compañeros de
aventura, caminando por La Candelaria, en medio de una llovizna pertinaz. Éramos
llevados por Mirna, nuestra culta y generosa guía. Mujer que ama a su ciudad y <st1:personname productid="la conoce. Tambi←n" w:st="on">la conoce. También</st1:personname> la
sufre. Vemos gentes por todas partes, en el apuro por librarse de la lluvia,
pero no espantados por un acto de violencia, tan comunes en la primer y sucesivas
Caracas que he ido viviendo y reconocido. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Algunas
pensarán que no me pareció agresiva la ciudad porque no me agredieron, y eso
puede ser, también puede ser; pero algo ha cambiado, ahora es una ciudad más
incluyente, más de sus gentes y para ellas. Me gusta pensar que esta urbe en
los próximos años será un modelo de convivencia, un santuario para seres humano diversos y armónicos. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Confieso
que había olvidado que cosa era ser feliz, y allí volví a sentir la felicidad a
chorros, la simple felicidad de despertar y estar vivo. No ocurrió nada
excepcional, nada de esas cosas que reconocemos como motivos para sentirla. Fui
yo, y eso bastó. Me sentí querido, respetado, tomado en cuenta, sentí que me
escuchaban personas a las que era útil y placentera mi palabra. Sólo estábamos
Caracas, la nueva, y yo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Uno
de los motivos más intensos para esta percepción nació de mi contacto con las
gentes del Barrio 23 de <st1:personname w:st="on">Ene</st1:personname>ro, de
mala fama y peor estampa durante mucho tiempo. Ahora empieza a renovarse, y al
conocer su gente hasta yo me remocé. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aquella
<st1:personname productid="es una comunidad" w:st="on">es una comunidad</st1:personname>
rebelde, auténtica, constructora y especialmente conciente de su ser, una
colectividad que desde siempre decidió vivir para si. Ideada por la megalomanía
constructiva del último de los tiranos públicos venezolanos, fue ocupada, y
trasformada por su gente. Allí se movieron las luchas guerrilleras de los años
sesenta y las luchas urbanas y obreras que prepararon, que están en la raíz,
del Caracazo contra el neoliberalismo, del
alzamiento del 4 de Febrero y después de la revolución bolivariana, empoderada
desde 1998 hasta hoy, resistiendo güarimbas, golpe de estado, acoso mediático y
quinta columna interna. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En
la Venezuela del Pacto de Punto Fijo, la post-pérezjimenista, la derecha
internacional y sus lideres norteamericanos ensayaron la teoría de la seguridad
nacional, el neoliberalismo en economía, la guerra mediática, el
neocolonialismo político y un lento, cuidadoso y aplastante proyecto de
criminalización de la protesta social, entre otras muchas barbaries, sólo que
en medio de una democracia formal, con elecciones y alternancia de partidos en
el poder. En la Venezuela entre 1958 y 1998 hubo una dictadura tras bambalinas
que en el escenario exhibía el glamour de la meritocracia y el surgimiento de la
cultura “sifrina” y consumista,
aderezada con el mal gusto y la pompa de unos nuevos ricos capaces de
vender su alma a Satanás con tal de mantenerse en el poder. El pueblo y su
miseria se veían porque los cerros crecían y cercaban el valle, pero con no mirarlos
tenían. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Recuerdo
como los políticos en época de campaña electoral repartían antiparasitarios,
cual golosinas, creando una cultura de la necesidad de quitarse periódicamente esos
bichos, como si los pobres fuéramos perros incapaces de contarle nuestros
síntomas a un médico y este ponernos el tratamiento adecuado; además de que no
imaginaron nunca que terminaríamos enterándonos que no existe aún un
antiparasitario universal capaz de matar a tirios y a troyanos indistintamente,
es decir, uno que eliminara a los
cientos de parásitos que nos infestan o que el origen de nuestros males radica
en la pobreza, que es la fuente de donde
mana la enfermedad y la violencia, y no, como nos quisieron hacer creer, que
todo sucedía porque éramos sucios y agresivos por naturaleza, o al menos por
mala administración y peor entrenamiento para dirigir nuestros destinos. Tengo
viva la imagen de un niño de Lara que lloraba pus o la de una mujer que
sangraba durante seis meses sin parar y que aún le faltan otros seis para ser
operada en un hospital público, pues tal era el tamaño de la lista de espera. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Muchos
eran los males que se fueron acumulando y le dieron presión a la caldera social
que terminó explotando en el Caracazo del 89, el mismo que le dio un soberano
puntapié al “inefable” Carlos <st1:personname productid="Andr←s P←rez," w:st="on">Andrés
Pérez,</st1:personname> de infeliz memoria en la política, pues tiene el
indeseable mérito de haber sido el último de los tiranos ocultos que infestaron
la 4ta. República; pues al presidente
Rafael Caldera, que si bien fue uno de los autores del pacto que le dio origen,
hay que reconocerle el mérito de no haber cedido a la tentación de no reconocer
el triunfo popular en las elecciones que llevaron al Palacio de Miraflores a
Hugo Chávez. El 23 de <st1:personname w:st="on">Ene</st1:personname>ro estuvo
en epicentro de esas luchas, y todavía hoy mantiene viva sus células más
combatidas. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Decir
que allí no hay choros y malandros, acumulación de violencia y desorden, es una
manipulación y una mentira, como lo es generalizar y singularizar como
corrupción total a una comunidad viva e intensa. De ella estaremos hablando la
semana próxima, pues posee el árbol de taparas que fue mi paraguas y fuente, el
responsables de mis ojos nuevos.</div>
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-7942548692878390532012-08-31T14:31:00.002-07:002012-08-31T14:31:59.059-07:00Bajo el Árbol de Taparas II<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-BuwyzekTHz4/UEEqvYhKY2I/AAAAAAAAAXM/xTwkFXykias/s1600/Venezuela+001.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-BuwyzekTHz4/UEEqvYhKY2I/AAAAAAAAAXM/xTwkFXykias/s320/Venezuela+001.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegar a Caracas el 22 de junio
fue una odisea; y no exagero. Lestrigones, sirenas, cíclopes y hasta ciertas
amazonas, contemporáneas y urbanas,<span> </span>eso
sí, se presentaron puntuales, más no el avión. Transcurrieron doce horas entre
que el pájaro de lata saliera de La Habana y llegara a su destino. Más valió <st1:personname productid="la pena. Finalmente" w:st="on">la pena. Finalmente</st1:personname>
estaba allí y a las tres de la mañana la ciudad parecía, a lo lejos, un enorme
árbol de Navidad o más bien de dolor, sufriente, una cruz centellante; pues
detrás de cada bombilla del cerro hay una casa pobre, con sus historias de
penurias y desamparo, que el <i>tiempo
bolivariano</i> ha empezado a cambiar, para bien. Ya se ven las nuevas casas y
a lo lejos flotan despaciosos los vagones de los teleféricos que comunican el
valle con las alturas, siempre populosas y populares. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Atravesar
los “boquerones” e ir reconociendo los sitios y los olores fue lo mismo. Mi
memoria tiene mucho de <i>pansensorial</i>.<span> </span>Recuerdo en ocasiones una textura, otra un
sabor, otra una referencia, una cita erudita, un paisaje… o todas las cosas
juntas. No tengo una especialización o una preferencia sensorial, aprovecho y
disfruto cada estímulo venga de donde venga o sea quien sea. Soy del símbolo y
de <st1:personname productid="la idea. Soy" w:st="on">la idea. Soy</st1:personname>
humano. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Creía
haber olvidado a Venezuela, pero estaba en mí, más que como recuerdos como
segunda patria. Hasta ese momento no sabía que ella era mi casa, o mejor, la
casa de mi madre. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Hay
cosas que no tienen explicación o las tienen todas a un mismo tiempo. Eso
parece ser lo que ocurrió. Me esperaba una cubana gentil y un chofer portugués,
con el que después hiciera otros viajes, y fuimos directo al hotel que ahora se
llama Alba Caracas, y que antes conociera con nombre de cadena gringa. Suerte
que es propiedad del estado venezolano, pues podía encontrarme una sorpresa idéntica
a la que recibí en la SINA habanera, cuando un prepotente e infantil
funcionario me acuso de mentiroso y de otras lindezas para justificar la
decisión de negarme la entrada a los Estados Unidos, país al que no podría
llamar con los mismos adjetivos con los que nombro a Cuba, a Venezuela y a la
noche. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Desde
que vi al país me sentí amado. Y esa es una sensación inconfundible. Quizás sea
la llave que me abrió los ojos y el corazón. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Al
amanecer, los primeros contactos oficiales, y una corrección del rumbo y las
expectativas. Creía que trabajaría con profesionales, especialistas en la
recolección de relatos orales, más aquella era una verdad a medias. Impartiría
talleres de Teoría de la Oralidad a promotores culturales, líderes
comunitarios, escritores, fotógrafos, y gente de otras profesiones o sin ellas,
pero siempre en entornos populares. Después del primer temblor, acepté el reto.
Tendría que ascender al alma y a la inteligencia de la gente sencilla; tendría
que respetarlos, impartiendo absolutamente todos los contenidos que había
planificado, sólo que haciéndome entender, y para ello debería renunciar al
adorno y lo fútil para centrarme en lo esencial. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Muchos
dicen que hay que hacer que el pueblo suba, cuando más bien lo que debemos
hacer es ascender a sus cumbres. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Esta
visión desde <i>regiones transparentes</i> e
intensas, esta de sentarme, con mis instrumentos callados, a escuchar a la
gente sencilla, es la clave que me hizo comprender el por qué Caracas es hoy
una ciudad otra, más amable. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>No
negaré que la seguridad ciudadana sigue siendo un problema a resolver en
plenitud o que hay cierto desorden urbano, que va desde esa manía de conducir
los vehículos a fuerza de colocar el morro por delante, aunque se violente el
derecho de vía del otro y hasta el sentido común, o que vuelan desde los
edificios cuanta materia sea posible lanzar, o que la mugre se acumule en un
entorno tan vital como la Esquina del Chorro. A pesar de esas sombras, no se
puede negar que Caracas hoy es una ciudad en construcción,<span> </span>que tiene un proyecto y un futuro,
sedimentado en los últimos trece años de gobierno popular. Ella reafirma su
hidalguía en la misma medida en que su gente se empodera, se organiza y actúa. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Amo
la ciudad y sus gentes, las que conocí en las oficinas del Centro Nacional del
Libro – organismo que promovió mi viaje-, o en los barrios populares como el 23
de <st1:personname w:st="on">Ene</st1:personname>ro, La Pastora y Antímano, y
hasta las que no conozco y viven en el norte, el sur, el oeste y hasta en el
este. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Amo
a esa ciudad y si me siguen en los sucesivos relatos terminarán amándola; sólo
que no porque yo la ame, sino porque ella se lo merece. </div>
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-77715844109165728062012-08-31T14:09:00.000-07:002012-08-31T14:09:14.243-07:00Bajo el Árbol de las Taparas I <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En <st1:metricconverter productid="1991, a" w:st="on">1991, a</st1:metricconverter> través de la Unión
de Narradores Orales de Venezuela (UNOES), llegué a Santiago de León de Caracas.
Tuve miedo, mucho miedo. El periódico <i>El
Nacional</i> reseñaba la muerte de una niña en el céntrico Boulevard de Sabana
Grande cuando un malandro, al arrebatarle una cadena – que imitaba al oro, más
no era-, terminó disparatándole en la frente, en medio de la multitud y el
bullicio meridiano de una de las arterias comerciales más concurridas. Para
entonces la ciudad de Simón Bolívar era la más peligrosa de America Latina. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Por
suerte estuve sólo unas horas allí. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Regresando
de Barquisimeto, urbe centrooccidental muy recoleta y pintoresca, me fui a
vivir a <st1:personname productid="la urbanizacin Las Mercedes" w:st="on">la
urbanización Las Mercedes</st1:personname>, que aún sigue siendo un sitio
donde vive gente de alta solvencia, y a cada momento el sueño me lo interrumpía
un tiroteo; idéntico al que presenciara una noche, cuando Iván Curiel, el
esposo de mi tía Concha, insistiera en mostrarme el Panteón Nacional. Justo
frente a ese sitio, sagrado para cualquier <i>nuestroamericano</i>
de bien, de un lado <st1:personname productid="la Polic■a Metropolitana" w:st="on">la
Policía Metropolitana</st1:personname> y del otro una orquesta de <i>choros,</i> se disputaban la zona.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Esas
impresiones iniciales se repitieron por años. No llevo cuenta de las veces que
he estado en aquella, que siempre fue una ciudad sucia y hostil. Subir desde
Parque Central, por <st1:personname productid="la Avenida M←xico" w:st="on">la
Avenida México</st1:personname>, cruzar el Parque Carabobo, donde está el
Ministerio Público, es decir la Fiscalía, <span> </span>y llegar hasta las Torres del Silencio era
una<span> </span>aventura similar a la de un
explorador del siglo XV que penetrara en territorios habitados por caníbales. A
veces una pequeña curva, un tramo mínimo de calle, podía hacer la diferencia
entre la vida y <st1:personname productid="la muerte. Salir" w:st="on">la
muerte. Salir</st1:personname> del antiguo Caracas Hilton, por su amplio
corredor externo, y cruzar hasta el residencial Anáuco, por la placita que
queda frente al Museo de Arte Contemporáneo, era un acto de temeridad sólo
comparable con atreverse a entrar en la jaula de un león hambriento. En ese
tramo cualquier cosa sucedía. Uno no podía ni siquiera ir tranquilo y
confiado<span> </span>hasta La Candelaria, barrio
hermoso, y visitar, en la iglesia del<span>
</span>mismo nombre, la tumba de José <st1:personname productid="Gregorio Hern£ndez" w:st="on">Gregorio Hernández</st1:personname>, o
atravesar <st1:personname productid="la Avenida Baralt" w:st="on">la Avenida
Baralt</st1:personname>, cruzar por debajo Puente Llaguno, para llegar hasta
la zona colonial y rendir homenaje al santo venezolano en el sitio donde
falleciera, atropellado por el único automóvil que circulaba entonces por Caracas,
antes de convertirse en la colmena humeante que es hoy. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>A
Caracas le tuve miedo siempre, era una ciudad que no se me rendía y que yo no
lograba amar. Más algo pasó esta vez.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>En
sucesivas entregas intentaré contarles de los misterios y hermosuras de una
ciudad otra a la que amo, y no sólo porque fue fundada por un Lozada, que según
se cuenta en la mitología familiar, fue quien introdujo mi apellido en esta <st1:personname w:st="on">isla</st1:personname>, cuando hizo puerto en <st1:personname productid="Santiago de Cuba" w:st="on">Santiago de Cuba</st1:personname>, y se
dedicó<span> </span>a reparar sus naves y a cumplir con
el mandato bíblico de “crecer y multiplicarse”, para después zarpar a Tierra
Firme.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-Gu9YKPokvc0/UEEnY1UsKbI/AAAAAAAAAW8/1Au8sl-oJCY/s1600/Venezuela+007.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://3.bp.blogspot.com/-Gu9YKPokvc0/UEEnY1UsKbI/AAAAAAAAAW8/1Au8sl-oJCY/s320/Venezuela+007.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span> </span>Hay
que tener paciencia, porque he aprendido que ustedes, mis queridos lectores en
la Red, prefieren la brevedad y <st1:personname productid="la s■ntesis. As■" w:st="on">la síntesis. Así</st1:personname> que no encontrando otro modo de ser
“mínimo”, me decido por ir contando las historias en brevísimas partes. ¡Que
así sea, y nos encontraremos en cualquier esquina de Caracas! Me gusta la
Esquina del Chorro o la de Pajaritos, pero esa es harina de otro costal.</div>
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-41075718808477564682012-08-31T13:58:00.000-07:002012-08-31T14:50:11.611-07:00El monte: resumen de historias<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-bUkeR4eIGNA/UEEw0KUz3rI/AAAAAAAAAXs/930H3jeVcRI/s1600/tonyhdezmena.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="207" src="http://4.bp.blogspot.com/-bUkeR4eIGNA/UEEw0KUz3rI/AAAAAAAAAXs/930H3jeVcRI/s320/tonyhdezmena.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
1.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<st1:personname productid="El Monte" w:st="on"><i>El Monte</i></st1:personname><i>, </i>de
Lydia Cabrera, como he reiterado, es obra de memoria compartida y piedra
de toque. Por un lado su autora recuperó las historias, las informaciones, los
saberes, de los “viejos adeptos”, para con los años convertirse en obligada
referencia o depósito del que beben los practicantes de los cultos afrocubanos,
y por otro, se le acusa, con reiteración y cierta injusticia, de una “ausencia
de método” o de ser un texto de farragosa lectura, cuando su autora expresó
haberse “ limitado rigurosamente a consignar con absoluta objetivad y sin
prejuicio lo que [ha] oído y lo que [ha ] visto”, e incluso llega a reducir
el “único valor” de su libro a ese
hecho. Es decir, su método, porque lo hay y es evidente, radica en la selección
de los informantes y de los materiales, y en esto ya hay una decisión, una
estructura, una visión de las cosas, un construir el estado de la cuestión de
una manera y no de otra. Lo cierto es que este, y los otros libros publicados o
no en Cuba por su autora, constituyen joyas bibliográficas de la Nación,
necesarias para reconstruir los avatares y la espiritualidad cubanas. Para
saber, y hasta para sentir, a Cuba, hay que pasar por la experiencia de leer a
nuestra autora. Lo demás es harina de otro costal…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No
pudiendo consignar todo lo que escuchó y oteó la Cabrera en su obra magna
intentaremos ir reproduciendo, pasito a paso, algunas de las historias de <st1:personname productid="El Monte" w:st="on"><i>El Monte</i></st1:personname>,
porque - ya lo sabemos- en ellas están las esencias y los saberes de esos
pueblos ágrafos que emplearon una lógica simbólica como instrumento de cohesión
y de saber, y que a través de ellas, la autora logra construir uno de sus
textos más resonantes, cuyos ecos están hoy por estudiar a profundidad. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aunque
fundamentalmente nos centraremos en los relatos sagrados, comenzaremos hoy
consignando dos sucesos que, aunque tienen que ver con lo religioso, la autora
nos lo presenta desde el humor, cosa tan poco frecuente en la cultura europea,
donde sólo ríe el pueblo o el diablo y la corte de pecadores, y a los
intelectuales y los santos les toca el
fardo de lo trágico, tornándose este muchas veces melodramático o ciertamente envarado. El pensamiento africano
es de otro orden, como sucede con las culturas amerindias, donde ciertamente la
risa, el humor, lo celebratorio, juegan un papel central, y por lo tanto sagrado. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las
historias serán tomadas directamente de la edición de 1989 de <st1:personname productid="la Editorial Letras Cubanas" w:st="on"><st1:personname productid="la Editorial Letras" w:st="on">la Editorial Letras</st1:personname>
Cubanas</st1:personname>, así que la paginación corresponde a ella. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hablando
de la “posesión”, de la “bajada del santo”, cuenta la Cabrera sobre María G:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“… que se hallaba en la
habitación de una casa de huéspedes, recién llegada de pueblo. No conocía a
nadie en <st1:personname productid="La Habana. No" w:st="on">La Habana. No</st1:personname>
se hubiera atrevido a andar sola por las calles de <st1:personname productid="la ciudad. El" w:st="on">la ciudad. El</st1:personname> marido salió
a comprar cigarros en algún café cercano, y al volver no <st1:personname productid="la encontr. En" w:st="on">la encontró. En</st1:personname> su corta
ausencia, María, por primera vez, había “caído en santo”, y el santo la había
llevado a un toque en honor de la virgen de Regla – Yemayá-, su orisha, en una
casa distante de <st1:personname productid="la posada. Una" w:st="on">la
posada. Una</st1:personname> hora después, un negrito llegó a avisarle a su
marido “de parte de Yemayá”, que fuese a buscar a su mujer a un tambor que
estaba celebrando en <st1:personname productid="la calle de Figuras" w:st="on">la
calle de Figuras</st1:personname>, adonde la santa “subida” la había llevado.”
