lunes, 11 de octubre de 2010

Grecia me hiere II: Una aproximación a la Poesía Neohelénica



Contantinos Cavafis (1863-1933)

ÍTACA

Cuando hacia Ítaca salgas,

desea que el camino sea inmenso,

que nunca te abandonen

la aventura y el saber.

No temas a lestrigones

ni a cíclopes,

tampoco al fiero Poseidón.

A ellos no los encontrarás

si tus pensamiento son altos

si tu cuerpo y tu espíritu

son tocados por la fineza.

No los encontrarás

sino partes con ellos,

si tu alma no los crea.

Desea que el camino sea inmenso,

que sean muchas las mañanas del verano

en las que dichoso

entres a puertos desconocidos:

demórate en los mercados fenicios

y adquiere las más bellas mercancías,

marfiles y perlas, ébanos y ámbares,

embriagadores perfumes,

de ellos compra lo más que puedas.

En Egipto aprende,

aprende de sus sabios,

conoce todas sus ciudades.

Recuerda a Ítaca,

es tu meta,

pero no apures el viaje.

Mejor será que dure muchos años

y que ya anciano

eches el ancla en tu casa,

preñado de riquezas.

No desees los bienes de Ítaca.

La isla te dio el motivo,

Sin ella no te hubieras echado a la mar.

Otras cosas, Ítaca, ya no tiene para darte.

Aunque la encuentres pobre,

no se ha burlado de ti,

no te ha engañado.

Sabio serás

seguramente

al final de la ruta

porque habrás comprendido

el significado de las Ítacas.

1911


LA CIUDAD

Dijiste:

Iré a otra tierra, a otro mar.

Seguro me espera

una ciudad mejor que está.

Cada intento, cada esfuerzo mío,

por encontrarla

es una condena escrita.

Sepulto está mi corazón

como el de un muerto.

¿Hasta cuando mi espíritu estará inmóvil?

Adonde quiera que miro

veo las ruinas de mi vida,

y reconozco la oscuridad que atesoran mis años,

los que destruí, los que perdí.

Las tierras nuevas, los mares intocados,

no los hallarás.

La ciudad te acompaña siempre.

Rodarás por calles idénticas.

Envejecerás en los mismos barrios,

entre esas casas te brotarán las canas.

Siempre llegarás hasta aquí.

No coloques la esperanza en otro sitio.

Los barcos y las rutas se han borrado.

Al destruir tu vida

en este rincón pequeño

lo hiciste en toda la tierra.

1894-1910


RECUERDA, CUERPO…

Cuerpo,

recuerda no sólo las veces que fuiste amado

o los lechos en los que te acostaste,

recuerda también el deseo de ti

que hacía brillar los ojos con impudicia,

recuerda la voz temblorosa

y el obstáculo

que hizo que se frustrara aquel encuentro.

Ahora que pasó

recuerdas como si te hubieras entregado

a esos deseos,

recuerdas

como brillaban ellos

en los ojos que te miraban,

como temblaban en la voz por ti,

recuérdalos cuerpo.

1916-1918


SACERDOTE EN EL TEMPLO DE SERAPIS

A mi padre lloro,

aquel buen anciano que siempre me quiso,

a él lloro.

Hace dos días,

poco antes del alba murió,

buen anciano,

estoy llorando a mi padre.

Oh, Jesucristo

tu sabes que me esfuerzo en guardar

todos los días

los mandamientos de tu Iglesia

en cada uno de mis actos

en cada palabra que pronuncio

en cada pensamiento.

Tú sabes que aborrezco a los que te niegan,

pero ahora lloro,

oh Cristo,

me lamento por la muerte de mi padre

aun cuando fuese

-y es horrible siquiera pronunciarlo-

sacerdote en el aborrecible templo de Serapis.

1926


ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

¿ Qué esperamos reunidos en el ágora?

Es que hoy llegan los bárbaros

¿ Por qué en el Senado nadie trabaja?

¿ Por qué los senadores descansan sin legislar?

Porque los bárbaros llegan

¿ Para qué legislar?

Cuando lleguen los bárbaros

que hagan ellos leyes nuevas.

¿ Por qué el emperador se ha levantado al alba

y está sentado en su trono,

solemne y coronado,

a las puertas de la ciudad?

Porque llegan los bárbaros,

y el emperador quiere recibir a su jefe con honores,

hasta hizo preparar un pergamino para entregárselo

y mando colocarle incontables títulos y nombres.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores han salido

con sus togas de púrpura, bordadas?

¿Por qué se han puesto brazaletes adornados de amatistas

y sortijas de esmeraldas,

magnificas ellas, centellantes?

¿Por qué usan hoy bastones de oro y plata

labrados con tanta maestría?

Porque hoy llegan los bárbaros,

y esas cosas los deslumbran a ellos.

¿ Por qué nuestros egregios oradores

no acuden, como todos los días, a atiborrarnos de discursos?

Porque llegan los bárbaros

y a ellos les aburren la retórica y las consignas.

¿ Por qué de pronto esa inquietud y confusión?

¡ que gravedad la de esos rostros!

¿ Por qué las calles y las plazas

tan rápidamente se han vaciado

y la gente regresa cabizbaja?

Porque ya es noche cerrada

y aún no llegan los bárbaros,

además,

unos que merodeaban por las fronteras

andan diciendo que los bárbaros no existen.

Y ahora sin bárbaros ¿qué haremos?

Esa gente, al menos, era una solución.

1904


EL DIOS ABANDONABA A ANTONIO

Cuando de repente,

a medianoche,

se escuche el rumor

de una turba invisible

que atraviesa la ciudad,

con música exquisita y griterío,

es inútil que llores,

porque

tu destino se ha entregado,

tus obras son nada,

tus proyectos humo.

Tú eres un hombre preparado

desde mucho antes,

eres valiente,

entonces díle adiós a Alejandría

que se va.

No te engañes,

no digas que fue un sueño,

que tu oído te extravió,

no aceptes la esperanza,

es inútil.

Tú eres un hombre preparado

desde mucho antes,

eres valiente,

sólo a ti correspondió

una ciudad como esta,

acércate con garbo a la ventana

y emocionado escucha:

no supliques,

no te quejes como un cobarde,

sólo oye,

como si fuera el último placer,

los sones,

los instrumentos del cortejo invisible

y dile adiós a ella,

a la Alejandría

que para siempre

pierdes.

1911


EL ESPEJO DEL RECIBIDOR

La lujosa mansión tenía en la entrada

un espejo,

antiguo y enorme,

hacía por lo menos ochenta años

la familia lo había comprado.

Un muchacho,

mensajero de un sastre,

( los domingos atleta aficionado),

estaba delante de él con un paquete.

Lo entregó a alguien de la casa,

que fue a buscar el recibo.

El mensajero se quedó sólo,

esperando.

Se acercó al espejo, se miró,

Se acomodó la corbata.

A los cinco minutos

le devolvieron el recibo.

Lo cogió y se marchó.

Pero el antiguo espejo,

que había visto tantas cosas en su vida,

objetos y caras por millares,

el espejo antiguísimo

ahora estaba alegre

y se sentía orgulloso

por haber acogido en su cuerpo

al menos por unos minutos

la belleza.

1930

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