Vasilis Mijailidis (1849-1917)
VERSOS
Cuando tus dos soles me iluminan,
niña,
veo la creación inundada de luz,
cuando sucede
tú me regalas el universo.
Cuando me iluminas,
cuando ríes con dulzura,
el mundo y lo creado
se tornan paraíso.
Cuando vienes a mis brazos,
cuando me besas dulcemente,
tú me ciñes la corona
y yo gobierno
el Paraíso.
MIRA
Mira, ves a ese limonero,
nadie lo ha podado,
tampoco nadie lo atendió nunca,
ahora está sin agua,
hubo veces que lo inundaron,
pero ahora tiene sed.
¿Lo estás viendo?
Mira como se marchita.
Mañana terminará de secarse,
seguramente alguien
le reafirmará la muerte con el filo del hacha,
luego lo arrancarán de raíz
y arderá.
Humo y ceniza,
desaparecerá.
Como el limonero
yo también lloro por mi mala suerte,
por la mala suerte que me ronda.
Nadie me besa,
nadie tampoco me acaricia.
Mira,
siento como crece en mi el dolor,
es hondo,
mira
como por ti se hace más grande.
Tú me usas
y te apoyas en mi
al borde de la tumba,
y esperas a que yo descienda,
hermosa amada mía,
y entonces
me arrojas
el primer puñado de tierra.
Kostis Palamás (1859-1943)
EL OLIVO
De los hijos del Sol
nadie es más acariciado que yo.
Eterno me ha hecho mi Padre
en este mundo.
Cuando me derriban
mis ojos lo buscan.
Soy el olivo,
el más honrado.
Donde quiere que estoy
frutos abundantes me acompañan.
En la vejez aún trabajo sin vergüenza.
El Señor me colma de bendiciones,
la Sabiduría es conmigo.
Soy el olivo,
el más honrado.
Jesús descansó aquí,
bajo mi sobra
Poco antes de la Cruz oí su voz,
como rocío santo
sus lágrimas
conocieron mi raíz
para siempre.
Soy el olivo,
el más honrado.
ARODAFNUSA
La manzana de oro en tu mano
y el vestido de perlas
tuyos son Arodafnusa,
soplo de Afrodita.
La esposa del rey,
perra en celo,
te lanzó a la hornacina,
las llamas devoraban tu cuerpo
más él refulgía.
¡Vano intento!
Arodafnusa,
tu amor vence a la muerte
cuando nueva
brotas de las llamas.
Fuerza vengadora había en tus ojos,
abismos que ocultan al mar,
olas acres,
el mar que vive en tus ojos
eso había.
Ányelos Sikelianós (1884-1951)
LA MADRE DE DANTE
En su sueño,
al alba,
Florencia pareció
una ciudad vacía.
Sola, lejos de sus amigas,
vagaba ella por las calles.
Se puso el vestido de seda,
el de la boda,
se colocó los velos de lis.
Mientras erraba por las encrucijadas
estrenó cada calle en sus sueños.
En los cerros,
coronados por el resplandor de la primavera,
enjambres en lontananza,
despaciosos y hondos, agonizantes,
doblaban los campanas de las ermitas.
Pero de pronto,
como si entrara a un jardín,
en lo blanco del aire,
a un jardín lleno de naranjos y manzanos,
arrastrada por las fragancias,
le pareció acercarse a un laurel alto
en el que, pasito a paso,
un pavo subía hasta la cima.
El ave alargaba el cuello atrapando las ramas,
rebosantes de bayas,
se comía una y la otra la lanzaba
desde la rama al suelo.
En la sombra,
poseída,
ella alzó el delantal bordado
y sintió que su peso era enorme,
como si estuviera llena de bayas.
Al alba
el esfuerzo
la hizo reposar en un nube.
Mientras , sus amigas,
alrededor de la cama,
aprovechan,
y se preparan para recibir
al niño.
SUICIDIO DE ATZESIVANO, EL BUDISTA
Con firmeza sostuvo el puñal
Atzesivano,
en ese instante
su alma era una paloma
blanquísima.
Como desde los cielos más altos
cae una estrella
en medio de la noche
o como la flor del manzano
apenas tocada por una brisa mansa
desciende hasta la tierra
se desprendió su aliento.
Una muerte así no es inútil.
Sólo quienes aman la vida
en su misterio más recóndito
pueden
con sus propias manos segar
la gran espiga de la vida
que se dobla
con divina indiferencia.
Kostas Karyotakis (1896-1928)
CANTO PARA LOS POETAS DE TODOS LOS SIGLOS
QUE NO CONOCIERON LA GLORIA
Los dioses y los hombres
les abandonan,
como si fueran
amargos y ruinosos aristócratas.
Los Verlaine envejecen,
más de ellos queda la luz
hecha poema.
Los Hugos,
con sus Castigos,
adormecen la venganza de los dioses.
Pero yo sólo canto para los poetas
que no conocieron la gloria.
Los Poe fueron desgraciados,
y los Baudelaire, cadáveres en vida,
sin embargo ahora son inmortales.
Pero a ellos,
a los que rimaron torpemente,
nadie los recuerda,
están cubiertos por una densa obscuridad.
Pero yo sólo canto esta sagrada estrofa
para los poetas que no conocieron la gloria.
Despreciados por el mundo,
agobiados,
pasan erguidos, mustios,
entregados a esa trágica esperanza
de que alguna vez les llegará la Gloria,
vestida para la boda,
plena de alegría.
Más al tener la certeza
de que serán olvidados
yo sólo entono,
melancólico,
este canto para los poetas
que no conocieron la gloria.
Yo quisiera
que en el porvenir
preguntasen:
¿quién es ese poeta menor
que escribió este canto
pobrísimo
para los poetas
que no conocieron la gloria?
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