pág. 45</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Unas
páginas más abajo, en la 54, aparece está simpática escena digna de <st1:personname productid="La Tremenda Corte" w:st="on"><i>La
Tremenda Corte</i></st1:personname>, pero cuyos protagonistas son además de
policías, santeros y orishas: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“ “La guardia entró en una casa
de santo. <st1:personname w:st="on">Yeya</st1:personname> Menocal – santera
famosa por el año 1890-, con Yemayá; Charito, con Oyá, y otra morena que
montaba Changó. La pareja cargó con todos los santos subidos para el precinto.
Y allá fueron todos, jaraneando en su habla, sin darle ninguna importancia…
¡Cómo que eran santos de verdad! La primera que entró en el precinto, entró
bailando. Era el teniente Francisco Pacheco. Yemayá, bailando y saludando,
“!Okuó yumá!”Les preguntaban sus nombres: “!Yánsa jekuá jei! ¡Alafia kisieco!!
Enseguida los dejaron en paz.” ¡Qué se larguen de aquí estos morenos!! ¡Lákue
lákua boni!” – dijo Yemayá, dando las gracias. Y el teniente Pacheco: “! Está
bien, está bien; no te entiendo, pero acábate de ir! ¡Pronto, ahuequen todos el
ala!”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En
las próximas semanas nos iremos aproximando a otros territorios, a otras formas
del relato, por lo que prometemos desde ya una sigilosa y desproporcionada
aventura. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
2.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una
de las personas a las que ella logró aproximarse, y que le contaron mucho de lo
que se dice en su manigua, es “nuestra buena Omí-Tomí”. Ella será quien cuenta
el relato que copiaremos a continuación: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Pronto
salió embarazada y en mala hora. Nadie ignora que el niño que nace con diente
será brujo; que los que van a ser zahoríes lloran en el vientre de su madre, y
que de este don se les priva callándolos. La criatura que ella llevaba en las
entrañas lloró a los finales del embarazo estando presente su amiga y vecina, y
esta la calló; volvió a llorar y, de nuevo, imperiosamente, le impuso silencio.
Pero Omí-Tomí ni siquiera sabía que un zahorí lloraba en el claustro materno,
ni que toda mujer embarazada debe tomar ciertas precauciones para que no se
malogre la criatura: ella, que era hija legítima de Yemayá – de la mayor de las
Yemayá, de Olukun-, hubiera debido ceñirse el vientre con una faja azul y siete
reales de plata. Le faltó también, a la hora del parto, por olvido intencional
de la vecina, la estampa o la cabeza modelada en cera de San Ramón Nonato – un
Obbatalá que ayuda a las parturientas, blancas o negras, ricas o pobres, y de
la que nunca se prescindía, ni se prescinde, todavía entre las gentes del
pueblo, en los partos laboriosos. (Se reza la oración, se vuelve la estampa al
revés y se le enciende una vela, o bien se les pone a San Ramón sobre el
vientre.) Y a propósito de San Ramón… Un gobernador de la <st1:personname w:st="on">isla</st1:personname>, el general Martínez Campos, de grata memoria,
estuvo a punto de hacerle la competencia a este santo convirtiéndose en nuevo
protector de las parturientas. A una mujer que difícilmente daría a luz una
noche, le trajeron por equivocación un retrato de este general. La mujer pudo expulsar
la criatura casi inmediatamente después de tener la imagen milagrosa sobre el
vientre. Descubierto el error, pasado aquel momento angustioso, se consideró,
con muy buen juicio, en vista de un resultado tan rápido y satisfactorio, que
tan útil en estos trances podía ser Martínez Campos como San Ramón Nonato; y el
retrato del gobernador hizo con éxito las veces de santo partero en muchos
casos, solicitado por cuantos se enteraron de su virtud. Acabó en poder de una
recibidora que lo llevaba con ella a dondequiera que prestaba sus servicios.”
Pág. 59 </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esta
sola historia vale por un tratado sobre teoría de la Oralidad y es capaz de
generar varios textos de etnología y folclore. Pero esa es harina de otro
costal. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
3.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aquí
vamos reproducir una fabula que los santeros suelen narrar sobre “los beneficios que reportan en los
hogares” la presencia de animales: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Un
hombre, padre de numerosa familia, era dueño de muchos animales que convivían
dentro de la casa con él y sus hijos. Como no es raro que suceda entre ciertos
individuos, y más de lo que ordinariamente se supone, este hombre entendía
perfectamente el lenguaje de sus animales. Por esto, al enfermar gravemente su
mujer, mientras todos los de la familia desesperaban de salvarla y ya daban a
sus llantos rienda suelta, nuestro buen hombre permanecía tan tranquilo como de
costumbre. Había oído al gato decirle al perro: - - La mujer de nuestro amo
está muy mala y va a morir. Dejémonos de retozos y correrías. No me muerdas,
porque no pienso arañarte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y
oyó al kikirikí, interviniendo en el diálogo, responderles lanzando una
carcajada: Bah, la mujer del amo, por muy mal que se encuentre, de esta no
morirá. No hay que ser cobardes y defenderla cuando venga Ikú…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todos
los animales le temen a la Ikú; su visita –porque son clarividentes- les
horripila. Al cabo de unos días, durante los cuales la enferma empeoraba
gradualmente, la muerte, en efecto, llegó a buscarla. Al verla penetrar en la
casa bajo el aspecto de un esqueleto, todos los animales empavorecieron; pero,
cada uno en su idioma, expresó su terror en el tono más estridente. La Ikú,
adelantando un pie, vaciló, aturdida por aquella algarabía. El kikirikí,
atrevido y lleno de coraje, mientras los demás animales retrocedían sin cesar
en sus alaridos, salió a su encuentro y saltó decididamente sobre ella. En sus
revuelos, dejó prendida una pluma entre las coyunturas del brazo del esqueleto,
que al ver aquella cosa extraña que brotaba de sus huesos, se asustó y echó a
correr puertas afuera huyendo, no del kikirikí, cada vez más envalentonado,
sino de la pluma que la seguía en su fuga, y de la que, por más que corría, no
atinaba a librarse, en su azoramiento”. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aunque
esta visita a <st1:personname productid="El Monte" w:st="on"><i>El Monte</i></st1:personname> no pretende
entrar en asuntos exegéticos o hacer una edición anotada y comentada del libro,
quisiera hacerles notar que en el relato, ya cubanísimo, se nota la huella de
nuestro imaginario, pues Ikú, en el mundo yoruba es macho, y aquí aparece según
la imagen europea, en la que la Muerte es mujer y calavera, tal como la asumimos
nosotros hasta hoy, por mucha ciencia y conciencia que nos arrope y
cobije. Ver y creer. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
4.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Cabrera cuenta una historia
que le narró Oddeddei: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Un día que regañaba a una mujer
que había arrojado de la casa, a escobazos, a una gallina, le oí relatar esta
historia, que tenía por verdadera, y que sin duda hizo impresión en su oyente: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
- Fue una mujer a la plaza a
comprar un pollo: “Quiero un pollo barato. ¿Real y medio? ¡Es muy caro! – y
después de mucho regatear, le dieron un pollito chiquito. “vaya, llévelo en un
real…” Lo compró. Tenía un patio grande. Pero como el pollo era demasiado
chiquito y flaco, lo despreció y lo echó fuera, al placer, donde había muchos
matojos. No se ocupó más de él. Por ahí anduvo pedio el pollito, picando esta
yerbita y esta otra, comiendo los bichitos que hallaba, y con el tiempo y su
buena estrella, se volvió gallina gorda y conoció gallo. Y puso huevos, y sacó
tres pollos, y un día que venía la gallina, ufana con sus tres pollones, la
mujer la vio. “!caramba, si esa gallina es mía!” – y fue a echarle mano, pero
la gallina se escapó. Mandó a su hija a que la recogiese y la gallina se pone a
hablar. La niña va donde su madre y le dice: “Yo no cojo a esa gallina. Esta
hablando como negra vieja” Va la madre, se acerca, y le dice a la gallina: “!
Siga su camino, atrevida!”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Figúrese usté! La mujer manda a
buscar al babalawo. El babalawo fue al placer, y ahora la gallina saca un
canto (que no anoté), y el babalawo lo
oye y le dice a la mujer: “La gallina me explicó que cuando usté la compró,
venía contenta a su casa para ayudarla, pero usté la botó: que nunca salió del
placer para echarle ni un grano de maíz. Que ahora ella tiene hijos, que está
feliz en el placer, que no quiere nada de usté y que se va con sus hijos.”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“La mujer dijo: “Esa es la pura
verdad. Pero es que estaba muy flaca y muy chiquita” – Y la gallina le
contestó: “ Esa no es una razón. Cuando usté va a la plaza y quiere gallina
gorda, páguela. Si no, cómprela flaca y engórdela.”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“En África nunca se bota un animal.
Usté se atrae con eso la desgracia: y déjese de darle más escobazos a esa
gallina, que le dará que sentir…”. Pág. 73</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La semana que viene les
presentaré otra versión de esta misma historia, pues la base de la oralidad son
las versiones, en ella está su fundamento y su sobrevivencia. Más que hablar de
tradiciones, cuando se trata de lo oral, es mejor apelar al concepto de
versión, que es un vivo y actuante, que no tiene esa consistencia pétrea,
rígida, que entraña el concepto de Tradición. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
5.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En
algunos pasajes de <st1:personname productid="El Monte" w:st="on"><i>El Monte</i></st1:personname><i> </i>Lydia Cabrera nos permite reír con
verdadera gozo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En
los encuentros con sus informantes estos no sólo contaban historias sagradas
sino que sucesos hilarantes o incluso las primeras podían tener algún elemento
cómico. Vaya por esta vez un ejemplo: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“La
procedencia de esta historia podría no merecernos mucha confianza. A quien me
la contó, le oí narrar una vez, en una de las tertulias de Omí.-Tomí y de
Oddedei, que siendo cocinero de un antiguo título habanero, perdió su bien remunerado
empleo por haber confeccionado tan de prisa un pastel de pollo, que al partirlo
su amo, el marqués, que tenía invitados a su mesa aquella noche, el pollo salió
vivo, piando, alteando y volcando las copas de agua y de vino, asustando mucho
a las señoras que se hallaban presentes, “que no sabían si desmayarse de
sorpresa”. Dos de las viejas, asiduas a estas tertulias que animaba Calazán, se
indignaron. “! Eso es mentira!: “¿Mentira? Retire esa palabra… ¡Yo nunca digo
una mentira, en mi vida!” Y a ese tenor, la discusión se avinagró seriamente;
tuve que contener la risa y hacerles a las viejas unas señas suplicantes de que
se callasen. Yo, al menos, fingí que no dudaba de su veracidad.” (Pág. 81)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Visto
este fragmento podemos entrar a señalarles otra de las artistas importantes de
la obra de la Cabrera: en ella no sólo se encuentran joyas del saber de las
religiones afrocubanas, sino que de la oralidad cubana. Esta historia que
citamos aquí nos adentra en un tipo de cuento y de cuentero popular, el llamado
cuento del <i>yo mentiroso</i>, tan común en
toda Iberoamérica, en el que por excepción, pues el cuentero popular
generalmente cuenta en tercera persona, se asume el punto de vista del <i>narrador protagonista</i>, que cuenta en
primera persona, y la historia asume los ropajes de la anécdota; recurso que
hace crecer el efecto hilarante al aparecer un elemento fantástico como tomado
de <st1:personname productid="la realidad. El" w:st="on">la realidad. El</st1:personname>
cuentero se asume como protagonista y a través de la exageración y el ridículo
llega hasta el reino de lo cómico, arrastrando hasta él también a su público. </div>
<div class="MsoNormal">
La semana
próxima este mismo informante de nuestra autora, dando un giro a su relato, nos
presentará un cuento de aparecidos. Así que los esperamos.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
6.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Veamos que aparece en la página
81 de la edición de <st1:personname productid="El Monte" w:st="on"><i>El Monte</i></st1:personname> de 1989
realizada por <st1:personname productid="la Editorial Letras Cubanas" w:st="on">la
Editorial Letras Cubanas</st1:personname>: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“
Pues bien, cuenta este viejo, y si se piensa una vez más en la
autopersuación del negro, puede haber sido cierto – <i>y si non é vero é ben trovato-</i>, que una comadre suya vivía en un
solar que se llamaba de los Aparecidos, porque en cuanto anochecía, se veían
allí muchos fantasmas y se oían muchos ruidos. La comadre “era aficionada a
hablarles a los muertos”, y una noche que, urgida por una necesidad
inaplazable, tuvo que ir al fondo del patio, de regreso a su habitación oyó una
voz que le dijo así: “A ver si me das algo”, “ Hombre, sí, yo te daré algo si
tú también te comprometes a darme algo a mí –contestó <st1:personname productid="la negra-. Treinta" w:st="on">la negra-. Treinta</st1:personname>
misas gregorianas, porque estoy en pena.” “Bien; dando y dando.” “ Pues busca
ahí, debajo de esa losa floja, lo prometido”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La negra levantó una losa que
halló, desprendida, próxima a sus pies, y encontró real y medio y un poco de
ceniza. No sintiéndose obligada a pagarle las misas de San Gregorio, por tan
pícaro proceder sufrió, sin embargo, durante meses, la persecución de la astuta
ánima en pena. En cuanto salía al patio, apenas se quedaba sola, en sueños, y
por último, a todas horas, escuchaba la voz gangosa del muerto reclamándole:
“¿Y mi misa? ¡ Mi misa!” Y a cambio de aquel real y medio, la mujer trabajó
durante meses y meses como una negra, para costear hasta la última de aquellas
misas gregorianas que el bribón del muerto le recordaba sin cesar. “ Yo la
ayudé con un doblón. Especifica mi amigo-, y todos los del cabildo la ayudaron
como pudieron.”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El lector, advertido de qué
fuente procede el relato, queda en libertad, como siempre, de creer lo que
mejor le parezca. Por mi parte, me inclino a aceptarlo como verídico, pues soy
testigo de otros hechos que parecerán tanto más o igualmente inverosímiles”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ante
el relato oral no vale preguntarse sobre la verdad o la mentira de lo narrado.
