sábado, 17 de julio de 2010

Cuestión de cábala y arbitrio: leyendo a Juana García Abás

Todo es cuestión de cábala y arbitrio;

el polvo del arca, la sangre del cordero…

J.G.A.



© José Luis Fariñas

א

Los propósitos separan al caos del pecado del caos que nace de la duda. El pecado es una revuelta que no engendra, que no proporciona materia para las epifanías. La duda, por su parte, es nupcia con la eternidad, ligazón del Nombre con el origen, que es su destino.

ב

En poesía poco importa lo dicho o lo que se quiere decir o lo que se dirá. Vale el resplandor, la resonancia, el eco. Más que eso: cuenta lo no dicho, lo que el poeta no pudo, lo que se le atragantó, lo que originó el impulso, la primera causa no causada, lo que no dice, lo que calla.

He ahí el imposible de la crítica de poesía, su inutilidad o su utilidad por defecto. El crítico da forma a sus intuiciones y las presenta; si es honrado, si realmente quiere iluminar y no exhibirse, si lo que quiere es interpretar al otro, deberá reconocer la imposibilidad de tal acto o la inutilidad de su discurso si éste no aporta nuevos velos, si no coloca nuevas capas sobre la emanación del poema y lo completa o lo desarticula haciéndolo entrar en otros círculos, en otras espirales, donde la ceremonia del agua, el fuego, los metales y la madera se reduce a existir y no desata más que nuevas trasmutaciones. Al ocultar la obra, ¿alquímica?, bajo su manto le aporta nuevas dificultades. El poeta, por su parte, y es lo que hace Juana García Abás en Circunloquio: arma los pórticos y cose los velos, como los del Arca de la Alianza en el Sinaí, o introduce nuevas dificultades, telas renombradas, que dan sentido al texto, al lector, y a la lectura.

El lector hará lo mismo con el libro, hasta el punto de que el poema, al descubrirse vacío de sentidos, vaciado, estalla, creando una honda de expansión tan potente como la que dio lugar al universo. Poesía y poema se confunden, aunque estas sean apenas las expresiones más recurrentes, más socorridas, para nombrar lo creado. Cuando yo digo poema estoy pensando en los versos pero también en gestos, grafos, susurros, sonidos, gemidos… este poema-explosión crea una onda tan intensa que llega a chocar con la que proviene del otro, y ambos, comienzan un viaje inverso, peregrinación en retroceso, es decir, un viaje hacia el interior. Ese aposento en el subsuelo, o mejor, esa habitación en la penumbra, habrá de tener la máxima capacidad posible para recibir lo que se le avecina, que, como ya vimos, es el fruto de dos explosiones simultáneas que regresan a dos vacíos paralelos y que intenta que ambos sean uno o al menos uno en el uno.

Crítico y lector son ficción. Poeta es otra. Las tres ficciones esconden la soberbia. Una soberbia llamada a golpearse contra su propio muro, una que al reconocer su inutilidad se revierte y otra que renuncia. Humildes, las tres, se deshabitan y se penetran, por angosta vía, de modo que terminan siendo una unidad en el vacío, que se traga todo el esplendor posible. En sus bordes, las tormentas y los accidentes, parecen ser nuevas unidades de sentido, cuando apenas son los restos de la sustancia primordial que comienza a transustanciarse en un nuevo cuerpo de resurrecciones.

Los poemas entonces son apenas materia para la obra.

ג

Las “Semillas del Verbo”, que se intuyen, se anuncian en Ignacio de Antioquía, pero que alcanzan plenitud y forma en Clemente y Agustín, nos llevaron a reconocer en Platón a un precursor del Mesías, luego entonces, el filósofo se nos presenta como un Bautista donde la palabra alcanza el esplendor de lo revelado y tiene la capacidad para acoger a la muerte y a la resurrección. Estas cimientes parecen ser hoy cosa pasada, agua que no mueve. A fuerza de ser sinceras, ellas vienen muriendo desde la Baja Edad Media. Las nuevas piedras de molino necesitan otro trigo. Claman por semillas estériles.

Al sustituir la “oikuméne” por la “aldea global” el ciudadano se torna aldeano, es decir, pierde la totalidad del mundo para especializarse en la consumición. Surge un concepto nuevo del arte y de la poesía. Y aparecen las revueltas, los levantamientos, las resistencias. Brotan los circunloquios. Ellos son la resistencia de una especie a aceptar su destino. Se resiste a presentarse en sociedad, urbis et orbis, cumpliendo un rol para el que fue largamente entrenado, pero no consultado, ya que ni siquiera le propusieron, aunque fuese en opción única, aparecer con los trajes del bufón. El arte y la poesía de hoy o son del orden de la broma, la chusmería y el pastiche, o no son. Ambas tienen el deber de entretener y no de conmover. Para el consumidor contemporáneo ni siquiera es válida la poesía política, el canto coral o el intimismo, tan de moda hasta los años ochenta del pasado siglo y que era el último estertor de la “utilidad de la virtud”, al menos, en materia de poesía. Todo lo hemos sustituido por las diversiones de Onám. La materia fecundante cae en tierra y no va a parar a las cavernas en las que adquiere definición y resistencia.

