sábado, 12 de enero de 2013

Lo que deber ser y lo que es

Ha comenzado la canturía, más no la controversia. Desde varios sitios llegan ecos y comentarios acerca de mi texto Un pie forzado, solo uno. Entre ellos llamó mi atención, y disparó las alarmas, el mensaje enviado por Martha Esquenazi, investigadora de la Cultura popular cubana. Dice: “…solo premiaron el repentismo y no el punto guajiro en general que también incluye las tonadas y los diferentes estilos de interpretación y creo que debieron hacerlo general, es el único género musical tradicional cubano que está vigente en la mayoría del país con excepción de cuatro o cinco municipios solamente…” Las páginas Web del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y del Centro Iberoamericano de la Décima y el verso improvisado, ambos con sede en La Habana, no reflejan, como era de esperarse, la resolución que reconoce a la Poesía Oral Improvisada como Patrimonio Cultural de la Nación, solo nos enteramos del asunto por notas de prensa aparecidas en medios cubanos y extranjeros, que, como sabemos, no siempre son redactadas por especialistas o conocedores, y que corren el riesgo de ser inexactas o quienes las escriben a veces optan por ignorar lo que pareciera ser un dato superfluo, poco noticioso, pero que, sin embargo, es esencial para comprender la dimensión y trascendencia del hecho publicitado. Por otro lado, algunos de ellos han señalado, que el reconocimiento incluye la décima cantada y sus expresiones de tonadas, punto cubano, controversia y pie forzado. Si fuera cierto que solo se consideró a la décima improvisada cantada y al punto guajiro, en sus diferentes variantes, estaríamos abordando nada más que una parte del fenómeno. Cosa que sería algo así como pretender destacar el ojo dibujado en un retrato ignorando que él forma parte de la totalidad del personaje. El daño cultural sería incalculable. Mientras espero por la consulta del texto legal, no debería apurar conclusiones. Si se confirma la interpretación de la Esquenazi, valdría la pena llamar la atención de los encargados de redactar la solicitud y a los que participaron en su evaluación y posterior dictamen, pues la Poesía oral improvisada o no forma parte del complejo de la Poesía oral, y ella de la Oralidad en su conjunto, que, como siempre sucede en la Cultura Popular, sabemos las dificultades que entraña su clasificación y delimitación, mucho más si se trata de colocarle fronteras y límites férreos que se originan en la Escritura. La décima, va pegada a redondillas, cuartetas y otras formas estróficas orales, y hay que verla junto a los romances, las seguidillas, el chiste en verso de variadas formas estróficas, las tonadas, las crónicas y noticias cantadas, e incluso – y espero que nadie se sonroje- junto a la poesía pornográfica o de “relajo”, de presencia socarrona y escurridiza en los guateques y tertulias campesinas. Se estaría ignorando, de paso, la décima improvisada no cantada, de larga tradición desde los tiempos de Juan Miguel Castro Palomino, Juan Francisco Manzano, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) hasta Jesús Orta Ruiz, entre otros poetas; o sacaríamos fuera la poesía religiosa cantada o no, improvisada o no, que se ejecuta durante los Altares de Cruz en la zona oriental del país, o la que se utiliza en la liturgia del espiritismo cordonero y en los velorios donde, acompañada del cuento, cumple la función sagrada de celebrar la Vida en el momento de la Muerte o, la nada desdeñable, de mantener en vigilia a dolientes y acompañantes, especialmente durante los extensos funerales rurales. La poesía oral, improvisada o no, es un fenómeno marcado por la inmediatez, que se da en el aquí y ahora, en una situación comunicacional dada, con receptores específicos, y en medio de una representación libre y espontánea, abierta en sus procesos, pero regida por leyes no escritas. Aún si todo el complejo fuera reconocido y se dejara fuera, es decir, no se mencionara siquiera, a estás características performáticas o a los instrumentos musicales que le son propios – tres, bandurria o laúd, guitarra, clave, etc.-, o a los espacios – incluidas las Casas de la Décima o La Finca El Cornito, sede de las Jornadas Cucalambeanas- o los artefactos y vestuarios que se usan durante sus eventos, o a los modos de reproducción de los saberes que le son típicos, no estaríamos teniendo en cuenta lo pactado durante la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, 2003, de la que Cuba es signataria, que se reconoce como el protocolo vigente que rige los asuntos del Patrimonio Cultural Inmaterial. La tradición campesina, que se extendió primero a las periferias de las ciudades y pueblos, y que luego terminó abarcando los centros urbanos, a través primero de la radio y luego de la televisión, es una de las matrices simbólicas más definidas y vigentes de la Cultura cubana contemporánea. Lo que antes fue distintivo de un sector de la población, hoy integra la cubanía y la cubanidad, entendidas con Eduardo Torres Cuevas, como expresiones de un país sentido y pensado. La verdad de Perogrullo que enuncio en el título es, en primer lugar, un aviso para mí mismo. No debería adelantar conclusiones sobre lo que es, si nada más me atengo a los argumentos de lo que creo debería ser. En otro texto regresaré al tema, esperando que el reconocimiento haya incluido a todas las formas poéticas que integran el complejo de la Poesía oral de raíz campesina. De no ser así habría que convocar a una mesa de dialogo y concertación que proponga una redacción más abarcadora y compleja, capaz de reflejar a plenitud el fenómeno destacado, pues de lo que se trata es de reconocer en su totalidad, fieles a su verdad y lógica interna, una de las maneras en que la patria se expresa y se ve a sí misma, y no de un asunto que solo compete a eruditos, leguleyos y gerentes.

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