Al crear un tiempo y un espacio fabular, cocreación del narrador y su público,
los implicados aceptan el pacto y todo empieza a funcionar a partir de las
leyes que el propio relato estable. Algunos llegan a plantear que el cuento
oral provoca “la suspensión temporal de la realidad”, pero a mi esa afirmación
no me parece exacto pues, según mi parecer, el contenido de la realidad en la
historia oral es otro, tan real y cierto, como el de la realidad real, es
decir, esa otra realidad sujeta a la camisa de fuerza del espacio concreto y
del tiempo cronológico. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Creer
o no creer no es importante en el cuento, y lo que hemos leído hoy no es más
que eso, un cuento popular, cuyas versiones o variantes se repiten en lugares y
culturas muy diversas. Hoy estuvimos delante de un <i>cuento de aparecidos</i>. ¿ Y a quién de nosotros no se le ha puesto la
piel de gallina alguna vez cuando, en medio de una narración de estas, una
puerta chirrea o un vientecillo fino se nos ha colado por la espalda? ¡A
temblar que no hay de otras! Uhhhhhhhhhhhhhhhhhh</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
7.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Transcribiremos una curiosa
persecución de un “espíritu” a la vecina de un solar habanero. Esta historia es
simpática, y tiene algo de policíaco mezclado con terror. Así son los géneros
populares: </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
…cuenta ese viejo, y si se piensa
una vez más en la autopercepción dl negro, puede haber sido cierto – <i>y si non é vero é ben trovato</i>-, que una
comadre suya vivía en un solar que se llamaba de los Aparecidos, porque en
cuanto anochecía, s veían allí muchos fantasmas y se oían muchos ruidos. La
comadre era aficionada a “hablarle a los muertos”, y una noche que, urgida por
necesidad inaplazable, tuvo que ir al fondo del patio, de regreso a su
habitación oyó una voz que le dijo así: “A ver si me das algo”, “Hombre, sí; yo
te daré algo si tú también te comprometes a darme algo a mí – contestó <st1:personname productid="la negra-”. Treinta" w:st="on">la negra-”. Treinta</st1:personname>
misas gregorianas, porque estoy en pena””Bien: dando y dando” “Pues busca ahí, debajo
de esa losa floja, lo prometido”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La negra levantó una loza que
halló, desprendida, próxima a sus pies, y encontró real y medio y un poco de
ceniza. No sintiéndose obligada a pagarle las misas de San Gregorio, por tan
pícaro proceder sufrió, sin embargo, durante meses, la persecución de la astuta
ánima en pena En cuanto salía al patio, apenas se quedaba sola, en sueños, y
por último, a todas horas, escuchaba la voz gangosa del muerto reclamándole: “
¿Y mi misa? ¡Mi misa! Y a cambio de aquel real y medio, la mujer trabajó
durante meses y meses como una negra, para costear hasta la última de aquellas
misas gregorianas que el bribón del muerto le recordaba sin cesar.”Hasta aquí
el Monte. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Toma chocolate y paga lo que
debes”, parecía cantar el fantasma. Y recuerden ir al libro y leerlo, que no
hay de otras. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
8.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una historia de violencia contra
la mujer les colocaré en esta visita a <st1:personname productid="El Monte" w:st="on">El Monte</st1:personname> – que será la última por ahora-. Es, hasta
cierto punto simpática, una narración simpática, donde una muerta resuelve un
problema terrible. Veamos:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“José D. era un hombre de luces –
aunque el alcohol, a veces. Se las enturbiase-: no creía en apariciones. Al morir cierta iyalocha, fue
a su tendido en el cabildo de Santa Bárbara, porque era madrina – iyabbuonna u
oyúbbona- de su mujer.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando una iyalocha o una
babalocha mueren, sus colegas se reúnen en torno al féretro para cantarles a
las dieciséis Orishas y al desaparecido, “para pedir al santo”, una hora antes,
poco más o menos, de llevarlo a enterrar. Por último se le canta a Oyá, la
dueña del cementerio, y luego al santo principal, al padre, al ángel del
santero muerto. Es la hora más solemne, la de los ataques, en que suben de tono
estos últimos cantos con que “se sacan los pies del cabildo” al consagrado en
Ocha. Así se llama esta ceremonia_ “Sacar los pies del muerto”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando la iyalocha, a la cabecera
del ataúd, se desploma desfallecida en brazos de otra iyalocha al terminar el
último canto: cuando los que dirigen la ceremonia, arrojando el agua que “lleva
fresco a la casa santa”, gritaban: “! Abran!”, para que la concurrencia dejase
libre la puerta y tuviese cuidado de no impedir el paso a los espíritus y de
evitarlos, José vio a la muerta sentada encima de <st1:personname productid="la caja. Ya" w:st="on">la caja. Ya</st1:personname> habían colocado
el féretro en el carro fúnebre, y osé volvió a verla de pie en mitad de la
puerta abierta de par en par del cabildo, la cabeza envuelta en un pañuelo
morado, riendo satisfecha. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esta aparición tuvo muy felices
consecuencias. José, como hemos dicho, era aficionado a la bebida, y cada vez
que empinaba el codo más de lo debido, no le ahorraba a su mujer chichones ni
cardenales. Después del velorio de la iyalocha, bastaba con que ella, el gesto
dramático e hincándose de rodillas, lo amenazaba con invocar el alma de su
madrina para que José se convirtiera en una <st1:personname w:st="on">seda</st1:personname>.
Tenía temor de aquella santera muerta que había visto, con sus propios ojos y
en pleno juicio, asistir a su propio entierro”.Pág. 88 </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Poco importa el remedio, si la
enfermedad se cura. La cosa es que por la vía que sea, ese pobre hombre dejó de
golpear a su mujer, y créanme que era un pobre hombre, porque no hay mayor
miseria. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-26329923823493620152012-05-23T11:12:00.000-07:002012-05-23T11:15:49.412-07:00Carta Abierta a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-5dAJnnfov-U/T70ofLElbQI/AAAAAAAAAWc/cjOLutDDd14/s1600/Carta%2Bde%2BInvitaci%25C3%25B3n_2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="298" src="http://1.bp.blogspot.com/-5dAJnnfov-U/T70ofLElbQI/AAAAAAAAAWc/cjOLutDDd14/s400/Carta%2Bde%2BInvitaci%25C3%25B3n_2.jpg" /></a></div>
Distinguidos señores,
No les molestaré intentando revocar la decisión soberana del Gobierno de los Estados Unidos de América, al que ustedes representan, de negarme una visa para ingresar a su territorio; aunque ya había estado allí en dos ocasiones - 1998 y 2000-2001- invitado por una institución cultural radicada en la ciudad de Orlando, y que actualmente pretendía reiniciar los trabajos que, sobre Oralidad y Narración oral, fueron interrumpidos por la política de la administración Bush, de tan infeliz memoria que ojala que lo único que hubiera hecho fuera interrumpir los intercambios culturales y académicos entre nuestros dos países. Si así hubiera sido la recordaríamos como una gestión troglodita y no como una genocida. No debería de olvidar vuestra tradición gubernamental de manipulación de los derechos y las libertades, que llega incluso a convertir en arma política hasta lo sagrado. No debería olvidar que la política migratoria de su gobierno está fundada en el desprecio hacia los otros países y la fuerza bruta. No debería olvidar que poco importa que usted sea un académico de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, o la esposa de un preso político, o un anciano que quiere pasar unos meses junto a su familia, o un hombre de bien, pues parece que a ustedes nada les ha importado nunca. No debería pecar de ingenuo y olvidar que mientras a unos les niegan la posibilidad legal de entrar a su territorio, a otros los estimulan para que se arriesguen retando a la muerte y a la naturaleza amparados en un sistema legal centrado en la muerte – con pies secos o pies mojados-; así como debería recordar que terroristas, traficantes, genocidas, embaucadores, mentirosos, y seres de la peor calaña son bienvenidos o deambulan entre ustedes. Claro, ellos son vuestros, como Anastasio Somoza y la corte de dictadores y asesinos que han escogido tradicionalmente como aliados. Ya se que ustedes tienen el derecho que seleccionar a sus amigos, y eso está bien, aunque no deberían olvidar al viejo refrán castellano que reza “dime con quien andas…”. Desde el siglo XVIII sabemos bien quienes son ustedes.
Les escribo nada más para referirles la lamentable actuación de un funcionario consular que, actuando en representación de su gobierno, me sometiera a una serie de humillaciones y vejámenes, en tanto ciudadano cubano e intelectual; y que en ejercicio de sus funciones dicho funcionario mintiera voluntariamente, con premeditación y ensañamiento.
El caballerito en cuestión, actuando durante una entrevista que me hiciera el 9 de mayo en horas de la tarde, comenzó preguntando, de forma airada y descompuesta, que cómo era que siendo médico, fuera además artista y me especializara en materias tan ajenas a la Ciencia Médica, pues él consideraba que eso era imposible. Primera insinuación de impostura. A continuación, y durante casi 25 minutos, comenzó, según dijo, a intentar verificar a través de Internet si realmente yo era lo que decía ser, hasta que, cansado de teclear a tontas y a locas, afirmó que mi nombre no aparecía ni una sola vez en la red, que sólo leí el de un hombre llamado Rafael Méndez, con un currículo similar al mío, pero que obviamente no era yo. Confirmación de impostura. Acto seguido, y sin rubor, me llamó mentiroso cuando dije que no podía acceder a Internet desde mi casa para consultar el sitio Web de la organización que me invitaba. Dijo que la UNEAC tenía conexión, y es cierto, pero yo no vivo en 17 y H, y además, siendo la que me invita una organización pequeña y de acción local, no tiene sitio propio. Estos son dos de los muchos desafueros del funcionario consular, que antes le había exigido pruebas a una mujer que dijo ser Doctora en Medicina y Doctora en Ciencias Médicas, a otra le comentó que no podía creer que no fuera a emigrar a ese país porque tres de cada cuatro artistas se quedan. Cada vez que abría la boca el señor ofendía, y ya ven ustedes que no era únicamente porque pensara que yo “no calificaba”, es que él no califica ni siquiera ante un manual de urbanidad y buenas costumbres.
Esa persona sabe que miente, pues nada más acceder al buscador Google, escribir correctamente mi nombre, aparecerán múltiples pruebas que avalan mi currículo y que responde a mi obra de poeta, narrador oral, teórico de la Narración oral y la Oralidad, libretista de radio, periodista cultural, editor, médico, etc.; así como testimonian mi accionar en los Estados Unidos, España, México, Argentina, Colombia, Venezuela, y otros países. Busquen en la Red Internacional de Cuentacuentos, en la de Escritores Iberoamericanos, en el Diccionario de la Literatura Cubana, entre otros. En los minutos en los que el representante de su gobierno, y actuando en su nombre, mentía e insultaba, tal parece que toda referencia a mi persona y obra se esfumaba en la red. Esta “teoría conspirativa” es tan improbable y ridícula que al propio empleado público le debería de dar vergüenza siquiera esbozarla.
Mis libros, además, pueden consultarse en Internet, pues hay disponibles versiones electrónicas, o en bibliotecas americanas – tanto la del Congreso como en las de múltiples universidades- e incluso podría comprarlos a través de Amazon.com u otras librerías virtuales.
Es una pena que un funcionario del gobierno de Estados Unidos, en el cumplimiento de funciones públicas, alardee de incultura y maneras inciviles. ¿No conoce él a médicos considerados genios de la literatura o que son artistas de mucho nombre? Si quisiera podría hacer para él, y para ustedes, una lista de lectura. Lo haré gustosamente y de manera voluntaria (pro bono). Le aclaro que no soy uno de esos “genios”, pero soy un Poeta y eso es ya suficiente.
Es una pena que un funcionario del gobierno de Estados Unidos, en el cumplimiento de funciones públicas, no respete el carácter sagrado de la persona humana y sus más elementales derechos.
Es una pena que un funcionario del gobierno de Estados Unidos, en el cumplimiento de funciones públicas, se comporte de manera arrogante, prepotente e infantil. ¿O es que tienen razón los que dicen que ese es el sino de los gobernantes de su país? Pues bien, tienen razón, ese es.
Es una pena que un funcionario del gobierno de Estados Unidos, en el cumplimiento de funciones públicas, se salte a la tolera las más elementales normas y actúe de forma indecente.
Es una pena que un funcionario del gobierno de Estados Unidos, en el cumplimiento de funciones públicas, se esfuerce en hacer ver el lado grotesco e incivil de su personalidad.
Lo dicho, dicho está. Las palabras del funcionario no regresarán nunca a su boca. Esperemos, que para otra ocasión, piense antes de hablar, y no le venza la vanidad de actuar amparado por un gobierno poderoso que, sin embargo, en lo que respecta a las relaciones con mi país, sus gobernantes y pueblo, está secuestrado por la intolerancia y la senectud. Esperemos que para otras ocasiones los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, atrincherados en la SINA, reconozcan el valor de la Temperancia, la Justicia y la Verdad. Aunque creo que espero demasiado de ustedes, que no aprendieron ni siquiera de la nobleza y rectitud del gran pueblo norteamericano, tan amigo del trabajo, la familia, y la comunidad.
Quiero que trasmitan al funcionario en cuestión, extensivo a todos ustedes, mi agradecimiento pues, en apenas dos o tres horas, recibí una valiosa lección de historia que me permitió reafirmar la justeza y veracidad del pensamiento cubano, encarnado en José Martí.
Por último quiero recordarles que no les estoy pidiendo nada, sólo les estoy mostrando mi indignación.
De ustedes,
Dr. Jesús Lozada GuevaraJesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-12243227668354920932012-05-17T12:22:00.000-07:002012-05-17T12:22:11.476-07:00El Monte:historias vistas y oídas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-YNMsRXFQazU/T7VPjMHiG_I/AAAAAAAAAWM/bxaPzjghuK0/s1600/La%2Bc%25C3%25A1scara%2Bguarda%2Bel%2Bpalo.%2B2012.%2B150%2Bx%2B70%2Bcm..JPG" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="186" src="http://2.bp.blogspot.com/-YNMsRXFQazU/T7VPjMHiG_I/AAAAAAAAAWM/bxaPzjghuK0/s400/La%2Bc%25C3%25A1scara%2Bguarda%2Bel%2Bpalo.%2B2012.%2B150%2Bx%2B70%2Bcm..JPG" /></a></div>
1.
El Monte, de Lydia Cabrera, como he reiterado, es obra de memoria compartida y piedra de toque. Por un lado su autora recuperó las historias, las informaciones, los saberes, de los “viejos adeptos”, para con los años convertirse en obligada referencia o depósito del que beben los practicantes de los cultos afrocubanos, y por otro, se le acusa, con reiteración y cierta injusticia, de una “ausencia de método” o de ser un texto de farragosa lectura, cuando su autora expresó haberse “ limitado rigurosamente a consignar con absoluta objetivad y sin prejuicio lo que [ha] oído y lo que [ha ] visto”, e incluso llega a reducir el “único valor” de su libro a ese hecho. Es decir, su método, porque lo hay y es evidente, radica en la selección de los informantes y de los materiales, y en esto ya hay una decisión, una estructura, una visión de las cosas, un construir el estado de la cuestión de una manera y no de otra. Lo cierto es que este, y los otros libros publicados o no en Cuba por su autora, constituyen joyas bibliográficas de la Nación, necesarias para reconstruir los avatares y la espiritualidad cubanas. Para saber, y hasta para sentir, a Cuba, hay que pasar por la experiencia de leer a nuestra autora. Lo demás es harina de otro costal…
No pudiendo consignar todo lo que escuchó y oteó la Cabrera en su obra magna intentaremos ir reproduciendo, pasito a paso, algunas de las historias de El Monte, porque - ya lo sabemos- en ellas están las esencias y los saberes de esos pueblos ágrafos que emplearon una lógica simbólica como instrumento de cohesión y de saber, y que a través de ellas, la autora logra construir uno de sus textos más resonantes, cuyos ecos están hoy por estudiar a profundidad.
Aunque fundamentalmente nos centraremos en los relatos sagrados, comenzaremos hoy consignando dos sucesos que, aunque tienen que ver con lo religioso, la autora nos lo presenta desde el humor, cosa tan poco frecuente en la cultura europea, donde sólo ríe el pueblo o el diablo y la corte de pecadores, y a los intelectuales y los santos les toca el fardo de lo trágico, tornándose este muchas veces melodramático o ciertamente envarado. El pensamiento africano es de otro orden, como sucede con las culturas amerindias, donde ciertamente la risa, el humor, lo celebratorio, juegan un papel central, y por lo tanto sagrado.