Lo femenino-fecundante adquiere frente al varón-castrado nuevas luces. La insistencia de la primera devolverá al baldío las potencias de su origen. Todo gesto femenino adquiere la contundencia de lo político, es decir, de lo que organiza, de lo que da rigor. Lo femenino es, por naturaleza, flexible y receptor, está adaptado a cargar con la futuridad y lo posible. Tiene sentido de lo porvenir. Lo masculino es conservador y se agazapa ante la más mínima envestida.

La delicadeza del Circunloquio, sus gasas, su diálogo circular, su pasión esquiva, potencian al Eros fecundante, tan viril, y apropiándose de su discurso, lo deja mudo. Única manera que tendrá el ser humano, si quiere sobrevivir, para sus diálogos.

Eva engendra al Nuevo Adán. Se le adelanta y lo prefigura. ¿O será Liliht?

ד

αποκαθιστώ

La poesía como obra alquímica. No se trata de obtener oro potable sino de hacerla potable a ella. Trasformada en transformante. Regresar al orden primigenio las palabras es la forma, quizás primera, que tiene J.G.A., de recolocar, de restaurar, la armonía original y con ella a los otros sones, a la música otra, que es la de las esferas y la del hombre – contemporáneo- a un mismo tiempo. Sin embargo, el proceso, en apariencia simple y oculto, encuentra dos fases, complejas y políticas, en tanto sexuales: coagulación y solución. Como en la alquimia. Es ahí por donde aparece, y encuentra sentido, reiterado, el oruoborus, la serpiente que se muerde la cola, el reptil que representa los ritmos circulares. A través de él oteamos las señas, los guiños que desde la realidad o la literatura cubana nos llegan a cuestionar y nos provocan la entrada en una danza circular.

ה

Cábalas, numerología, insinuaciones o pistas falsas, escabrosas citas e intertextualidades gnósticas, teosofía, budismo zen y teravana, y múltiples “herejías”. Asistimos a la sabrosa actualización de los herejes y sus mañas. Orígenes, el castrado, al frente, en esa mezcla de hermenéutica aferrada a “recta doctrina”, recuérdese los sermones sobre los Salmos, hasta la tentadora idea de la salvación de todo lo creado por cooperación y libertad más que como resultado del sacrificio cruento, del cerramiento de la sangre del agnus dei - “Acaso una cooperación desinhibida con la gracia/repliega a los demonios,/cuando la angustia se reparte silenciosamente/(para no desperdiciar el neuma escaso);/o tal vez exista el mal para purificarnos; …”. Ángeles caídos y fieles – Rafael, Gabriel, Miguel, Lucifer, todos-, serafines, querubines, pecadores y publicanos, santos y prostitutas, usureros y endemoniados, todos serán acompasados y afinados en la Gracia, que coopera permitiendo la medicina del mal, pero que propicia, por otra lado, la conversión libre y voluntaria de unos en otros; así el caído, sea cual sea su naturaleza, se puede levantar y restaurar el orden primigenio que había interrumpido, más que perdido, o las potencias angélicas reiniciar el ciclo de la caída, la culpa y la concupiscencia.

ו

No negaré que los fracasos, los límites o la existencia de lo prefigurado más que lo figurado, asoman, de vez en vez, por este rodeo. Sin embargo, su presencia está colocada, calculada, consentida o aceptada, de modo tal que hasta el “error” sea recompuesto. Todo al hornillo alquímico. La alta temperatura de la palabra provoca los vaciamientos, las demoliciones, y por ese camino se llega al lento deslizarse de la sustancia por los caños del alma hasta provocar, por vaciamiento, la espiritualización del poema, su conversión en poesía que pasa, como ya intuimos, por la desaparición de la palabra. Esto es un proceso más que un suceso. Viene de las explosiones, de la expansión, pero también de la implosión, del regreso al no tiempo primordial.