Las historias serán tomadas directamente de la edición de 1989 de la Editorial Letras Cubanas, así que la paginación corresponde a ella.
Hablando de la “posesión”, de la “bajada del santo”, cuenta la Cabrera sobre María G:
“… que se hallaba en la habitación de una casa de huéspedes, recién llegada de pueblo. No conocía a nadie en La Habana. No se hubiera atrevido a andar sola por las calles de la ciudad. El marido salió a comprar cigarros en algún café cercano, y al volver no la encontró. En su corta ausencia, María, por primera vez, había “caído en santo”, y el santo la había llevado a un toque en honor de la virgen de Regla – Yemayá-, su orisha, en una casa distante de la posada. Una hora después, un negrito llegó a avisarle a su marido “de parte de Yemayá”, que fuese a buscar a su mujer a un tambor que estaba celebrando en la calle de Figuras, adonde la santa “subida” la había llevado.” pág. 45
Unas páginas más abajo, en la 54, aparece está simpática escena digna de La Tremenda Corte, pero cuyos protagonistas son además de policías, santeros y orishas:
“ “La guardia entró en una casa de santo. Yeya Menocal – santera famosa por el año 1890-, con Yemayá; Charito, con Oyá, y otra morena que montaba Changó. La pareja cargó con todos los santos subidos para el precinto. Y allá fueron todos, jaraneando en su habla, sin darle ninguna importancia… ¡Cómo que eran santos de verdad! La primera que entró en el precinto, entró bailando. Era el teniente Francisco Pacheco. Yemayá, bailando y saludando, “!Okuó yumá!”Les preguntaban sus nombres: “!Yánsa jekuá jei! ¡Alafia kisieco!! Enseguida los dejaron en paz.” ¡Qué se larguen de aquí estos morenos!! ¡Lákue lákua boni!” – dijo Yemayá, dando las gracias. Y el teniente Pacheco: “! Está bien, está bien; no te entiendo, pero acábate de ir! ¡Pronto, ahuequen todos el ala!”
En las próximas semanas nos iremos aproximando a otros territorios, a otras formas del relato, por lo que prometemos desde ya una sigilosa y desproporcionada aventura.
2.
El Monte, de Lydia Cabrera, como he reiterado, es obra de memoria compartida y piedra de toque; así comenzamos esta serie y en ese espíritu la continuaremos. Entresacando historias, sucedidos, y relatos sagrados, buscando aquí y allá, escuchando la voz, las resonancias de esa Palabra llevadas a la escritura de su libro magno, tendremos una idea aproximada de la grandeza de nuestra autora, que supo vencer tanto prejuicio y mala sangre. Hoy nos parece sencillo, y hasta natural atender e incluso considerar como sabiduría lo que decían los negros viejos o cualquier gente del pueblo, pero en los primeros años de la República, en esta isla nuestra, tan rodea de agua y de otras tantas cosas, los negros, las manifestaciones de la Cultura Popular, y con más énfasis la de raíz africana, eran vistas como supersticiones y “atraso”. Una persona adelantaba o se atrasaba socialmente en la medida en que se aproximada o se alejaba de “lo negro”. Una mulata adelantaba pues algo de blanco tenía, más su padre o madre blanca, al casarse o “ajuntarse” con alguien negro, se atrasaba, una blanca al aproximarse a un “hombre de color” no sólo se atrasaba sino que estaba condenada al ostracismo, un “niche” que conquistaba una blanca era algo así como un degenerado. Fíjense que, de paso, he ido usando algunas palabrejas racistas, tanto o más que los conceptos de atraso y adelanto, y que aún persisten en nuestros usos privados, que no públicos, porque el racismo ya no es, al menos en la esfera de la polis, bien considerado. Para su época la Cabrera debió atrasarse, es más, debió ser vista como cosa rara, pues una blanca, pudiente, niña de buena familia y ringorrango, no tenía porque atender a esas cosas de “brujería”. Por otro lado debió vencer los naturales recelos de los negros, que en un principio no debieron ver con buenos ojos a aquella dama que se les aproximaba. De un lado y de otro se vencieron las resistencias, ¡y de que manera! Pues la blanquita terminó escribiendo libros sobre sus amigos negros, y hasta sobre la sociedad secreta de los abakuá, que como sabemos los cubanos es prácticamente impenetrable.
Una de esas personas, a las que ella logró aproximarse, y que le contaron mucho de lo que se dice en su manigua, es “nuestra buena Omí-Tomí”. Ella será quien cuenta el relato que copiaremos a continuación:
“Pronto salió embarazada y en mala hora. Nadie ignora que el niño que nace con diente será brujo; que los que van a ser zahoríes lloran en el vientre de su madre, y que de este don se les priva callándolos. La criatura que ella llevaba en las entrañas lloró a los finales del embarazo estando presente su amiga y vecina, y esta la calló; volvió a llorar y, de nuevo, imperiosamente, le impuso silencio. Pero Omí-Tomí ni siquiera sabía que un zahorí lloraba en el claustro materno, ni que toda mujer embarazada debe tomar ciertas precauciones para que no se malogre la criatura: ella, que era hija legítima de Yemayá – de la mayor de las Yemayá, de Olukun-, hubiera debido ceñirse el vientre con una faja azul y siete reales de plata. Le faltó también, a la hora del parto, por olvido intencional de la vecina, la estampa o la cabeza modelada en cera de San Ramón Nonato – un Obbatalá que ayuda a las parturientas, blancas o negras, ricas o pobres, y de la que nunca se prescindía, ni se prescinde, todavía entre las gentes del pueblo, en los partos laboriosos. (Se reza la oración, se vuelve la estampa al revés y se le enciende una vela, o bien se les pone a San Ramón sobre el vientre.) Y a propósito de San Ramón… Un gobernador de la isla, el general Martínez Campos, de grata memoria, estuvo a punto de hacerle la competencia a este santo convirtiéndose en nuevo protector de las parturientas. A una mujer que difícilmente daría a luz una noche, le trajeron por equivocación un retrato de este general. La mujer pudo expulsar la criatura casi inmediatamente después de tener la imagen milagrosa sobre el vientre. Descubierto el error, pasado aquel momento angustioso, se consideró, con muy buen juicio, en vista de un resultado tan rápido y satisfactorio, que tan útil en estos trances podía ser Martínez Campos como San Ramón Nonato; y el retrato del gobernador hizo con éxito las veces de santo partero en muchos casos, solicitado por cuantos se enteraron de su virtud. Acabó en poder de una recibidora que lo llevaba con ella a dondequiera que prestaba sus servicios.” Pág. 59
Esta sola historia vale por un tratado sobre teoría de la Oralidad y es capaz de generar varios textos de etnología y folclore. Pero esa es harina de otro costal.
3.
Desde hace dos semanas, esta sería la tercera, venimos colocando fragmentos que corresponden a relatos, a historias, que se pueden encontrar en El Monte, la obra magna de Lydia Cabrera, publicada en reiteradas ocasiones en Cuba, pero que no ha alcanzado el nivel de distribución o de conocimiento que era de esperarse en tanto es una obra aprovechable y admirable desde muchos puntos de vista, entre ellos, el de los estudios de la cultura popular cubana y su imaginario o de la Oralidad, fundamentalmente la ficcional, pues la autora, como sabemos, hace descansar su discurso en las narraciones de sus informantes, que en alguna medida, son la “voz real” del texto, aunque habría que ser muy ingenuos para no darnos cuenta de que hay, existe, un proceso de escogencia, de selección, por parte de la escritora que hace de este un discurso suyo, o al menos uno otro, más plural, más sinfónico. Sigamos, pasito a paso, mirando, escrutando al libro.
Hoy vamos reproducir una fabula que los santeros suelen narrar sobre “los beneficios que reportan en los hogares” la presencia de animales:
“Un hombre, padre de numerosa familia, era dueño de muchos animales que convivían dentro de la casa con él y sus hijos. Como no es raro que suceda entre ciertos individuos, y más de lo que ordinariamente se supone, este hombre entendía perfectamente el lenguaje de sus animales. Por esto, al enfermar gravemente su mujer, mientras todos los de la familia desesperaban de salvarla y ya daban a sus llantos rienda suelta, nuestro buen hombre permanecía tan tranquilo como de costumbre. Había oído al gato decirle al perro: - - La mujer de nuestro amo está muy mala y va a morir. Dejémonos de retozos y correrías. No me muerdas, porque no pienso arañarte.
Y oyó al kikirikí, interviniendo en el diálogo, responderles lanzando una carcajada: Bah, la mujer del amo, por muy mal que se encuentre, de esta no morirá. No hay que ser cobardes y defenderla cuando venga Ikú…
Todos los animales le temen a la Ikú; su visita –porque son clarividentes- les horripila. Al cabo de unos días, durante los cuales la enferma empeoraba gradualmente, la muerte, en efecto, llegó a buscarla. Al verla penetrar en la casa bajo el aspecto de un esqueleto, todos los animales empavorecieron; pero, cada uno en su idioma, expresó su terror en el tono más estridente. La Ikú, adelantando un pie, vaciló, aturdida por aquella algarabía. El kikirikí, atrevido y lleno de coraje, mientras los demás animales retrocedían sin cesar en sus alaridos, salió a su encuentro y saltó decididamente sobre ella. En sus revuelos, dejó prendida una pluma entre las coyunturas del brazo del esqueleto, que al ver aquella cosa extraña que brotaba de sus huesos, se asustó y echó a correr puertas afuera huyendo, no del kikirikí, cada vez más envalentonado, sino de la pluma que la seguía en su fuga, y de la que, por más que corría, no atinaba a librarse, en su azoramiento”.
Aunque esta visita a El Monte no pretende entrar en asuntos exegéticos o hacer una edición anotada y comentada del libro, quisiera hacerles notar que en el relato, ya cubanísimo, se nota la huella de nuestro imaginario, pues Ikú, en el mundo yoruba es macho, y aquí aparece según la imagen europea, en la que la Muerte es mujer y calavera, tal como la asumimos nosotros hasta hoy, por mucha ciencia y conciencia que nos arrope y cobije. Ver y creer.
4.
Continuamos desbrozando monte, aprendiendo de cada recoveco, de cada pedazo de maleza, de cada bejuco o de cada mata. Cada una de ellas es una historia. Seguimos tras las huellas de Lydia Cabrera, su libro y sus informantes. Esta vez les transcribiré una historia que tiene todo el sabor de la religiosidad africana, que descubre en cada ser o en cada cosa una expresión, o más bien manifestación, de lo sagrado. Todo contiene lo trascendente, todo es trascendente. Todo tiene causa y todo efecto, desde lo más mínimo e insignificante hasta lo enorme.
La Cabrera cuenta una historia que le narró Oddeddei, una de sus informantes:
“Un día que regañaba a una mujer que había arrojado de la casa, a escobazos, a una gallina, le oí relatar esta historia, que tenía por verdadera, y que sin duda hizo impresión en su oyente:
- Fue una mujer a la plaza a comprar un pollo: “Quiero un pollo barato. ¿Real y medio? ¡Es muy caro! – y después de mucho regatear, le dieron un pollito chiquito. “vaya, llévelo en un real…” Lo compró. Tenía un patio grande. Pero como el pollo era demasiado chiquito y flaco, lo despreció y lo echó fuera, al placer, donde había muchos matojos. No se ocupó más de él. Por ahí anduvo pedio el pollito, picando esta yerbita y esta otra, comiendo los bichitos que hallaba, y con el tiempo y su buena estrella, se volvió gallina gorda y conoció gallo. Y puso huevos, y sacó tres pollos, y un día que venía la gallina, ufana con sus tres pollones, la mujer la vio. “!caramba, si esa gallina es mía!” – y fue a echarle mano, pero la gallina se escapó. Mandó a su hija a que la recogiese y la gallina se pone a hablar. La niña va donde su madre y le dice: “Yo no cojo a esa gallina. Esta hablando como negra vieja” Va la madre, se acerca, y le dice a la gallina: “! Siga su camino, atrevida!”.
“Figúrese usté! La mujer manda a buscar al babalawo. El babalawo fue al placer, y ahora la gallina saca un canto (que no anoté), y el babalawo lo oye y le dice a la mujer: “La gallina me explicó que cuando usté la compró, venía contenta a su casa para ayudarla, pero usté la botó: que nunca salió del placer para echarle ni un grano de maíz. Que ahora ella tiene hijos, que está feliz en el placer, que no quiere nada de usté y que se va con sus hijos.”
“La mujer dijo: “Esa es la pura verdad. Pero es que estaba muy flaca y muy chiquita” – Y la gallina le contestó: “ Esa no es una razón. Cuando usté va a la plaza y quiere gallina gorda, páguela. Si no, cómprela flaca y engórdela.”
“En África nunca se bota un animal. Usté se atrae con eso la desgracia: y déjese de darle más escobazos a esa gallina, que le dará que sentir…”. Pág. 73
La semana que viene les presentaré otra versión de esta misma historia, pues la base de la oralidad son las versiones, en ella está su fundamento y su sobrevivencia. Más que hablar de tradiciones, cuando se trata de lo oral, es mejor apelar al concepto de versión, que es un vivo y actuante, que no tiene esa consistencia pétrea, rígida, que entraña el concepto de Tradición.
5.
En muchas de las religiones los relatos o las historias que se cuentan para edificación o disfrute de los iniciados están dotadas de cierto hieratismo o de una solemnidad casi ritual. Las palabra son dichas o escuchadas como si ellas fueran el continente, la vasija de la divinidad, por eso el humor aparece más por el camino de la ironía que por el de la carcajada. Como ya han leído en semanas anteriores en el mundo de la santería cubana, como en casi todas las formas en las que aparece y se insinúa la cubanía, el humor puede manifestarte también desde el choteo, desde la risa y el estruendo. En algunos pasajes de El Monte Lydia Cabrera nos permite reír con verdadera gozo.
En los encuentros con sus informantes estos no sólo contaban historias sagradas sino que sucesos hilarantes o incluso las primeras podían tener algún elemento cómico. Vaya por esta vez un ejemplo:
“La procedencia de esta historia podría no merecernos mucha confianza. A quien me la contó, le oí narrar una vez, en una de las tertulias de Omí.-Tomí y de Oddedei, que siendo cocinero de un antiguo título habanero, perdió su bien remunerado empleo por haber confeccionado tan de prisa un pastel de pollo, que al partirlo su amo, el marqués, que tenía invitados a su mesa aquella noche, el pollo salió vivo, piando, alteando y volcando las copas de agua y de vino, asustando mucho a las señoras que se hallaban presentes, “que no sabían si desmayarse de sorpresa”. Dos de las viejas, asiduas a estas tertulias que animaba Calazán, se indignaron. “! Eso es mentira!: “¿Mentira? Retire esa palabra… ¡Yo nunca digo una mentira, en mi vida!” Y a ese tenor, la discusión se avinagró seriamente; tuve que contener la risa y hacerles a las viejas unas señas suplicantes de que se callasen. Yo, al menos, fingí que no dudaba de su veracidad.” (Pág. 81)
Visto este fragmento podemos entrar a señalarles otra de las artistas importantes de la obra de la Cabrera: en ella no sólo se encuentran joyas del saber de las religiones afrocubanas, sino que de la oralidad cubana. Esta historia que citamos aquí nos adentra en un tipo de cuento y de cuentero popular, el llamado cuento del yo mentiroso, tan común en toda Iberoamérica, en el que por excepción, pues el cuentero popular generalmente cuenta en tercera persona, se asume el punto de vista del narrador protagonista, que cuenta en primera persona, y la historia asume los ropajes de la anécdota; recurso que hace crecer el efecto hilarante al aparecer un elemento fantástico como tomado de la realidad. El cuentero se asume como protagonista y a través de la exageración y el ridículo llega hasta el reino de lo cómico, arrastrando hasta él también a su público.
La semana próxima este mismo informante de nuestra autora, dando un giro a su relato, nos presentará un cuento de aparecidos. Así que los esperamos.
6.
El informante de Lydia Cabrera que narró la desopilante historia del pastel de pollo del que brota un ave vivita y coleando, que asusta a los invitados y hasta el mismísimo marqués, dueño de la casa donde trabajaba, por cierto muy bien remunerado, después de ser increpado por dos viejas, sin sentido alguno del humor, que llegan a acusarlo de mentiroso, pretende que le crean una sabrosa historia de fantasmas. Veamos que sucede en la página 81 de la edición de El Monte de 1989 realizada por la Editorial Letras Cubanas:
“ Pues bien, cuenta este viejo, y si se piensa una vez más en la autopersuación del negro, puede haber sido cierto – y si non é vero é ben trovato-, que una comadre suya vivía en un solar que se llamaba de los Aparecidos, porque en cuanto anochecía, se veían allí muchos fantasmas y se oían muchos ruidos. La comadre “era aficionada a hablarles a los muertos”, y una noche que, urgida por una necesidad inaplazable, tuvo que ir al fondo del patio, de regreso a su habitación oyó una voz que le dijo así: “A ver si me das algo”, “ Hombre, sí, yo te daré algo si tú también te comprometes a darme algo a mí –contestó la negra-. Treinta misas gregorianas, porque estoy en pena.” “Bien; dando y dando.” “ Pues busca ahí, debajo de esa losa floja, lo prometido”.
La negra levantó una losa que halló, desprendida, próxima a sus pies, y encontró real y medio y un poco de ceniza. No sintiéndose obligada a pagarle las misas de San Gregorio, por tan pícaro proceder sufrió, sin embargo, durante meses, la persecución de la astuta ánima en pena. En cuanto salía al patio, apenas se quedaba sola, en sueños, y por último, a todas horas, escuchaba la voz gangosa del muerto reclamándole: “¿Y mi misa? ¡ Mi misa!” Y a cambio de aquel real y medio, la mujer trabajó durante meses y meses como una negra, para costear hasta la última de aquellas misas gregorianas que el bribón del muerto le recordaba sin cesar. “ Yo la ayudé con un doblón. Especifica mi amigo-, y todos los del cabildo la ayudaron como pudieron.”
El lector, advertido de qué fuente procede el relato, queda en libertad, como siempre, de creer lo que mejor le parezca. Por mi parte, me inclino a aceptarlo como verídico, pues soy testigo de otros hechos que parecerán tanto más o igualmente inverosímiles”
Ante el relato oral no vale preguntarse sobre la verdad o la mentira de lo narrado. Al crear un tiempo y un espacio fabular, cocreación del narrador y su público, los implicados aceptan el pacto y todo empieza a funcionar a partir de las leyes que el propio relato estable. Algunos llegan a plantear que el cuento oral provoca “la suspensión temporal de la realidad”, pero a mi esa afirmación no me parece exacto pues, según mi parecer, el contenido de la realidad en la historia oral es otro, tan real y cierto, como el de la realidad real, es decir, esa otra realidad sujeta a la camisa de fuerza del espacio concreto y del tiempo cronológico.
Creer o no creer no es importante en el cuento, y lo que hemos leído hoy no es más que eso, un cuento popular, cuyas versiones o variantes se repiten en lugares y culturas muy diversas. Hoy estuvimos delante de un cuento de aparecidos. ¿ Y a quién de nosotros no se le ha puesto la piel de gallina alguna vez cuando, en medio de una narración de estas, una puerta chirrea o un vientecillo fino se nos ha colado por la espalda? ¡A temblar que no hay de otras! UhhhhhhhhhhhhhhhhhhJesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-2179408568383064202012-05-17T12:03:00.001-07:002012-05-17T12:11:43.715-07:00¿Aún es posible alquilar balcones?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-_2ac_8Mj1DA/T7VLN0EN5oI/AAAAAAAAAV8/aRCO_PhgGpY/s1600/MAYRA%2BNAVARRO_%2B4.JPG" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="307" width="400" src="http://4.bp.blogspot.com/-_2ac_8Mj1DA/T7VLN0EN5oI/AAAAAAAAAV8/aRCO_PhgGpY/s400/MAYRA%2BNAVARRO_%2B4.JPG" /></a></div>
La Habana era una ciudad polvorienta y desvencijada cuyos habitantes parecían deambular sin rumbo o hacia un destino incierto. Estoy seguro que fue en 1993 cuando le escuché a Mayra Navarro decir que Coralia Rodríguez había hecho una función “de alquilar balcones”. Elogio a la maestría. No olvido la frase, ni la época, ni a nosotros en medio de aquel mar de pasiones y silencios, de aquella lucha por sobrevivir y no matar los sueños. La Rodríguez, una de nuestras grandes narradoras orales, quizás fue la primera discípula de Francisco Garzón, en 1980 - ¿o acaso lo fue Simón Casanova u otro actor del Anaquillé, o lo fueron el escritor Leonardo Eiriz o el trovador José Raúl García?- cuando él afirmaba no saber “si era posible enseñar a alguien a contar cuentos”, o apenas esbozaba que narrar oralmente era un “hecho escénico”, es decir, eran los tiempos en los que no había retrocedido hasta el sintagma narración oral escénica y mucho menos arribado a sus conclusiones actuales, que en alguna medida retornan al primer planteamiento, pero con la sustancia y el peso que da el plantear que las artes del relato oral operan según la lógica de la Oralidad y no según la de la Escena.
Es sorprendente como, ante la mirada indiferente de algunos o la ignorancia de otros, se nos pretende recontar la historia de la Narración oral contemporánea en Cuba, ahora desde el punto de vista de un narrador ausente, pero que intenta ser omnisciente. No puedo ser indiferente, desentenderme o quedarme cómodamente instalado, mirando lo que ocurre entre el patio de butacas y el escenario, no puedo conformarme con que me coloquen en el gallinero y aceptarlo cual destino manifiesto. Y es que el asunto no es sólo de índole personal, aunque toda mi vida, mis fibras más recónditas, estén implicadas en ello. Soy testigo, participante, y si alguien lo cree, hasta protagonista de esta larga, y por momentos, dolorosa historia del renacimiento de la Narración oral. Me sorprende que hayan pasado treinta años desde que en la calle Narciso López, entre la Avenida del Puerto y el callejón de Edna, justo detrás del templete de la fundación de La Habana, recibiera mi primer y único taller de cuentería. Los alumnos éramos dos, el dramaturgo Raúl Alfonso, de paso breve por el teatro cubano, y yo. El maestro fue Francisco Garzón Céspedes.
Coralia y nosotros compartimos la experiencia de escuchar, entre deslumbrados y conmovidos, una teoría y una técnica que no imaginábamos existiera. Entonces todo era elemental y prístino. El arte de contar se reducía a dos pliegos de 8 ½ x 13, que tenían simples fórmulas, ordenadas con precisión. Artículos de fe, que pronto se convirtieron en horma, en dogma y en bozal. Muchos años después, al releer con ojo crítico Apuntes para un taller de narración oral de Isabel de los Ríos, publicado en Caracas en Julio de 1985, y que fueron tomados por la autora durante un taller de Garzón Céspedes, pudimos documentar que las fuentes originales del hispano-cubano, hay que buscarlas, ¿quién lo duda?, en los presupuestos teóricos de La Hora del Cuento, de origen norteamericano - que no “corriente escandinava”-, pudiéndose afirmar categóricamente que no enseñaba entonces otra cosa que no proviniera de allí.
Justo en esa época ya planteaba el que, hasta hoy, es su aporte fundamental y que radica en la lectura de esas fuentes y la comprensión del arte de narrar desde el punto de vista de la teoría de la comunicación – muy rudimentaria y parcial-, lo que lo condujo hasta la necesidad de aprovechar los elementos escénicos, especialmente teatrales, buscando la relación emisor-receptor, y la posibilidad de revertir la dirección del proceso, es decir que el mensaje también fluyera del receptor al emisor, y que este pudiera ejecutarse de manera efectiva en los nuevos tiempos. Llegados a este punto habría que señalar, sin menospreciar su aporte y herencia, que Garzón Céspedes nunca logró saltar del modelo lineal de Claude E. Shannon y Warren Weaver y que nunca logró adicionar a su propuesta teórica elementos de teoría del texto o de teoría del arte, que la hubieran completado, haciéndola abarcadora y menos sujeta a lo únicamente comunicacional, además de que le hubiesen permitido a él saltar, de lo esencialmente práctico, hasta la elaboración de una teoría general de la Narración oral e incluso aproximarse a la estructuración de una poética de este arte o de un sistema propio; que es evidente que no alcanza ni siquiera hoy, habiendo transformado algunos de sus planteamientos esenciales e introducido otros.
El renacimiento de la Narración oral como arte, el retorno del papel del narrador oral como figura pública, el pensar y teorizar sobre ambos como integrantes de un fenómeno cultural, y más que eso, civilizatorio, se da al unísono en varios países y continentes, sin aparente relación ni influencia entre ellos; incluso se da en África o Asia, donde pervive una estructura social más tradicional y la figura del contador de historias nunca ha dejado de estar vigente; continentes donde, por demás, y como consecuencia del contacto con las metrópolis, se verifica un raro fenómeno de “conquista”, más bien de encantamiento, a la inversa. La Palabra de la periferia irrumpe en los centros y los transforma.
Cuba llega a este “renacer” a través de cinco momentos, aparentemente desconectados y de distinto signo, pero que nos conducirán hasta la realidad actual:
1. En la década del 40 del Siglo XX tiene lugar la introducción de la tecnología de La Hora del Cuento, por parte de María Teresa Freyre de Andrade, en el ámbito estrecho de la biblioteca del Lyceum Lawn Tennis Club de La Habana. Allí, en abril de 1947, la Dra. Freyre imparte el primer taller de Narración oral de que se tiene noticia en Cuba, consistente en doce lecciones, que nombró El arte de contar cuentos; y, en 1952, publica, en el número 31 de la revista Lyceum, el primer texto escrito por un cubano sobre el tema, con idéntico título.
2. En 1956 Luis Mariano Carbonell comienza a presentar cuentos literarios sólo que dichos de viva voz. Estos, aunque ciertamente aprendidos de memoria, fueron estructurados desde la visión, la práctica, los recursos y el instrumental del narrador oral, y en alguna medida del cuentero popular de la tradición santiaguera, tan particular en su estilo. En alguna de sus variantes más antiguas, en África, el griot abre el proceso con el público a través del texto espectacular conservando casi siempre integro el texto narrativo. A partir del recital que hiciera ese año en la Sala Teatro del Conservatorio Hubert de Blanck, Carbonell protagonizó múltiples espectáculos de Narración oral en Cuba y en el extranjero, y todavía se le puede ver y escuchar en escenarios capitalinos.
3. Introducción, en 1962, de La Hora del Cuento en las bibliotecas públicas y la aparición de Mayra Navarro, primero narradora modelo y luego maestra ella misma en la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y en la Enseñanza Artística, incluyendo la docencia en los niveles medios hasta el superior. Gracias al trabajo anterior de la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, primera directora de la Biblioteca Nacional José Martí, en la Revolución, se implementó un sistema universal y gratuito de enseñanza y disfrute de las artes del relato en todo el país. La acompañaron en este empeño el poeta Eliseo Diego, y de las doctoras María del Carmen Garcini - quien falleciera en plena juventud en 1967- y Audry Mancebo.
4. En 1975 se funda La Peña de los Juglares, en la que se desarrolla una importante labor de actualización y consolidación del trabajo del narrador, contribuyendo al reconocimiento de la narración oral como un arte independiente. Francisco Garzón Céspedes, quien como narrador oral, parte, según el mismo ha confesado reiteradamente, de las experiencias comunicacionales de la poesía, el periodismo, la propaganda política, la investigación o el teatro, pasando por el ámbito de la historia familiar y cultural, desemboca en la apropiación de los textos de Teoría y Técnica del arte de narrar, que se encontraban en la Biblioteca Nacional. Él es el autor y protagonista de tal hazaña. La Peña del Parque Lenin -la de Los Juglares, la de Teresita Fernández- a la que se suma, casi al inicio, Garzón, era un espacio protagonizado por una variedad enorme de actos orales. En la Peña se trovaba, se decía poesía, se leía en voz alta, se conversaba, se narraba… elementos que condicionaron no sólo su quehacer sino su proyección a futuro.
5. Alrededor de la realización del 1er Festival de Narración Oral Escénica en Camagüey y del 1er. Festival Iberoamericano de Narración Oral Escénica de Caracas en 1989, comienza una relación estable de trabajo entre Garzón Céspedes y Mayra Navarro, que se consolida a partir de 1991 en los ámbitos del Gran Teatro de La Habana, desarrollándose una influyente labor difusora y pedagógica, que, a decir verdad, esencialmente protagonizara y sostuviera la Navarro; pues el primero fundaba, dirigía, asesoraba o ejecutaba parcialmente, teniendo en cuenta que su trabajo internacional, comenzado en los años 80, había logrado ya un nivel de compromiso tal que lo mantenía fuera de los ambientes nacionales, o porque desde hace ya más de 15 años no reside ni visita al país. De esta relación de trabajo, iniciada antes de 1989, pero consolidada a partir de allí, hasta el 2005, ya no quedan nada más que relatos en pasado y sus frutos. Cada cual tomó su camino.
Garzón Céspedes, que fundó la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica, abrió puertas en varios países iberoamericanos, pero no actuó ni influyó en todos por igual, incluso en algunos no se le reconoce tal obra, pero ciertamente su papel fundacional sólo se atreverían a escamotearlo los mentirosos, los tontos o los desagradecidos. Al César lo que es de él. Mayra Navarro, por su parte, es la maestra de la casi totalidad de los narradores orales actuantes y vigentes en el país, o estos fueron formados por alumnos de ella y, además, es la autora de un sistema pedagógico y artístico de plena vigencia e influencia.
Seguramente hay episodios aislados o con limitada resonancia que se sitúan antes de 1940 o posteriores a los años 60, pero que no los señalamos aquí justamente por lo estrecho de sus miras o lo personal de su influencia o por lo efímero de su accionar. Podría indicarse la presencia en 1901 de la narradora oral norteamericana Ruth Sawyer, integrando un proyecto de formación de maestros de kindergarten promovido por el Gobierno interventor de los Estados Unidos, que sin embargo, todo parece indicar, no obtuvo frutos permanentes y mucho menos discípulos o seguidores cubanos. Caso aparte es la labor de Haydeé Artega Rojas, pionera del trabajo sociocultural comunitario en Cuba, quien, a través de sus Sábados Culturales y otras acciones, desde las estructuras del Partido Socialista Popular y del sindicalismo, desarrollara una importante labor de promoción cultural, pero que, incluyendo a la Narración oral, siendo ella misma una narradora, abarcaba otras artes. Es decir, el proyecto de La Señora de los Cuentos - epíteto posterior- no era de Narración oral ni centrado propiamente en este arte. A ella se le debe la aparición, alredor de 1967, de una fugaz escuela de Narración oral, bautizada con el nombre de María del Carmen Garcini, que no dejó huellas ni cuenta con exalumnos que hoy ejerzan, ni siquiera como aficionados, el oficio de narrar. Esta escuela, por lo que hemos escuchado, usaba los materiales editados en la Biblioteca Nacional. Por otro lado, infantes cuentan hoy a partir de Haydeé y los niños, espacio que funciona aún gracias al apoyo de la Oficina del Historiador de La Habana, siendo esta una labor que se agradece. También habría que situar la existencia de la enseñanza de la Narración oral como instrumento pedagógico y de estimulación a la lectura o como introducción a la Literatura en las Escuelas Normales para Maestros o en las Escuelas del Hogar, o en las de formación de maestras para kindergarten. Miriam Broderman aprendió a contar con Pepita Verbisky, argentina residente en Cuba, que trabajó en la preparación de maestros para los Círculos Infantiles, cuya vida y obra valdría la pena investigar; o Tula Ortiz, nos informa que estudió este arte como parte del pensum de la Escuela Formadora de Maestros preescolares. Entre esas acciones o proyectos habría que destacar, también, los eventos de decimistas y cuenteros populares que, en la década del 60, organizara Rómulo Loredo Alonso por los lados de Jatibonico, o la labor monumental de la Casa del Caribe de Santiago de Cuba, dirigida por el preclaro Joel James Figarola, en el rescate y conservación de la cuentería y de otras manifestaciones de la cultura popular tradicional, llegando a editar el único disco de placa negra que se conserva con grabaciones de cuenteros, realizada en el patio de la Casa del poeta José María Heredia, en 1988. Entre los narradores registrados está Francisco Martínez Hinojosa, El Gordo Hinojosa, raro caso de hombre de bastísima cultura que es esencialmente un cuentero popular urbano.
No me detendré, por pudor y obvias razones, en La Peña del Brocal (15 de marzo de 1987), en el festival del 89 (19 al 25 de marzo), en la importancia de la ciudad de Camagüey en este renacer, en la obra de Manolito Martínez, o en el papel liberador y ecuménico que tuvo en su momento la Bienal Internacional de Oralidad de Santiago de Cuba (septiembre de 1997). A partir de ella, fueron creadas las condiciones para desarrollar un movimiento sólido, plural, no atado a persona, cátedra o tendencia alguna Habiendo logrado quebrar hegemonías y ortodoxias, la Bienal inició una etapa de distinto signo, que podrá historiarse en el futuro y que, seguramente, deberá incluir también la aparición en el 2001 de la Sección de Narradores orales de la UNEAC, la creación en el 2003 de la Cátedra Cubana de Narración oral María del Carmen Garcini, del Foro de Narración oral del Gran Teatro de La Habana (2006) , la existencia del movimiento profesional de Narración oral, la creación de una red nacional de eventos de este arte, la Reunión Nacional de Narradores orales miembros de la UNEAC, en septiembre del 2010, en la que se redactó y aprobó el Proyecto para Calificador del Narrador oral, que deberá servir como fundamento para el reconocimiento legal del oficio, y la reciente puesta en marcha de la Cátedra de Cuentería Popular Campesina, entre otras acciones, proyectos o caminos. Tiempo al tiempo.