La masa de la palabra, en tanto se resiste a cambiar, porque en su fuero interno goza con la estabilidad y la constancia, llega a tales puntos de concentración en lo infinitamente pequeño que sería capaz, y de hecho lo hace, de prácticamente desaparecer, para luego crear una honda de circularidades y arbitrios que se traga todo, no distinguiendo la noble alusión del grueso trazo, provocando que todo entre en el todo por vía de los renacimientos y los deslaves.

Los afectos, las simetrías, en clave bien temperada o disonante, nos devuelven o nos colocan en un espacio-tiempo directamente manifestado en lo divino o en el espacio-tiempo de la muerte, que lo penetra todo. La modernidad y sus post intentaron la divinización de lo público pero J.G.A. hace el camino inverso —más por fagocitosis que por osmosis—, al introducir en un mismo saco las convenciones del fracaso y la exactitud, lo religado y lo expulsado, lo íntimo y lo polifónico, ya que, al igual que sucede con el demonio origenista, aún sostiene la certeza, la esperanza, de que bien se puede intentar convencer a lo torcido, a lo no humano, a lo no armonioso, para que se deje conocer por lo divino.

Al centro está el “Culto de servidumbre” de la poesía, lugar densísimo e irradiante, que engendra todo un cosmos, un universo de espacios vacíos o hiperconcentrados que admiten la posibilidad del límite pero que por ahora se solazan, en ritmo sostenido y perfecto, si entendemos por perfección a que se mueven, a que pulsan, en idénticas magnitudes, independientemente del punto que escojamos para hacer la observación pues a partir del hueco cósmico todo el Circunloquio alcanza magnitud, es decir, a partir de allí es mensurable en la dimensión de lo alto, lo ancho, lo profundo y lo temporal. Este observar es vertimiento en el reflejo, como la autora exclama y aclama. Todo en el todo. Ars Poética.

Llegados a estas encrucijadas, donde se pasean los espíritus y el demonio juguetón, se impone el uso de las palabras más claras, aunque éstas sólo sean posibles en el silencio. Cuando se invocan aquí perfecciones y filigranas bien pulidas, y casi en una bocanada se salta a imposibles y fracasos, suena a corrimiento o capricho; pero este no es el caso, aquí hablamos desde la certeza del imposible de la rectitud y lo perfecto, pues, con Pablo, el judío de Tarso, sostenemos que toda visión es hoy como a través de cristal, que los verdaderos rostros vendrán mañana cuando todo vislumbre haya terminado, y para ese final hay que fracasar. El vidrio actúa como prisma y la visión resultante es obra del capricho más que de la voluntad. Cambiando la postura el visionario se lanza sucesivamente a nuevas frecuencias de ondas, cada una de ellas de un color distinto por lo que se engendra una imagen otra, aunque en apariencia todas provengan de la misma fuente y tengan idéntico destino. Estas imágenes, independientemente de su calidad o cualidad, forman un todo, un conjunto, de una estructura resistente y tersa que emite resonancias de rara perfección. He aquí el misterio de la poiesis de Juana: como en el polo margariteño ella tiene sentido, entendimiento, razón, buena pronunciación y sentimiento al oído. Es música donde se bien combinan los sonidos y el tiempo. Cada nota, en su lugar, tiende al orden y la armonía, cada compás arrastra su fracaso o su lumbre y se disuelve en el todo, infinitamente entrópico y armonioso, donde se transforma, se trasmuta. Cuerpo imperfecto-corpus glorioso.

Resumamos. En cada parte está todo, el todo. Puestos a escoger nos movemos hacia la naranja de Goethe, es decir, hacia esa naranja en cuya mitad está toda la naranja, como mismo sucede en el cubanísimo son. Viva la media naranja/Viva la naranja entera. La luz y la sombra se contienen una a la otra en tanto plenitud.

Además, seamos justos, y dejemos, de una vez y por todas, el asunto en su lugar: trigo y cizaña habrán de convivir pues de lo contrario la transustanciación sería un imposible.

ז

Ante el agotamiento de los saberes, de las ciencias humanas, de sus mañas y hormas, la Física Cuántica, devuelve al hombre al terreno de lo sagrado. Las revelaciones son anunciadas. Agotadas las cisternas, el ser humano se alimenta en el —hasta ahora—, hilo de luz que proviene de la Física. Los nuevos rapsodas con ese hilo tejerán el nuevo tapiz. Las tijeras de las parcas se engolosinarán. Habrá mucha tela para cortar.

Por ahora, Juana García Abás, entre nosotros, se nos adelanta aventurándose en el imposible de escribir un libro en el que la ciencia entra en el ámbito de los cielos y la tierra nueva, que entreviera San Juan en Patmos, sólo que ahora de la mano del cuanto y de la esquiva palabra. Obra de un derviche que esconde las potencias circulares, los rodeos.

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