Situamos estos cinco momentos como esenciales y determinantes para los inicios y desarrollo del renacimiento de la Narración oral en Cuba, para explicar este fenómeno aquí, teniendo en cuenta su significado y vigencia, aunque, reiteramos, que, sin la existencia de otras situaciones, personajes, personas y circunstancias, que crearon también el caldo de cultivo, que favorecieron los actos fundadores, los momentos determinantes, no podríamos plantear una tesis posible, una argumentación creíble o un discurso coherente sobre su historia; pues sin ellos sólo esbozaríamos una suerte de teoría milagrera, sin asideros ni causas, sin orígenes y resonancias, o desembocaríamos en esa suerte de malabarismo intelectual, que marcha según soplen los vientos, y que está tan de moda.
Si un problema le veo a la Narración oral en Cuba hoy es justamente que no posee un cuerpo teórico múltiple, una historia polifónica, que no cuenta con estructuras académicas que le permitan pensarse desde si y para si. El Aula de Teoría y Pensamiento del Foro del Gran Teatro de La Habana está iniciando un proyecto formativo de nivel superior, pero no es suficiente ni podrá cubrir todas las necesidades por si sólo sino actúa en coordinación con otros proyectos similares. Al escudriñar las características que tienen los movimientos de narradores orales en los países en los que existe éste con carácter profesional, articulado y coherente, veremos que, dentro y detrás de ellos, hay un cuerpo que se piensa y construye. Revisen las realidades de Estados Unidos, Francia, Italia, Brasil, Canadá, Argentina, entre otros. En muchos lugares la importancia de un evento o proyecto artístico no sólo se mide por la calidad y cantidad de sus artistas y públicos, sino por la estructura formativa o teórica de que dispone o aporta.
De una vez y por todas hay que vencer el escrúpulo y la superstición que tienen algunos, que llegan hasta a afirmar que “los eventos teóricos son pavosos”, es decir, que tienen pava, que convocan la mala suerte, el mal de ojo. Lo pavoso, lo realmente destructivo, se asienta en la ignorancia, y es que en ella no hay virtud, más bien lo que se encuentra es estrechez y pobreza de espíritu.
En la comodidad de una butaca de la Sala Lecuona del Gran Teatro de La Habana, durante la Muestra de Narración Oral en el Festival Internacional de Teatro de La Habana, y esperando a que Mayra Navarro apareciera en escena, tuve tiempo suficiente para reflexionar sobre la historia, nuestra historia, esa que les he contado, porque, como ya vimos, ella es una de sus protagonistas esenciales, y, que, como era de suponer, es también uno de los blancos predilectos de la tergiversación y la reescritura que ensaya el narrador ausente y sus presuntos cómplices.
Fíjense la utilidad que tendría conocer esta historia, que, de haberla tenido a mano, seguramente los ejecutivos y diagramadores del XIV Festival de Teatro de La Habana, el Consejo de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura, no hubiesen confundido a la Narración oral que se hace en Cuba hoy con la Narración Oral Escénica, de signo garzoniano, y no insistirían en calificar de tal a un movimiento profesional que nada tiene que ver ya con uno de sus orígenes. Insistentemente hemos explicado que detrás del sintagma hay una posición estética, ética, que hay instrumentos para la construcción de los discursos, y no un simple montoncito de palabras. Hay una posición de principios, que pudieron funcionar e incluso parecernos legítimos en una época, pero que ya no nos representa, no nos acompañan, no son funcionales, pues no encarnan el espíritu libertario del cuento oral, sino que son una nueva cárcel, una frontera que superamos con mucho dolor y esfuerzo, porque, para algunos, soltar esos lastres fue como dejar el hogar, el fuego primero y lanzarnos al Mar de los Sargazos. Detrás de él, del sintagma, está la historia de Francisco Garzón Céspedes y su cátedra, más no la de los protagonistas actuales, que, definitivamente separados de esa corriente, han construido su propio camino.
Al fin, dirán ustedes, se apagan las luces, y la narradora sale. No lleva mantón de Manila, ni máscaras ni un encorsetado vestuario, aparece ella, sobria, diríase que con sencilla elegancia, y comienza a hablar. No hace otra cosa. Ella, que estudió música, que tocaba el piano, que sabe manejar con gracia los tacones altos y cocinar con puntual sazón, desde 1962 ha escogido al cuento, desnudo, mondo y lirondo, como guerrero y como armadura a un mismo tiempo. Están solos, en medio de un espacio-tiempo compartido, el narrador, el cuento y el público. Nadie más. ¿Y es que se necesita de alguien o de algo más? En este caso no, definitivamente no. En apariencia la narradora selecciona un camino sin muchos elementos en el paisaje, se diría que hasta da muy pocas opciones para construirlo, que bien podría ensayar y poner algo de matorral; más ella, tercamente, eso sí, insiste, en quedarse sin asideros, o mejor, con uno, fugaz y frágil, retador y vivo, y termina construyendo más que cuentos, mundos.
En escena realmente encontramos nada más unos pocos elementos significantes por si mismos - los actores o los narradores- pues los otros, los inanimados, las palabras del trasfondo, son como la impedimenta de un ejército, que hay que dotarla de aliento, hay que llenarla de sentido. Muchas veces vemos a narradores que insisten en romper o superar los moldes de la Oralidad, innovar, y lo que hacen es que atiborran el espacio de representación con elementos que no dicen, que no significan, que no cuentan. Incluso los he visto llegar hasta el extremo de introducir ruidos de tal intensidad en la historia que llegan a hacerla ininteligible. Recuerdo en Barquisimeto, Venezuela, en el 1994, cuando dos narradores llenaron el escenario de hojas secas, luego, en su centro pusieron una enorme ponchera donde prepararon, a la vista de todos, una suculenta ensalada de frutas tropicales, cuyo olor inundó hasta los fosos del Teatro Juares, y ellos, por su parte, estrenaron un carísimo vestuario que incluía zapatos mandados a hacer a la medida y diseñados por un modisto famoso. Follaje, frutas, iluminación, la corporeidad de los protagonistas, las texturas del cuento y las múltiples experiencias del auditorio nunca llegaron a encontrarse, a conectarse; es más, parecía que unos competían con otros, porque ninguno de ellos realmente estaba allí para decir sino para exhibirse. Los cuentos se borraron y pasaron a ser paisaje, cuando lo que debieron ser es naturaleza.
Mayra Navarro cuenta en su centro, “gloriosamente viva”, y contagia. No se borra en escena, no pasa a un segundo plano para resaltar la historia, ella encarna al cuento, ella es el cuento, en el aquí y ahora, y cuando el espectador ve que se abre la posibilidad de ser él también palabra encarnada, palabra-cuerpo, se entrega, se suma. Para que exista fábula no sólo se necesitan tema o sucesos, sino que tiempo y espacio fabular, protagonistas, y estructura oral, que es redundancia, reiteración, que es acumulativa y episódica, que nunca coloca más de dos personajes en una acción, que tiene en cuenta los motivos, las funciones, los tópicos, pero que nunca olvida que el espectador de las ciudades de hoy nace ya signado por la escritura y que si se quiere hacer acompañar y entender, si quiere que le crean, debe respetar la lógica de la escritura que está detrás de la introducción, el nudo y el desenlace.
Esa noche, la del 28 de octubre, escuchamos Verde-Verde, de Daína Chaviano, Sueños, de Joel Franz Rosell, La espina de marfil; de Marina Colasantti, La cosa en sí, de Freddy Artiles, Rancho con sol, de Julio César Castro, El devorador de pasteles – cuento tradicional de la India- y La mujer chirriquitica, de Rodha Bacmaister. Todos cuentos de su repertorio, y que, sin embargo, se agradecieron como nuevos, porque lo eran. Cuando los teóricos de la Oralidad o del relato, o los folcloristas y antropólogos, se enfrentan a un cuento oral lo miran desde la lógica del texto escrito, nunca pensando en ese conjunto de significación que es el discurso, sino únicamente se atienen a su soporte material. Como ellos lo que ven es la transcripción en el papel o la grabación, olvidan que lo oral es inasible, efímero, suerte de Ave Fénix que con un chasquido de dedos, a veces, regresa. La magia se hace, el milagro aparece, cuando el contador de historia convoca las palabras, los gestos, los sonidos precisos, y el espectador los hace suyos. Nuestra protagonista sabe que depende de los otros, de los que estamos en la platea, y nos tiene en cuenta, y no es sólo asunto de que nos mira o es próxima, sino que construye para nosotros un mundo posible, un universo realizable, en el que no hay elementos decorativos, sino elementos esencialmente bellos y útiles, es decir, virtuosos. Entonces cada cual puede poner en la historia lo que es y lo que quiere, siempre a partir de elementos imprescindibles y sólo con ellos.
La esencia del arte del cuentero es la virtud. Su camino y su fin es ella. Sólo unos pocos llegan a presentirla, más que por escogencia, como resultado del trabajo y de la constancia.
Aún cuando las palabras de Mayra Navarro, como todas, se las lleva el tiempo, que no el viento, si bien ellas envejecen y mueren al instante mismo de ser pronunciadas, no dejan de tener esa tersura, esa perfección y gracia, que es la eternidad, la verdadera trascendencia, que es memoria, e intuición, presentimiento de la luz más que Luz. Proximidad del paraíso en la pobreza, en el desasimiento, en la desnuda imperfección de una mujer que aspira, sin embargo, a alcanzar el vislumbre.
Los balcones de esa señora son sobrenaturaleza, cuerpo después del arrebato, que tiene otro sabor y otra gracia. Oírla contar historias es remitirnos a la certeza de que en La Habana también los balcones existen, son posibles… más no se alquilan, porque la virtud es don y gratuidad.Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-49227245409892880302012-05-16T16:28:00.000-07:002012-05-16T16:28:49.872-07:00!Honor y Respeto!Apostillas a Los Dueños de la Palabra
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/-24Sn2y_x5to/T7Q1R7c8EYI/AAAAAAAAAUw/GkX8QdzYHQk/s1600/52.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="267" width="400" src="http://2.bp.blogspot.com/-24Sn2y_x5to/T7Q1R7c8EYI/AAAAAAAAAUw/GkX8QdzYHQk/s400/52.jpg" /></a></div>
<b>Lo primero, es lo primero </b>
Un alma bien temperada acoge, saluda, hace sentir al otro, a los otros, que están en el justo lugar, que llegaron a tiempo, que son bienvenidos. Empecemos por ahí. Y hagámoslo a la manera tradicional haitiana: ¡Honor y Respeto! Señoras, Señores, la sociedad… Esas palabras parecen contener todo el sentido, el entendimiento y la razón necesarios. Ellas fueron traídas por Mimi Barthélémy, la cuentera franco-haitiana, que tanto nos hizo intuir sobre el oficio de contar y sobre la realización misma de Los Dueños de la Palabra, jornada que tuvo lugar entre los días 24 y 26 de marzo, aquí en La Habana, capital insular y mítica, en celebración por los cincuenta años con el cuento oral de Mayra Navarro.
La Gran Dama del Cuento francés vino de la mano de Coralia Rodríguez, quien durante mucho tiempo ha estado ha hecho atravesar el Atlántico a algunos de los más importantes protagonistas del renacimiento de la cuentería en África y Europa, enriqueciendo las orejas y los ojos cubanos. Por esta vez se le unió también Hassane Kassi Kouyaté, patriarca del clan Kouyaté, que como se sabe es una de las familias de djeli más importantes e influyentes dentro del mundo tradicional africano, además de ser él mismo protagonista del panorama teatral de varios continentes.
Cuatro maestros para tres noches. Cuatro personalidades, estilos, cuatro avatares, más un solo propósito: contar y encantar.
Ellos serían las fuerzas, los hechizos, los talismanes que conjurarían el mal primordial de los espectáculos de Narración oral en este país: el Síndrome de las Butacas Vacías. No nos llamemos a engaño, salvo alguna que otra sala pequeña o festival de paso, los eventos de este arte adolecen del abandono y la indiferencia de las instituciones, la prensa y los públicos, o más bien, no han logrado concretar, materializar, uno que se le sea propio y fiel, que le acompañe y le juzgue. Y es que la Narración oral en Cuba no ha superado los estados nacientes, tan amateurs, y algunos insisten en permanecer en ese periodo de infantilismo conceptual que le hace competir con el Teatro o con las otras Artes Escénicas, en el mejor de los casos, cuando no se aferran a una supuesta condición actoral de sus hacedores. Esta indefinición, que será superada con el tiempo, el dolor y el trabajo, comienza a agotarse y ya está dando síntomas de que es necesario sustituirla por otra lógica, pues de permanecer, podría, si no terminar minando las bases de este arte milenario - cosa que es prácticamente imposible- sí, al menos retardando su desarrollo y adaptación a las nuevas situaciones comunicativas que entraña la hegemonía de una cultura global. Bien mirado, esa cultura podría ser enriquecida si no se pretendiera legitimar solamente algunas normas u “hormas” teatrales y se asumiera una visión ecuménica que incluya a los hitos de las otras artes, más las necesidades y realidades de unos receptores que, viviendo a tono con los tiempos, se parecen más a sí mismos que a sus predecesores. La pretendida universalidad de la Cultura, como si ella fuera un conjunto de leyes naturales inmutables, válidas siempre, y no un contructo, hace que seamos incapaces de reconocer que el problema fundamental del artista de hoy, incluido el oral, no se centra en la aceptación de un “tipo cultural válido para todos”, sino en la creación de un “tipo particular y único que sea capaz de comunicarse con todos y en todos” a través de la creación de un tiempo y un espacio fabular abierto, de un universo hasta cierto punto vacío, que permita la inclusión y absorción de todos en el Todo, o la conformación de un Todo en/con muchas partes distintas. Los aportes de las artes de la representación incluyen a los que vienen de los artistas orales, son el resultado también de su legado, aún cuando ellos se muevan en los predios de la Oralidad, sistema simbólico de expresión, creador de lenguajes, que maneja en su discurso no sólo el texto de la representación, sino además uno narrativo y otro de la recepción y del receptor. No se podrían entender las nuevas teatralidades sino se comprende cómo el Narrador oral, que a partir del Siglo XIX, rompiendo el esquema de la trasmisión tradicional, artesanal, fue capaz de crear una tecnología para su arte, aportando un oficio artístico contemporáneo, e influir con sus códigos y recursos en la trasformación de las mismas. Creo que no se podría comprender el valor de la corporeidad del artista, de su cuerpo como signo, sin la aportación esencial del cuentero, como tampoco el recurso de la mirada, el valor de los espacios comunes o el sentido mismo de la Palabra como vehiculo y vasija - entre otros aspectos- que seguramente serán estudiados con detenimiento cuando seamos capaces, ante todo, de decir “¡aquí estamos, somos lo que somos, mírennos!”, libres de complejos de inferioridad o de reacciones neuróticas y perretas de adolescentes.
El asunto es que al llamado de Los Dueños de la Palabra acudió público, sala llena en todas las funciones, y habría que preguntarse el por qué, cómo es que ese evento lo logró cuando otros apenas lo intentan, más casi siempre mueren de inanición por el camino. ¿Podría decirse que algunos acudieron para ver lo extranjero, lo exótico, que otros fueron por novelería o por esnobismo? Todo puede ser y hasta eso, pero no creo que fuera lo distintivo. La gente acudió a un llamado particular, específico, inconfundible: a escuchar cuentos de la boca de cuenteros bien definidos, que son maestros en su arte y que este alcanza en ellos una identidad sólida. Fueron a ver artistas de muy alto nivel y prestigio. Nadie propuso liebres sabiendo que abundarían gatos, y el auditorio intuyó la autenticidad de la oferta. Sé que además influyó una publicidad insistente o un compromiso personalizado, que por otro lado estaba el deseo y la obligación de celebrar a la Navarro y que ella tiene alumnos o áreas de influencia muy diversos; que se escogió una institución - la Sala Adolfo Llauradó- prestigiada por el alto nivel y la regularidad de sus ofertas; que se contó con el apoyo de personas e instituciones; que el programa no promovía una tendencia sino que se abría; que se creó un ambiente de confraternidad y complicidad; pero también no hay que olvidar que se tenía en contra la mala propaganda que insiste en la “no profesionalidad” de los narradores orales; la supuesta o real mediocridad de sus propuestas; la irregularidad de su programación; la visión errónea de que el trabajo del cuento narrado de viva voz es algo para los niños o la prioridad que algunos dan al arte del relato en su función pedagógica o de estimulación de la lectura o esa leyenda negra que gravita sobre él y que hace que algunos lo vean como el hijo bastardo de la Literatura, del Teatro, o la reducción de la cultura popular a espacios periféricos, etc.
Para tratar de entender y de explicar lo ocurrido en esas jornadas nos aventuraremos en el análisis particular de cada uno de los espectáculos, porque indudablemente la autenticidad de las propuestas o la definición y las estrategias de publicidad o gerencia; o las alianzas y sinergias; o las causas coyunturales, contribuyen a la consumación y recepción del acto, pero no logran explicar la valía del hecho artístico, pues él deberá explicarse por sí mismo, sin necesidad de muletas.
Entremos pues al hecho en sí, a la sustancia y al accidente que es el arte de cuatro cuenteros de excepción: Mayra Navarro, Mimi Barthélémy, Coralia Rodríguez y Hassane Kouyaté.
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<b>Contar cincuenta </b>
El primero de los unipersonales presentados, como lo indica el subtítulo, fue el de Mayra Navarro, y hacía referencia directa al motivo de la celebración y preparaba para su recepción a un público que enseguida comprendió y constató que se trataba de una antología de textos orales más que de un espectáculo que se moviera dentro de una unidad temática y conceptual, aún cuando este motivo condicionara una cierta coherencia expresiva, pues el discurso se terminó de conformar a través de la relación particular que se estableció, en el aquí y ahora, entre las historias individuales, las circunstancias y cada uno de los públicos. Quiérase o no, con independencia de nuestra postura teórica, hay que coincidir en el principio básico de que la Oralidad parte, a diferencia de otros sistemas, de la integración en la elaboración del discurso de un receptor activo y cocreador, del que depende en mucho la estructura y hasta el contenido final de lo dicho; que es entonces obra no sólo de una personalidad puesta en situación espectacular, sino de la interrelación entre ella y los presentes.
A este momento no sólo le asiste una selección, una voluntad de escogencia, sino una historia y una práctica artística que le dan acabado y autoridad, potencia. La narradora cubana es hoy la principal figura de la Isla en su arte, además de ser la depositaria de una tradición que nace en la primera mitad del siglo XX con María Teresa Freyre de Andrade, se continúa con Eliseo Diego y los profesores de La Hora del Cuento en la Biblioteca Nacional José Martí, pasando por la Narración oral escénica como estación de paso obligado, hasta desembocar en el sistema pedagógico y de práctica artística oral que ella creara y protagoniza, distinguiéndola del conjunto de las personas y acciones que arman este derrotero en Cuba, siendo este el más coherente, flexible y estable, el que ha permitido una mayor interrelación y permanencia en sus acciones. Mayra Navarro no sólo mantiene una diversa y plural actividad en los escenarios cubanos y extranjeros, sino que ha sostenido un taller de formación básica y uno permanente por más de veinte años, ha mantenido publicaciones teóricas, creó el Foro de Narración oral del Gran Teatro de La Habana y hace funcionar el Festival Primavera de Cuentos. Todo este conjunto, organizado y relacionado, hace que podamos ver a su sistema como único en el país, pues los otros existentes o remedan al suyo, o tienen una influencia mínimo y parcial, o son tan rígidos y egocéntricos que provocan más la exclusión que la acogida y la libre participación.
Contar cincuenta no puede ser explicado sin la historia que lo calza y le sostiene.
La escucha y visualización de El devorador de pasteles –cuento tradicional de La India-; dos “divertimentos” de Eliseo Diego; Rancho con sol de Julio César Castro, María Dos Prazeres de Gabriel García Márquez; Caballo de Onelio Jorge Cardoso y La mujer chiquirritica de Rotha Bacmeister, bastaron para encantar a un público atento y entregado que colmó los espacios de la Llauradó, pudiendo asistir a un espectáculo de madurez y consumación. Nadie esperaba tanteos o búsquedas, sobresaltos y descubrimientos, sólo resultados, que se han ido sedimentando con los años y que han terminado siendo discursos clásicos en la historia de la palabra cubana. Cuentos batalladores y sólidos puestos en el cuerpo y la presencia de una narradora que ha ido creciendo, afianzando y acendrando su técnica con los años. Recuerdo a una mujer encantadora pero de cierta rigidez corporal en los ochenta del pasado siglo que hoy alcanza plasticidad y elegancia en sus desplazamientos, así como un equilibrio y cuidado en su energía poderosa, que bien pudiera, si anduviera descontrolada, ensuciar la emisión y estropear la recepción.
Una vez finalizada la función la UNEAC y su Asociación de Artistas Escénicos le entregaron un Premio Juglar honorífico, así como reconocimientos del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y la Universidad de las Artes. Sin embargo, lo más importante de aquella tarde-noche fue la participación, el reconocimiento y los delirantes aplausos de un público que, a pesar de que mayoritariamente conocía los cuentos, gracias a la maestría de la homenajeada, los recibió como únicos, irrepetibles y recién estrenados. Quizás el elogio más significativo vino de Hassane Kouyaté, quien en un aparte con la artista, le dijo que ella narraba no sólo desde su verdad, sino que desde la Verdad. Sabiendo, como se sabe, que para un ser humano de su estirpe, la Palabra dicha no es cosa menor ni ha de ser pronunciada sin respeto y responsabilidad. Este elogio hace evidente la categoría y calidad de lo presenciado, y, además, coloca en justa perspectiva todos los años que Maya Navarro ha entregado a la cultural oral.
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<a href="http://3.bp.blogspot.com/-EqSwkJuhXbc/T7Q19Apk2OI/AAAAAAAAAVI/amS_vYdwKGY/s1600/04.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="267" width="400" src="http://3.bp.blogspot.com/-EqSwkJuhXbc/T7Q19Apk2OI/AAAAAAAAAVI/amS_vYdwKGY/s400/04.jpg" /></a></div>
<b>La Gran Dama del Cuento dice cric, dice crac</b>
Mimi Barthélémy, conocida en los predios de la cuentería internacional como La Gran Dama del Cuento Francés, estuvo aquí para refutar la exactitud de tal epíteto. La fraco-haitiana no es sólo lo que se enuncia, ella es una Gran Dama del Cuento, sin localización o frontera que la restrinja y la encierre; por eso en África, tierra natal de la especie humana, se le reconoce como poseedora de la Madre de la Palabra, es decir, como dueña de un saber ancestral y cósmico que le permite pronunciar, con igual solvencia, todos los tipos de Palabra, humanas o divinas. Todas. Ella se mueve entre lo estelar y lo telúrico con igual maestría. Es huracán y brisa, terremoto, delicado rubor, canto, grito, ira y elegancia. En ella se acumulan la rebeldía y la resistencia, la lucha por el autorreconocimiento y la realización. Esta mujer se hizo a sí misma, con sus propias manos y su voz, y es la síntesis de todos sus mundos posibles: por un lado desciende de Armand, el negro cimarrón que amaba y procuraba la libertad, o viene de mestizos burgueses que entendieron, o creyeron, que su futuro estaba más centrado en el aceptar e imitar al invasor que en negarlo y combatirlo; es la actriz, la luchadora social, la mujer de un agregado cultural o de un mulato cubano, o la que lucha por reafirmar su posibilidad de ser hembra y macho a mismo tiempo; la que comprendió el teatro latinoamericano de Santiago García y Enrique Buenaventura; la que aprendió y amó el creóle haitiano y en New York descubrió los cuentos con cantos de su tierra pero se los apropió desde una voz grave de mezzosoprano tan distinta a la sonoridad aguda y nasal del vodú; es la madre que cultivaba su propia huerta o la que levantó a sus hijos junto a ella o a pesar de ella; la estudiosa de los garifunas; o la que vivió con pasión y euforia aquel Mayo del 68. Hay una vastedad en su voz, en sus entrañas, que llevaría a un ser humano común agotar hasta la raíz la suma de incontables vidas. Mas para la Barthélémy fue suficiente una, vivida con inteligencia y prontitud, dándole a cada momento su justo peso, su exacta medida.
Frente a ella uno intuye, vislumbra, ese difícil proceso que es amansar la bestia interna, domeñar el corcel de las palabras, que intentan irremisiblemente desbocarse y acaparar todos nuestros actos, y que para que sea realmente escuchada y sentida en “la oscura raíz del grito”, tan exacta y lorquiana a un mismo tiempo, debe ser sometida a las bridas de la voluntad y la conciencia. La Barthélémy ha llegado a un estado de síntesis tal que todo lo que hace parece simple, natural, hecho al momento; y ya sabemos que no hay nada más difícil en materia de arte que llegar a ese estado de gracia. Es más fácil actuar como torrentera que como agua mansa. La generosidad de ella, tan proverbial, la llevó hasta arriesgarse a narrar en castellano, una lengua que no la es suya, con tal de ser entendida, atendida en toda su pureza, pues para esta poeta lo esencial no es exhibirse, ni siquiera mostrarse, sino compartir, es decir, partir el pan con otros, en otros.
Maestría enorme en cuerpo pequeño. Honor y respeto a una tradición caribeña y europea, a una mujer de alma tentacular y poderosa, que en Cuba nos habló del sentido de la libertad y su precio.
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<b>Piel del alma o el regreso al país natal </b>
Coralia Rodríguez y Mimi Barthelemy compartieron la función del 25 de marzo, y comenzaron cantando, cada una por su parte, a dos de las diosas afrocaribeñas, Ercilí y Yemayá. Entonaron himnos sagrados de raíz bantú y yorubá. Fue una invocación que les permitió regresar a la lengua primordial, a la lengua del rito, el de ellas y el de nosotros. Después, tomaron rumbos distintos, y a la vez idénticos. La haitiana primero, la cubana para cerrar.
Sucede que las dos nos permitieron hacer con ellas el viaje. Como veíamos en el de Mimi, también el de Coralia fue un regreso a la tierra de la libertad, espacio esencial de la memoria y del alma, mas el destino de la cubana fue idéntico pero el camino otro, retorno a la isla y a la casa materna, aunque ambos símbolos pudieran fundirse en uno solo, es decir, sitio del alma y del espíritu individual, casa de iniciación, templo.
No es por azar que las dos historias que centran el espectáculo de la cubana radicada en Suiza fueran tomadas de Lydia Cabrera y Clarisse Píncola Estés, y de sus Cuentos negros de Cuba y Mujeres que corren con lobos: Se cerraron y se abrieron los caminos de la isla y Piel de foca, piel del alma. En el primero, dos jimagüas, almas gemelas, idénticas, que bien podrían ser una, quieren abrir los caminos, sus rutas, rompiendo la fatalidad y el encierro, representados por el Okurri Borokú, y en el otro una mujer-foca atrapada por un hombre solitario retorna “al mundo de abajo”, a sus orígenes, después de haberse dejado cazar (casar) y sufrir por más de siete años la devastación y la muerte que representan el secuestro de su piel y la obligatoria transformación en mujer. En una y otra historia la imposibilidad de moverse, de retornar o de avanzar, provocan la pérdida de la integridad y la salud física y espiritual; de allí que los protagonistas, y por extensión la cuentera, asuman las historia como una especie de ensalmo, de ebbó, donde la palabra libera y conjura, al permitirle no sólo el regreso si no la escucha de las voces, de lo intangible, de lo que no se puede atrapar, pero que es a la vez real y esencial. En ambas historias, además, la solución viene por el camino de los niños - Ooruk, Taewo y Caínde-, es decir, por el de la apelación a la pureza de los inicios, a la capacidad de adaptación y cambio que, sin embargo, no es conservadora sino que entraña la libertad de permanecer y pertenecer.
La cubana logra insuflar alma a la letra, al cuerpo narrativo, y comenzamos a sentir en ambas historias los temores y la sensación helada, el ulular del viento que se filtra entre los caminos cerrados o los hielos árticos, sin necesidad de artificios, solo dependiendo de su palabra, que si no hubiera estado respalda, asistida y sostenida por una historia ancestral, sencillamente hubiese sido nada más que “campana que suena o címbalo que retumba”.
Una de las preocupaciones más recurrentes en los ámbitos de la Narración oral se mueve alrededor de la construcción del narrador como signo, y para ello se ha postulado desde la utilización de un vestuario negro o blanco, procurando anular el cuerpo para dar paso a la historia, hasta la utilización de abigarrados diseños con marcadas y únicas intenciones decorativas. Uno y otra posición conducen al error. Lo primero que hay que decir es que el cuerpo del cuentero no puede ser borrado, y lo segundo, sería que pautar su aspecto, prediseñarlo con fines únicamente decorativos, es muy probable que conduzca a la emisión de mensajes dobles, desconectados, que producen discursos esquizofrénicos, como se sabe. Los ropajes de Coralia Rodríguez nos hablan de ella misma, de su intención de remarcar y poner en primer plano su cultura, su pertenencia a un país, a una tradición civil y religiosa, y son una prolongación de su piel y de su lengua. Al ser extensión de ambas, garantiza un grado de atención y de penetración tal que permiten al receptor, por un lado, apropiarse inmediatamente de los códigos de identificación y lectura, y por otro, al tener los ojos sobre su segunda piel, el narrador puede alcanzar un estado de vigilia más refinado y cuidadoso, haciéndolo participe de detalles que de otro modo necesitaría desviar su atención con tal de percibirlos o hacerlos concientes. La indumentaria tiene funciones estéticas pero también es un instrumento que permite la conexión entre los públicos y los artistas, al colocarlos en una misma dimensión y lectura, es decir en comunicación, arquetipos inconcientes, que, de no ser así, necesitarían de un discurso explícito que alejaría los sucesos y rompería la estructura del relato oral.
Discurso limpio y coherente, ceñido a las palabras y los hechos justos, que no pretende capturar, pero que lo hace, que no se propone reafirmar la supremacía de la cuentera sino la necesidad comunicativa y vivencial de lo narrado, contando para ello con la anuencia y la complicidad de las orejas y los ojos de los que habitábamos por esa ocasión en la “selva oscura”, insistentemente colmada hasta la última fila, demostrando a los incrédulos que para que eso ocurra sólo hace falta un artista en plenitud de forma y una buena historia.
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<b>El maestro de música y otros destinos</b>
Contar en tándem es una aventura sigilosa y cortante que puede conducir al disfrute pleno de un hecho artístico realizado entre dos o más narradores, en dos o más lenguas, desde varias culturas, pero que también entraña el peligro de que, al fragmentar la emoción, no siempre se detenga el relato en sus pausas naturales, de modo que este se ralentice o se acelere contra natura. Aún sabiéndolo y sufriéndolo, ese era un riesgo que Hassane Kassi Kouyaté debía asumir en la función del 26 de marzo, la última de estas jornadas, si quería alcanzar a la mayor cantidad de espectadores. Su lengua natal es de la familia del bambará, su idioma de adopción es el francés, habla algo de inglés, mas nada de español. Así que vino en su auxilio una muy precisa Coralia Rodríguez, que tradujo no sólo palabras sino que introdujo al burquinabés en los misterios y la armonía de la norma cubana de esa lengua, nuestra. Si el djeli no hubiese sonado inmediatamente cubano, la comunicación hubiese demorado y hubiera llegado cuando ya no hacía falta o encabalgada sobre un nuevo suceso. La traductora, que no tradittora, participó del juego desde la discreción y la mesura, cuidándose de no ocupar el lugar del protagonista, sin robarle sus tiempos y sus palabras. Hay que agradecerle su humildad y discreción. De no ser así no hubiéramos podido disfrutar de un verdadero dueño de la palabra, que soporta sobre sí la herencia de los contadores de historia del Imperio Mandinga, que eran los del héroe Sundhiata Keita y su familia, y además reyes de los djeli, amos de las ceremonias e intermediarios en los conflictos. A pesar de que él posee la Madre de los Cuentos, ya se pueden vislumbrar los destellos que anuncian la Madre de la Palabra pues, cuando narra, todos los ancestros, todos los vivos, todas las energías y potencias de su nación y cultura afloran, se hacen presentes, en una suerte de encarnación de todos los tiempos y lugares, que por obra de su poder, de su logos, se hacen uno. El pasado, el presente y el futuro se tornan eternidad, que debe ser algo así como un no tiempo infinito o como todo el tiempo en uno, sin saltos ni interrupciones, haciendo nacer una sustancia nueva, gloriosa.
Este Kouyaté, como los que le antecedieron y los por venir, aprendió su oficio escuchando la voz de su sangre y la sangre de las voces que le rodeaban, fue djeli desde antes de la creación del mundo, oficio para el que se nace, y no se hace, aunque se tomara tiempo para reconocerlo. No existen escuelas de contadores de historia, sólo hay ritos iniciáticos que confirman lo que ya se sabe. Mas eso solamente no explica la efectividad y pulcritud comunicativa de este hombre, que maneja con soltura códigos que, a fuerza de su uso, se han hecho comunes y han logrado dimensionarse de tal modo que son imprescindibles si se quiere uno relacionar con sus contemporáneos. Estudió Teatro en Francia y Canadá; es hijo de Sotigui y de Mamá Kouyaté, ambos actores de prestigio; hermano, primo y sobrino de artistas de renombre; emparentado con los Diabaté; actor de la Compañía de Peter Brook; director de su propia compañía y del Teatro Tarmak; y ha participado en innumerables espectáculos alrededor del mundo, pero que no olvida los códigos y especificidades de su oficio primordial.
Esta es la segunda vez que visita La Habana y regresó trayendo un espectáculo alrededor del tema del destino como construcción y responsabilidad personal. Es por eso que repite la historia del hombre enamorado de la estrella, quien no llega a consumar su camino, vencido por el miedo o introduce la del Maestro de música, cuya historia parece recordarnos la idea confuciana, y universal, de que la mejor parte de la vida, lo esencialmente importante y disfrutable, está en el trayecto y no en la consumación de las metas, y que estas están más cerca de lo que imaginamos.
Las buenas historias, que en su caso parecen llegar y poseerlo más que ser gobernadas por su razón y voluntad, deben valorarse no sólo como parte de una tradición, palabra que sugiere un tiempo pasado, sino que integrándose a una realidad viva y actuante, que a fuerza de ser única, irrepetible y auténtica, logra comunicarse con nosotros salvando las posibles distancias. Lo esencial humano se descubre a través de los ropajes y los velos de las culturas locales, su universalidad, entonces, depende más de su autoctonía que de la existencia de un supuesto o real código común, inconciente y colectivo, pues si bien este es una “realidad”, hay que buscarlo detrás de las máscaras o de las esencias en las que se encarna en cada grupo humano, de manera única e indivisible.
Hassane Kouyaté regresó para reafirmar su principalía, reiterando un discurso limpio y eficaz, desprovisto de saltos y estridencias, apelando únicamente a lo esencial y confiándose no a su saber sino a la complicidad de los otros.
Tal como el maestro de música de su historia, el africano es Maestro es porque tiene canas, esta “ciego” – para la vanidad y la mentira- y hace milagros.
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<b>A este tiempo llamarán antiguo</b>
Este verso del Dante nos recuerda la fragilidad y fugacidad de la vida y de la palabra dicha, que es producida y desparece a un mismo tiempo. Lo novísimo de inmediato se convierte en cosa del pasado, además de que, al remarcar lo finito de lo humano, hace que nos detengamos en la grandeza de lo simple, de lo pasajero, en lo importante de lo pequeño. Los Dueños de la Palabra ya es cosa antigua ya.
Al revisar cada uno de los espectáculos de Mayra Navarro, Mimi Barthélémy, Coralia Rodríguez y Hassane Kouyaté, al verlos como conjunto, desde la distancia, observamos que se ha tejido un delicado tapiz, lleno de sentido y resonancias, que nacen de la interrelación de estos cuatro hilos, cada uno de un color, de un grosor, de tan variadas cualidades, pero que finalmente terminaron armando una imagen única, que bien podría ser recordada como un solo acto en cuatro estaciones. La primera de ellas, esa suerte de antología oral de la homenajeada y sus cincuenta años de vida en el cuento y para él, actuó como nodo, centro y espejo. Ella puso la pauta y los otros siguieron sus derroteros, sin habérselo planteado concientemente, claro está.
Lo importante, lo realmente importante entonces, fue dar testimonio de vida, narración gozosa del camino. Los visitantes aportaron a este texto común diferentes matices y tonalidades acerca de la búsqueda de la libertad como destino, de la vivencia de ella en el sitio menos esperado, que es el lugar donde se está y se es; lo importante que es la humildad y la voluntad para seguirla; lo precisa que pueden ser, y son, las palabras simples, los hechos sencillos, la potencial nobleza de lo obvio; la esencia transformadora de las acciones concretas y correctas hechas en el momento presente; el poder de convocatoria de lo auténtico y lo verdadero; la posibilidad de conjugación en la Verdad de otras verdades pequeñas y parciales pero que la hacen a ella, sabiendo que todo esto no basta si no hay una sólida definición que sea capaz de convocar y contagiar a otros por su solidez y a la vez, por su plasticidad a la hora de definir y crear lo bello, lo útil y lo virtuoso.
¡Honor y respeto a los Dueños de la Palabra!
¡Honor y respeto a la Palabra!
¡Honor y respeto a las grandes orejas que escucharon, escuchan y escucharán hasta el fin de los tiempos!Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-14364832124577424532012-05-15T20:36:00.001-07:002012-05-15T20:45:22.761-07:00Adiós al Premio Brocal<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-ygOwocCBFaQ/T7MiUWSqj5I/AAAAAAAAAUQ/-A4hAA_Xx-8/s1600/119.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="400" width="267" src="http://1.bp.blogspot.com/-ygOwocCBFaQ/T7MiUWSqj5I/AAAAAAAAAUQ/-A4hAA_Xx-8/s400/119.jpg" /></a></div>
Para Gúdula Loreto y Lourdes, ángeles
Veinticinco años después de que fundara La Peña del Brocal, en Santa María del Puerto del Príncipe, “ciudad provinciana y polvorienta, cuyos habitantes parecían acostarse a las nueve de la noche”, según el poeta y monje trapense Thomas Merton, o “suave comarca de pastores y sombreros” - en la bucólica y elegiaca versión de Nicolás Guillén- y habiéndose cumplido veinticuatro años de la instauración de los Premios Brocal - primeros en reconocer el trabajo de los narradores oral-.. Decidí terminar su ciclo otorgándolo por última vez a cinco personalidades de la cuentería: Mayra Navarro, en el año de su cincuentenario como narradora; Ury Rodríguez, por su medio siglo en el oficio y a Hassane Kouyaté, Mimi Barthélémy y Coralia Rodríguez, invitados a Los Dueños de la Palabra (La Habana, Marzo 24 al 26 del 2012), un trío de Maestros. Por extensión, con este premio, se proclamaba la valía y el nivel de un arte que, por entonces, no pasaba de ser una artesanía verbal o un juego de muchachos
En otros lugares he contado la historia de aquella peña que quiso ser del Farol, y apoderar del rectángulo que es la Plaza de San Juan de Dios, pero que la obligaron a reconsiderar sus fueros y la desterraron hasta los bordes de un pozo ciego, preciosamente decorado, pero necesitado de encontrar su propia esencia. A la Casa Natal del diamante con alma de beso, Ignacio de las Mercedes Agramonte y Loynaz, fuimos a dar con nuestros magros bártulos, Mariela Pérez-Castro Basulto –poeta-, Luis de la Cruz Posada – jovencísimo músico-, María Magdalena González Atao – actriz -, y yo, que era un poeta sin obra, un narrador sin cuentos y un entusiasta que estaba muy poco lleno del dios del saber y la mesura. Realizamos dos temporadas largas antes de que desapareciera, dejando una huella extraña, porque para algunos fue uno de los sucesos más significativos de la cultura local en esos años, pero, para mi, su marca se reduce a ser el testimonio de una época de aprendizajes, de la que no salí muy bien parada ni plantado.
En ese brocal contaron desde Francisco Garzón, Haydee Arteaga, Menchy Núñez, la Navarro, José Raúl García, Simón Casanova, Manolo Martínez, y hasta cuanto valía y brillaba en la entonces conocida como Narración oral escénica - sintagma vacío y engañoso- que, sin embargo, removió los cimientos de la cultura cubana e introdujo los primeros elementos para crear, no sólo un movimiento de narradores orales de nuevo tipo, sino una manera otra de entender lo oral, propiciando - contra la voluntad de su principal impulsor- que podamos hoy contradecirla y superarla, pero no ignorarla, porque significaría negar nuestro pasado. Garzón, en justicia, fue la primera persona en ostentar tal distinción.
Si algo nos hace sentir placer, y por qué negarlo, hasta cierto orgullo, insano a pesar de que lo edulcoremos, es haber convocado a importantes personalidades de todas las artes, cuando alguna de ellas ya lo eran desde antes, pero también a otras que tuvieron que esperar al paso del tiempo y a otros vientos para ser reconocidas: Luis Carbonell, Linda Mirabal, Thelvia Marín, Margot de Armas, Antonio Orlando Rodríguez, Senel Paz, Sergio Aldricaín, Froilán Escobar, Guillermo Vidal, Bertha Caluff, Arístides Vega, Heriberto Hernández Medina, Miguel Escalona, Grupo Fervet Opus, Nazario Salazar, Joel Jovert, Papito García Grasa, Filo Torres, Candita Batista, Alejandro Zayas Bazán, Augusto Blanca … y un grupo de mis amigos que hoy están considerados entre los intelectuales más solventes de este país, todos ellos poetas: Rafael Almaza, Roberto Manzano y Jesús David Curbelo.
La peña dio voz a la Narración oral, abrió puertas a los artistas y sus públicos, además de dar a conocer, entre cuento y cuento, en una época que ni ediciones territoriales existían, a un conjunto de poetas que después serían reconocidos en antologías, ensayos y saraos, pero que entonces no pasaban de ser “unos muchachos estrafalarios y ruidosos que decían versitos sin mucho sentido”, según la preceptiva y la moral imperante.
Todo tiene su sentido y su momento, “su borde estrecho, su medida”, como bien dice Mirtha Aguirre, poetisa de versos finos, olvidada y sufriente bajo el peso de una obra ensayística colosal pero poco revisitada. Desde hace muchos años debería de haber dejado de otorgar el Premio, porque ya la peña no funciona tal cual desde 1989, al menos en su lugar de fundación. Una temporada lo dí con los auspicios del Museo Nacional de Bellas Artes y del promotor cultural Luis Piedra, porque hacíamos la peña allí, aunque no fuera lo mismo y no tuviéramos brocal. Otras veces, fue el reconocimiento que otorgaba la Bienal Internacional de Oralidad de Santiago de Cuba, que yo fundara junto a Fátima Patterson durante, el ya lejano, septiembre de 1987. En la actualidad ella sigue gerenciando el evento sin mi compañía, aunque el proyecto original y la realización de las dos primeras versiones fueron míos. Cosas de cuento y de cuenteros.
Ahora ya el Premio ha pasado a vivir en ese estado de gracia que es la memoria y el mito, pero que, en este caso, no encuentra rito apropiado para su encarnación, así que lo mejor será dejarlo donde está, y no molestarlo. Paremos, pues los premios ya no son lo que fueron, y se han tornado un modo de contar la historia, olvidando las buenas maneras. No es este un gesto de protesta o de rebeldía; no se mal interprete. Es, sin otro sentido o trasfondo, el reconocimiento de la brevedad y la fugacidad como valor, la expresión de la profunda certeza de que es necesario que la semilla caiga en tierra y muera para poder dar frutos en sazón.
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/-sfxXxV-GQTw/T7MgiiHuBCI/AAAAAAAAAUE/qUwrZjjPGW4/s1600/118.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="266" width="400" src="http://2.bp.blogspot.com/-sfxXxV-GQTw/T7MgiiHuBCI/AAAAAAAAAUE/qUwrZjjPGW4/s400/118.jpg" /></a></div>Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7164310371640158925.post-70695977721809100992012-05-13T18:06:00.000-07:002012-05-13T18:06:00.366-07:00Las tres historias<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-hOQNU3qi-Ls/T7BaOTcTazI/AAAAAAAAAT0/BAMwvoHTE3k/s1600/buho-6-580x403.jpg" imageanchor="1" style="margin-left:1em; margin-right:1em"><img border="0" height="278" width="400" src="http://3.bp.blogspot.com/-hOQNU3qi-Ls/T7BaOTcTazI/AAAAAAAAAT0/BAMwvoHTE3k/s400/buho-6-580x403.jpg" /></a></div>
Hassane Kassi Kouyaté, el djeli burquinabés que estuvo en Cuba recientemente, nació en 1963, mide 182 centímetros de estatura, y cuenta historias, claro está. Yo, salvando distancias, coincido con él, al menos, en esos tres accidentes. Basándome en ellos, podría afirmar que pertenecemos a una misma estirpe y cualidad; podría, pero soy un hombre de neuronas funcionantes y sentido común, y no me permitiré tal disparate. El africano es un Maestro, yo, un aprendiz. Y he ahí una diferencia sustancial, Kouyaté tiene canas; es ciego, pues no tiene ojos para la vanidad, y hace milagros con su palabra; cualidades que deben tener los sabios, según aprendimos en su cuento El Maestro de música.
Es de esa sabiduría ancestral y cósmica de la que me valdré para desarrollar el tema que me ocupa y perturba en estos instantes. Aclaro, que no me hace perder el sueño, aunque debiera. Se trata sobre la “verdad histórica” o sobre las verdades, las tres verdades o las tres historias y la Historia. Denme tiempo y les será develado el misterio de este juego de palabras.
Si algunos sectores de la Narración oral en Cuba insisten en “contar su relato” confundiéndolo con la Historia, si manejamos los hechos, las fechas, los contenidos y las razones, a conveniencia, con absoluta irresponsabilidad, más que legar un conjunto de saberes y valores - rectos, bellos, útiles-, estaremos deformando el contenido de la Palabra, que es la sustancia del arte del cuentero. Terminaremos, entonces, lanzando un boomerang que en cualquier momento, podría regresar para desfigurarnos el rostro, es decir, para desdibujar el oficio del cuentero dentro del imaginario social.
Desde fuera, y desde dentro, algunos, sin razones aparentes, pero con necesidades espurias, no apegados a verdades documentables, vienen deformando, la trayectoria, los idearios, las concepciones y las prácticas de una obra colectiva que ha colocado a los Narradores orales en los espacios de legitimación de la cultura nacional, aún cuando falten muchas cosas por hacer y ganar.
Hay que reconocer, con humildad y generosidad, a los ancestros, que por ser Cuba una nación joven, están tan cerca como para que no se justifique la desmemoria. La palabra cubana – en sus expresiones de cubanía y cubanidad- viene de una raíz multicultural, deudora de fuentes variopintas, que por lo tanto tiene múltiples portadores pasivos y activos, que se conserva, y llega hasta nosotros, por el camino del pensamiento nacionalista e independentista del siglo XIX, o por el de los estudios folclóricos del XX, la Etnología, la Antropología, la Sociología, la Filología, o gracias al verbo del hombre común.
En el caso de la Narración oral, que es únicamente un rostro entre los posibles, hay que comenzar por atender y estudiar a sus fuentes vivas, a sus recolectores, hasta llegar a los artistas orales como Eusebia Cosme o Luis Carbonell, que llevó hasta cotos de altísima nivel y elaboración el arte de decir y de narrar, pasando por los introductores de la tecnología de La Hora del Cuento, primera en la historia de occidente en el arte de contar, o la labor fundacional de los protagonistas del renacimiento del cuento narrado de viva voz, que privilegiaban los fines artísticos, que están entre Haydee Arteaga y Francisco Garzón y sus discípulos, aunque muchos de ellos hayamos optado por la más sana y fructífera de las maneras de seguir a un precursor, que es tomar un camino propio.
Mención especialísima merece Mayra Navarro, cuyos cincuenta años junto al relato oral estamos celebrando, y que es un puente entre María Teresa Freyre de Andrade, Eliseo Diego, María del Carmen Garcini, la Narración Oral Escénica y las practicas contemporáneas del arte de narrar. Ella ha desarrollado una ingente labor pedagógica y artística, a través de talleres, foros y festivales, que comenzaron adscriptos a la Cátedra Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE), allá por los años 90, en el Gran Teatro de La Habana, y que desembocaron en el Festival Primavera de Cuentos, a partir de 2006.
La Peña de los Juglares fundada por Teresita Fernández en 1975, que alcanza su “definición mejor” con Garzón Céspedes, es la madre de todas las peñas de cuentos, entre ellas La Peña del Brocal, fundada en marzo de 1987. El Premio Brocal, entregado por primera vez en 1988 inauguró los reconocimientos a los narradores orales cuando aún no existían los Premios Cuentería, Chamán, Juglar o Contarte. La Bienal Internacional de Oralidad, nacida a partir de 1987, y vigente hasta hoy, es el parte aguas que encabeza en este país los proyectos independientes de la CIINOE e introduce nuevos espacios alejados de lo oral escénico y su creador. Después vinieron Contarte y este a su vez estimuló la apertura de otros en varias provincias, así como la fundación de la Sección de Narración oral de la UNEAC, en 2001, que inicia el camino a la profesionalización de los artistas orales y su reconocimiento…
Sólo he colocado algunos hechos y acciones; la lista podría ser más prolija y no pretendo escribir, de una sentada, la historia de la Narración oral contemporánea en Cuba, porque nada más me anima avisar que el fantasma de la manipulación, la tergiversación y la mentira rondan sus predios; y recomendar a los cuenteros que hay que ser cuidosos y veraces, y saber que, como dice Hassane Kouyaté, hay tres verdades: la de uno, la del otro y la Verdad – con mayúscula-, y que entre ellas no deberían existir contradicciones ni encontronazos, si realmente fueran rectas y justas.
Tengamos cuidado, mucho, pues cuando la palabra sale de nuestra boca o cuando la escribimos y publicamos, esta nunca más regresa. Donde dije digo, no es Diego. ¡Santa Palabra!…es decir, libre y responsable.Jesús Lozadahttp://www.blogger.com/profile/14702594897879133776noreply@blogger.com0